Nuevas vías para el control de enfermedades de la vid
Las enfermedades de la madera y el oídio son dos graves problemas que causan importantes daños económicos en campos de vides de prácticamente todo el mundo. En las siguientes páginas son analizados por expertos internacionales que debatieron sobre el futuro del manejo integrado de plagas en Europa, sobre todo tras la entrada en vigor de una normativa que obliga a todos los productores del viejo Continente a aplicar técnicas de MIP en sus campos.
Vides hay en todas partes. Da igual donde se cultive. Chile, Perú, EE UU, Brasil, Sudáfrica, Egipto, Australia… Da igual si es para el consumo en fresco o para la elaboración de vino, la vid es uno de los cultivos más extendidos en el planeta, donde hoy se contabilizan más de 10 millones de hectáreas cultivadas. La importancia es tal en España, que los organizadores del SmartFruit Congress destinaron un espacio dedicado a conocer cuánto se ha avanzado en el control biológico de plagas y enfermedades asociadas a este cultivo.
Aunque últimamente ha disminuido su superficie de viñedos, España sigue siendo el principal país productor de uva vinífera, con más de 1 millón de hectáreas, a las que hay otras tantas miles dedicadas a la producción de uva de mesa que, básicamente se concentran en la Región de Murcia.
Tradicionalmente la lucha química ha sido el método escogido por los productores españoles para controlar las plagas que afectan al cultivo, acarrando durante años dos importantes riesgos: la aparición de resistencias para las pocas materias activas actualmente autorizadas, además del riesgo de la aparición de residuos en época de cosecha.
Ocho años atrás ese era el panorama en una región como Murcia, que ha dado un salto importante en el estudio y desarrollo de las prácticas de control biológico, cuya acción sobre el cultivo obligaba a los productores a realizar un importante número de tratamientos fitosanitarios, “hecho que penalizaba su capacidad de comercialización en los mercados internacionales”, subraya Alfonso Lucas Espada, profesional del Servicio de Sanidad Vegetal de Murcia.
Son las exigencias de los supermercados, sumado al endurecimiento de las normas que regulan a los productos fitosanitarios, los que han permitido avanzar de una manera clara y decidida hacia la aplicación más generalizada de muchas de las técnicas con manejo integrado, algo que también se está empleando en países productores como Chile, EE UU, Italia, Sudáfrica o Australia.
LA BÚSQUEDA DE UNA SOLUCIÓN MÁS EFICAZ A LAS ENFERMEDADES DE LA MADERA
El interés por la investigación sobre las enfermedades de la madera, se ha incrementado en las últimas dos décadas. Los investigadores están cada vez más convencidos de que la los actores involucrados en la incidencia de enfermedades de la madera de la vid, tanto de las plantas jóvenes como de las adultas, han sido algunos cambios que se han registrado en las labores culturales, como una menor protección de las heridas de poda y la reducción del control sanitario de los materiales de propagación. También se ha señalado a la prohibición del arsenito sódico, un agente protector de las heridas de poda, que tenía una cierta eficacia en el control de estas enfermedades.
La historia de las enfermedades de la madera de la vid ha dado un giro radical en cuarenta años. Hace cuatro décadas hablar de enfermedades de la madera era relativamente fácil, porque básicamente había dos: la yesca y eutipiosis, y sólo se hablaba de dos o tres especies fúngicas. Sin embargo, hoy el panorama se ha complicado mucho, porque además de las dos enfermedades citadas, se han descrito tres enfermedades más (brazo muerto, enfermedad de Petri y pie negro), demostrándose además que pueden afectar a las plantas jóvenes, cuando hace 30 años ni siquiera se hablaba de ellas. El asunto se torna más serio porque hoy se han descrito más de 60 especies de hongos que pueden estar relacionados con las enfermedades.
“Pero no sólo tenemos muchos más patógenos, sino que tenemos también mucha más sintomatología”, afirma Jordi Luque, investigador del IRTA de Cataluña. La sintomatología externa es muy complicada y variable entre patógenos y enfermedades a lo largo del tiempo. “La manifestación de los síntomas es errática, es decir, un año se puede se pueden mostrar, pero al año siguiente no se muestran en absoluto”, precisa. Y esto es algo que dificulta su manejo, pero también pone trabas al trabajo de ensayo con fungicidas.
“La enfermedad de Petri y del pie negro de la vid, presentan síntomas externos muy similares, con plantas de poco vigor, con poco crecimiento, con hojas pequeñas, son enfermedades que afectan a las plantas jóvenes. Pero estas dos enfermedades, que tienen síntomas muy similares, están causadas por hongos que son distintos”, explica el especialista.
Una de las características de las enfermedades de la madera es su lentitud, y se requiere de mucho tiempo para que los síntomas se manifiesten después de las primeras infecciones. “Cuando estos aparecen, las infecciones están muy establecidas, es decir, el hongo ha colonizado muy bien los tejidos leñosos de la vid, y eso significa que los tratamientos curativos a base de fungicidas, sean químicos o biológicos, son muy difíciles de aplicar”, explica Luque. Como mucho, se podría recurrir a las podas terapéuticas, para ir cortando los brazos afectados y que permita ir regenerando la planta.
DIFERENTES ENFERMEDADES PUEDEN COINCIDIR EN UNA MISMA PLANTA
Otro asunto que preocupa a los investigadores y productores es que tanto patógenos como enfermedades diferentes pueden coincidir en una misma planta. “No hablamos de enfermedades que son independientes o exclusivas, sino que estas enfermedades pueden coincidir”, precisa el investigador del IRTA. Entre 2003 y 2005 muestrearon unas 200 plantas enfermas, y casi el 40% de las plantas que mostraban síntomas externos de eutipiosis e internamente tenían daños asociados a la enfermedad de la yesca. Además, el 6% de plantas con síntomas externos de yesca, mostraban las típicas necrosis de la eutipiosis.
Pero el ciclo de estas enfermedades se inicia incluso antes, cuando las plantas madres y los portainjertos entran en el proceso viverístico. “En una situación ideal, a todos nos gustaría tener madera sana para tener plantas sanas en el proceso viverístico y que se pudieran mantener sanas durante el cultivo. Sin embargo, esto no es así porque las plantas madres ya están infectadas por diferentes agentes”, explica Luque. Así, una vez que ha entrado madera infectada a los viveros, la planta formada que saldrá de estos, estará infectada y será plantada en campo. “Se han hecho muchos estudios y está documentado y es una realidad que nuestros viveros, y aquí hablo de los viveros de España, Francia, Italia…, no entregan a los productores plantas sanas”, afirma el experto.
Cuando hay muertes de plantas jóvenes se habla de la enfermedad de Petri o de pie negro, y las primeras muertes se producen tras dos o tres años de estar plantadas. Algunas pueden sobrevivir, pero llevarán de forma latente los patógenos, mostrando los síntomas mucho más adelante, cuando la planta tenga 15 o 20 años.
Sin embargo, un gran porcentaje de las plantas acabará infectándose a través de las heridas de poda, que es la principal vía de entrada de las enfermedades de la madera. Y junto con el material que ya sale infectado desde los viveros, la otra vía de entrada es a través de infecciones en las raíces o por malezas. Actualmente no existen muchas opciones para proteger las heridas de poda. “No hay muchas alternativas, y las que hay no son muy efectivas. Y en el caso de la Unión Europea se han suprimido del registro muchas de estas sustancias que antes eran efectivas”, advierte el investigador.
Si hablamos del control biológico, hay algunas herramientas disponibles en el mercado. Pero se trata de productos muy nuevos, con los cuales hay mucho trabajo por hacer. Según Luque, los niveles de eficacia de estos productos son muy variables, y dependen de factores del agente de biocontrol que se emplee y de la variedad de uva en la que se están aplicando estos productos.
La situación es compleja. Y la solución es difícil. En eso concuerdan los especialistas en el tema. Pero, ¿por qué es compleja? “Básicamente, porque tenemos un importante número de hongos asociados a las enfermedades. Los patógenos rara vez atacan solos a una planta, sino que hay sinergia entre ellos. Además, si le sumamos que la sintomatología es muy compleja y que la latencia es larga, la situación es bastante delicada”, responde Luque.
ENTONCES, ¿QUÉ SE PUEDE HACER?
Lo primero que sugiere el especialista para revertir esta situación es cambiar la forma de pensar. “Siempre se creyó que el arsenito sódico era un método de control eficaz, pero ya no lo tenemos disponible. Y con este panorama, creo que no tendremos una única solución que nos permita hacer frente a estas enfermedades de una forma eficaz. La solución, entonces, vendrá de la integración de pequeñas medidas para intentar mitigar estas enfermedades”, afirma. Y surgen dos temas aspectos en los que se debe trabajar: en los viveros, tratando de obtener plantas de una mejor calidad sanitaria. Y también en el propio campo, protegiendo las heridas de poda (ver recuadro). “Se puede trabajar proactivamente o reactivamente, pero muchas medidas tienen un alto costo de mano de obra porque son trabajos que no se pueden mecanizar y la eficacia hasta hoy no es muy alta y debería mejorarse”, sentencia.
LAS RELACIONES DEL OÍDIO CON LAS ALTAS TEMPERATURAS
Pero si hay una enfermedad común en la vid de todo el planeta, ése es el oídio, que causa importantes daños económicos a todas las temporadas en diferentes países productores, sea de uva de mesa o uva vinífera. La mayoría de los fungicidas que hoy están en el mercado se emplean para controlar esta enfermedad en la vid, cuyas infecciones más tempranas si bien pueden pasar desapercibidas, “pero una vez establecidas, las epidemias de oídio se caracterizan su exponencial reproducción asexual mediante conidiosporas, por lo que resulta más fácil prevenirlas que erradicarlas”, explica Francesa Peduto, profesora asociada de la Universidad de Ohio. Así entonces, la tendencia pasa por usar tratamientos profilácticos.
La preocupación es tal en zonas productoras de California, que se realizó una encuesta entre los productores revelando que más de la mitad de ellos usa el Índice de Riesgo de Oídio de la Universidad de California Davis, como herramienta para medir las aplicaciones de fungicidas o para decidir qué fungicida utilizar.
Este es un modelo que se basa en las pruebas realizadas en laboratorio y en campo y utiliza los promedios de temperatura diaria para predecir la gravedad de la enfermedad. “Con el cambio climático, se ha hecho necesario entender los efectos de las temperaturas altas y bajas sobre los patógenos y los hospedadores”, explica Peduto.
Para lograr ese objetivo, los especialistas de la Universidad de Ohio han diseñado una investigación sistemática de evoluciones temporales para mejorar el conocimiento de los efectos de las altas temperaturas en el oídio, y para saber cómo podrían usarse esos datos en las prácticas de gestión de enfermedades en la vid.
Los resultados destacan la interacción entre la temperatura y la duración de exposición en la capacidad de crecimiento y reproducción del oídio. “Nuestros datos de campo complementan aquellos recogidos en ambiente controlado, ya que tienen en cuenta factores que pueden ser difíciles de reproducir en el laboratorio. Tras dos años de análisis del mayor umbral de temperatura de la UC GIP en los campos, concluimos que el mayor umbral elevado (38ºC x 2 h) es el que tiene mayores posibilidades de reducir las aplicaciones de fúngicas, al mismo tiempo que proporciona un control adecuado de la enfermedad”, sostiene la experta.