Cuando el clima puede ser el peor enemigo
El Niño Costero trajo sus consecuencias a los diferentes cultivos del país y uno de los que ha sufrido sus efectos es el capsicum. En el norte, la principal zona productora, y como consecuencia de las lluvias, se ha retrasado la siembra y ha habido una mayor incidencia de virus y de plagas. Eso ha llevado a reducir la superficie sembrada frente al temor de ver mermados sus rendimientos. Sin embargo, los productores confían en que el producto cosechado tendrá la calidad que exigen los mercados internacionales.
Marienella Ortiz
Mantos verdes sobre cerros que usualmente están descubiertos debido a la sequedad del clima. Las garzas sobrevolando campos a la captura de bichos e insectos que abundan por la humedad acumulada en la tierra. Los grillos cortando y devorando pequeñas plantas recién instaladas de pimientos. Este escenario, más parecido al de un trópico húmedo, observado en los valles de Jayanca y Olmos, principales zonas productoras de capsicum en Lambayeque, fue el que dejó la intensidad de las lluvias de verano, producidas por el Fenómeno de El Niño Costero. Los virus, insectos y otras plagas desanimaron a un gran número de productores, grandes y pequeños, quienes optaron por no instalar ninguna especie, por temor a lo impredecible de los resultados. Hubo algunos que sí sembraron. Claro está que, a diferencia de la campaña pasada, los precios este año han mejorado, en especial, de la páprika, y los que arriesgaron podrán obtener una ganancia interesante.
De todos los cultivos de agroexportación, el capsicum debe ser uno de las más propensos a contraer todo tipo de virus, plagas y enfermedades. El riesgo está latente y todos lo tienen muy claro, porque en octubre pasado, a raíz de las elevadas temperaturas, se había identificado una mayor presencia de plagas, incluso de mosca de la fruta. Tras un año desastroso, climáticamente hablando, algunos productores no han sembrado y decidieron ir más al sur.
SIEMBRAS RETRASADAS POR LLUVIAS
Para contrarrestar las enfermedades, los productores de Lambayeque tienen establecido desde hace aproximadamente una década un plan de siembra que cumplen rigurosamente.
Entre abril y julio pueden sembrar y el último fruto en campo debe haberse cosechado como máximo el 31 de diciembre. Esta campaña ha sido diferente. En la mayoría de los campos la siembra se inició a finales de abril e inicios de mayo, debido a que las lluvias continuaron, en mayor o menor intensidad, más allá de marzo. Eso les hizo perder tiempo, ya que tras las precipitaciones, había que preparar terrenos que habían acumulado excesiva humedad y se habían colmado de malezas frondosas.
“En 2008 llovió fuerte; fueron como 600 mm desde enero a marzo. En esta ocasión, han sido casi 1.100 mm de lluvia. El 31 de enero comenzaron las lluvias. En febrero fueron más de veinte días continuos de lluvias. En marzo fueron 30 días y luego cayó algo de agua hasta fines de abril. En todo ese tiempo no se pudo entrar al campo”, comenta Carlos Dibós, jefe de operaciones Norte de Virú S.A.,quien administra el fundo El Retiro, ubicado en el distrito de Olmos, donde los plantines de piquillo se instalaron recién en junio. En vez de sembrar lo proyectado en 60 días se hizo en 30 días.
Karen Corman, jefe de operaciones predios norte de Agroindustrias AIB, recuerda la última lluvia fuerte en la zona de Jayanca: el 20 de abril. Luego vinieron algunas ligeras, que igual remojaban los suelos, hasta que acabó el mes. Las siembras de piquillo en Jayanca y Motupe se iniciaron recién en mayo, un mes después de lo que habían planificado inicialmente. Y se extendieron hasta junio. “Con la fecha límite de cierre de diciembre, el cultivo debería tener un proceso de ocho meses, pero ahora lo hará en siete meses”, refiere. El año pasado todo el cultivo de piquillo estuvo centrado en la zona de Olmos, pero no fue una buena campaña por el incremento de temperatura y la presencia de plagas.
EXCESO DE HUMEDAD
En los meses de septiembre y octubre no suele haber precipitaciones, pero los productores saben, por experiencia, que podría haber días lluviosos, sobre todo porque la humedad ambiental es mayor en comparación a otros años. “Una lluvia, aunque esta sea de poca intensidad, pero que moje a la páprika durante el proceso de secado, malogrará toda la producción, y solo se podrá optar a precios bajísimos, un 80% menores de un año normal”, comenta Wilson Ríos, accionista mayoritario de Agrícola Río Grande, durante un recorrido por su fundo instalado en la zona de Inscula, en el distrito de Olmos. Allí, a inicios de septiembre, las páprikas de la variedad King (que pueden alcanzar los 23 cm), de un rojo intenso, aún cuelgan de la planta. Lucen apiñadas debajo del follaje. Faltan pocos días para que sean cosechadas, luego del proceso intenso de control sanitario que involucra trampas para insectos y la eliminación constante de maleza del campo. El fruto debe secar en la misma planta, debido a que será exportado a España seco para su consumo en mesa, no para una agroindustria.
España sigue valorando el producto peruano, de preferencia aquel que se pone en los mercados antes de noviembre. Tras ese periodo, China inunda el mercado con un producto a un precio mucho más barato.
LOS TERRENOS DE CAPSICUM DISMINUYERON ESTA CAMPAÑA
Debido a que el clima les ha jugado en contra desde el año pasado, Agrícola Río Grande decidió reducir de 160 a 42 las hectáreas que dedican a este cultivo. “El 100% que hemos sembrado es páprika, no hemos hecho ni ancho ni guajillo este año, porque las condiciones climáticas han sido adversas. Ya el año pasado el clima estuvo malo. Hubo mucho calor, lo que incentivó una mayor presencia de plagas. Además, tuvimos mucho ataque de mosca de la fruta que malogró parte de los cultivos. A todo esto le sumamos la caída que hubo en los precios internacionales, que bajaron entre un 35% y 40% con relación al 2015, debido a la mayor producción china. Si en 2015 nos pagaban US$3,50/kg, en 2016 el precio cayó a US$2,30/kg, lo cual no compensaba los costos de producción”, comenta Ríos.
Para suplir la baja productiva de este año, comprarán producto (una producción equivalente a una superficie de 50 ha) a productores de Chimbote y Barranca, gracias al establecimiento oportuno de cadenas productivas.
En Virú S.A. han sembrado 161 ha de capsicum, de las cuales 157 ha corresponden a piquillo, 3 ha son de morrón y solo 1 ha de jalapeño. Aunque el año pasado los volúmenes fueron similares, la empresa ha tenido campos que antes sumaban las 350 ha de estas especies. La campaña pasada igualmente se vio afectada por el incremento de temperatura. “Veníamos con una operación muy bonita, pero al final el fruto no llegó a desarrollarse tan grande como hubiéramos querido y su peso fue menor. Fue un invierno muy caluroso, pero este año fue más razonable, ya que incluso tuvimos días con temperaturas muy bajas. La campaña viene mejor, aunque hemos tenido los problemas de siempre y los controlamos”, refiere Carlos Dibós.
AIB ha sembrado 178 ha en total de piquillo. En el fundo San Pedro de Jayanca se han instalado 128 ha y 50 ha en el fundo Las Rosas de Motupe. En el 2016, sembraron una gran cantidad en la zona Olmos, pero hubo una gran incidencia de plagas, en especial, de Prodiplosis y también de enfermedades como oídio. Las pérdidas fueron las que desanimaron a la empresa a insistir este año en esa zona de Lambayeque.
EL NECESARIO MANEJO INTEGRADO
En esta campaña, los campos se llenaron de maleza por la humedad acumulada en la tierra. Estas atraen a los pulgones y otros insectos que a su vez provocan la presencia de diferentes virus en los pimientos.“La lucha es contra la maleza”, dice Dibós al señalar con el dedo índice los campos de Virú S.A., los del vecino y, luego, los cerros, que hoy están totalmente verdes y, desde donde se puede trasladar el temido pulgón.
“Con las lluvias apareció mucha vegetación en Olmos. Existen dos malezas muy importantes que aparecen acá; una es una cucurbitácea que se le llama jaboncillo y otra es una solanácea que se llama tomatillo. Esas dos malezas son las causantes de que aparezcan los virus. Por más que uno tenga los campos limpios, del cerco para afuera, en campos vecinos o comunales aparecen estas malezas y con ellas los virus, que pueden entrar a nuestros campos. En otros lugares, donde están rodeados de desierto, eso no sucede”, explica. Pero la lucha no es ciega, hay mecanismos, muchos de ellos naturales, que se vienen utilizando intensamente con éxito en esta campaña para proteger los cultivos.
Unas inmensas coles ya con hojas un tanto descoloridas lucen como un cerco protector alrededor de los piquillos próximos a cosechar en el fundo El Retiro de Virú S.A. Por su tipo de verde intenso, llamativo para los insectos, se sembró quince días antes del piquillo. “El objetivo es que cuando sembremos el piquillo haya suficiente materia verde adicional que atraiga al pulgón. Así, en vez de ir a la planta del piquillo va a la col. Esto lo empezamos hace unos cuatro o cinco años atrás. Lo mantenemos como protocolo, porque hemos visto buenos resultados. A la col se le pone todos los insecticidas que podamos porque no hay ningún tipo de limitación. Allí tratamos de eliminar a los insectos”, refiere Dibós.
Adicionalmente, en los campos de Virú y del resto de productores se coloca un gran número de trampas con plástico amarillo para el pulgón y azules para los trips (tuvo menor incidencia en esta campaña). También son utilizadas las bandejas con melaza y agua para la captura de diferentes insectos adultos. En el caso de la mosca de la fruta, Senasa realiza un constante monitoreo de los campos, instalando trampas con feromonas. Existe un rango de número de moscas por trampa al día. Cuando las capturas son altas se exige a los encargados del fundo a fumigar los campos.
DEMANDA DE AGUA
En estos valles,el agua se extrae de pozos y se utiliza riego por goteo para maximizar su uso. El volumen utilizado por campaña puede variar, según el tipo de suelo. Si bien todos son francos, algunos tienen un mayor nivel de salinidad. Los de AIB comentan que usan 7,000 m3/ha/año en el valle de Jayanca para el cultivo del piquillo, desde el trasplante hasta la cosecha. Mientras tanto, Virú S.A. demanda entre 9,000 y 10,000 m3/ha/año en el fundo que tienen en Olmos. Agrícola Río Grande necesita de 8,000 a 9,000 m3/ ha/año para la páprika.
DEMANDA DE MANO DE OBRA
En el cultivo de páprika, se deben realizar diferentes labores durante la campaña como deshierbos, la instalación de tutores, cosecha, entre otros. Para el trasplante, Agrícola Río Grande necesita 14 jornales por ha; en deshierbo,se requirió 35 jornales; en instalación de tutores, son 12 jornales, etc. En total, el cultivo requerirá al cierre de la campaña de 120 jornales por ha.
ENSAYOS CON DIFERENTES VARIEDADES
Este año, AIB realiza una prueba de 2 ha de jalapeño en Motupe. La expectativa es cosechar 50 tn/ha. En función a si se da ese rendimiento se incrementará el área el próximo año. En tanto, Virú S.A. viene probando diferentes variedades de morrón de todo tipo, rojos y amarillos. Estos son sembrados en campos vecinos. Agrícola Rio Grande viene haciendo ensayos conel uso de plástico en suelo para sus cultivos de páprika. Evaluarán los resultados en esta campaña.
Elberth Linker Puse Fernández, jefe de campo de Capsicum de Agrícola Río Grande, considera que este ha sido el año de la virosis, durante toda la etapa de crecimiento de la páprika. “Los virus fueron de todo tipo: el moteado, del tomate y la peste negra, que ataca a la planta y que puede reducir el rendimiento de 7 a 3 t/ha de páprika seca. Los virus estuvieron latentes todo el año, pero solo afectaron al 1% de todo el campo”, menciona.
En vez de col, la empresa instaló maíz alrededor del cultivo de exportación.“La virosis entra por los pulgones, mosca blanca y trips de la maleza. Si el insecto llega directamente al cultivo transmitirá la virosis, pero como tenemos el maíz, choca y hace su contacto allí. Si vuela nuevamente al pimiento será menor el porcentaje de contacto o daño”, menciona el jefe de campo. Igualmente, la siembra se hace según la dirección del aire -en este caso, de norte a sur- para evitar cualquier contagio de plagas y hongos.
Otra práctica necesaria fue el incremento de las labores de deshierbo. Karen Corman de AIB refiere que lo usual es que se destine personal para sacar maleza cada 15 o 20 días, pero en la actual campaña ha sido necesario que se realice cada 7 días. “El banco de semillas que hay debajo de la tierra se ha cargado demasiado. En la época de lluvias, la maleza crecía, florecía y otra vez sus semillas caían al suelo; han hecho como tres ciclos. El presupuesto para deshierbar se ha elevado, porque requiero de más personas en esta campaña”, comenta.
En la fase inicial, cuando recién se sembró el pimiento, aparecieron muchos grillos que mordían la planta, y esta debía ser retirada. Agrícola Río Grande cuenta que tuvieron que recalzar muchas plantas que ya estaban rotas. Hasta los primeros 25 días de instalada la páprika sufrieron de los ataques de la plaga. De allí vinieron los problemas con virus. En Virú S.A. se pusieron sebos tóxicos con pancamel y se fumigaba de noche, que es cuando los grillos iniciaban su ataque a las plantas.
Corman cuenta otra forma de proteger a las plantas frente a los virus. Cuando la planta del piquillo es trasplantada al campo, se aplica vía foliar leche diluida en agua para formar una película de grasa en las hojas y tallo, lo que reduce el riesgo del ingreso de algún virus. Corman resalta que todas estas prácticas de control sanitarios se usan porque no se puede aplicar muchos pesticidas, por el tema de los LMR en los mercados de destino. “Si en la etiqueta dice que hay que usar cierta cantidad, en nuestra empresa se usa el rango mínimo para no tener problemas durante la exportación”, refiere.
En el cultivo de capsicum, lo más importante es mantener un control constante por parte de los responsables de campo, quienes deben estar alertas para advertir sobre la aparición de algún problema y así poder tomar las medidas del caso. De lo contrario, puede perderse toda una cosecha, como ocurrió con algunas empresas en la campaña pasada. “Tenemos un equipo de sanidad que está repartido en diferentes fundos. Dos o tres veces por semana recorren el campo mirando y evaluando la sanidad del cultivo. Se revisa bien y se ve cómo fumigar. En todos los cultivos existen estos controles, pero en el capcicum es más minucioso. Una plaga fuerte en el campo puede en poco tiempo hacer mucho daño; no es como un maíz o una caña de azúcar en la que si no se toman medidas en una semana o cinco días no hay mucho problema”, refiere Carlos Dibós.
LO QUE FINALMENTE SE ESPERA EN ESTA CAMPAÑA
Este año, AIB espera un rendimiento en el piquillo de 27 t/ha, debido a que han podido controlar los virus. Karen Corman proyecta que de cada planta saldrán entre 20 y 22 frutos y cada uno de ellos pesará aproximadamente 55 gramos, es decir que cada planta producirá 1.3 kg aproximadamente.
Las cualidades que se valoran del piquillo es que sea rojo y que tenga 10 cm de largo con la forma de una pirámide, terminando en un piquito. “La intensidad del rojo es por el manejo de nutrientes y el sol”, explica Corman. Sin embargo, no debe caerle directamente los rayos solares, para lo cual, debe mantener su follaje que proyecte sombra; de lo contrario, el fruto se quema y pierde el color. Nunca falta algún fruto que por su peso queda expuesto y se quema. También exige de cierta ‘expertise’ de quien coseche el fruto. “Es sencillo en la medida que la gente agarra el ritmo, que no jale fuerte la planta porque puede salirse toda con los otros frutos verdes. Además, otros pueden ver un fruto rojo cuando es anaranjado y ese ya no es calidad A sino C. Hay que capacitar mucho al personal”, refiere Karen Corman.
En los campos de Virú S.A. ya hace algunas campañas que vienen utilizando plástico blanco arriba y negro abajo, porque ayuda a generar refracción que aleja a los pulgones. También se busca reducir la presencia de maleza de hoja ancha. Sin embargo, las malezas con crecimiento erecto, a veces hasta perfora el plástico. También hay menos evaporación y permite un ahorro en el consumo de agua con esta práctica. Para la instalación, se hacen agujeros en el plástico y en cada metro lineal ubican un promedio de siete plantas.
La empresa proyecta un rendimiento de 32 t/ha con 26 a 28 frutos por planta. En el 2015 tuvieron campos que rindieron arriba de las 38 t/ha, pero también hubo campos de 25 t/ ha. Ahora que los frutos están en proceso de maduración están entrando lo menos posible al campo, pues si un trabajador toca una planta enferma puede contagiar al resto por el simple contacto.
En Agrícola Río Grande esperan obtener un promedio de 7 t/ha de páprika seca, que es el estándar normal. El tamaño por fruto esde unos 15 cm de ancho con una longitud de 22 a 23 cm de largo, debido a que siembran la variedad de mayor calibre (King). Su longitud depende de su ubicación en los tres pisos de la floración; cuanto más abajo, serán más grandes y si está en el tercio superior serán más pequeños.
“La páprika se deshidrata en la misma planta y debe ser de un color ‘vino tinto oscuro’. Luego se lleva a un tendal plano y ponemos los frutos en líneas. Dependiendo del sol, puede estar entre 7 y 10 días a la intemperie. Para evitar los problemas con la ocratoxina, se desinfecta la zona donde se pondrá a secar el pimiento con hipoclorito de calcio. En la misma planta puede terminar el secado, pero como queremos hacer dos cosechas, se saca antes. Los frutos de la última cosecha se dejan hasta el final. Primero se sacan los de abajo, los que están rojos y, luego de mes o mes y medio, se cosecha el resto. En esas dos cosechas salen 7 tn/ha de páprika seca. En la primera cosecha sacamos 4 toneladas y en la segunda cosecha obtenemos 3 toneladas”, refiere Puse Fernández.
En el caso de los pimientos piquillos, estos serán procesados en conservas, cuyos precios se mantienen este año sin mayor variación. En la actualidad, el precio de la páprika está en un 50% más que el año pasado, según comenta Wilson Ríos de Agrícola Río Grande, quien tiene por meta llegar con el mayor volumen posible al mercado español hasta noviembre. Tras eso, China inunda el mercado con su producción. Aunque existe una creciente competencia en el mercado internacional, Ríos considera que los capsicum peruanos siempre serán reconocidos por su calidad y sabor.
PLAN DE SIEMBRA PARA EVITAR LAS PLAGAS
Corría el año 2008 cuando un fuerte ataque de virus infectó los cultivos de capsicum en todo Lambayeque. Luego de reuniones entre los actores vinculados (Productores, Minagri, INIA, Senasa y la Universidad Pedro Ruiz Gallo) se llegó a la conclusión de que era necesario establecer un plan de siembra para evitar el cruce de plagas entre un campo y otro.
El resultado fue un reglamento que se convirtió en la Ordenanza Regional Nº 010- 2009- GR.LAMB/CR, la que establece un periodo establecido para la siembra y otro para la cosecha y, además, un periodo de campo limpio que va del primero de enero al 31 de marzo. La siembra debe realizarse entre el 1 de abril al 31 de julio y la cosecha debe terminar el 31 de diciembre.
“Cuando comenzamos con el reglamentosumamos 30 productores, que sembraban todo tipo de pimiento, páprika, morrón, piquillo, jalapeño, ancho y otros picantes. Al principio costaba que la gente se alineara, pero ahora ya no, porque saben las consecuencias que eso significa en contaminación de los campos”, refiere Carlos Dibós, quien tiene la presidencia del comité técnico de capsicum de la región.