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Ganan terreno entre los productores

Plantas de tomate injertadas, más vigorosas y resistentes

¿Plantas vigorosas? ¿Plantas resistentes? ¿Plantas fuertes? El uso de portainjertos es una práctica muy común en los frutales, pero desde hace unas décadas que su uso se viene extendiendo en cultivos hortícolas, principalmente en el tomate bajo invernadero."Pero injertar por injertar no tiene sentido si no hay un objetivo claro", afirma el investigador de la Universidad de Almería, Francisco Camacho. Además, advierte que se debe escoger el portainjerto adecuado para solucionar un determinado problema y que es necesario transformar las labores culturales dentro del huerto.

06 de Enero 2017 Equipo Redagrícola
Plantas de tomate injertadas, más vigorosas y resistentes

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Comúnmente se piensa en los portainjertos como algo novedoso, pero lo cierto es que era una práctica común entre los egipcios que cultivaban frutales hace más de 4.000 años, un uso que continúa hasta nuestros días. Mucho más desconocidos en el sector hortícola, los primeros datos que se tienen datan de 1917, cuando en la Universidad de Nara, en Japón, se trabajó con cucurbitáceas, específicamente con sandías. cipal cultivo. Un modelo que no ha cesado de hacer profundas transformaciones, entre las que se incluyen una modernización de los invernaderos, una fulminante introducción de los abejorros para la polinización, un drástico cambio hacia el control biológico y una efectiva masificación de las plantas injertadas. Hoy esta última técnica está generalizada y cada año se producen 40 millones de plantas injertadas, que se emplean en unas 5.000 ha de tomate. La cifra se eleva a 65 millones si se contabilizan las plantas injertadas de sandía y melón.

Todo el trabajo que se ha hecho en tomate es mimético a aquel que se realizó en sandía. Si lo ponemos en palabras modernas, fue un ‘copiar y pegar’, de lo que se hizo con Cucurbita maxima x Cucurbita moschata. Sin embargo, no fue hasta la década del cincuenta del siglo pasado cuando ya se comienza a hablar de los portainjertos en cultivos hortícolas como una técnica eficaz y que a nivel global se usa cada día más. 

¿POR QUÉ SE INJERTAN LAS HORTALIZAS?

“Injertar por injertar, si el agricultor no se ha marcado un objetivo productivo o comercial, no tiene sentido”, afirma Francisco Camacho, investigador de la Universidad de Almería, que se ha dedicado más de 30 años al estudio de portainjertos en cultivos hortícolas. Una de las principales finalidades de los portainjertos es permitir la cosecha de aquellas plantas que son sensibles a determinados problemas de suelo, fundamentalmente hongos.

“Esa planta sensible se puede colocar sobre un suelo que está infectado por el patógeno, porque ponemos en contacto con el suelo a una planta que sí tiene resistencia a ese patógeno”, explica el especialista. De este modo, se pasa un tipo de manejo totalmente diferente, porque antes sólo se manejaba una planta y a partir de ahora son dos. Eso es algo que tienen muy internalizado los productores de cualquier frutal, ya que comúnmente hablan de una variedad sobre un determinado portainjerto. Sin embargo, esa diferenciación no ocurre en las hortalizas, “aunque tarde o temprano se hará”, pronostica Camacho.

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Pero, ¿qué sucede con esta interacción? Que los frutos que se obtienen en la parte aérea presentan una serie de cambios en relación a cuando se trabaja con una planta sin injertar. “Esos cambios hay que realizarlos en el manejo de esa planta injertada para que los frutos que vendemos tengan las características que presentaba la planta antes de que fuese injertada, porque eso es lo que demanda el mercado. En caso contrario, no tendría sentido injertar”, explica el experto español. Por lo tanto, lo que se verá al injertar serán una serie de modificaciones a cosecha, por ello es que se deberá intervenir sobre la planta para que esas modificaciones sean mínimas.

Otro de los objetivos es tener plantas resistentes a enfermedades de suelo, y también para elevar la calidad de aquellos cultivares que son poco productivos. El mejor ejemplo de esto último es el tomate Raf que se produce en Almería, por el cual a cada agricultor se le pagan hasta 5 euros/kg. Se trata de un tomate de gran sabor, pero es poco productivo y lo que se hace comúnmente en Almería es injertarlo para elevar la producción. 

Los principales problemas a los que deben hacer frente los productores de tomate de diferentes zonas del mundo son la verticilosis, los nematodos y la fusariosis del tomate. Esta última, sin duda, es la más importante, en cualquiera de sus dos formas: Fusarium oxysporum f. sp. lycopersici y Fusarium oxysporum f. sp. radicis lycopersici. Sin embargo, cada una de esas formas especializadas de Fusarium está dividida en razas y no todos los portainjertos son resistentes a esas razas.

EL MATERIAL VEGETAL DISPONIBLE 

La literatura habla de muchos tipos de injertos, pero todo se puede resumir en tres técnicas: La primera se conoce como ‘injerto de aproximación’ y se basa en la preminencia de los dos sistemas radiculares a la vez que se produce el proceso de soldadura del injerto y fundamentalmente se usan en cucurbitáceas. La segunda se basa en una técnica que elimina un sistema radicular previo al proceso de soldadura. “De este modo, se deja el portainjerto y se pone encima la variedad ya sin raíces y a partir de las heridas en contacto se produce el prendimiento”, precisa Camacho. Y la tercera es sin raíces. Es decir, se corta la raíz de la variedad y la del portainjerto y a medida que se produce el proceso de soldadura se emite por esa estaca herbácea que deja un nuevo sistema radicular. 

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De un punto de vista lógico, en la medida en que se tienen más raíces la planta podrá sobrevivir mejor a las condiciones limitantes. En tomate se practica un injerto de empalme donde lo que se busca es aproximar los cortes a 45º para que la superficie en contacto sea la mayor posible.

ADECUACIÓN DE LABORES CULTURALES AL INJERTO

“El éxito de una planta injertada pasa por dos condiciones: por obtener una planta de calidad y por realizar unas labores culturales acorde al nuevo sistema productivo”, recomienda el investigador.  Entre los cambios culturales que se deben realizar destacan:

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Injerto por encima del suelo: Cuando se trabaja con planta franca, la preocupación de que el cuello quede un poco más alto o más bajo del suelo no es algo fundamental, pero sí lo es en una planta injertada. “El punto del injerto debe quedar dos o tres centímetros sobre el suelo porque de lo contrario a la variedad le empiezan a salir raíces, lo que conocemos como franqueo, y a través de esas raíces se puede colar el patógeno del cual buscábamos hacer una prevención. Como recomendación, los agricultores deberían solicitar al semillero de qué altura desean la planta”, subraya Camacho. 

Densidades de la plantación: Con planta injertada se trabaja al 50% de la densidad, es decir, si con planta franca se usan 16.000 plantas/ha, cuando se trabaja con planta injertada sólo se utilizan 8.000 plantas/ha, ya que son más vigorosas.

Poda: Como se ha cambiado el número de brotes, se ha cambiado el sistema de podas, pasando de podas de un brazo a podas de dos brazos e incluso podas especiales. “En vez de trabajar con un solo brazo, lo hacemos con dos, pero el número de guías y brotes es el mismo. Así, se obtiene la suficiente biomasa radicular para ser capaz de producir el desarrollo que se necesita en la planta y la producción”, explica el especialista. “Cuando hablamos de poda debemos saber cómo funciona morfológicamente la planta, es decir, debemos saber dónde da el primer brote. He visto que entre el quinto y sexto brote y entre el primer y segundo nudo sale el primer ramillete. A partir de allí, si el ciclo es indeterminado, cada tres hojas, dará un brote, contadas desde la inserción del brote principal”, sostiene.

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Nutrición: Hay que cambiarla porque morfológicamente el sistema productivo es otro. “Cada vez se habla menos de fertirrigación y más de nutrición. Y para nutrirse necesitan que haya un vehículo líquido que es el agua. Debemos conocer todos los parámetros del agua para restárselos a los fertilizantes. Cada vez se trabaja más el concepto de absorción de nutrientes y de equilibrios nutricionales en suelo. El cambio en esta labor incluye un concepto nuevo para los productores: los balances de materia en el suelo”, afirma.

EL USO DE PORTAINJERTOS SEGUIRÁ CRECIENDO

Toda nueva tecnología, si cumple su cometido, tiene un sobre precio. Y de eso no escapan las plantas injertadas, que en Chile tienen un valor de US$0,90 frente a los US$0,20 que cuesta una planta franca. El precio sube aún más cuando se trata de una ‘big plant’, que se venden por US$1,60. 

Claramente el uso de plantas injertadas seguirá creciendo, pero ¿a qué precio? “Las casas de semillas terminarán regalando los portainjertos a cambio de que el agricultor compre sus variedades. En ningún momento estoy diciendo que las variedades vayan a subir de precio, pero si solo se compra la variedad, los agricultores pagarán como si le regalaran el portainjerto. Eso lo veo solo por observación y por comprobar que muchos portainjeros son bastante similares entre sí, porque para vender un portainjerto vigoroso muchos vendedores dicen que su portainjerto es del tipo Maxifort, explica Camacho. Eso además quiere decir que aun los portainjertos están siendo catalogados en cuanto al vigor en aquellos países donde su uso es más reciente, pero según el especialista español, se debería hablar más de los problemas productivos que solucionan. 


MÁS VIGOR, MÁS PRODUCCIÓN EN ARICA

Agroandía es una empresa familiar afincada en el Valle de Azapa hace 45 años. Actualmente produce 5,5 ha de tomate con plantas injertadas, de las cuales 0,5 ha corresponden a cultivo sin suelo. El 99% del tomate que producen es de la variedad Naomi, que es globoso, con buen cierre y buen calibre.

Su gerente de proyectos, Rodrigo Andía, cuenta que desde hace tres temporadas usan plantas injertadas. “En un comienzo nos confundimos ante la gran oferta que había y no consideramos la estrategia de producción. Hoy yo considero cuatro tipos de estrategias: 7 u 8 racimos (planta franca), 8 a 15 racimos (portainjerto generativo) 15 a 20 racimos (portainjerto intermedio) y 20 o más racimos (portainjerto vigoroso). Por eso es que este año empezamos a utilizar Emperador y Maxifort”, explica.

Gracias a su uso en Agroandía lograron un aumento de la producción, pasando de 120 ton/ha a las 200 ton/ha “Estamos aprendiendo acerca del manejo de las plantas injertadas, porque hay empresas grandes de la Zona Central que han llegado a Arica y están sacando sobre 400 ton/ha, solamente combinando cultivo sin suelo y portainjertos vigorosos”, cuenta. La estrategia de Agroandía es producir entre 250 y 300 ton/ha. “Esto requiere ciclos productivos, cosechando frutos, de ocho a nueve meses y, más a largo plazo, combinar cultivo sin suelo y portainjerto con intercultivos para lograr rendimientos aun superiores por el sólo hecho de no perder tiempo productivo”, sostiene.

 


CHILE,  DE LA TIMIDEZ A LA MASIFICACIÓN 

Hace quince años ni siquiera se conocían en Chile. Los portainjertos de tomates ingresaron tímidamente con variedades que hoy ya no están en el mercado. Sin embargo, no tuvieron éxito. Se producían de manera casi artesanal y en infraestructuras simples, que redundó en la calidad de las plantas, ya que muchas de ellas venían con problemas bacterianos. Ello hizo que los productores rechazaran la técnica, postergando el desarrollo de la tecnología en el país.

Además, como el bromuro de metilo siempre ha estado presente en el cultivo de tomate bajo invernadero, el incentivo para producir con plantas injertadas era bajo, “pero en la medida en que los productores saben que el bromuro de metilo tienen los días contados, ha adquirido importancia, también porque la calidad del material ha mejorado muchísimo”, explica Rafael Elizondo, asesor y socio de la consultora Hortalizas Protegidas, empresa que trabaja con productores de Quillota, Limache y Arica.

Así es como se volvieron a introducir en 2009 en Quillota y Limache portainjertos vigorosos y los más utilizados fueron Maxifort (Seminis), Emperador (Rijk Zwan) y Arnold (Syngenta), especialmente adaptados a ciclos largos en diversas zonas productoras del mundo. Sin embargo, en la V Región se prefieren los ciclos cortos, buscando siete racimos por eje, a diferencia de los ciclos largos, que buscan entre 14 a 15 racimos por eje. La idea entonces era adaptar esos portainjertos de ciclo largo a ciclo corto. “En vez de tener dos ejes por plantas, buscábamos tener 3 o 4 ejes, para hacer los mismos racimos por eje y reducir los costes de la planta injertada, aprovechando sus características de vigor, que permiten hacer esos ejes extra”, explica Elizondo sobre un manejo que ha dado buenos resultados a los productores. 

Hoy el uso de plantas injertadas se ha masificado en Quillota. De las 1.200 ha que producen en los dos ciclos de cultivos, unas 450 ha ya trabajan con plantas injertadas. Actualmente hay al menos ocho casas de semillas que ofrecen el material a los agricultores y los más usados hoy son King Kong (Rijk Zwan), Emperador (Rijk Zwan), Armstrong (Syngenta) y Maxifort (Seminis) y hay planes para la introducción de nuevos materiales, como Beaufort un portainjerto de menor vigor que lanzará próximamente Seminis. En total, y sólo para Quillota y Limache se producen 4 millones de plantas, un 95% para la producción de tomate de ciclo corto.

– Aparte de vigor, ¿para qué más se usan en Quillota?

– La razón principal de usar bromuro de metilo en los años 80 era por el hongo de suelo Pyrenochaeta lycopersici, mientras que la presencia de nematodos estaba acotada a suelos livianos y cercanos al río, pero luego el problema se fue incrementando y hoy están presentes en toda la zona. Sin embargo, los portainjertos no son suficientemente resistentes y los agricultores deben acompañar su uso con desinfección con nematicidas específicos o usar técnicas de biodesinfección. La otra enfermedad que está presente y que es muy bien controlada por los portainjertos es el fusarium de la corona o Fusarium oxysporum f. sp. radicis lycopersici. En México es distinto porque allí se usan portainjertos resistentes a la Raza 3, aunque hay una publicación que dice que desde el año pasado esa raza estuvo presente en Arica, pero en una superficie mínima. También se usan porque son tolerantes a Verticillium y si bien las plantas manifiestan sintomatologías, lo pueden soportar, pero ayudándolas con manejos de nutrición y bioestimulantes. 

– ¿Se seguirán usando?

– El sistema de producción de tomates en la V Región era bromuro dependiente, pero como ya no se puede usar se abre una nueva ventana. Está la opción química, para aquel que siga usando planta franca; también está la alternativa química con el uso de plantas injertadas, principalmente por un tema de nematodos; está la biofumigación de suelo con el uso de plantas injertadas y también se abre el cultivo sin suelo, principalmente en fibra de coco, que ahora tiene un coste menor y hay algunos agricultores interesados en incursionar en esa técnica. Independiente del camino a seguir, las plantas injertadas se usan en todas las opciones.

– ¿Cuál es la previsión de crecimiento en Quillota?

– El próximo año debiésemos llegar al 50% de la superficie cultivada con planta injertada. Eso irá creciendo porque los productores, en la medida que vayan conociendo la tecnología, apostarán por ella. Creo que se llegará a un 70% de la superficie y los productores más pequeños o muy adaptados a planta franca, seguirán con ella. 

– ¿Las plantas injertadas tienen problemas en los ciclos cortos?

– Hemos visto que tiende a ser menos precoz en la entrada en producción, ya que tarda dos semanas más. Si el agricultor hace dos cultivos, tendría un mes menos de producción. Para evitar eso, se está introduciendo el concepto de las ‘big plants’, en alveolos mucho más grandes. Es una planta mucho más desarrollada que entra antes en floración y con eso se rompe la pérdida de precocidad. Lo empezamos a usar este año, siguiendo la experiencia de Almería y para los agricultores fue positivo. Hay demanda y yo creo que seguirá creciendo en la medida de que los semilleros tengan la capacidad de producción.

– ¿Qué otras ventajas tienen las ‘big plants’?

– Los productores pudieron plantar más tarde y así y todo pudieron obtener los siete racimos y cosecharon en la época en que habitualmente cosechan. Tendrán más fuerza en plantaciones de épocas más frías, por ejemplo, en invierno, cuando la entrada en floración tarda más, ahí serán importante las ‘big plants’. Además, el agricultor las puede recibir del semillero y si tiene adaptado un espacio en su campo, podría terminar la adaptación de la planta, teniéndola dos o tres semanas en el macetero para lograr un arraigamiento de todo ese volumen para tener una planta de mayor tamaño y después establecerla. Además, es una planta con más vigor y que tiene un estrés post trasplante muy reducido, por lo tanto casi no hay pérdidas de plantas.

– ¿Cómo han funcionado el uso de plantas injertadas en Arica?

– De las casi 900 ha de tomate de ciclo largo que se producen allí, hay 450 ha con plantas injertadas, es decir, se emplean 4,5 millones de plantas. Su uso creció muy fuerte en 5 años porque en 2010 sólo había 5 ha. Con su uso han aumentado los rendimientos promedio, que eran de 120 ton/ha y hoy llegan a 200 y 250 ton/ha. Allí usan plantas injertadas principalmente por un tema de vigor, pero también para el control de una enfermedad como Fusarium oxysporum f. sp. radicis lycopersici y tolerar los nematodos, aunque insisto en que no es la solución, porque deben acompañarlos con tratamientos. Otro problema son los suelos salinos del Valle de Azapa y los portainjertos se adaptan bien a esas condiciones. 

– ¿Cuáles son los más usados en Arica?

– Por orden de importancia, Maxifort, Emperador y Arnold.

– ¿Podrá cambiar ese orden si se descubre el avance de la Raza 3 en más hectáreas?

– Indudablemente. Si se confirma la presencia de la Raza 3 en una mayor superficie cambiará el uso de los portainjeros que se usan hoy en Arica, porque ninguno de los que se está utilizando ofrece resistencia a la Raza 3. Pero eso está por verse. Si eso no se confirma creo que no habrá mayores cambios. Donde sí los habrá será en Quillota, porque habrá más portainjertos disponibles y competencia entre las casas de semillas.

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