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Enrique Rossi, propietario de Budou Farms

El chileno que ha construido un negocio frutícola en Australia y se ha hecho con un nicho en el mercado asiático

Enrique Rossi lleva dieciocho años viviendo en Australia y la mitad de ese tiempo la ha dedicado a construir Budou Farms, una empresa familiar que se dedica a la producción y exportación de uva de mesa a Japón, Hong Kong y Vietnam. Como emprendedor, cuenta las diferencias de ser propietario de un negocio frutícola en Chile y Australia, donde día a día debe batallar, ‘in situ’ y en primera persona, con una serie de labores y uno que otro problema. Crimson es su principal variedad y es el pionero en la producción de Maylen en Australia, una variedad que, según cuenta, solo le ha dado gratas sorpresas.

20 de Diciembre 2022 Rodrigo Pizarro Yáñez
El chileno que ha construido un negocio frutícola en Australia y se ha hecho con un nicho en el mercado asiático

Una sequía, una tormenta de polvo, unas rachas fuertes de viento, unos granizos del tamaño de una pelota de golf… El clima no da tregua a los agricultores. “La semana pasada (a inicios de octubre, al momento de la entrevista) llovieron 95 mm y esta esperamos 60 mm. Está cayendo mucha lluvia los días miércoles. ¿Coincidencia? No sé, pero es que el año pasado tuvimos vientos todos los jueves y un año atrás, veníamos de tormentas de polvo todos los días viernes”, cuenta al teléfono Enrique Rossi, productor chileno de uva de mesa en Mildura, Australia, país al que llegó hace dieciocho años. ¿Coincidencia climática? “Puede ser”, dice Enrique, pero lo cierto es que el clima, después de tres años de sequía y, este 2022 marcado por La Niña, es un desafío constante para los agricultores de esa parte del planeta.

La producción y el ‘business’ también son retos permanentes, que hacen que Enrique deba ‘estar en todas’, literalmente. “Esa la gran diferencia de ser agricultor y exportador en Chile y aquí en Australia”, afirma. “Lo es, porque estamos en terreno manejando el tractor, podando, cambiando postes y haciendo aplicaciones; pero también negociando y reservando espacios en barcos y aviones y atendiendo a los clientes. No solo soy agrónomo, soy electricista, soy mecánico, soy el que está a cargo de la seguridad de los trabajadores, soy el que cobra, el que paga, el que gasta…”, enumera este ingeniero agrónomo que, casi sin experiencia previa, vio hace dos décadas dos anuncios en el diario que buscaban un agrónomo, uno para un campo en Australia y otro en Egipto. No lo pensó dos veces y postuló. A los seis meses lo estaban llamando. Y al cabo de un tiempo ya estaba pisando suelo australiano.

“Fue mi peor-mejor experiencia. Pagué el noviciado. Me pagaban poco y sufrí discriminación. La pasé mal los primeros años”, cuenta. “Tenía dos opciones: volverme a Chile o buscar otro trabajo en Australia. Opté por la segunda. Me cambié y postulé a otra visa”, continúa. Al pasar los años, ocho para ser más exactos, obtuvo la ciudadanía. Trabajó en una gran empresa agrícola australiana, transfiriendo información a los productores. Apoyaba también a los programas de mejoramiento genético de uva de mesa (Sunworld, Arra e IFG) a hacer los testeos de sus variedades en Mildura, un importante centro de producción agrícola en el estado Victoria.

Estaba en eso cuando decidió que era el momento de levantar algo propio. Trabajando para grandes empresas estaba al tanto del promedio de precios que se pagaban a los productores. “Veía, por ejemplo, como a un productor mediano, que producía uva de buena calidad, le pagaban igual que a otro agricultor que producía una fruta de menor calidad. ¿Por qué? Porque tenían que quedar bien con todos. En Australia es poco transparente el tema de precios, porque te ofrecen uno y te pagan otro”, explica. Ese tema fue fundamental en su decisión de emprender.

“Creo en la agricultura regenerativa”

“Creo en la agricultura regenerativa. Haciendo cambios en los manejos dentro del huerto usando, por ejemplo, cubiertas vegetales y no dando vuelta la tierra, productivamente podemos andar igual o incluso mejor que si hacemos un manejo convencional”, sostiene el propietario de Budou Farms.

PIONERO EN LA PRODUCCIÓN DE MAYLEN EN AUSTRALIA

“Pensaba, ¿me tiro a ‘poto pelao’ con todo? Y eso hicimos”. La idea era producir y exportar, sin intermediarios, directamente a Japón. Así es como fundó junto a esposa Budou Farms. Cuando compró el campo, el 75% de la superficie estaba plantada con variedades tradicionales. El antiguo propietario tenía Thompson Seedless, que la producía un año para uva de mesa y al siguiente para pasa. También había Red Globe, algo de Superior y Crimson. Pero era el momento de hacer ajustes. “Fuimos matando los cuarteles menos productivos y, llegado el momento solo nos quedamos con Crimson. Lo que sacamos, los fuimos reemplazando también con esa variedad”. La decisión fue estrictamente comercial, porque es una planta que produce bien en Mildura y la fruta es del gusto de los asiáticos. La temporada pasada produjeron 22.500 cajas en una superficie de 8 hectáreas (ha), que equivalen a 180.000 kilos de fruta.

La pasada campaña Budou Farms produjo 180.000 kg de Crimson, que se envía principalmente a tres compradores en Japón.

Había tiempo para pensar en variedades licenciadas. También espacio en el campo. Enrique conocía bien el material vegetal de los programas genéticos con los que había trabajado anteriormente. Pero finalmente se decidió por Maylen, que plantó en 2018. Unos cinco años antes había conocido a Luis Fernández, director ejecutivo de ANA Chile y, tras una serie de conversaciones, apostó por esta variedad 100% chilena, convirtiéndose en el primer productor que la plantaba en Australia.

El mismo año que plantó tuvo algunos problemas con las plantas y debió hacer un recambio de cara al siguiente año. Hoy, con algunas plantas ya en el cuarto año y otras en el tercero, la pasada campaña dieron su primera producción comercial. Y Enrique quedó altamente sorprendido.

“Maylen nos dio sorpresas muy gratas. Lo primero es que tuvimos días con lluvias de 110 mm y las bayas no se partieron. Es una variedad que produce lo que dicen que produce, colorea muy bien, tiene una poscosecha espectacular, su sabor es muy bueno y tiene la crocancia que gusta a los asiáticos”, resalta el propietario de Budou Farms sobre una variedad que la pasada temporada produjo unas 2.800 cajas en una superficie de 1,6 ha.

Rossi fue el primero en plantar Maylen en Australia, una variedad que, según cuenta, le ha sorprendido gratamente.

Hubo una importante merma productiva, precisamente porque la noche que cayeron 110 mm de precipitaciones, hubo vientos con rachas de hasta 100 km/h que derrumbaron hileras completas de Maylen. “El viento fue tan fuerte que quebró los postes y todo se vino abajo”, relata. En total fueron unas 500 plantas que cayeron al suelo solo a una semana de comenzar la cosecha. Levantarlas, ponerlas nuevamente en su lugar y reemplazar los postes rotos, les tomó tres días.

Como su fruta se va a Asia, ya que Maylen no se puede exportar a Japón por el momento, intenta recogerla con el mayor Brix posible (entre 20 y 21) y cuando ocurrieron las lluvias y vientos, estaban entre 19 y 20. “Lo increíble es que no vimos partiduras. Los racimos que se salvaron de caer estaban en perfectas condiciones”, recuerda.

El clima no da tregua en Australia. La temporada pasada, vientos fuertes de 100 km/h y 110 mm de precipitaciones provocaron la caída de 500 plantas de Maylen solo una semana antes de la cosecha. Enrique Rossi y su equipo tardaron tres días en leventarlas.

Si bien ha conocido productores que tienen resguardo de plantarla en Australia, porque buscan bayas de mayor calibre, sostiene que hay que darle una oportunidad a Maylen. “Tiene ciertos ‘peros’. Es difícil de ralear y creo que es posible hacerlo de otra forma. La temporada pasada perdimos una aplicación de giberélico porque el viento no nos permitió hacerla. Además, tiene zarcillos muy duros, pero al pasar los años hemos visto que se vuelven más débiles, aunque es algo que debemos seguir viendo”, explica el agricultor.

Es una variedad que se ha aclimatado bien a las condiciones de esta zona de producción, donde las primaveras, por ejemplo, no son como las que hay en Chile, donde las temperaturas van subiendo paulatinamente a medida que van pasando los días. Allí no. En Mildura es común tener jornadas de 40°C durante el día y a la mañana siguiente despertarse con solo 5°C. Y en verano puede haber tres días a 44°C, luego bajan un par de días y vuelven a subir a sobre 40°C. “A raíz de ello, aquí regamos con aspersores, porque no solamente funcionan como sistema de riego, sino también como enfriamiento. Incluso lo hemos medido y usándolos logramos reducir en 7°C la temperatura en los parrones”, cuenta.

A los canguros también les gustan las uvas
“En el campo convivimos con una familia de doce canguros. Hay una época en el año en que hacen un hoyo entre las parras y se acuestan. Como son grandes, las uvas les quedan a la altura de las manos. Solo las extienden y van sacando uvas. También tenemos pájaros que nos hacen uno que otro daño, pero nada grave. Somos conscientes y convivimos con ellos”, cuenta Enrique Rossi. “El hecho de tenerlos en el campo día a día es impagable”, continúa.

 

UNA MANO DE OBRA ESCASA, CARA Y NO ESPECIALIZADA

En esas condiciones climáticas se desenvuelven los trabajadores. Cuando los hay. Algo que no ha ocurrido en las últimas temporadas. Y es que la escasez de mano de obra, sobre todo calificada, es el gran talón de Aquiles en Mildura, una zona 100% agrícola donde además de uva de mesa hay huertos de almendros, cítricos, hortalizas y algo de carozos.

Sin embargo, no hay trabajadores agrícolas, aun cuando quienes lleguen a trabajar pueden ganar, como mínimo, más de 1.000 dólares australianos a la semana. Eso se consigue porque la hora se paga a 26,72 dólares australianos, y se debe sumar el 10,5% de ‘superannuation’, que vendría a ser el porcentaje para la jubilación.

Aun así, la mano de obra a la que puede acceder Enrique Rossi es cara, escasa y no especializada. “He tenido la experiencia de trabajar con mochileros que vienen de Europa o Tokio, que nunca habían visto una parra. Llega mucha gente que no tiene la necesidad de trabajar y llegan con la idea de extender su visa, cosa que se puede lograr si es que trabajan en una zona rural”, explica sobre el panorama actual que afecta a él y a los agricultores de Mildura, que casi exclusivamente pueden acceder a trabajadores que vienen con la visa ‘Working Holidays’. No es la única, porque hay una visa a la que pueden optar ciudadanos de países del Pacífico como Fiji, Vanuatu, Tonga o Samoa. “He tenido personas de esos países y trabajan bien, pero hay ciertas labores, por ejemplo, el anillado, que no lo pueden hacer por su contextura física. Eso también es un problema”, sostiene.

Con estos tipos de visa, según cuenta Rossi, hay mucha rotación y él no puede contar en su campo con los mismos trabajadores del año anterior. “Todos las temporadas tenemos que capacitar a personas nuevas”, dice. Y aquellos trabajadores que sí tienen experiencia en el cultivo, y que llegan principalmente de Malasia, Vietnam o Camboya, llegan exigiendo un sueldo base, “pidiendo 500 dólares australianos por día y, si no se los garantizas, no trabajan”, cuenta.

Y el panorama para esta campaña no se pronostica mejor. Enrique Rossi necesita, al menos, quince trabajadores solo para la cosecha, y no sabe si llegará a contar con ese número de personas. “La temporada pasada ya estuvimos cortos de gente”, dice.

Pero, ante una situación así, ¿cuál podría ser la solución? “Debería haber una visa específica para la agricultura y que los agricultores podamos traer cinco, diez o quince personas y el gobierno fiscalizarnos por eso. Yo no tengo problema y así podríamos traer personas de países que sí quieren venir a trabajar en el campo”, analiza sobre el tema de la escasez de mano de obra, que ha hecho que algunos agricultores hayan dejado de cosechar parte de sus cuarteles de fruta.

“Hoy prefiero no exportar a China”
Enrique Rossi tiene claro sus mercados. Y por mucho que ya le hayan pedido que envíe sus uvas a China, es un mercado al que no quiere llegar. “Hoy prefiero no exportar a China”, dice convencido. “Tengo chinos que siempre me piden fruta, pero el mercado es complicado, sobre todo a la relación entre ambos países. Además, tampoco me gustan los mercados a consignación. Quizás si tuviese más volumen de fruta, pero hoy no puedo”, sostiene.

FRUTA QUE ENVÍAN DIRECTAMENTE A CLIENTES EN JAPÓN

Cuando Enrique Rossi decidió comprar el campo de 10 ha en Mildura, lo hizo además de la intención de producir, de exportar directamente su fruta a Japón, país que justo ese mismo año había concretado un TLC con Australia. “Como mi esposa es japonesa, le pedí que contactase a potenciales clientes. Ella me decía que no se hacía así, pero le insistí que enviara correos y los llamara por teléfono”, recuerda sobre la puesta en marcha del negocio exportador.

De esos correos electrónicos y llamadas que hizo su esposa, recibieron cinco respuestas. Tomaron un avión y fueron a verlos uno por uno. “Yo soy una persona muy informal”, dice Enrique. Y con esa informalidad, que esos años incluía incluso un peinado con ‘dreadlocks’ se plantó en las reuniones con jeans y zapatillas. Sin embargo, tenía dos grandes ventajas: habla japonés, “muy rudo, pero lo hablo”, cuenta. Y la otra es que conoce al revés y al derecho todos los protocolos de una reunión de negocios, es decir, cómo sentarse, cómo introducirse, cómo entregar una tarjeta de visitas… El resultado de esas reuniones no pudo haber sido mejor, porque de los cinco potenciales clientes, cerraron negocios con tres de ellos.

Japón es un mercado de 126 millones de habitantes y con 300 cadenas de supermercados. Hasta ese gran mercado llega la fruta que Budou Farms produce en Mildura. Hoy en día, cuenta con tres compradores, uno grande, uno mediano y otro pequeño; en distintas zonas del país, “con los cuales nos aseguramos que nuestra fruta está presente en gran parte del territorio. Y donde no llega, se puede comprar ‘on line’”, grafica sobre un mercado al que la uva arriba vía marítima a los puertos de Yokohama y Osaka, en años normales, ente 21 y 23 días, aunque hoy en día están tardando entre 23 y 28.

Enrique y su familia son el rostro de Budou Farms en el mercado japonés. Esa es la marca principal y su cara, y también la de su esposa y su hija, aparecen en los clamshells y en los folletos de promoción de los supermercados y tiendas ‘on line’. Además, hay otras submarcas, de las cuales también son los protagonistas. Ellas son ‘Enrique San’ (las uvas del señor Enrique), ‘Tenchi no Budou’ (el ángel de las uvas, donde la protagonista es su hija Azusa) y ‘Matsusaki no Budou’ (las uvas de la señora Matsusaki, que es el apellido de su esposa).

Enrique Rossi y su familia son las caras promocionales de sus uvas en Japón, ya sea en tiendas ‘on line’, folletos de supermercados o en los mismos clamshells.

Buscar un nombre para este emprendimiento no fue algo complicado para Enrique. Como productores de uva de mesa, el nombre lo tenía claro: Budou, que es como se dice uva en japonés. Su escritura y pronunciación es muy similar en China, Corea del Sur y Vietnam; algo que les ha permitido abrir otros mercados, específicamente Hong Kong y Vietnam.

En Hong Kong tienen un cliente que hasta hace poco vendía fruta chilena, pero hoy vende solo la uva de Budou Farms. “Ellos vieron nuestra fruta en Japón y se acercaron a nosotros”, cuenta. Y en 2021 se sumó un cliente vietnamita. A ambos mercados, la fruta es enviada por avión, sobre todo a Vietnam porque debe ser irradiada.

Los envíos, cuando Budou Farms inició sus operaciones, los realizaban en cajas de 10 kg, pero luego lo redujeron a 9 kg. “Cuando partimos en el negocio, lo quisimos hacer de una forma diferente. Empezamos usando una caja de plumavit y empacamos al revés de lo que se hacía tradicionalmente aquí, y lo hicimos con el raquis mirando hacia arriba. Otro cambio fue empacar 8 kilos de uva en cada caja, pensando que, cuando se abriera, como iba muy apretada, se podía desgranar y podían empezar los reclamos”, recuerda Enrique Rossi, sobre un hecho que lo transformó en el pionero en enviar uva de mesa en cajas de 8 kg. A Vietnam y Hong Kong exporta en ese mismo formato, pero en cajas de cartón. “Lo más probable es que a Japón terminemos enviando uva en cajas de cartón también, porque prohibirán el uso de cajas de plumavit en poco tiempo más”.

Tras iniciar envíos en cajas de 10 kg, Rossi paulatinamente ha ido bajando el peso de estas. Ha exportado en cajas de 9 kg, para quedarse finalmente con cajas de 8 kg. Fue pionero en enviar uvas con el raquis hacia arriba, como muestra la foto.

Esta temporada podrá vender en Vietnam no solo Crimson, sino que apostará por variedades como Thompson y Red Globe, pero también otras licenciadas como Ivory y Timpson y, en las próximas temporadas, podrán colocar allí Allison. Lo harán comprando uva a sus vecinos. “Es un tema práctico porque están al lado de nuestro campo. Puedo entrar a esos campos y tener cierta injerencia en sus manejos, porque nuestra fruta llega a los mercados con cero residuos”, cuenta Rossi, sobre una decisión que les permitirá ampliar las ventanas comerciales y la disponibilidad de variedades en el portafolio de la compañía.

¿CRECER SIN MANO DE OBRA?

Lo próximo, ¿podría ser ampliar las producciones propias? “Tengo muchas ganas de hacerlo, pero cuando me pongo a proyectar el negocio, ¿cómo lo hago con la mano de obra? Puedo conseguir las tierras, las maquinarias, las variedades… Puedo plantar, pero, ¿quién las podrá cosechar? Eso es lo que frena el crecimiento”, analizar el propietario de Budou Farms.

Otra opción que anda dando vueltas en la cabeza de Enrique Rossi es el cultivo de otras especies. Podría ser melón o cítricos. “Tengo los clientes”, confirma. También la superficie, ya que aún tiene libres 0,125 ha donde desarrollar un cultivo que le permitiría ampliar también su ventana de cosecha y así, poder fidelizar a los trabajadores. Los cítricos son la otra opción. “Este año estuve a punto de comprar cítricos para exportar a Japón, pero no lo hice y fue para mejor porque he sabido que, por las cuestiones del clima, habían llegado en malas condiciones al mercado. Pero es otra opción de futuro”, cuenta.

Mientras tanto, proyecta un crecimiento en las producciones de uva para esta campaña. “Si el clima lo permite, claro”, dice sobre un incremento que le permitirá a Budou Farms seguir consolidando su presencia en Japón y en otros mercados asiáticos. Lo que sí tiene claro es que la cosecha vendrá con un mes de retraso respecto a un año normal. “¿La culpa? La tiene La Niña”, concluye.

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