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La experiencia de Subsole

Cuidado de puntos críticos para nuevas variedades

Desde la estructura de plantación a la cosecha, ¿cuáles son las claves para lograr buenas productividades y calidad de fruta sin elevar los costos? La Exportadora Subsole compartió en terreno cuáles los puntos críticos en el manejo de las nuevas variedades de uva de mesa, plantadas hace varias temporadas, lo que les ha permitido recabar información de cada una de ellas.

15 de Diciembre 2021 Jorge Velasco Cruz
Cuidado de puntos críticos para nuevas variedades

A comienzos de octubre, la Exportadora Subsole realizó a lo largo de tres jornadas el “Taller de Producción de Uva de Mesa, Puntos Críticos”. Una de las presentaciones se llevó a cabo en un predio de un productor de la empresa, en la zona de Jahuel en el Valle de Aconcagua. Ahí hay plantadas 181 hectáreas de uva de mesa que, salvo un cuartel de Thompson Seedless, corresponden a variedades protegidas como Ralli Seedless, Midnight Beauty, Sable Seedlees, Timpson, Allison, Autumn Crisp, Adora y Scarlotta, entre otras.

La Agrícola El Retorno tiene plantadas 181 hectáreas de uva de mesa, principalmente de variedades protegidas.

En este contexto, el asesor Gabriel Marfán realizó un repaso por los puntos críticos de la producción de uva en un escenario de surgimiento de estas nuevas variedades, escasez hídrica y problemas con la mano de obra. “El 90% de las variedades nuevas se trabaja en forma muy parecida, lo que trae muchas eficiencias y permite un manejo más sencillo. Uno de sus atributos principales es que siempre traen fruta, a menos que se haya producido algún error técnico. Eso las diferencia de las tradicionales, que son genéticamente menos fértiles y más sensibles. Esta situación nos brinda una oportunidad muy grande para el futuro”, explicó.

El ingeniero agrónomo Gabriel Marfán, asesor de Subsole.

Gracias a estas características, los nuevos tipos de uva logran producciones que oscilan alrededor de las 3.500 cajas/ha. En el caso de las más fértiles como Allison y Scarlotta, pueden incluso superar las 4.000 cajas/ha. Para ello, los profesionales de Subsole, en conjunto con su asesor, han definido como parámetro inicial la cantidad de racimos por hectárea necesario para cada variedad y zona. Este parámetro fluctúa entre 50.000 y 65.000 racimos por hectárea, lo que guiará las distintas labores agrícolas. Entonces, ¿cuáles son esos puntos críticos y qué se debe tener en cuenta con cada uno de ellos?

LO ESENCIAL DE UN CORRECTO AJUSTE DE CARGA

El objetivo de la poda, explica Marfán, es ajustar la carga, aumentar la brotación, mantener el vigor alto de las plantas y conseguir un buen microclima para el desarrollo de la fruta. “El desbrote inicial le va a dar mucho más tiempo al buen microclima y una mejor ventilación a las parras. Si la condición climática es mala, con un parrón cerrado, sobrerregado, sobrenitrogenado y sobrefertilizado, no hay cómo parar las pudriciones”, afirma.

En este contexto: ¿Cómo se deben podar las plantas para que haya 60.000 racimos por hectárea? “Hay que hacerlo con la menor cantidad de yemas que se pueda. A diferencia de lo que sucede con variedades como Thompson o Superior, que tienen una fertilidad del 30%. En ese caso, si se dejan muchas yemas se puede llegar a 200 racimos por planta y eso implica un gran trabajo posterior para descargarlas”, explica el asesor de Subsole.

Para tener 60.000 racimos al comienzo de la temporada, más un margen de 10% por si se presenta algún inconveniente posterior, el objetivo es realizar la poda con 100.000 yemas, considerando un vigor normal, lo que implica trabajar con un rango de 18.000 a 20.000 cargadores por hectárea, de 5-6 yemas. “Las Thompson y las Superior se podaban con 25.000 cargadores por hectárea, bien largos, y llegaban a 200 mil yemas. Ahora vamos a podar con 20.000 cargadores cortos, de cinco yemas cada uno. Es la mitad, pero la fruta la vamos a obtener igual. Por lo tanto, con una poda acotada, ya partimos con bastante menos trabajo para adelante”, detalla.

El tránsito para que las 100.000 yemas lleguen a los 60.000 racimos, se basa en el desbrote. Para lograrlo, esta labor se debe realizar en forma temprana, porque es altamente probable que todos los brotes traigan uva. Por lo tanto, se debe dejar una cantidad de brotes similar al número de racimos deseado (tres por cargador, por ejemplo), además de algunos brotes de renovación. “En una Thompson –apunta Marfán– siempre se hablaba de relaciones de 2 o 2,5 brotes por racimo. Sin embargo, hoy en día, es un brote por racimo. Entonces, si quiero 60.000 racimos, son 60.000 brotes. Y los brotes son largos: de un brote de 1,2 o 1,5 metros se puede obtener un racimo de 800 gramos bien terminado”.

¿Hasta cuándo se debe desbrotar? Según explica el especialista, la idea es que se haga con no más de 30 o 40 centímetros de largo del brote. Mientras antes se realice esta operación, mayor será el vigor de la planta en los brotes remanentes. Hasta esa etapa, la parra está usando sus reservas. Por lo tanto, al sacar los brotes cuando están pequeños, ayuda a que dichas reservas se concentren en los que quedan y que, por lo tanto, crezcan mejor. “Si uno espera y los brotes están grandes y no se ve nada, se hace muy lento el ajuste de carga temprano. Por lo tanto, en razón de la eficiencia de los trabajos, mientras más chicos los brotes, mejor”, afirma el ingeniero agrónomo.

Además del desbrote, se recomienda eliminar el segundo y tercer racimo del brote para ajustar la carga y, posteriormente, arreglar todos los racimos para quedar en un rango de 70 a 120 bayas por planta, dependiendo de la variedad y peso de baya. “En las variedades de racimo grande, el arreglo es el trabajo más importante. Si uno se atrasa en un arreglo de Scarlotta o de Thompson, nos pasará una cuenta importante. En Scarlotta, por ser una variedad tardía, se tiende a dejar el arreglo de racimos para el final, pero es una de las variedades de racimo más grandes y, por lo tanto, se pierde calibre. Distinto es en variedades como Sweet Celebration, Timpson y Sweet Globe, que ralean muy fuerte y un pequeño atraso en el arreglo no les va a pasar una cuenta muy grande. De esta manera, el orden de arreglo debe priorizar las variedades de racimo grandes y menor raleo”, afirma Gabriel Marfán.

En las nuevas variedades, por lo general todos los brotes terminan produciendo uva.

Si bien el desbrote otorga ventilación durante bastante tiempo, la labor de ventilación e iluminación no solo tiene que producirse en la etapa inicial, sino que debe ser permanente. El segundo trabajo es el deshoje o depeje de racimo, que se realiza cercano a la cuaja. Después, al final, lo que se hace es, dependiendo del sistema de conducción, mantener la zona de racimos con una buena luz difusa y el centro de la hilera ventilado o sistemas de ventanas para un correcto microclima.

Sobre todo en variedades a las que les cuesta más terminar bien, una vez que los arreglos están concluidos, hay que botar toda la fruta que no es exportable. “Es muy importante sacar todo lo que no va a ir a la caja, sobre todo en años donde está el problema hídrico para acelerar la madurez”, concluye el asesor.

Finalmente, la cosecha debe hacerse en el momento adecuado, según el clima de cada zona. “Hay que tratar de mantener la temperatura de la fruta lo más bajas posible. En la práctica –sostiene Marfán– la madrugada es el mejor momento para cosechar. En algunos casos se hacne cosechas nocturnas, pero hay que asegurarse que la fruta ya este fría, lo que en el norte a veces no ocurre hasta la madrugada. La deshidratación depende del déficit de presión de vapor entre la fruta y el ambiente, y está muy relacionada con cuánto se demora la uva en estar embalada y en frío: cada hora que uno pierde en el campo puede ser equivalente a una semana menos de postcosecha”.

¿Podar en cargadores o en pitones?

“Actualmente, se discute mucho si podar en cargadores o en pitones para ahorrar el costo de la amarra. Esto último es correcto pensando en el costo, pero hay que tener muy claro que cada sistema tiene un diseño de origen. En este caso, el parrón español trabaja mejor en cargadores horizontales que tienden a bajar la fruta y protegerla de la radiación directa. También la fruta queda más cerca del trabajador, cuando está bajo la parrilla del parrón. El sistema Gable en espaldera funciona bien con pitones, ya que levanta la fruta y la deja a una buena altura para el trabajo”, explica Gabriel Marfán.

¿OPEN GABLE O PARRÓN ESPAÑOL?

¿Qué sistema de conducción es mejor para la realidad chilena? ¿Open Gable o parrón español? Gabriel Marfán responde: “Gable trabaja con densidad de plantas muy alta. En un parrón español trabajamos con 1.000 plantas/ha, mientras que en un Open Gable la densidad es más alta y está entre 1.500 y 1.600 plantas/ha. Eso significa comprar y plantar 500 plantas más y las estructuras metálicas que utiliza no son baratas”.

La comparación también lleva a la disyuntiva de plantar en alta o baja densidad. “En el caso del parrón español –dice el asesor– lo que sugerimos es usar densidades de plantación media y, más al sur, baja (entre 900 y 1.100 plantas por ha. aprox). La alta densidad, que se usó mucho hacia el norte, tiene algunos beneficios como lograr una entrada en producción un poco antes o una rematada del parrón mejor al final. Pero los parrones más productivos no están en alta densidad, sino en baja: 3,5 x 3 metros o 3,5 x 3,5 metros. Con parrones más ventilados y con mejor microclima, la fruta resiste mejor. En cambio, en aquellos con períodos de sombra durante el crecimiento de la baya o al final, se pudren más. Hoy en día, pensando en frutas de calidad, bien terminadas y que viajen, es difícil ganarle a un parrón español de 1,90 metros de altura, con una buena platabanda, en que la gente trabaje sin usar piso, con una formación lineal donde es fácil realizar las labores. Es difícil ganarle en productividad, costo y simplificación de labores”, sostiene.

Subsole organizó una serie de charlas en terreno para productores de uva en el “Taller de Producción de Uva de Mesa, Puntos Críticos”, realizado a comienzos de octubre.

EL DESAFÍO DE REGAR EN TIEMPOS DE SEQUÍA

Uno de los desafíos de la agricultura a nivel nacional y especialmente en zonas más afectadas por la escasez hídrica como Aconcagua, es la de lograr buena productividad con un uso óptimo del agua. Para ello, el empleo de tecnología de punta, con elementos como el riego por goteo y sensores de humedad, es básico. A ellos se suma la utilización de una estación meteorológica que calcule la evapotranspiración semanal para determinar la superficie foliar adecuada de los parrones y, en consecuencia, el riego necesario para abastecerla.

Como estrategia, en 2021 Subsole buscó también usar el suelo como estanque para guardar agua. Un suelo franco con algo de piedra, como el del predio en Aconcagua, tiene una capacidad para almacenar 1.500 m3, considerando un metro de profundidad del terreno. “El requerimiento anual de agua de un parrón, para sacar una variedad media-tardía, independiente del suelo, es entre 7.000 y 8.000 m3/año. A eso habría que restarle los 1.500 m3 con los que se llena el suelo en invierno. Por lo tanto, con 6.000 a 7.000 m3/año deberíamos salir bien en una temporada normal”, explica Marfán.

Calicata en un sector de uva Thompson en Agrícola El Entorno, Valle de Aconcagua. En 2021 el predio trató de guardar agua en la tierra para afrontar mejor el período de cuaja a pinta.

“Respecto de las etapas de la fenología de la uva –continúa– la más crítica y la que más tenemos que cuidar es de cuaja a pinta, porque ahí se define el calibre de la fruta. La uva de mesa necesita un tamaño de baya importante. Por lo tanto, lo que estamos haciendo es mantener los estanques bastante llenos y tratar de aguantar y tener una disponibilidad de agua abundante entre cuaja y pinta, entre mediados de noviembre hasta finales de diciembre. De pinta en adelante es muy difícil que se afecte el calibre por falta de agua”.

Es importante, agrega el especialista, ir rellenando el agua del suelo para evitar que se seque antes de la cuaja, sin tener la capacidad para reponer el agua. “El riego por goteo no está hecho para rellenar 150 milímetros, sino que está diseñado para reponer láminas de 7 a 8 milímetros al día o 60 milímetros por semana. En un escenario de escasez, tendría el suelo lo más mojado que pueda desde temprano. Eso puede salvar la cosecha”, finaliza Gabriel Marfán.

Estrategia de residuos

En Subsole están implementando una estrategia diferenciada para combatir plagas y enfermedades como oídio, chanchito blanco, Lobesia botrana o trips. Primero emplean una línea tradicional de productos, aunque ordenada según su nivel de degradación. Sin embargo, como la tecnología de detección de residuos de los laboratorios ha ido avanzando y en la actualidad es cada vez más difícil sortear exitosamente los controles, el año pasado la exportadora comenzó a implementar también un programa de bajo residuo. Este consiste en usar el programa tradicional hasta floración o cuaja y, de ahí en adelante, utilizar productos naturales en intervalos cortos, como azufre, extractos de plantas y bacillus, entre otros.

 

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