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Recomendaciones para evitarlo

El palo negro vuelve a ser un problema frecuente en uva de mesa

Cuando se creía que era un tema casi superado, la baya blanda, baya acuosa o palo negro, reaparece “en gloria y majestad” en los huertos. Dos connotados especialistas integrantes de Uvanova, Álvaro Azancot y Humberto Mendoza, abordan este tema desde un enfoque nutricional y explican las medidas que se deben tomar para impedir este dañino desorden fisiológico.

30 de Julio 2021 Equipo Redagrícola
El palo negro vuelve a ser un problema frecuente en uva de mesa

“La baya blanda, evidente o encubierta, o la manifestación máxima que es el palo negro, corresponden a una crisis del raquis que está determinada desde muy temprano”, enuncia Álvaro Azancot, asesor en uva de mesa y director de Uvanova.

Palo negro.

Para comprender sus causas, apunta Humberto Mendoza, director técnico de nutrición vegetal en Anasac, hay que entender que la vid, como todas las especies de hoja caduca, acumula grandes reservas de nitrógeno, principalmente en las raíces. Treeby, Wheatley et al. (2006) indican que, en Thompson seedless, desde inicios de brotación a floración, las partes permanentes de la parra (raíces, tronco y madera de 1-2 años) removilizan nitrógeno de reserva hacia los brotes y racimos en crecimiento en una cantidad que alcanza los 35 kg de nitrógeno por hectárea (N/ha). El mayor aporte proviene de las raíces, con un 55% del total de N de reservas removilizado. Otros estudios determinan cifras similares.

La dinámica de absorción de nitrógeno (N) desde el suelo de un parrón, de acuerdo a Vitale Nuzzo (2000), de la Universidad de Basilicata, Italia, muestra un nivel relativamente bajo debido a la escasa actividad radicular que se verifica durante el período de brotación a floración. Una vez que empieza el crecimiento acelerado de las bayas, la absorción de dicho nutriente se dispara; cuando los racimos alcanzan la madurez, disminuye hasta después de la cosecha. Entonces se produce un segundo flush de absorción en que el parrón puede incorporar del orden de 20 unidades de N/ha a reservas, indica Nuzzo en su estudio. Este valor ciertamente puede ser mayor dependiendo de la fertilidad del suelo, de la magnitud de la fertilización nitrogenada de postcosecha y de la habilidad del portainjerto para absorber nitrógeno del suelo.

LOS ATRIBUTOS DE LOS PORTAINJERTOS Y LAS NUEVAS VARIEDADES EXIGEN MANEJAR BIEN LA LLAVE DEL NITRÓGENO

Si las raíces están con problemas, la acumulación de reservas de N se vuelve insuficiente y lo mismo ocurre con las reservas de almidón. Pero lo más frecuente es que suceda lo contrario, ya que los portainjertos utilizados en uva de mesa en Chile son en general bastante vigorosos, con una capacidad de exploración del suelo muy grande, lo que les permite incorporar a la parra una gran cantidad de N. Esta “bodega” que es la raíz del portainjerto crece año a año, por lo tanto tendremos una mayor acumulación de N temporada tras temporada.

Álvaro Azancot, asesor en uva de mesa y director de Uvanova.

“No nos sorprendamos –advierte Álvaro Azancot– de tener problemas de palo negro si en una variedad como Sable sobre un portainjerto como Paulsen en la tercera hoja le estoy agregando 40 U de N/ha, sin considerar el aporte adicional del agua de riego. Ese nitrógeno probablemente va a pasar la cuenta. Los portainjertos van encontrar ese nitrógeno inicial y se lo van a tomar, de manera que se van a seguir sobrerraleando los racimos y produciendo problemas de palo negro”.

“Si tenemos un portainjerto vigoroso con una variedad vigorosa –coincide Mendoza–, y no cerramos la llave del nitrógeno, sencillamente empezamos a generar palo negro. Encontramos palo negro en variedades genéticamente muy firmes, como las que están reemplazando a las tradicionales. Curiosamente su irrupción, junto a sus destacados atributos, al ser combinadas con portainjertos vigorosos ha hecho que el palo negro reaparezca en los escenarios en gloria y majestad”.

“Suele presentarse en variedades como la ya mencionada Sable y Autumn Crisp, entre otras –comenta Álvaro Azancot–. Pero también hay un palo negro ‘camuflado’ en algunas variedades rojas, que no toman color, que se  ablandan y que tienen problemas de deshidratación del escobajo. Casi con seguridad esos síntomas se relacionan con los niveles amoniacales altos de inicios de temporada. El tema se vincula con la genética, la calidad de las raíces, el equilibrio nutricional radicular, el manejo precosecha y embalaje-frío. Sin embargo todo lo anterior se gatilla con el estatus nutricional, donde el N puede convertirse en un enemigo por su uso exagerado y/o en ritmos inadecuados”.

A CONSIDERAR: EXCESO DE CARGA, EXCESO DE VIGOR, SOMBREAMIENTO Y DÉFICIT DE MAGNESIO

Esto ocurre no solamente en Chile, continúa el director de Uvanova. En todo el mundo donde se produce uva de mesa es un tema que se discute, consulta y analiza. “Aun cuando es archiconocido, no terminamos de resolverlo”. Lo importante a tener en cuenta, agrega, es que “el exceso de nitrógeno de principio a fin siempre nos va a generar problemas porque requiere de un metabolismo muy complejo. El N que no es capaz de transformarse en tejido vegetal, para salir de su condición de nitrato, de su condición de amonio, de su condición de poliamina, nos va a generar daño. Es lo que ocurre con la fiebre de primavera y acumulación de putrescinas en condiciones de baja temperatura y deficiencia de potasio, con la necrosis temprana de racimos debida a intoxicación por amonio y/o putrescinas en condiciones de bajas temperaturas o exceso de días nublados, y con el palo negro y/o la baya débil que se asocian a altos niveles de amonio y/o putrescinas en raquis y bayas donde los niveles de magnesio y calcio son bajos”.

Humberto Mendoza, director técnico de nutrición vegetal en Anasac.

Humberto Mendoza postula cuatro factores principales que intervienen en la aparición del palo negro, aunque existen otras variables involucradas:

El exceso de carga conlleva tener bayas con bajo contenido de materia seca, atributo fundamental para una baya firme.

El exceso de N genera un exceso de vigor y, a partir de ahí, competencia, dado que los brotes excesivamente vigorosos impiden un adecuado flujo de calcio (Ca) y de magnesio (Mg) hacia los raquis y bayas.

El sombreamiento: la baja recepción lumínica genera acumulación de amonio y también de nitrato.

La deficiencia de magnesio incide mucho en el problema, lo que genera raquis y bayas pobres en magnesio, en particular en parrones sobre portainjerto.

UN HISTORIAL DE EXCESO DE VIGOR SUGIERE BAJAR EL NITRÓGENO

De los cuatro factores mencionados, el segundo y el tercero tienen directa relación con el nitrógeno. De acuerdo a Conradie (1981), es posible producir 25 a 30 t de uva de mesa/ha fertilizando con cero unidades de N o aplicando 170 U/ha. Eso va a depender de variables como el vigor del parrón, la fertilidad del suelo, el portainjerto, las reservas acumuladas por la parra, entre otros parámetros.

En muestreos foliares tempranos (preflor), un parrón equilibrado muestra niveles de N en la lámina del orden de un 4%. En parrones “mórbidos”, los niveles foliares de N muchas veces parten en preflor con 5% de N o más. Estos parrones presentarán problemas de bayas débiles y/o de palo negro.

“Es importante considerar la capacidad que tiene esa planta de metabolizar el N entre brotación y flor. Para ello, la calidad del sistema radicular en cuanto a aportar carbohidratos y fósforo a inicios de temporada resulta esencial. Manejar un sistema de raíces para que sea un buen exportador de azúcares y fósforo minimizará los problemas potenciales de condición”, enfatiza Azancot.

En lo que respecta a analítica de N en bayas, se han publicado trabajos sobre su concentración desde cuaja a cosecha. En Chile Rafael Ruiz estableció que la baya firme, de buena condición, no debiera tener más allá de un 0,5% de N. La figura 1 (página 57) muestra un estudio sudafricano en Prime sobre Ramsey (Raath, 2012), donde las bayas parten con niveles de N muy altos, cercanos al 3 % y luego, en la medida que van creciendo, por efecto de la dilución, debieran situarse en valores de N del orden del 0,5%. Sin embargo, en algunas temporadas llegan a cosecha con valores mucho mayores.

Figura 1. Concentración y acumulación de nitrógeno en bayas de uva de mesa Prime seedless/Ramsey durante su proceso de crecimiento y desarrollo. Raath, 2012.

“Si las bayas de nuestros parrones llegan a cosecha con alrededor de 1% de N, tendremos una fruta débil que no calificaría para guardas ni para viajes largos. Creo que debemos empezar a validar estas curvas, publicadas en 2012 ya que serán buenos predictores de la condición final de la fruta”, subraya Mendoza.

De acuerdo a lo señalado, si el parrón tiene un historial de temporadas anteriores con exceso de vigor, es perfectamente posible bajar las cantidades de nitrógeno sin afectar el potencial productivo.

Figura 2. Efecto del sombreamiento y del desbrote sobre los contenidos de nitrógeno nítrico (NO3) y amoniacal (NH4+) en raquis de Thompson seedless y la incidencia de palo negro y/o bayas acuosas.

NO HAY NADA MÁS POTENTE QUE LA LUZ PARA METABOLIZAR EXCESOS DE N AMONIACAL Y NÍTRICO

En cuanto al sombreamiento, se debe evitar el emboscamiento de los parrones vigorosos. La figura 2 muestra un ensayo de Ortega (1986) donde se aprecia el nivel de nitrógeno nítrico (NO3) y amoniacal (NH4+), y la incidencia de ambos en el porcentaje de racimos con síntomas de palo negro y/o baya acuosa. En un parrón se usó malla sombreadora para simular emboscamiento y falta de luz, versus otro en que se intervino la canopia para lograr buena iluminación. “No hay nada más potente que la luz para reciclar los excesos de amonio y nitratos”, constata Mendoza. “Así como para criar una cutícula de buena calidad, elástiga y gruesa”, añade Azancot.

Figura 3. Relación entre la concentración de nitrógeno nítrico en raquis y la incidencia de palo negro y/o bayas acuosas.

Como se aprecia, no solamente el amonio, sino también el nitrógeno nítrico genera bayas débiles (Ruiz, 2010) y su acumulación en raquis aumenta la incidencia de palo negro al igual que el amonio (Galilea, 1989, figura 3).

Es posible que el exceso de N no provenga exclusivamente de la sobrefertilización, pues las aguas de riego pueden tener un alto contenido de nitrógeno nítrico, como ocurre, por ejemplo, en la cuenca de Santiago.

Azancot presenta datos reales de análisis de agua de un predio de San Felipe con 0,38 miliequivalentes de nitrato por litro, lo cual, regando con 10.000 m3/año significa un aporte de aproximadamente 52 unidades de N/ha. “Este nitrato no es natural en el agua, corresponde a contaminación de napas”, comenta.

Desde cuaja, “el N foliar siempre debiera bajar, nunca subir –advierte el especialista–. En un portainjerto vigoroso podría partir en 4,5%, pero debiera llegar en ablande a un 1,8% o menos, con un N nítrico inexistente y con un N amoniacal ojalá menor a 400 ppm”.

Como indicación práctica, Azancot sugiere cuestionarse lo realizado hasta la fecha con la fertilización nitrogenada en el parrón, revisando atentamente los análisis de agua, suelo y reservas. Por supuesto, “sin irse al otro extremo y debilitar el huerto”. En general, añade, la fertilización nitrogenada debiera detenerse no más allá de la primera mitad del periodo cuaja-envero, para retomarla en postcosecha.

Si nos encontramos en situación de exceso, ¿cómo hacer para reciclarlo?

Racimo cuajado que presenta el resultado de exceso de amonio en flor. Foto gentileza de Álvaro Azancot.
Deshoje. Entre otros beneficios, la luz activa la nitrato reductasa, enzima que recicla el exceso de nitrógeno nítrico.

Para que la planta procese un exceso de amonio, continúa Álvaro Azancot, se necesita generación de azúcar, lo cual se logra con un brote en pleno funcionamiento. Esa es la base para que la glutamina sintetasa opere y se produzcan carbohidratos que, al combinarse con el NH4+, generen aminoácidos.

EL MOLIBDENO ES UNA HERRAMIENTA ÚTIL

La luz es un gran instrumento, como se señaló –reitera Humberto Mendoza–, ya que activa la nitrato reductasa –enzima que recicla el nitrógeno nítrico–. Y el molibdeno (Mo) también es un excelente complemento en lograr dicho efecto.

Los niveles de Mo en el follaje suelen ser muy bajos y por lo tanto se puede suponer que la nitrato reductasa no está funcionando como debiera. El Mo no es un nutriente caro ni tiene mayores contraindicaciones. Puede aplicarse en dosis de 50 g/ha unos 15 a 20 días antes de ablande (envero o pinta), propone Mendoza. “Si el N se prevé alto en preflor y si el Mo está bajo, aplicar dos vueltas de Mo vía foliar, lo cual debiera ser suficiente para contar con este elemento hasta cuaja”, complementa Azancot.

“La calidad del sistema radicular en cuanto a aportar carbohidratos y fósforo a inicios de temporada resulta esencial. Manejar un sistema de raíces para que sea un buen exportador de azúcares y fósforo minimizará los problemas potenciales de condición”.

Álvaro Azancot

MAGNESIO: DEFICIENCIA CLAVE Y DIFÍCIL DE RESOLVER

La acción de la glutamina sintetasa es regulada por ATP (trifosfato de adenosina) y los cationes calcio (Ca) y magnesio (Mg).

Junto a la luz, el Mg tiene un rol de enorme importancia en los primeros estados. Al contrario del molibdeno, lamentablemente la deficiencia de este nutriente no resulta tan fácil de resolver en las condiciones de Chile, tanto en aplicaciones al suelo como foliares. A la inversa, en ambientes como Hermosillo (México), el desierto del Sahara (Egipto), Piura (Perú) o algunos sectores del valle de San Francisco (Brasil), la fertilización magnésica es extremadamente fácil. En esos lugares el problema es otro catión, el Ca. En nuestro país, por el contrario, el Ca es muy abundante, lo cual justamente gatilla las dificultades con el Mg.

Cuadro 1. Capacidad de absorción de magnesio de algunos portainjertos.

Por otro lado, desde el punto de vista genético, las raíces de portainjertos tienen baja capacidad de absorción de Mg (cuadro 1).

La solubilidad del Mg disminuye con el aumento del pH del suelo; en la medida que la alcalinidad aumenta, también lo hace la tendencia a precipitar como carbonato de magnesio, bloqueando su disponibilidad para la planta.

En una investigación de Peacock y Christensen se indica la necesidad de intervenir con grandes cantidades de magnesio por el riego, entre 1 y 2 toneladas de sulfato de magnesio/ha, para conseguir cambiar las relaciones catiónicas en el suelo, un tratamiento costoso. El objetivo es llegar a un 0,5% en la lámina en el periodo de ablande, pero la meta no siempre se alcanza, como previene Azancot: “Un toque de realidad: en Chile ojalá llegar en magnesio a un 0,3% en niveles foliares, porque es extremadamente difícil. Alcanzar un 0,5% lo he visto solo en algunos casos”.

Respecto de la elección del fertilizante en aplicación al suelo, Azancot agrega: “si queremos hacer realmente una acción, tenemos que hablar de mínimos de 500 a 700 kg de sulfato de magnesio/ha. Tal vez algún otro fertilizante, como un tiosulfato de magnesio, podría ser más eficiente, porque está acidificando y creando alguna condición mejor de absorción del Mg”.

La baya acumula Mg desde cuaja, pero la tasa de acumulación va disminuyendo hasta ablande, llegando a cero. Luego se produce una reconexión vascular y nuevamente comienza a absorber en precosecha. Las aplicaciones a través del riego, por lo tanto, deben hacerse durante los 60 días que siguen a la cuaja en las condiciones de Chile; en zonas tropicales este periodo es mucho más corto.

Si no se ha logrado levantar los niveles de Mg vía riego, la fertilización foliar es de gran ayuda. Se debe tener en cuenta que los requerimientos de Mg para tener una buena condición son del orden de 20 a 25 kg/ha en la temporada. El programa foliar debiera suplir al menos un tercio de esos requerimientos, lo que implica aplicaciones en dosis altas. Un par de litros de Mg foliar no resolverán el problema. Hay que aplicar dosis altas, especialmente en la zona del Maipo, recalca Azancot.

Figura 4. Porcentaje de calcio y magnesio en las aguas de algunos ríos de Chile en sus cursos medios.

“Cuando queramos fertilizar con magnesio –recomienda Azancot– debemos fijarnos en cuánto calcio tenemos en el agua. En la solución fertilizante la relación se tiene que mantener en al menos 1:1. Las aguas en Chile, aunque variables, presentan contenidos de Ca altos y de Mg bajos (figura 4). Dependiendo del agua y del suelo será la dosis ‘mágica’ que permitirá tener algún efecto. Piense en aportar dosis en shots. Las sondas pueden indicar muy bien cuánto Mg está haciendo realmente efecto, independientemente del Ca que traiga el agua y de los otros factores que están incidiendo. Sistemas radiculares sanos y bien regados van a tomar eficientemente Mg; si están micorrizados, mejor todavía”.

Es posible usar sulfato de magnesio en las aplicaciones foliares, constata Humberto Mendoza, sin embargo su solubilidad y delicuescencia no es de las mejores. Podría ser útil temprano en la temporada y en una condición de alta humedad ambiental. Pero una vez que la humedad ambiental disminuye y la temperatura sube, es común ver que la sal magnésica se seca sobre la hoja, quedando una parte importante como residuo insoluble. Cuando los racimos ya están cuajados y con las bayas en crecimiento, es preferible un magnesio formulado líquido, muy higroscópico, de pH ácido, de manera de asegurar la penetración. Este es un aspecto clave debido a la dificultad de lograr el aumento de los contenidos de magnesio en bayas y raquis.

“Las bayas o raquis con palo negro no solamente acumulan amonio, también acumulan putrescinas que rompen las membranas celulares, y esas putrescinas están asociadas a falta de potasio”.

Humberto Mendoza

OTROS FACTORES RELEVANTES: POTASIO, CALCIO, BORO Y ZINC

En periodo de aplicación de giberélico de crecimiento, que tiene un impacto muy importante en las bayas, si el parrón se encuentra en deficiencia de potasio, se va a producir un problema de ruptura de membranas, y a partir de ahí se desemboca en fruta débil, en parrones con palo negro. El K no puede ser menor al 1% de brotación en adelante, cuantifica Azancot. Si no es así, hay que apoyar vía foliar. Desde cuaja, añade, asegurar sobre el 1,3%, y en preablande debería situarse en 1,5 a 2%.

Síntoma de exceso de amonio durante el periodo de flor-cuaja.

“Años atrás –ejemplifica Humberto Mendoza– hicimos un seguimiento de dos temporadas a parrones de Thompson en la región Metropolitana que llegaban hasta diciembre con deficiencias de potasio severas; en ambos años esos parrones generaron palo negro. Esto se entiende porque las bayas o raquis con palo negro no solamente acumulan amonio, también acumulan putrescinas que rompen las membranas celulares, y esas putrescinas están asociadas a falta de potasio. Por lo tanto, una fertilización foliar potasica es muy necesaria desde brotación a floración, antes de la aplicación de giberélico. Se debe recordar que las raíces normalmente reinician su trabajo de absorción a partir de floración. La dosis debiera ser no menos de 5 L de K2O al 38%/ha en dos o tres aplicaciones, dependiendo de las necesidades del parrón”.

QUÉ ES EL PALO NEGRO

“Las bayas blandas y acuosas resultan de la interrupción del flujo de carbohidratos hacia las bayas, cuyo desarrollo se ve afectado por la necrosis del raquis o partes de él. Los síntomas primarios son manchas necróticas en pedicelos u otras partes del raquis durante el período de pinta. Las bayas afectadas pueden estar confinadas al sector apical del racimo, o bien distribuidas a lo largo del raquis. La fruta afectada tiene mayor contenido de ácidos y menor contenido de azúcar que la fruta sana. El contenido de antocianinas es también menor en bayas afectadas de variedades de color. Debido a que no se han identificado causas patológicas, se piensa que el palo negro corresponde a un desorden fisiológico. La causa es desconocida, pero dos de las hipótesis más planteadas como posible explicación son el desbalance nutricional entre potasio (K), calcio (Ca) y magnesio (Mg), y la intoxicación con compuestos intermediarios del metabolismo del nitrógeno (amonio y putrescina).

Antonio Ibacache, INIA Intihuasi. Revista Tierra Adentro noviembre-diciembre 2006.

Respecto del calcio, la mejor herramienta para tenerlo en las bayas es la regulación del vigor para evitar la competencia con los brotes. Se debe vigilar que existan buenos niveles de boro, que es clave para tener puentes de Ca entre las pectinas de la pared celular, lo que ayuda a lograr fruta más firme. En caso de ser necesario, hay que hacer aplicaciones de boro, y también de zinc, ya que su efecto como promotor auxínico favorece la entrada de calcio a las bayas.

Las aplicaciones foliares de Ca si se hacen temprano van a generar un incremento a nivel subcuticular, pero por sí solas no son la solución.

¿QUÉ SUCEDE EN CON LA APLICACIÓN DE MATERIA ORGÁNICA?

“Las cantidades de nitrógeno que aporta son bastante grandes –responde Humberto Mendoza–, pero no son liberadas inmediatamente. Es vital que lo que se aplique esté muy bien compostado, de modo que toda la fracción de N amoniacal ya se haya volatilizado. De no estar bien compostado, sobre todo en una plantación nueva, puede tener efectos negativos. Me tocó ver un gran problema de palo negro en parrones de Thompson sobre portainjertos vigorosos que partieron con aplicaciones de guano muy fresco. La morbidez de esos parrones no desapareció nunca”.

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