En la producción en uva de mesa, los años difieren unos de otros, en ocasiones desde principio de la temporada, pero también, por eventos inesperados en su transcurso. Esta temporada se avecina con grandes concentraciones de fruta cosechada en el mes de diciembre, cuando las producciones de Ica y Piura se superpongan más que nunca con importantes volúmenes de fruta. 

Retrasos en las podas de formación provocaron un efecto dominó en Piura y, en el caso de Ica, aplicaciones más tempranas de cianamida para escaparse de un no feliz febrero/marzo 2025 respecto de los resultados de retornos.

Por el lado chileno, el norte del país viene con un retraso de entre una semana y 10 días, mientras que en la zona centro con un adelanto bastante marcado, de entre 7 a 12 días. Estas estimaciones muestran un movimiento de concentración de fruta semanal respecto a la temporada pasada, con un volumen que tratamos infructuosamente de acomodar en los 3,5 millones de cajas de consumo semanal de nuestro principal mercado, EEUU.

Sabemos que el número de cajas semanales superará ese umbral desde noviembre hasta abril, por lo que el gran desafío será hacer fruta con calidad de guarda durante todo el período, de modo de llegar a cualquier mercado dispuesto.

Como la historia enseña, al menos para algunos, deberemos comparar con una temporada pasada similar y releer las enseñanzas que esa campaña nos dejó. 

¿QUÉ PASÓ CON EL CALIBRE? ¿QUÉ PASÓ CON EL COLOR?

El análisis comparativo entre temporadas nos puede entregar elementos de decisión para enfrentar a tiempo las posibles variaciones productivas con el uso adecuado de reguladores de crecimiento y manejos culturales. Por ejemplo, si la temporada se viene más “rápida”, sería recomendable variar la estrategia de citoquininas y GA3 en dosis y ritmos. No podremos repetir la misma estrategia frente a un escenario distinto.

Si la temporada es rápida, los racimos serán más livianos por tener menor número de bayas y una forma de baya más redondeada. Por lo tanto, las regulaciones de carga deberían ir por dejar mayor número de racimos por planta, acercar aplicaciones de crecimiento, acompañar el crecimiento hasta ablande, variar dosis etc. 

Ahora, pensemos lo mismo, pero desde la abundancia. 

Hoy sabemos que las cargas por hectárea están confirmadas hacia arriba en Chile y Perú. Climas suaves en ambos países, ha tenido como resultado el desarrollo de canopias abundantes en expresión y cantidad de fruta. En general, mejores conformaciones de racimos que pueden alojar mayor número de bayas total/ha a un mismo arreglo, básicamente por un menor número de racimos que no cumplen con ese número de bayas programado. En resumen, cargas altas, una planta abundante y una primavera rápida para el gran volumen de fruta en Chile. Bastante parecido a lo que está pasando en el sur de Perú. Un escenario común con un desafío común. 

Con cargas altas, la toma de color ha sido siempre un desafío. Como siempre repito, la toma de color es una carrera por azúcares. Por esta razón, la primera generación de racimos, que puede llegar al 30%, nunca tiene problemas de desarrollo de color. Es la segunda y tercera generación, cuando las hay, las que tienen un desarrollo más lento del color. Un porcentaje variable de esas generaciones nunca llegan a tener un color de cubrimiento completo. A eso le podemos llamar: Problema de Color. Podríamos ir más allá. Una hectárea que considerara solo desarrollo de brix como índice, podría ser cosechada en un máximo de 15 días. Si agregamos el atributo de color, podríamos llegar -incluso- a 30 días o más, es decir, normalmente nos quedamos esperando el color. 

Una excepción es la primera parte de la cosecha de uva piurana, donde principalmente por condiciones de temperatura, el color no es un asunto complejo. Aunque todo cambia con el paso de los días. Cualquier hectárea que demore más de 15 días de cosecha, cuando la cosecha como operación no es limitante, es una hectárea con problemas de color. Por lo tanto, en ese lugar, las herramientas o las técnicas que estamos utilizando para obtener color no están funcionando o son insuficientes para lograr el objetivo. El primer paso es reconocer el problema y desde ahí podremos comenzar la disección.

INCIDENCIA DE LA TEMPERATURA Y LA LUZ

La gran limitante para el desarrollo de color en la gran mayoría de las zonas productivas del mundo es la temperatura máxima diurna y su extensión en horas bajo ese régimen. Lo que también está modulado por los niveles de humedad relativa. Bajo condiciones de baja humedad relativa y altas temperaturas, el desarrollo de color es siempre más lento por ser un escenario perfecto de estrés. Bajo estas circunstancias se pueden circunscribir la gran mayoría de áreas, con excepción de la fruta temprana de Piura e Ica, las que se desarrollan bajo condiciones de temperatura diurna de no más de 30 grados Celsius y humedades relativas cómodas, que están por sobre el 50%. 

En el resto de las situaciones, normalmente se está entrando en ablande con temperaturas máximas superiores a los 30°C, condición que se va haciendo frecuente a medida que nos adentramos en el verano. La temperatura nocturna no juega un rol importante en este sentido. 

La variación de temperatura entre el día y la noche tiene más influencia en los niveles de acidez y en la velocidad de caída de este parámetro, que la influencia que puede tener en el desarrollo de color. Cuán bajo llegue la temperatura nocturna, determinará en cierta medida cuánto tardará la baya en calentarse durante el día. En otras palabras, mientras más baja la temperatura nocturna, menos horas pasará la baya sobre los 30 grados durante el día. 

Pero lo que realmente limita el desarrollo de color es la temperatura diurna máxima y cuantas horas sobre los 30 grados Celsius la baya está expuesta.  Sobre esa temperatura se afecta el proceso final por el que la enzima UFGT cataliza el paso de antocianidinas a antocianinas, sumando un glucósido. Es en esa situación cuando la desglucosilación sabotea el proceso de color, no produciendo el pigmento final o haciéndolo inestable.

El grado de influencia que tenga esta temperatura dependerá también del manejo de canopia y de la radiación UV-B. Cuando manejamos la canopia desde un principio en “modo” transparencia y criadora de cutícula, el efecto sobre el desarrollo de color post ablande será muy superior a cutículas criadas bajo condiciones de sombreamiento excesivo. Las antocianinas son pigmentos que la cutícula desarrolla como respuesta antiestrés a estímulos de luz y temperatura. 

Cuando el sombreamiento es excesivo, la cutícula no desarrollará pigmentos debido a que no se gatilla el proceso y bajo esas circunstancias será muy perjudicial una intervención violenta de canopia, típicamente realizada para intentar mejorar la coloración tarde en la temporada, pero dejará expuesta a la cutícula a un exceso de luz/temperatura que harán imposible un desarrollo de color exitoso. La cutícula de la baya es una estructura ineficiente en el manejo de la temperatura y en algunos casos podría superar en varios grados la temperatura de las hojas. Las bayas se calientan rápido y se enfrían muy lentamente, por lo que las horas bajo temperaturas que afectan el desarrollo de color, será mayor en un sistema de manejo de canopia tardío y exagerado.

COMENZAR A MANEJAR EL COLOR DESDE LA PODA

Con la llegada de las nuevas variedades en toda su amplitud, la fertilidad es un común denominador. Por ello, la poda, que enfrentábamos de cierta manera en las variedades tradicionales, tuvo que cambiar.

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