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El maíz se sobrefertiliza y subfertiliza ¡Al mismo tiempo!

Lamentablemente debemos reconocer que la mayor parte de la superficie de maíz recibe una alta fertilización, pero muchas veces no se logra una buena nutrición. ¿Qué nos impulsa a gastar de más en elementos que pueden estar de sobra y/o a no aplicar los que la planta necesita o a aplicarlos en una menor dosis? Dos son los motivos principales: por un lado, en muchos casos programamos a ciegas, sin tener los datos de un análisis de suelo correctamente interpretado; por otro, no consideramos los aportes que recibe el suelo provenientes, por ejemplo, de la materia orgánica, de la incorporación de rastrojos, de la incorporación de rastrojos, del agua de riego, etc. y/o  dejamos de considerar el mayor aprovechamiento de nutrientes en profundidad cuando el suelo se ha subsolado adecuadamente. En las siguientes líneas, una invitación a mejorar.

06 de Enero 2017 Hugo Faiguenbaum, Ingeniero Agrónomo, Asesor de Cultivos, Profesor U. de Chile y P. U. Católica de Chile.
El maíz se sobrefertiliza y subfertiliza ¡Al mismo tiempo!

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La idea de que el maíz es rústico debe ser erradicada. En realidad, se trata de una planta muy exigente que se ve afectada ante cualquier desbalance nutricional, hídrico o de otro tipo, que determinará efectos negativos en la producción. El desconocimiento provoca que, en general, la fertilización en Chile se haga mal, sin perjuicio de que una parte de los agricultores la realice correctamente. No basta poner nitrógeno, fósforo y potasio porque “eso es lo que todos usan”. Más que la demanda de determinados elementos, hay que considerar el balance entre ellos. Si una persona consume solo carbohidratos, se considera mal alimentada; lo mismo ocurre con el maíz y los cultivos en general.

Esta especie requiere 13 nutrientes minerales esenciales para crecer y lograr el mejor rendimiento.

-Los macronutrientes primarios, que son los que se precisan en mayor cantidad: nitrógeno (N), fósforo (P), potasio (K).

-Los macronutrientes secundarios, también necesarios en cantidades relativamente altas, pero menores que los primarios: azufre (S), calcio (Ca), magnesio (Mg).

-Los micronutrientes, asimismo imprescindibles, aunque en muy baja proporción: boro (B), cloro (Cl), cobre (Cu), fierro (Fe), manganeso (Mn), molibdeno (Mo), zinc (Zn).

Además, el maíz precisa de tres nutrientes esenciales no minerales, que toma del aire y del agua: carbono (C), oxígeno (O) e hidrógeno (H).

Otra noción básica que vale la pena tener en cuenta: todos esos elementos minerales deberían eventualmente aplicarse en la medida que el suelo no los aportara en las cantidades que se requiere. Sin embargo, hay varios de ellos que siempre se encuentran en cantidades suficientes en el suelo.

 

LA FERTILIZACIÓN DEBE TENER UNA METODOLOGÍA Y SER EQUILIBRADA

Ocurre en ocasiones que los productores no aplican uno de los nutrientes mencionados, zinc, por poner un caso, y si por azar se encuentra en cantidades suficientes en el suelo, no ocurrirá nada. Pero hay muchos suelos en que el Zn es deficitario. Inversamente, también se genera un desbalance cuando se agrega un elemento en exceso, lo cual provoca un efecto negativo, como mínimo en lo económico al gastar en algo innecesario. Una cosa es fertilizar y otra nutrir a la planta. Se puede fertilizar mucho y no estar nutriéndola bien.

De acuerdo a lo señalado, la fertilización no se debe hacer arbitrariamente; hay que tener una metodología. El fundamento irremplazable consiste en tomar muestras para hacer un análisis de suelo, a los menos cada 3 años. Sin ese examen, no se podría conocer lo que aporta el suelo y, en consecuencia, tampoco se podrá saber lo que hay que agregar. Sin embargo, mucha gente no lo lleva a cabo. La estadística oficial indica que en Chile hay alrededor de 18 mil productores de maíz, de los cuales unos 15 mil son pequeños, quienes utilizan escasamente la analítica. En el segmento de medianos a grandes, si bien se usa más, también hay una cantidad de productores que no realizan análisis de suelo, o no lo tienen internalizado. Quien lo hace, sin embargo, tampoco está libre de ineficiencias en la fertilización. ¿Por qué?

La respuesta, con frecuencia, se encuentra en un segundo punto fundamental: la interpretación del análisis. Los resultados a veces incluyen una indicación de referencia, pero su aplicabilidad no se puede dar por descontada. Los datos tienen que ser revisados por una persona con las competencias necesarias, porque su comprensión exacta requiere conocer acerca del comportamiento de los elementos minerales y de otras variables químicas del suelo. Para las recomendaciones, es fundamental, además, conocer bien cómo crecen y se desarrollan los cultivos, con el fin de saber sus requerimientos y la necesidad de nutrientes en las distintas etapas fenológicas de las plantas.

Veamos un ejemplo. Existen elementos que basifican el suelo, o sea que suben el pH: calcio, magnesio, potasio y sodio. Este último no es un nutriente, pero debe ser considerado porque interviene en el balance de lo que se llama la “suma de bases”. Dentro de ella, cada uno de los cuatro elementos mencionados debe encontrarse en un determinado rango porcentual. Revisemos datos de un análisis de suelo real, en que encontramos 10,0 miliequivalentes/100 g de Ca, 3,4 de Mg, 0,19 de K y 0,21 de Na, lo cual suma 13,8 meq/100g. Del total indicado, el Ca corresponde al 72,5%, el Mg al 24,6%, el K al 1,4% y el Na al 1,5%. ¿Es malo tener 24,8 de Mg? No es un problema en sí, pero el Mg debiera situarse óptimamente en alrededor de un 15% -20% de la suma de bases, y tenemos que representa casi un 24%. Por lo tanto, algo puede estar fallando. Y, efectivamente, el K está bajo (debería participar en aproximadamente un 3% o más de la suma de bases), vale decir que hay un desequilibrio en el balance de la suma de bases.

El requerimiento de nutrientes es propio de cada cultivo. Por ejemplo, un suelo con suficiente boro para maíz puede ser deficitario para remolacha, que lo extrae en mayores cantidades. Asimismo, no todos los elementos tienen los mismos márgenes para pasar de un buen nivel a un nivel que produce daño a las plantas; mientras en el B la separación entra la cantidad adecuada y un exceso fitotóxico es muy estrecha, en el caso del fósforo se puede aplicar de más sin afectar al cultivo, aunque sí, obviamente, a los costos.

 

LABORATORIOS DISTINTOS ¿RESULTADOS DISTINTOS?

Otro punto muy importante respecto del análisis de suelo, es hacerlo en un laboratorio cuyos resultados sean confiables. En mi experiencia profesional he trabajado prácticamente con la mitad de los laboratorios que prestan el servicio en el país (más de una veintena en total), y entre ellos he optado por los que entregan resultados más consistentes. Una forma pragmática de evaluarlos a nivel de productor, consiste en dividir el material obtenido en la toma de una muestra y enviarlo a diferentes laboratorios. Los resultados que se reciban nunca serán idénticos, pero deben variar dentro de márgenes aceptables.

La desviación admisible depende del parámetro. Por ejemplo, una diferencia de 3 décimas en pH es importante, porque la escala de pH es logarítmica; un pH 5,0 es 10 veces más ácido que un pH 6,0, en tanto que un pH 4,0 es 100 veces más ácido que un valor de pH 6,0. En este sentido, si un laboratorio informa un pH 5,5 pero en la realidad era de 5,8, la diferencia es muy importante, ya que con 5,5 en maíz debería tomarse la decisión de encalar, con un alto costo asociado, mientras que con un pH de 5,8 no sería necesario. Una diferencia de 10 ppm en K en un análisis respecto de otro, en cambio, no tendrá mayor significación.

Si un laboratorio muestra algunos ítems con resultados significativamente distintos respecto de otros, todo indica que nos encontramos ante un tema de calidad de los análisis. Y ello puede hacer la diferencia entre aplicar o no aplicar un fertilizante, o aplicarlo en menor cantidad de la requerida, acarreándose con esto consecuencias económicas, tanto en la compra del insumo como en el rendimiento que se obtenga en el cultivo.

La práctica de hacer pruebas de comparación de una muestra enviada a distintos laboratorios, resulta recomendable, pues las recomendaciones de fertilización dependen de los valores que ellos entreguen. El costo de un análisis químico de suelo relativamente completo tiene valores que fluctúan aproximadamente entre $35.000 y $40.000 como promedio. Sin embargo, si se toma en cuenta que una muestra de suelo debiera corresponder, en promedio, a 15 o 20 hectáreas, el valor promedio por hectárea solo será de entre 2 y 3 mil pesos.

Naturalmente, el soporte de todo lo anterior es un adecuado procedimiento en la toma de muestras en el predio. Errores comunes que se cometen, por ejemplo: realizar un número pequeño de submuestras, tomarlas únicamente en un sector del área a muestrear y/o considerar una sola muestra para superficies grandes de suelo (30 a 50 ha). El uso de pala no se aconseja, porque dificulta que cada submuestra contenga la misma cantidad de tierra. Si, por ejemplo, un punto de muestreo tiene el doble de fósforo que otro del cual tomé la mitad del volumen de tierra, el promedio general aparecerá con mayor contenido de P de lo que corresponde, distorsionando el valor del análisis. Los suelos son muy variables y, por ello, para completar una muestra resulta importante tomar al menos 15 submuestras de un volumen uniforme. Un barreno o un testeador que saque siempre una cantidad similar de suelo son instrumentos adecuados.

LAS PLANTAS REQUERIRÁN MÁS MIENTRAS MAYORES SEAN SUS RENDIMIENTOS

Los requerimientos de nutrientes se incrementan en la medida que los rendimientos aumentan. Si la planta crece y produce más, necesita un mayor abastecimiento de minerales para hacerlo.

El avance de la tecnología y de la genética, sumado al manejo más eficiente que se va haciendo en los cultivos, hacen que el promedio de los rendimientos a nivel país vaya aumentando. Hoy día estamos en alrededor de 125 quintales por hectárea (q/ha) de maíz grano, mientras que hace 30 años sacar sobre 120 q/ha era un logro, y el promedio nacional era cercano a 70 q/ha. Por consiguiente, actualmente estamos empleando una fertilización mucho mayor que hace dos a tres décadas.

 

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LAS MEZCLAS TIENEN QUE ADAPTARSE A LA REALIDAD DEL CAMPO, NO AL REVÉS

Muchos productores pequeños, medianos e incluso grandes, especialmente de las regiones VI, VII y Metropolitana, usan una mezcla, disponible en el mercado, que se denomina 17-20-20. El nombre denota un contenido de 17% de N, 20% de P y 20% de K. Comúnmente se sigue la “receta” de aplicar 500 kg/ha, lo que se traduce en 85 kg de N, 100 kg de P y 100 kg de K por hectárea. Esta fórmula no incluye ninguno de los macronutrientes secundarios (aunque a veces considera una baja cantidad de S) ni los micronutrientes que suelen ser necesarios de agregar, como Zn o B. Por otra parte, si requiero más de 100 kg de P/ha y/o más de 100 kg de K/ha, estaré subfertilizando y desfavoreciendo con ello los rendimientos. Por el contrario, si se necesitan cantidades más bajas, porque el suelo hace mayores aportes, estaré sobrefertilizando, elevando los costos y atentando directamente contra la rentabilidad del cultivo.

Una recomendación: si el vendedor le dice “esta mezcla anda muy bien en maíz”, no le haga caso. El principio que debe aplicarse es formular una mezcla de acuerdo a las propias necesidades, y en la cantidad que realmente se necesita de cada nutriente, de acuerdo con lo que aporta el suelo. Las mezclas no pueden ser estándares si los suelos son diferentes. Hay campos que están bien en casi todo, otros se hallan débiles en algunos elementos, otros son deficitarios en casi todo, etc. Al aplicar una mezcla, en definitiva, se puede estar sobrefertilizando y subfertilizando a la vez. Al realizar una recomendación de fertilización debe solicitarse la mezcla que corresponda, mandándola a hacer de acuerdo con las necesidades. Un agricultor pequeño siempre tiene abierta la opción de comprar sacos de cada fertilizante por separado y preparar la mezcla por sí mismo, lo cual es simple de llevar a cabo cuando son pocas hectáreas.

Ahora, si una mezcla estándar, de las muchas que hay, se aproxima a las necesidades determinadas por el análisis de suelo, puede aprovecharse, complementando con la cantidad faltante de uno u otro elemento. Es usual que en las mezclas para maíz se deba incluir cinco elementos minerales o incluso más.

Una correcta fertilización, en cuanto a cantidades de cada elemento y a sus proporciones, significa en definitiva no sobregirarse en algún (os) y quedarse corto en otro (s).

 

UN ELEMENTO INESTABLE EN EL SUELO: EL NITRÓGENO

El nitrógeno es uno de los pocos elementos en los que no se fertiliza siguiendo los resultados del análisis de suelo, porque su presencia en el suelo es muy variable. El N se lixivia con el agua y también se pierde por volatilización a la atmósfera. Todos los días hay pérdidas en el sistema, y a la vez puede haber ganancias provenientes, por ejemplo, de la descomposición del rastrojo o de la liberación de N por parte de la materia orgánica. Lo que se mida hoy, será distinto de lo que vamos a encontrar dentro de 1, 3 o 6 meses. Como el balance de N va modificándose todo el tiempo, los resultados del análisis son de referencia. El P y el Zn, por ejemplo, son bastante más estables.

Entonces lo que se hace es calcular los aportes de N del suelo. Si se incorporó rastrojo, se estima el N que se habrá liberado hasta el período del cultivo. Aprovechar el rastrojo, en lugar de quemarlo, se puede traducir en un aporte de 25-30 kg de N/año, o más, dependiendo de los rendimientos que haya tenido el cultivo anterior y del tiempo que transcurrió desde su incorporación hasta la siembra del siguiente cultivo. Si el mismo manejo se repite cada vez, a la contribución de la descomposición del rastrojo de la última temporada se suma parte de la anterior. Incorporar el rastrojo es una práctica muy recomendable, no solo por la contribución de minerales, sino también por su efecto benéfico en la aireación del suelo y su protección contra la erosión. A pesar de todo lo dicho, no hay que ser dogmático, porque existen circunstancias en que la quema puede llegar a recomendarse como una opción.
La materia orgánica es otra fuente que va dejando N disponible. Mientras mayor sea su contenido en el suelo, más alto será su aporte. En suelos con 1% o 2% de materia orgánica el aporte será muy bajo, mientras que en suelos con 8% a 10% el aporte puede llegar a 50 kg/ha año o más. El agua, asimismo, también aporta N, variando su aporte según los meses. En la Región de O’Higgins el maíz se riega con aguas cargadas de N, lo mismo que en sectores regados por el río Maipo en la Región Metropolitana. Análisis de aguas, mes a mes, durante la temporada de primavera-verano, indicarán los niveles de esa contribución.

El agua, asimismo, puede aportar bastante: 60 kg N/ha y más son valores reales, variando el aporte, según los meses. En la Región de O’Higgins el maíz se riega con aguas cargadas de N, lo mismo que en la cuenca del río Maipo. Análisis de aguas, mes a mes, durante la temporada, indicarán los niveles de esa contribución.

El guano es otra fuente importante de nitrógeno y de casi todos los elementos minerales, macro y micronutrientes. El guano es un importante agente mejorador del suelo, tanto en sus propiedades químicas, como físicas y biológicas, favoreciendo en este último aspecto la población de lombrices. Se debe efectuar un análisis de los guanos para tener cifras de lo que se está aportando, no basta con decir que entrega “mucho” N. Existen casos muy puntuales en que su adición, año tras año, durante un largo período, ha incrementado la fertilidad del suelo hasta el punto de hacer prácticamente innecesaria la aplicación de elementos minerales.

 

OTROS COMPONENTES QUE NOS AYUDARÁN A BAJAR LAS DOSIS DE N

Las características propias de los suelos son otro aspecto a considerar. Los de la zona maicera, desde de la Región del Maule hacia el norte, son en general muy bajos en materia orgánica; mientras un suelo en los alrededores de Talca se sitúa normalmente en torno al 2% o 3%, un trumao de la VIII Región puede contener 6 a 8% y más de materia orgánica, y esta aporta N.

Adicionalmente, hay que tomar en cuenta la eficiencia del sistema de aplicación. El uso de pivote permite una entrega parcializada del nutriente, lo cual reduce de manera considerable la lixiviación y la volatilización, pudiendo bajarse la dosis total de N necesaria por hectárea en aproximadamente un 10 a 15% como promedio.

Por otra parte, al subsolar para descompactar el suelo se produce un cambio físico que reduce significativamente las barreras para el crecimiento de las raíces en profundidad. De este modo, el N ubicado más abajo pasa a ser accesible para la planta. ¿En cuánto valorar el aporte adicional de N en el caso de subsolar? No se puede dar un número, pero sí es válido ir haciendo estimaciones fruto de la experiencia y la observación, y de análisis de suelo realizados más en profundidad. Las raíces más profundas no poseen la misma capacidad de absorción que las superficiales, y a medida que se baja en profundidad, la temperatura del suelo se enfría, haciéndose más lenta la tasa de mineralización. En general hay menos disposición de los elementos en las partes inferiores del suelo (aunque hay bastante N arrastrado por el agua). Aun así, las plantas son capaces de aprovechar parte de esos nutrientes.

El otro factor asociado a la compactación, es que las raíces necesitan oxígeno para activarse. Si el suelo está muy apretado, la eficiencia de la nutrición: sí o sí va a disminuir. El agricultor muchas veces fertiliza, por ejemplo, para lograr 170 q/ha y logra solo 130 a 140 q/ha. Generalmente, el tope no está dado por la cantidad de nutrientes, sino por la condición y las características del suelo.

En nuestro país en general se sobrefertiliza con N porque no se toman en cuenta las variables indicadas. Es muy importante llevar un historial de los análisis de suelo, y un registro de la fertilización de los cultivos anteriores y de sus rendimientos, del manejo de los rastrojos y de las labores de labranza. Es parte del profesionalismo y de tener un mayor control sobre el sistema.

¿PERO CUÁNTO NITRÓGENO SE NECESITA EN DEFINITIVA?

Como se dijo, la cantidad de fertilizante que se va a aplicar depende de los aportes, además del rendimiento esperado. Si históricamente la producción en las condiciones de un campo se ha situado entre 110 y 120 q/ha, se podrá fertilizar para una meta de 130, en cambio el productor que ha obtenido sostenidamente del orden de 180 q/ha puede pensar en una fertilización para 200 q/ha. Conviene tener en consideración que el peack a nivel de producción comercial en Chile es superior a los 220 q/ha aunque son contados los productores que llegan a ese nivel. Pero también hay quienes logran comercialmente 70-80 q/ha.

Como referencia muy general, pero que en ningún caso se debe considerar como una recomendación, para sacar 150 q/ha se puede tener en mente una cifra aproximada de 340 kg de N/ha, cifra que debe ser inferior si se consideran los aportes de la materia orgánica, de los rastrojos, del agua, etc.

En maíz se llega a una meseta en que aplicaciones adicionales de N ya no producen aumentos de rendimiento. Ese nivel se mantiene aún con aplicaciones considerables de N, hasta que se llega al extremo (difícil de alcanzar) de provocar un declive en la producción.

El N debiera aplicarse en una parte menor, 20% de la dosis total o incluso menos, en la siembra. El resto se completa con una aplicación cuando la planta está en seis a siete hojas, si el riego es por surco, o a través del pivote en varias aplicaciones hasta prefloración.

Cuando tenemos surcos, hay que aplicar el saldo total de fertilizantes antes de que el maíz alcance un crecimiento que ya no permita el ingreso de máquinas al cultivo. Esto es más ineficiente, porque el N que se necesita en todo el período hasta prefloración queda aplicado ya en siete hojas, y en el intertanto se va lixiviando con los riegos y también volatilizando. Consecuentemente, debe aplicarse una mayor cantidad para compensar dicha pérdida.

Para un cultivo de maíz regado por pivote puede recomendarse fertilizar cada dos hojas, a partir de la hoja cuarta o quinta, completando cinco a seis parcialidades. Si se hace correctamente, considerando los estados de desarrollo adecuados y parcializando según los requerimientos del cultivo, la dosis total de N/ha puede llegar a reducirse hasta en un 15%. Esto, ya que se logra un mayor aprovechamiento del N y una disminución de las pérdidas.

¿CONVIENE USAR PRODUCTOS AL SUELO DE LIBERACIÓN LENTA O LIBERACIÓN CONTROLADA?

Existen productos especiales, más eficientes que la urea en cuanto al aprovechamiento del nitrógeno. En la urea, el paso de N de la forma amoniacal a la forma de nitrato va ocurriendo en forma relativamente rápida hacia la primavera cuando las temperaturas van siendo más altas. Los nitratos, por su parte, sufren pérdidas por lixiviación, siendo arrastrados por el agua y alejándolos en parte del alcance de las raíces. Los fertilizantes de entrega lenta tienen una liberación más lenta del N, pero la tasa, el patrón y la duración de la liberación no están bien controladas. Los fertilizantes de liberación controlada, en cambio, van entregando el N en forma gradual, liberando periódicamente cantidades en tasas controladas que siguen un patrón en una cantidad de tiempo definida.

Con la entrega demorada o gradual de nitrato se pueden bajar las dosis de N/ha. Sin embargo, en estos productos el valor por kilo de N es muy superior al del kilo de N de la urea, y, al menos en cultivos como maíz, no son en general económicamente rentables.

EL ELEMENTO QUE NO PUEDE FALLAR EN LOS ESTADOS INICIALES: FÓSFORO

Los valores de fósforo que entrega el análisis de suelo son en general válidos, pero siempre teniendo en cuenta que el análisis se haya realizado en un laboratorio acreditado y confiable, ya que igual a veces se informan valores errados. Conviene tomar en cuenta que la cifra informada corresponde a una media del nivel de P de las submuestras reunidas para conformar una muestra. Sin embargo, este elemento muestra una gran variabilidad en el suelo. En este sentido, si uno analiza por separado cada submuestra de una muestra que arrojó 15 ppm de P en el suelo, no sería raro encontrarse con una dispersión de valores entre 10 y 20 ppm. Si fertilizo para 15, va a ser insuficiente en algunos lugares, entonces vale la pena aplicar algo más de fósforo con el fin de cubrirse de la variabilidad existente.

El fósforo presenta escasa movilidad en el suelo, por lo que siempre será recomendable ubicarlo cerca de las raíces de modo que estas accedan a él más fácilmente. El problema está en que la urea que contienen las mezclas NPK (a veces también tienen S), entregan N amoniacal, y el amonio puede producir fitotoxicidad en semillas y plantas pequeñas. Así, entra en conflicto la recomendación de alejar el nitrógeno de las hileras de siembra con la de acercar el fósforo. Una forma de solucionar este problema consiste en poner poco nitrógeno en la siembra (40-60 kg/ha), para que no se dañen las semillas ni las plántulas emergentes. Así priorizo el acercamiento del P, y el N lo dejo solo en la cantidad necesaria para satisfacer los requerimientos iniciales. El fósforo, entre sus muchas funciones, es muy importante en la formación y crecimiento inicial de raíces, lo que va a permitir una mejor y mayor absorción de los demás elementos para la nutrición completa de la planta. La mezcla inicial debe contener todo el fósforo, no así el N y el S, que se pueden terminar de distribuir posteriormente. También una parte del potasio puede entregarse junto con el nitrógeno al estado de seis a siete hojas.

Muchas veces el cultivo parte insuficientemente nutrido, porque las temperaturas del suelo son muy bajas y las raíces presentan un escaso crecimiento. Las plantas van mostrándose amarillas o a veces moradas, tonalidades que generalmente reflejan problemas nutricionales.
Un problema frecuente se origina por la costumbre de distanciar la mezcla de fertilizante a 10-12 cm de las hileras para prevenir la posible toxicidad que puede causar el N amoniacal proveniente de la urea y del fosfato monoamónico. Sin embargo, si se hace de la manera descrita, las raíces solo accederán al P al estado de cinco o más hojas, y las plantas habrán enfrentado una carencia de este elemento justo cuando más lo necesitaban. Pero en realidad el N amoniacal, ubicado a 4-6 cm al costado de las hileras, en 50-60 kg/ha, no resulta tóxico, y el fósforo queda mucho más accesible para la planta. Hay que disponer la banda en función del fósforo, no en función del nitrógeno.

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Labor de aporca en maíz en que se aplica la segunda parte del nitrógeno. No debería hacerse con plantas que tengan más de seis a siete hojas. Mientras más tarde se haga, mayor ruptura de raíces.

 

UTILIZACIÓN DE PARTIDORES APLICADOS A LA LÍNEA DE SIEMBRA

Otra alternativa corresponde a productos que se han introducido en los últimos 3 a 4 años, que no se aplican en banda a un costado, sino en la línea de siembra en contacto con la semilla. Así se cumplirá a cabalidad el objetivo de tener el fósforo más al alcance de las plantas al comienzo de su desarrollo.

Estos productos vienen en forma líquida o microgranular. Las sembradoras pueden venir o equiparse con cajones microgranuladores en los cuales se es posible poner los fertilizantes fosforados para ser distribuidos en la línea de siembra. Las versiones líquidas, en cambio, se distribuyen a través de boquillas conectadas a un estanque que se instala en la máquina sembradora.

El tipo de productos mencionados, -que tiene una alta concentración de fósforo y que se conocen como partidores o starters, trae también otros elementos, como Zn, que favorece la germinación, y N en contenidos muy bajos, que ayudan al fósforo a ser absorbido.

La idea de estos productos, como su nombre lo indica, es ayudar a la partida del maíz. En consecuencia, en la banda se agregará el P que falta y que la planta podrá alcanzar en la medida que desarrolle su sistema radical, así como otros nutrientes que se requieran, caso del nitrógeno, del azufre, del boro, del zinc, del magnesio, etc.

¿Cuándo conviene utilizar un starter? Hay buena respuesta en siembras tempranas, con suelos fríos. La fecha considerada como temprana dependerá de la zona; en una localidad como Paine, en la Región Metropolitana, hablamos de la primera quincena de septiembre, mientras en Talca, Región del Maule, a fines de ese mes. Si al frío se suma un aporte de fósforo del suelo de medio a bajo, claramente los partidores tienen una alta probabilidad de ayudar a conseguir un cultivo con un verdor más intenso y que se manifiesta más vigoroso y uniforme. Es bajo esas condiciones que pueden lograr un verdadero impacto en el crecimiento y rendimiento de las plantas, y, por ello, ya han pasado a formar parte del programa de productos a considerar en varios miles de hectáreas de cultivos, especialmente de maíz.

LA DEFICIENCIA DE POTASIO SE ESTÁ CONVIRTIENDO EN UN PROBLEMA FRECUENTE

En Chile se sostuvo por mucho tiempo que había niveles suficientes de potasio en el suelo. Sin embargo, la experiencia acumulada en la revisión de innumerables análisis y la asesoría a gran cantidad de campos de muy diversos tamaños, ha mostrado que desde la VIII Región al norte la deficiencia de potasio es más recurrente que la de fósforo. Tal vez, la forma de encarar la fertilización con potasio en las décadas precedentes, contemplando que había buenos contenidos de potasio en el suelo, condujo a darle una menor importancia de la debida y, al cabo, a ir reduciéndolo a niveles insuficientes. En el caso del potasio los análisis de suelo son bastante certeros en cuanto a los valores informados.

Contenidos de 220 ppm o superiores indican un alto contenido de K en el suelo, mientras que 160 a 180 ppm puede considerarse un nivel bueno, dependiendo del tipo de suelo y del rendimiento a alcanzar en el cultivo. Sin embargo, también uno se encuentra con contenidos muy deficientes de potasio en el suelo, del orden de 50 a 80 ppm. En tales casos, habrá que suplir con aplicaciones importantes, 200 kg de K2O/ha o más. A diferencia del P, el K puede parcializarse, por ejemplo 140 kg en banda a la siembra, para evitar riesgos de fitotoxicidad, y el resto con el N en postemergencia al estado de seis a siete hojas.

El K, entre otras funciones, se relaciona con el uso eficiente del agua y contribuye al vigor de la caña, lo que permite limitar posibles problemas de tendedura y aminorar la susceptibilidad a fusariosis.

El K tiene un grado de movilidad bastante mayor que el P, moviéndose en la solución suelo, pero en un grado mucho menor que el N.

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Hojas con deficiencia de nitrógeno (a la izquierda) y de potasio (a la derecha). Estas deficiencias pueden presentarse debido a una subfertilización o a suelos muy compactados en que las raíces no son capaces de absorber bien los nutrientes.

 

EL AZUFRE: IMPORTANTE SU APLICACIÓN

La mayor parte del azufre se encuentra en la materia orgánica (MO). Como ya señalamos, los suelos de la VII Región al norte tienen en general bajos contenidos de MO y por lo tanto disponen de poco S. Por lo tanto, en la práctica, siempre se requerirá la aplicación de este nutriente en dicha zona. En la Región del Biobío los aportes de S de la MO son, en promedio, algo mayores, pero igualmente siempre debe adicionarse.
El azufre debería incluirse en las mezclas de siembra, Se lixivia, al igual que el N, aunque las cantidades de S que se requieren son mucho más bajas. Si alguien no puso S al principio lo puede aplicar al estado de seis a siete hojas, reaccionando si así fuera el caso.

Este elemento está relacionado con la producción de clorofila, influyendo especialmente en el crecimiento del follaje y el verdor del cultivo. Hojas con un verdor más pálido o amarillentas claramente estarán afectado la capacidad fotosintética del cultivo, y con ello su rendimiento.

LOS MICRONUTRIENTES

Cuando se solicita por primera vez un análisis de suelo, parece interesante incluir todos los nutrientes esenciales, para conocer bien la situación de cada campo. Los microelementos que la planta necesita en mayor cantidad y que resultan más deficitarios en Chile son el zinc y el boro, siendo conveniente chequear su contenido cada 2 a 3 años, de acuerdo al historial de disponibilidad anterior en el suelo.

Por otra parte, hay suelos con altos contenidos de B, por lo cual su adición sin un respaldo involucra un riesgo de fitotoxicidad por exceso. No basta haber oído que es importante en la nutrición para utilizarlo, quizá su contenido en el suelo ya sea suficiente. El B, a diferencia del nitrógeno, muestra una meseta de máximo rendimiento muy estrecha. Con diferencias relativamente pequeñas en la dosis se pasa del peack positivo al efecto de toxicidad.

Los microelementos se aplican al suelo o también existe la opción de realizar correcciones foliares con productos formulados para ser absorbidos por las hojas, usando equipos de barra cuando las plantas de maíz todavía están pequeñas (cuatro a seis hojas) o a través del riego por pivote.

UNA RECOMENDACIÓN CLAVE EN LA NUTRICIÓN DEL MAÍZ

La principal recomendación que vale la pena hacer, finalmente, es invitar a reconocer que nadie lo hace todo bien y a tener la convicción, de que se puede mejorar. Hay que mantener la mente abierta, escuchar, ser autocríticos, aun si llevamos muchos años en el cultivo. Y los asesores estamos en esa misma situación. El éxito en el resultado final va a ser siempre producto del trabajo, de los conocimientos que se tengan, de la eficiencia productiva, y del control que se tenga sobre las labores que se realizan. Y en la nutrición: sí o sí hacer análisis de suelo.

Los ciclos son los ciclos y el precio está fuera de nuestro control. Aunque el maíz no pase por su mejor momento, debemos ser lo más eficientes siempre. La única herramienta para defenderse de los malos momentos es la eficiencia global en la producción para lograr así mayores rendimientos, y no incurrir en costos que no correspondan.

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