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En uva de mesa

Sin tregua al Mildiú

Si bien sigue siendo un problema persistente en el norte del país, la presencia del Mildiú en Ica ha comenzado a generar varios dolores de cabeza entre los productores de uva de mesa. Por ello, la estrategia de control deber ser bien estudiada, según la etapa productiva del cultivo, basada en la combinación de diferentes fungicidas, teniendo en cuenta un objetivo primordial: no dar tregua a una enfermedad que puede generar graves pérdidas productivas y económicas.

21 de Junio 2021 Equipo Redagrícola
Sin tregua al Mildiú

Fernando Riveros, investigador independiente y asesor internacional en fitopatología.

En 2017, cuando vinieron las primeras lluvias, aproximadamente el 20 de enero, junto con el Fenómeno El Niño, el investigador independiente y asesor internacional en fitopatología, Fernando Riveros, recién visitaba Piura para conocer los campos de uva de mesa que pertenecían a una empresa con una extensa superficie. Lo primero que recomendó fue preocuparse por un posible ataque de Mildiú, pero la respuesta fue que “nunca habían tenido el patógeno y seguramente sería un problema menor”. A los pocos días, la virulencia fue tan devastadora, ocasionando grandes pérdidas a los productores de la región.

Para un experto como Riveros, no hubo sorpresas en la aparición agresiva del Mildiú, debido a las características agroclimáticas de Piura. “Las condiciones que presenta esta área de producción eran altamente predisponentes para esta enfermedad. Uno podría definir perfectamente lo ocurrido como una epidemia. En el caso de Piura, toda el área de producción de uva de mesa de la región fue afectada al mismo tiempo, entre enero y marzo”, explica.

Lamentablemente, refiere que tanto la incidencia como la severidad en la zona norte fueron muy altas, algo inimaginable e inesperado para los productores piuranos. El 100% de las plantas sufrió la infección y un alto porcentaje del tejido estaba afectado por esta enfermedad que se presenta como manchas oleosas en el haz de las hojas y que, con el transcurso de los días, se tornan de un tono castaño hasta establecerse manchas necróticas, síntomas que pueden cubrir un alto porcentaje del área foliar.

“Lo que vimos esa temporada en Piura fue catastrófico, se produjeron daños en brotes y en hojas, en una forma exagerada. Estamos hablando de una infección generalizada, donde la cantidad de inóculos que se producían cada hora era extremadamente alta”, refiere. Como parte de la epidemiología de la enfermedad, un papel fundamental lo juega el inóculo y las condiciones predisponentes, como lo observado en Piura. “Las esporas pueden permanecer por mucho tiempo en el suelo y a la espera de condiciones predisponentes que induzcan la enfermedad”, comenta.

LO IMPORTANTE ES ANTICIPARSE A LA INFECCIÓN

Para lograr el pronóstico de esta enfermedad, el experto menciona que hay que tener en cuenta la combinación de temperatura, precipitaciones y número de horas con tejido mojado. Así, el número de horas con humectación de hojas está relacionado directamente con la germinación de esporangios. En cuanto al periodo de incubación, definido como el número de días o de horas que necesita el patógeno desde que inicia el proceso de infección hasta mostrar sus primeros síntomas, suele ser muy dependiente de las condiciones ambientales. Entonces, refiere que cuando hablamos de modelos de predicción, que existen y son diversos, permiten de alguna manera, a anticipar la infección.

Una vez que la infección avanza en el racimo, lo más probable es que se desprendan las bayas.

Los modelos de pronóstico generalmente incorporan temperatura, precipitaciones y horas de tejido mojado; incluso algunos de ellos incorporan el estado del crecimiento del cultivo. Bajo algunas condiciones, para simplificar todo esto, se podría considerar la ‘ley del 10-10-10’, eso es: Brotes de 10 centímetros, temperaturas sobre 10° C y una precipitación sobre los 10 mm.

En la actualidad, se estima que las precipitaciones no necesariamente tienen que ser sobre 10 mm, sino que incluso solo es necesario 2 o 2.5 mm, pero con un mayor número de horas con follaje mojado, para que se registre un impacto importante por parte del Mildiú. En el caso de Piura, entre el 20 de enero y 5 de febrero del 2017, cayeron 130 y 182 mm, con temperaturas que eran cálidas, situación que fue particularmente favorable para el desarrollo de la enfermedad. Todo ello asociado al número de horas que combinaban follaje mojado con temperaturas óptimas.

Sin embargo, aún se sigue confundiendo al Mildiu con el Oídio. Y Fernando Riveros lo comprobó en 2019 cuando recorriendo campos en Ica y Chincha, donde los agrónomos estaban preocupados por algunas supuestas reacciones tardías de Oídio, cuando se trataba de la presencia de Mildiú. Ante la duda, el experto recomienda tomar una muestra de hojas con síntomas y llevarlas al laboratorio. De lo contrario, sugiere que en algún lugar con temperatura ambiente, se envuelva la muestra en un sándwich húmedo o mojado. Tras 48 horas aparecerá una esporulación muy profusa que corresponderá a Mildiú y no a Oídio.

En Ica y en Chincha hubo síntomas incipientes de la enfermedad, aunque no como lo que ocurrió en 2017 en Piura, centrándose la discusión en el origen de la enfermedad, porque ni en Chincha ni en Ica se había presentado antes. Su presencia se atribuía al traslado de plantas del norte, pero la distribución del Mildiú era muy uniforme en diferentes sectores y variedades de Ica y Chincha. “Tengo la sensación de que en algún momento hubo infecciones en años anteriores y el inóculo quedó en el suelo, donde puede sobrevivir más de 10 años. Por lo tanto, desde mi punto de vista, el hecho de haber detectado este tipo de sintomatología en Ica y en Chincha, obedecía básicamente a la presencia de infecciones de años anteriores, que dejaron inóculos a la espera de condiciones predisponentes”, sostiene.

CARACTERÍSTICAS E IMPACTO DEL PATÓGENO

El agente causal es Plasmopara viticola, un hongo oomicete que se desarrolla perfectamente en un clima templado, que afecta hojas, brotes y racimos. Se trata de un parásito obligado, es decir necesita un huésped vivo y activo para sobrevivir y desarrollarse. Pero, sus estructuras de resistencia, le permiten pasar de una temporada a otra. “Esto es grave porque puede afectar una serie de estructuras de la planta, como lo vimos muy claro en Piura en el 2017”, destaca.

1. El agente causal es Plasmopara vitícola, un hongo oomicete que se desarrolla perfectamente en un clima templado, que afecta hojas, brotes y racimos.

En hojas se muestra habitualmente los síntomas de la enfermedad, pero lo aprendido en la temporada del 2017 es que el efecto o daño directo puede afectar diferentes estados fenológicos y destruir estructuras de las plantas de vid. “Los brotes que fueron afectados por el patógeno, quedaron destruidos, en ese entonces. Ello determinó una muy mala proyección de la formación para la etapa de producción”, sostiene Riveros. Ensayos de Mildiú que realizó en Mendoza, Argentina, nos sorprendieron la severidad que alcanza la enfermedad en la última etapa del cultivo en esa área de producción. Esto, en función de lluvias que caen en febrero y marzo. “En el testigo sin protección del ensayo el patógeno provocó su completa desfoliación, quedando solamente palitos. Se midió después la concentración de azúcar y claramente las bayas nunca alcanzaron a completar su concentración de azúcar, porque no tenían hojas.

2. El primer síntoma del Mildiu en la vid se presenta en el haz de la hoja. De avanzar la enfermedad, generará su necrosis.

Cuando se produce la desfoliación, las hojas caen al suelo y sobre estas, el patógeno desarrolla estructuras de resistencia. Entonces, donde alguna vez se presentó Mildiú y  con un manejo inadecuado, pueden pasar hasta 15 años antes de desarrollar nuevamente infecciones, producto de condiciones predisponentes a la enfermedad. Por lo tanto, desde el punto de vista de la epidemiología, el material infectado es bastante importante, porque va a ser el reservorio de inóculo que va a quedar en el suelo para el desarrollo de infecciones en futuras temporadas.

Esta enfermedad ataca a los brotes, cuya formación será deficiente, e incluso en Piura se observó una deficiente madera frutal para la siguiente etapa de cultivo. “Este daño fue muy importante para la productividad, para la etapa de producción,  pues la madera frutal que quedó fue de muy mala calidad y muy pobre. Esto demostró que afecta directamente la producción”, comenta.

En ambientes subtropicales, los racimos son susceptibles, prácticamente desde la pre flor, pero también eso dependerá mucho de la variedad y las condiciones predisponente. Ahora, en madurez lo más importante es ver cómo afecta el raquis, mientras que cuando afecta a los racimos, probablemente habrá un desprendimiento de las bayas.

ESTRUCTURA DEL PATÓGENO

Por lo general, los esporangios contienen en su interior zoosporas, que son liberadas por el agua libre.  En las láminas de agua, su transporte y su germinación son rápidas, pero el esporangio también puede germinar directamente. Esto es lo que va a crear el micelio, una estructura de resistencia sobre el terreno, que puede permanecer por largas temporadas a la espera de condiciones predisponentes.

En la estructura del patógeno, están los esporangiosforos y de allí se producen los esporangios que tienen en su interior muchas zoosporas y estas a su vez son las que van a infectar la planta a través de los estomas. Para la infección primaria se requiere oosporas fisiológicamente maduras, brotes superiores a 10 cm con material foliar más abundante que al inicio de la brotación, y precipitaciones superiores a 10 mm y/o un número de horas con humedad relativa sobre el 85%. Ocurrido esto, resulta más fácil para el patógeno producir una infección secundaria, tratándose de un proceso mucho más corto, si se cuenta con la presencia de esporas y de tejido con agua libre o tejido mojado por más de dos horas. Entonces, la combinación para el desarrollo de una infección secundaria será: dos horas de agua libre y una temperatura menor a 20°C.

Cuadro 1. Duración del ciclo del Mildiú.

Al observar los primeros síntomas, se debe considerar que el desarrollo interior del micelio ocurrió entre 7 y 14 días atrás, y relacionar esto con alguna condición ambiental o condiciones predisponentes en ese periodo anterior para encontrar una explicación de lo que pasó. “El periodo de incubación es el número de días desde que cae la espora -cuando penetra la zoospora- hasta que aparece el primer síntoma en el haz de la hoja. Ahora, este es un hongo que presenta gran capacidad de esporulación, cuando tenemos presencia de conidias y una alta humedad nocturna, porque eso hace que sea más prolongado el periodo de condiciones predisponentes”, explica.

En cuanto al ciclo de producción de esporas, en este caso, con una temperatura de entre 20 y 21°C y una humedad relativa sobre el 75%, se desarrollará un nuevo ciclo de 7 u 8 días. Este ciclo se irá alargando en la medida que las temperaturas vayan siendo más bajas. Con una temperatura media de 17 a 18 °C, probablemente, el periodo de incubación o renovación del ciclo va a ser de 10 días.  Y cuando la temperatura es aún más fría, entre 14 a 15°C, el ciclo será de 14 días. Mientras más cercana a 20°C de temperatura, más corto va a ser el periodo de incubación. “Si uno mira lo que ocurrió en la epidemia de Piura, la temperatura promedio fue de 20°, asociado a una humedad relativa promedio sobre el 98%. El periodo de incubación  fue extremadamente corto. Todos los días teníamos nuevas infecciones, nuevos ciclos de esporangios, osporas, zoosporas, etcétera”, recuerda.

CONTROL DE LA ENFERMEDAD

El uso de una variedad resistente debería ser el medio de control más eficiente y más barato, pero para las enfermedades que afectan a la vid, tanto el follaje como la flora, no existe aún control genético. Sin embargo, hay grupos de investigadores que están trabajando el mejoramiento genético, utilizando como base una variedad llamada Bianca. “Esta es una variedad que yo desconozco, pero que está descrita ampliamente en la literatura. Con esta variedad se han hecho cruzamientos y retro cruzamientos, con diferentes variedades comerciales de vid. ¿A qué se ha llegado? La resistencia está controlada por un gen dominante, uno solo. Lo interesante de esto es que este tipo de resistencia está basada en la reacción de hipersensibilidad, es decir, que cuando cae alguna espora del patógeno, y empieza a progresar produciendo una lesión en la hoja, el gen dominante actúa gatillando una reacción de hipersensibilidad que se expresa como una necrosis localizada”, expone. Con esta reacción, el patógeno no puede progresar, debido a que es un parásito obligado y, por consiguiente, necesita tejido vivo.

Características de los productos según el momento de aplicación.

El especialista explica que la limitante es que la reacción está dada por un solo gen y el patógeno puede mutar y hacer que esta reacción de hipersensibilidad ya no sirva mucho; por lo tanto, reitera que no se cuenta con variedades resistentes para el control genético de mildiu.

Cuadro 2. Listado de fungicidas para el control de Mildiú.

Por ello, destaca que la principal estrategia de control está basada en el uso de fungicidas específicos, mediante sistemas de alerta. Si lo que se desea es bajar los residuos, entonces, habrá que recurrir al tema del biocontrol, entre ellos los extractos de vegetales, que se utilizan más que todo para la producción orgánica; aunque sus efectos son limitados. En producción orgánica el ingrediente activo más usado es el mancozeb, que lo utilizan solo o en combinación con algún otro tipo de molécula, refiere. Si bien tienen un efecto preventivo, indica que muchos de ellos no tienen registro sanitario y esto es un problema si se desea utilizar en la estrategia de postcosecha.

Cuando se trata de combinaciones de orgánicos, el ingrediente activo que causa mayor impacto en el control de la enfermedad es cymoxanil, porque a pesar de ser un elemento de contacto preventivo, tiene algún grado de efecto retroactivo; es decir, que brinda la posibilidad de detener la infección uno o dos días después de que ha sido polinizada, en este caso, por una zoospora. Generalmente, explica que se le combina con un algún pariente de mancozeb.

En el caso de fungicidas sistémicos, existen diferentes combinaciones y están relacionadas, sobre todo, con el uso de benalaxil, que se aplica en postcosecha. Se le combina con folpet, Cu+MZ, cimoxanilo+folpet.

En postcosecha, destaca que se pueden utilizar cymoxanil, benalaxil, metalaxil, entre otros. “Aquí no existe limitación. La única indicación que hay que tener claro es que este patógeno, como mucho oomicetes, tiene una tasa de mutación bastante importante”, destaca. En general, recomienda que cualquiera de las formulaciones que uno utilice, vaya en combinación con otro elemento que evite una posible resistencia. Un ejemplo, menciona, ocurrió a nivel mundial con el metalaxil, cuando varios patógenos lograron generar resistencia, cuando se usó solo, y le hizo perder totalmente su efectividad. “Si eso se hubiera combinado con mancozeb, lo más probable es que habría durado mucho más”, indica.

El fosetil de aluminio también ha sido ampliamente utilizado en el control de la enfermedad con bastante éxito, pero  cuando se habla de sistémico y con un efecto retroactivo, es más efectivo el metalaxil, cuyo problema es que no tiene registro y, claramente, eso limita bastante su uso. Menciona que durante un tiempo hubo mucho entusiasmo por el uso de las strobilurinas en base al cual han existido estudios muy interesantes de eficacia, donde demuestran que la strobilurinas presenta la mayor actividad contra la Plasmopara viticola.

En cuanto a los fungicidas penetrantes, figura el azoxystrobin que en combinación del cimoxanilo, tiene tremendos efectos, porque le proporciona una eficacia bastante importante, menciona. No obstante eso, explica que deben ser considerados varios otros productos químicos, entre los cuales están las combinaciones de dimethomorph que también es un fungicida que se ha utilizado ampliamente en el control de enfermedades causadas por hongos micelio. En el caso de aquellos que están descritos como elementos que se fijan a las ceras cuticulares, sobre los cuales realmente existe una comprobada eficacia de control, refiere que lo valioso es que se pueden utilizar en la etapa de producción. Entre estos figuran la ciazofamida, fomoxadona o zoxamida.

FUNGICIDAS SEGÚN ETAPA DE PRODUCCIÓN

Si uno busca una estrategia de control preventiva, es decir, sin esperar algún evento predisponente, explica que uno debe contar con elementos que proporcionen un nivel de seguridad, es decir, no debería dejar de utilizar ciazofamida. Si se está en un evento predisponente, como la lluvia, considera que uno debe recurrir a elementos que le aseguren entrar muy protegido.

En el caso de la etapa de producción, resalta que no es posible entrar con un fungicida sistémico de tipo metalaxil, como si se puede hacer en la etapa de formación. “Uno puede jugar con varios elementos, sin embargo, en la etapa de productividad, se nos complica mucho la elección, porque no todo puede ser utilizado”, sostiene. Cuando se habla de las strobilurinas, el azoxystrobin es un ejemplo, porque este fungicida es penetrante de buena a alta eficacia. En el control de esta enfermedad, se han hecho varios ensayos y se cuenta con conocimiento sobre sus efectos vía inoculación artificial.

Los momentos de aplicación son importantes para determinar el mejor producto, destaca. Para el inicio de floración, es posible entrar con un producto sistémico, porque brinda la posibilidad de que los crecimientos posteriores se mantengan protegidos. En tanto, antes que se presente la mancha aceitosa  que ocurre en el haz de la hoja, se debe recurrir a algún preventivo, para entrar protegidos. Si ya está presente el evento, entonces,  lo mejor será entrar con un elemento que sea curativo, como un antiesporulante, que me detenga la infección que se está produciendo al interior de la lámina folicular. Entonces, el especialista aconseja el establecer un calendario de aplicación y no fijarse si hay o no hay condiciones predisponentes.

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