Polinización: Pague por abejas, no por la caja
Desde hace algún tiempo los apicultores han estado proponiendo un mejor pago por los servicios de polinización. Para contar con colmenas de calidad, indican –especialmente en almendro, cerezo y ciruelo, temprano en la temporada (julio/agosto a septiembre)–, se debe incurrir en gastos de alimentación invernal. Además, se requiere financiar el control de las enfermedades y plagas, así como implementar los acuerdos de producción limpia. Por si fuera poco, añaden, hay un porcentaje de mortalidad en las colmenas instaladas en los huertos. Luego, una buena polinización apícola exige mayor inversión y, en consecuencia, proponen un valor de 75 pesos diarios por un marco tipo, de 1.750 abejas.
Si bien nadie niega la importancia de una buena polinización, los fruticultores tienen el derecho a preguntarse cuál es la medida de su beneficio y si un mayor pago se traduce en ingresos adicionales.
Con el fin de dar una respuesta, un equipo de INIA La Platina liderado por la entomóloga Patricia Estay comparó la efectividad de colmenas buenas, regulares y malas en manzano, kiwi y cerezo, en el marco de un proyecto Innova Corfo junto con Fedefruta y el Fondo Nacional Apícola. Se midió el polen con trampas atrapa polen; se colectaron abejas en árboles y malezas; se hicieron recuentos de entradas y salidas de abejas; se establecieron distintos horarios de medición, y se hizo una evaluación semanal de la calidad de las colmenas, entre otras variables. Se analizó las especies a las cuales correspondía el polen y su proporción dentro de la muestra. En las tres especies se midió la cuaja de frutos. A la cosecha se estableció el peso total de estos y la calidad por calibre.
La proyección económica es concluyente en cerezo y kiwi
En manzano no hubo diferencias significativas entre las distintas calidades de colmenas, pues las abejas son muy buenas polinizadoras de este frutal. Sí se encontraron efectos importantes en cerezo y kiwi. A partir de los resultados técnicos se realizó una proyección económica de los mismos, a cargo de Gonzalo Barrientos, ingeniero agrónomo, M.Sc., de Fedefruta.
Barrientos usó los datos porcentuales obtenidos por INIA en el calibre de cerezas atribuibles al uso de colmenas de distintas calidades, proyectándolos a una producción de 12,5 t/ha.
Para los costos de arriendo de los servicios de polinización, se aplicó el valor estandarizado diario de $75 por marco de 1.750 abejas que se mencionó anteriormente, y se supuso un período de floración de 20 días (cuadro 2). Se calculó la utilización de 10 colmenas por hectárea, cuya calidad se definió en término de número de marcos equivalentes.
A partir de los precios del mercado interno mayorista Lo Valledor, recogidos por Odepa, se determinaron los ingresos correspondientes a las producciones logradas con colmenas de las distintas calidades (cuadro 3).
El paso de una colmena mala a una buena, descontado el incremento de costos que ello significa, se traduce en un mayor ingreso de $678.829/ha. En cerezo este aumento es particularmente acentuado al cambiar colmenas malas por colmenas regulares (cuadro 4).
En el caso del kiwi se realizó el mismo procedimiento, aplicando la distribución de calibres obtenida en el estudio del INIA a una producción de 25 t/ha (cuadro 5).
Para establecer los costos en esta especie se consideraron dos situaciones: una temporada con un período de floración de 10 días y otra con servicios de polinización durante 20 días (cuadro 6). Se estimaron los ingresos totales de kiwi de acuerdo a los calibres obtenidos (cuadro 7).
El aumento de ingresos una vez descontados los costos adicionales por pasar de colmenas malas a buenas es de $1.145.325 y $1.100.325 en temporadas de floración de 10 y 20 días, respectivamente. Como se aprecia en el cuadro 8, en kiwi la mayor diferencia económica se logra al pasar de una colmena regular a una buena.
De acuerdo al análisis, concluyó Barrientos, no hay duda de que en kiwi y cerezo la calidad de la colmena afecta significativamente el beneficio económico de los productores de fruta demandantes de servicios de polinización.
Patricia Estay también explicó que a mayor población de abejas obreras de la colmena, mayor es la proporción de abejas pecoreadoras o forrajeras, o sea las que buscan el polen y el néctar. Citó cifras de Walton (1970), de acuerdo a las cuales en una colmena con 10.000 obreras el 10% corresponde a pecoreadoras, y en una con 50.000 obreras el 60% se dedica a colectar. Esta última tendrá 30.000 pecoreadoras, mientras 5 colmenas de 10.000 obreras aportarán 5.000. De ahí la importancia de contar con colmenas de buena calidad, con gran número de abejas.
RedAgrícola aplicó este factor de pecoreo a los datos presentados por Estay y Barrientos, y obtuvo un valor por cada 100 abejas efectivamente pecoreadoras en las colmenas malas de $40, aproximadamente, contra alrededor de $20 en las buenas. Al menos en teoría, el arriendo diario de cada abeja pecoreadora de una colmena mala cuesta poco más del doble que la de una buena.
En qué fijarse para contar con buenas colmenas
“Hay una falta de conocimiento de parte de los usuarios, que somos nosotros, los fruticultores. Tenemos claros los beneficios: mejorar cuaja, calibre, calidad de fruta… Necesitamos tener la cantidad suficiente de abejas para lograr esos objetivos. Lo que no sabemos es qué es lo que estamos contratando”, confidenció a RedAgrícola Germán Farr, socio de la productora y exportadora de arándanos Nice Blue. Sus palabras representan también una demanda, según indicó:
“A los que se están dedicando a la prestación de servicios de polinización les pediría seriedad en su trabajo, que nos enseñen a los usuarios qué es lo que están haciendo”.
A continuación se sintetizan algunos aspectos que sirven de orientación a los fruticultores para saber qué pedir, para verificar si están recibiendo la calidad necesaria y para cumplir con su parte en el logro de un máximo beneficio.
Un principio básico señalado por Patricia Estay es que existe una relación directa del número de marcos de la colmena con la cantidad de polen que recolecta (figura 1), pues el número de pecoreadoras es mayor. Por otra parte, mientras más crías haya al interior de la colmena, mayor demanda existirá de polen y de carbohidratos aportados por el néctar, y por lo tanto las pecoreadoras estarán más activas.
Por lo tanto, al recibir las colmenas en el predio conviene revisar los marcos junto con el proveedor del servicio y verificar los siguientes elementos:
–Cantidad de abejas pecoreadoras, en edad de colectar.
–Número de crías abiertas suficiente para estimular a las pecoreadoras.
–Reina en activa postura, que da origen a los huevos y las crías.
–Colonias sanas y fuertes.
El óptimo técnico va más allá de lo que indica la norma
La Norma Chilena 3255 del 2011, del INN, define una colmena estándar: de tipo Langstroth, con al menos 8 marcos con abejas por ambos lados, al menos 3,5 marcos con crías (1 con cría abierta y 2,5 con cría cerrada) y libre de enfermedades y plagas.
Aunque la norma propone colmenas de ocho marcos, los trabajos de Patricia Estay muestran que las mejores colmenas son las que tienen 10 marcos (cuadro 9). La especialista estima que un precio adecuado por esta clase de colmena se sitúa en los 15.000 pesos para un período de 20 días en un huerto de cerezo ($75 por marco/día). Sin embargo, precisa, en el mercado se paga desde $6.000 hasta $14.000. “El incentivo tiene que estar puesto en el marco y no en la caja. Ese es el mensaje”, concluye.
Lo que se debe preguntar al apicultor
José Fuentes, gerente de Apícola Azulcielo, propone algunos principios adicionales de cómo ejecutar bien un contrato.
Primero, el fruticultor o semillerista debería consultar sobre el plan de tratamientos que se han hecho durante la invernada, así como los programas de higiene y limpieza. Las colmenas tienen que estar libres de problemas como Varroa, Nosema y Loque.
En invierno conviene visitar el apiario donde se van a contratar los servicios, observar la calidad de los cajones, y ver que las cámaras estén protegidas contra las lluvias, limpias, en lugares donde les dé sol, libres de corrientes de aire, sin contacto con malezas. Vale la pena consultar por la alimentación (componentes de la dieta, frecuencia de entrega), sobre todo para las primeras floraciones de huertos de almendros, donde se necesitan colmenas fuertes.
Un estrés en el traslado provoca que las abejas demoren 3 a 4 días en empezar a trabajar; un período perdido, al cabo del cual un porcentaje de las flores puede dejar de estar receptiva. Fuentes recomienda evitar la plena luz del día, dejando el camión cargado en la noche para salir temprano en la mañana con destino a los huertos. En ellos el acceso debe estar previamente coordinado y tener listas las estructuras de instalación del apiario. Los caminos han de permitir el acceso directo del vehículo hasta el sitio final. El uso de tractores y colosos en caminos malos es un factor de retardo de entrada en actividad de las abejas.
Cualquier ubicación de los apiarios no da igual
Antes las colmenas se ubicaban de a una o de a dos en el medio del huerto, cuenta José Fuentes. Actualmente se prefiere agruparlas de a 20, 30, 40 o 50, en lugares abiertos (caminos, por ejemplo) en el perímetro del huerto. Así se genera una concentración de las feromonas que incitan a trabajar a las forrajeras. El apiario queda menos expuesto al paso de maquinaria entre las hileras. Además resulta fácilmente visible (las abejas pierden menos tiempo buscando su cajón), dispone de un buen espacio como “cancha de despegue y aterrizaje”, y recibe la mayor cantidad de sol durante el día para un máximo horario de trabajo. Las colmenas se ubican mirando hacia el norte. Los apiarios tienen que estar equidistantes para lograr una cobertura pareja.
Evitar el contacto de las colmenas con la tierra resulta importante para evitar la humedad, asociada a problemas sanitarios. Por tanto, se deben instalar sobre caballetes u otro tipo de soporte, protegidas del viento, porque este las enfría y dificulta la llegada de las abejas.
El apiario se sitúa en una superficie libre de malezas. Se requiere un tratamiento para las hormigas, insectos capaces de exterminar una colmena.
Lo que hace el fruticultor resulta determinante
Ya efectuada la instalación, el fruticultor debe prevenir los impactos perjudiciales de ciertos trabajos; por ejemplo, moviendo tractores y equipos solo en las horas en que las colmenas no estén en actividad.
Durante la polinización no se puede hacer aplicaciones de productos nocivos para las abejas. Sin embargo, aun usando productos inocuos, hay que tratar de aplicarlos antes de la instalación de las colmenas o después de su retiro, pues basta con mojar a la pecoreadora para hacerla caer al piso y dejarla inerme.
Si la aplicación es ineludible, el fruticultor tiene que conversar con el apicultor sobre los productos a utilizar, los horarios y la forma de hacerlo. Puede ser necesario llevar el apiario fuera del campo.
Las abejas necesitan agua limpia. Es deseable suspender la aplicación de fertilizantes a través del riego durante la estadía del apiario, sobre todo en zonas sin mucho rocío en las mañanas y en donde las altas temperaturas llevan a las abejas a surtirse del riego y contaminarse.
El contrato debe especificar la responsabilidad de la protección de las colmenas frente a robo o daño. De acuerdo a José Fuentes tener un cuidador sale más barato que pagar las colmenas.
La disponibilidad de una gran masa de especies silvestres o cultivadas en los alrededores, significa una competencia respecto del frutal que nos interesa. De ser posible hay que cortarlas o negociar con el vecino que lo haga. Si no se puede, habrá que considerar un aumento de la cantidad de colmenas/ha. No obstante, las abejas necesitan una dieta balanceada, con más de un tipo de polen. En consecuencia no conviene eliminar por completo las otras especies, porque la abeja irá más lejos a buscarlas y a mayor recorrido, menor rendimiento.
Acompañamiento al encargado del campo
El apicultor tiene varias tareas, más allá de suministrar buenas colmenas. En frutales de menor tiempo de polinización, como manzano o kiwi, la colmena debe ir preparada para resistir una floración de alrededor de 10 días sin bloquearse. En especies de requerimientos prolongados, como almendro, cerezo, peral y sobre todo palto y semilleros, el gerente de Azulcielo propone un manejo o más:
“Se pueden llenar marcos de miel, por lo tanto la abeja reina no tiene sitio para poner sus huevos. Entonces hay que abrir espacio de manera que siga el desarrollo de la colmena”.
En casos extremos de abundancia se producen enjambrazones y se ha llegado a tener que cambiar colmenas. A la inversa, una baja disponibilidad de flores hará necesario alimentar y reforzar la colmena.
“Ese manejo debe aparecer en el contrato –aconseja Fuentes– para que el dueño del campo vea que está acompañado en el servicio que contrató”.
En cuanto a los días de prestación de servicio, es bueno considerar cláusulas de flexibilidad, acordando lo que se hará si factores como el clima hacen variar la duración.
José Fuentes aconseja una revisión conjunta del fruticultor y el apicultor durante la polinización. Por ejemplo, si solamente hay nodrizas en la colmena la causa puede estar en una fumigación (propia o del vecino) que mató a las pecoreadoras. Encontrar abejas muertas y con la lengua afuera es un indicio de intoxicación. Un bajo desarrollo puede ser provocado por una mala ubicación del apiario.
Al final del proceso, después de la cosecha del huerto, conviene que fruticultor y apicultor se reúnan para ver los resultados y decidir qué es mejorable.
Un aspecto importante recalcado por Gonzalo Barrientos es el avance en un contrato tipo, que ayudará tanto a polinizadores como a fruticultores. También han diseñado afiches para facilitar el conocimiento de las fechas en que la aplicación de plaguicidas puede afectar a las abejas en distintos frutales, y se dispone de videos y otros materiales en el sitio web de Fedefruta: http://200.29.21.18/fedepagina/home.html
COLMENAS DISMINUYEN EN EUROPA Y EE.UU. PERO AUMENTAN EN EL PLANETA
Daniela Acuña, médica veterinaria, Mg., de la P. Universidad Católica, destacó que, para mantener su potencial, muchos ecosistemas, incluyendo los agro-ecosistemas, dependen de la diversidad de polinizadores. Anotó la existencia de más de 20.000 especies de abejas polinizadoras. El valor económico estimado del servicio de polinización a nivel global para 2005 fue de 198.000 millones de dólares (Gallai et al. 2009).
Acuña reportó una reducción de un 59% de colonias de abejas en EE.UU. desde 1947 a 2005; en Europa la pérdida de colonias llegó a un 25% entre 1985 y 2005. A pesar de estas pérdidas regionales, a nivel mundial las colmenas han aumentado un 45% desde 1961.