Un pilar de la industria de la fruta de exportación
El ingeniero agrónomo MSc y PhD Roberto González desarrolló una trayectoria académica y profesional, vinculada principalmente a la Universidad de Chile, que se extendió por más de seis décadas y alcanzó 180 publicaciones. A lo largo de su vida se dedicó a descubrir, describir y analizar las mejores estrategias para controlar las plagas que afectan a la fruticultura nacional, permitiendo que Chile se transforme, en efecto, en una potencia agroalimentaria a nivel mundial. En este artículo sus exalumnos y colegas lo recuerdan.
A fines de marzo de 2018 falleció a los 85 años de edad Roberto Hernán González Rodríguez, ingeniero agrónomo, doctor, investigador y académico en la Facultad de Ciencias Agronómicas de la Universidad de Chile y uno de los más destacados entomólogos del país de los últimos 50 años. Su trayectoria se extendió por más de seis décadas durante las cuales desarrolló una amplia obra bibliográfica compuesta por más de 180 publicaciones, en las que plasmó taxonomía, biología y propuestas de control de diversas plagas agrícolas.
Querido y admirado, a nueve meses de su partida sus ex alumnos, colegas y amigos lo recuerdan y destacan no solo su vasta obra y profundo aporte profesional, sino también su labor formativa, sus características humanas, su pasión por la entomología y una amplia capacidad técnica que ayudó a Chile a transformarse en uno de los mayores exportadores frutícolas del mundo.
Además de su labor científica, universitaria y como asesor de diversas empresas, desempeñó una extensa actividad en diversos ámbitos. Entre 1970 y 1978 fue especialista en Manejo Integrado de Plagas para la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y durante casi dos décadas trabajó en el Codex Alimentarius –establecido por la FAO y la Organización Mundial de la Salud (OMS)- en materias relativas a residuos de plaguicidas. Fue también un destacado miembro de la Unión Internacional del Comité de Plaguicidas Agrícolas (IUPAC), a través de la cual contribuyó en diversos aspectos relacionados con la determinación de límites máximos de residuos. En su calidad de representante del sector exportador chileno, formó parte de la delegación nacional en ese organismo hasta el año 2010.
Asimismo, trabajó como asesor de la Asociación de Exportadores de Frutas de Chile, A.G. (Asoex) por más de 30 años, aportando en materias fitosanitarias y entomológicas. En tanto, se desempeñó como editor de la Agenda de Pesticidas –publicada por dicho organismo gremial- desde su nacimiento en 1989, donde fue clave para fijar las carencias para varios de estos productos en el uso agrícola. Junto con ello, fue miembro titular de la Academia de Ciencias Agronómicas, organización que presidió entre 2012 y 2014.
Quienes lo conocieron y trabajaron con él valoran sus amplios méritos profesionales. “En términos académicos, realizó la descripción de innumerables especies de plagas, lo que permitió un control adecuado de las mismas. Por eso, fue fundamental en el desarrollo frutícola del país”, comenta Arnaldo Rodríguez, quien fue su alumno de postgrado y trabaja como jefe técnico vitícola en la Viña Luis Felipe Edwards, de la cual González fue asesor. “Fue un enorme aporte a la industria frutícola nacional, con una capacidad profesional extraordinaria para describir especies y escribir sobre el manejo y control de plagas”, agrega Cristian Arancibia, quien fuera su estudiante en las cátedras de Zoología General y Entomología General y que hoy es el director de la Red de Monitoreo de Plagas en Syngenta.
En un texto publicado tras su deceso, la Asoex destacó su “mirada global para visualizar el problema que generaba (y genera) el control de plagas, el correcto uso de productos agroquímicos, aplicando siempre un criterio normativo frente a las exigencias de los mercados internacionales, de tal forma que la fruta chilena fuera reconocida en el exterior por su buen manejo fitosanitario y sanitario”.
“Su legado –resume Luis Espíndola, exalumno y actual asesor agrícola- es haber sido el profesional que más contribuyó a la exportación frutícola, con sus libros y artículos sobre plagas y su prestigio a nivel mundial, que hizo que muchos acuerdos fitosanitarios entre Chile y otros países fueran posibles, solo por el hecho de su participación en ellos o elaborando los programas de manejo”.
Una Obra para Regalar
Durante sus años de estudiante universitaria y ayudante, Karina Buzzetti fue testigo de cómo el profesor Roberto González solía regalar copias de sus libros a las personas que veía motivadas en el área entomológica. Tratando de respetar ese espíritu y ayudada por los hijos del académico (Verónica, Mauricio y Roberto González Díaz) y los ingenieros agrónomos Yerko Calquín y Cristian Arancibia, en los últimos meses ha realizado un intenso trabajo para recuperar copias de los libros -propiedad del mismo González- que se encontraban en su oficina, casa y bodegas de la Universidad de Chile.
Gracias a esta iniciativa, se han entregado copias a diversas instituciones como la Universidad Austral de Chile, la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, la Universidad de O’Higgins, el Museo de Historia Natural y 10 escuelas agrícolas ubicadas entre las regiones de Coquimbo y Ñuble, entre otras. A su vez, se han repartido ejemplares a ingenieros agrónomos y profesionales afines pertenecientes a diversas empresas e instituciones públicas y privadas ligadas al agro. Ya se han entregado 1.500 unidades, equivalentes a $18 millones. Esta labor continuará en el futuro.
Antonio Lorca, exalumno y actual jefe técnico de la zona de Teno de la empresa Unifrutti.
Yerko Calquín, ejecutivo de Bayer y exalumno de González, entrega libros escritos por el profesor en la Escuela Agrícola Pascual Baburizza.
Cristián Arancibia , exalumno de Roberto González, entregando libros del profesor a productores de San Fernando y Temuco.
Una imagen de 2008 del profesor Roberto González junto a Karina Buzzetti, exalumna y doctora en Ciencias de la Agricultura.
UN APASIONADO POR LA ENTOMOLOGÍA
En principio se debía tener cuidado con “Chaleco González”, como le decían a Roberto González en vistas a su formalidad para vestir, ya que en una primera instancia no era de trato fácil e inspiraba respeto. Eso fue lo que le advirtieron a Pedro Calandra, profesor y director de la Biblioteca Ruy Barbosa de la Facultad de Ciencias Agronómicas de la Universidad de Chile, cuando ingresó a trabajar en dicho establecimiento a fines de la década del 90. “A poco andar apareció en la puerta de mi oficina un personaje que no solicitó audiencia e ignoró a la secretaria, procediendo a auto presentarse y dictar un largo discurso acerca de quién era”, recuerda.
De amplia trayectoria académica y como investigador en la Universidad de Chile, en aquellos años el doctor González ya era una suerte de mito viviente para funcionarios, alumnos y profesores de esa casa de estudios. “Les recuerdo que fui profesor de todos ustedes y tienen que respetar mi postura”, se le podía escuchar decir cuando había que zanjar alguna discusión con sus pares.
Nacido en Santiago de Chile el 7 abril de 1933, se tituló de Ingeniero Agrónomo en 1956 en la Universidad de Chile, con la Tesis de Grado “Biología y Control de la Escama de San José, Diaspidiotus perniciosus (Comst)”, la que luego se transformaría en parte de uno de los primeros libros de su autoría. Desde joven mostró interés por la enseñanza. Luego de ser ayudante de los cursos de Zoología y Entomología, ingresó a la planta académica de la Universidad de Chile para ser el primer director de la Estación Experimental Agronómica Germán Greve Silva, ubicada en Rinconada de Maipú. Ese mismo año publicó el primer boletín técnico de esta entidad, llamado “Biología y Control de la Falsa arañita de la vid, Brevipalpus chilensis Baker”.
Posteriormente, fue apoyado por la Fundación Rockefeller para realizar sus estudios de postgrado en la Universidad de California, Davis. En dicho establecimiento obtuvo los grados de Master of Science en 1963 y de Doctor of Philosophy (Ph.D.) en Entomología en 1964. Su tesis de doctorado se tituló “A world review of the predatory mites of the family Stigmaeidae” (Una revisión mundial de los ácaros depredadores de la familia Stigmaeidae). Entre 1967 y 1968 continuó sus estudios postdoctorales en la Universidad de California, Berkeley sobre el control biológico de plagas agrícolas. Tras un paso por Chile, en 1970 viajó a Roma, Italia, para trabajar en la FAO.
Era –comentan sus cercanos- un apasionado por la entomología. “Siempre me impresionó la gran dedicación a todas sus actividades y particularmente con sus alumnos”, resume Arnaldo Rodríguez. Ese afán, comenta Antonio Lorca -exalumno de González de las cátedras de Zoología y Entomología-, se manifestaba abocándose a la solución de los más diversos desafíos entomológicos para lograr que Chile exportara fruta a la mayor cantidad de países posible.
A lo largo del tiempo fue desarrollando una gran diversidad de atributos en su trayectoria profesional y académica. Destacaron, en especial, su capacidad de análisis, disciplina, rigurosidad y perfeccionismo. “Fue muy autoexigente, ya que su área de investigación no permite errores, por lo cual les pedía a sus alumnos y colaboradores lo mismo”, afirma Pedro Calandra. “Estoy agradecida de él por exigirme y no conformarse con que cumpliera el mínimo”, reflexiona Karina Buzzetti, doctora en Ciencias de la Agricultura y quien fuera alumna del profesor González en el magíster y en el trabajo de titulación.
Por esta amplia labor pedagógica y técnica, fue reconocido en diversas ocasiones: Sociedad Sigma X, Davis Chapter; Medalla de Plata y Diploma de Honor de la Sociedad Entomológica del Perú (1971); Premio Carlos Porter del Colegio de Ingenieros Agrónomos (1978), entregado a los asociados que se hayan destacado por su relevante desempeño en el campo de la actividad científica; distinción al Mejor Profesor del Departamento de Sanidad Vegetal de la Facultad de Ciencias Agronómicas de la Universidad de Chile (1980) y Premio al Mérito Académico “Rector Ruy Barbosa” de la misma casa de estudios, entre otros. El último galardón que recibió en su vida fue la Espiga de Oro, entregado en la 59° versión anual de la Ceremonia de Premiación del Colegio de Agrónomos de Chile A.G, a fines de noviembre del 2017, como reconocimiento especial a su trayectoria profesional.
SENCILLO, DIRECTO Y BUEN CONVERSADOR
Detrás de aquel abultado currículum y su imponente prestancia había una persona sencilla. “Era un hombre simple y nada de sofisticado”, afirma Antonio Lorca, de quien González fue profesor patrocinante de su tesis de grado. “Siempre era directo e iba con la verdad por delante. Era cercano y amigo cuando se sentía en confianza y dispuesto a colaborar sin interés económico”, agrega Arnaldo Rodríguez. Gozaba, además, de un gran sentido del humor con sus cercanos. “Siempre en las reuniones técnicas tenía algún chiste o anécdota que contar”, apunta Luis Espíndola.
Años después de su primera presentación ante Calandra, volvió a la biblioteca, pidió un café y un cigarrillo. “Tú fumas, convídame un pucho”, le dijo González, quien –de hecho- no solía comprar “para no fumárselos todos” y mantener el vicio a raya. A partir de ahí, las visitas eran recurrentes –dos a tres veces por semana- para compartir un café y hablar un poco de todo: de la situación agraria del país, el mundo universitario, los animales (que le encantaban), libros, artículos y proyectos en los cuales cada uno estaba participando.
Era un buen conversador. “Hablábamos de cuestiones técnicas y de contingencia, pero también de cosas simples de la vida, cosas que nos unían, como que ambos trabajamos vendiendo entradas en las boleterías del estadio: él en el mítico Santa Laura y yo en el Municipal de San Fernando. Discutíamos mucho porque se declaraba colocolino y yo, al ser azul, teníamos bastante para pelear y amenizar los viajes y almuerzos”, recapitula Yerko Calquín, ejecutivo de Bayer y exalumno de González, quien fue también el encargado de guiar su tesis de título. “Siempre me conversaba de su familia. Estaba preocupado de su señora y cuando participaba como charlista en eventos profesionales en los últimos años, se hacía acompañar por ella”, agrega Cristián Arancibia.
“LLENABA LOS VACÍOS DE INFORMACIÓN EN EL MOMENTO JUSTO”
A quienes les tocó ser sus alumnos o trabajar con Roberto González, reconocen su apertura permanente para compartir sus conocimientos y dar consejos, lo que hacía como profesor de las cátedras de Zoología General, Entomología General y Toxicología tanto en el pregrado como en el magíster o como guía de tesis. Participó en la extensa formación de varias generaciones de agrónomos que han trabajado activamente en el sector agrícola en las últimas décadas.
Luis Espíndola recuerda sus clases exhaustivas, llenas de diapositivas que buscaban desarrollar hasta los más pequeños detalles, como también sus exigentes evaluaciones. “Sus ramos no eran los más fáciles; por lo tanto, se debía estudiar mucho”, apunta. “Para varios alumnos, aprobar con él marcaba el cambio de estudiante a profesional, pues su aporte iba mucho más allá de la entomología en sí. Lo que aprendí de él no podría haberlo aprendido de nadie más”, recuerda Karina Buzzetti.
Valores como la responsabilidad, la integridad, el respeto y la puntualidad eran parte de su impronta. Cristián Arancibia resume la labor académica de Roberto González como la de “un gran profesor, un maestro muy estricto, exigente y respetado por todos, con normas claras. Un académico con una trayectoria profesional poco usual dentro y fuera de la Facultad, con un currículum excepcional”.
Uno de los aspectos más destacables de su labor académica es su aporte como investigador, con una bibliografía que se extiende en nueve libros y cerca de 180 documentos afines. “Sus numerosas publicaciones contribuyeron al conocimiento de la entomología, el uso correcto de plaguicidas y su conocimiento en residuos y días de carencia para el cumplimiento de las tolerancias exigidas por países importadores. Ha sido la única persona en Chile que ha publicado libros especializados sobre plagas y degradación de pesticidas, que son referentes para el quehacer frutícola”, dice al respecto Luis Espíndola.
“Cada vez que aparecía una plaga nueva, Roberto a los pocos meses producía un libro con su biología y control”, comenta el ingeniero agrónomo y académico Edmundo Acevedo, quien compartió con González durante muchos años en la Universidad de Chile. Para Cristián Arancibia, en cada ocasión que sacaba una nueva publicación, superaba lo hecho anteriormente. En ellas mostraba pasión por la taxonomía y reproducía dibujos hechos por él, con detalles milimétricos de insectos y ácaros. “Le gustaba la descripción de las especies, su biología, importancia económica y manejo de control. Siempre le dedicaba mucho espacio en sus publicaciones a la descripción de las especies y plagas. Cada libro era escrito a plenitud en la ocasión justa, llenando el vacío de información de la contingencia del momento”, relata el ingeniero agrónomo y ejecutivo de Syngenta.
Sus libros publicados son: “Biología, Ecología y Control de la Escama de San José en Chile” (1981); “Manejo de plagas de la vid” (1983); “Insectos y ácaros de importancia agrícola y cuarentenaria en Chile” (1989); ”El trips de California y otros tisanópteros de importancia hortofrutícola en Chile: (Thysanoptera Thripidae)” (1999); “Degradación de residuos de plaguicidas en huertos frutales en Chile” (2002); “Las polillas de la fruta en Chile (Lepidoptera: Tortricidae; Pyralidae)” (2003); “Pseudocóccidos de importancia frutícola en Chile (Hemiptera: Pseudococcidae)” (2011); “Lobesia botrana (D.&S.) y otras polillas plagas de la vid en Chile (Lepidoptera: tortricidae)” (2015); e “Insectos Coccoideos plagas de cultivos frutales en Chile (Hemiptera: Coccoidea)” (2016). Todos ellos se mantienen a la venta al público general en la Facultad de Ciencias Agronómicas de la Universidad de Chile, a excepción de “Insectos y ácaros de importancia agrícola y cuarentenaria en Chile”, que se encuentra agotado hace una década. Antes de su muerte, se encontraba iniciando un décimo volumen.
Varias de estas obras constituyen una marca imborrable. Para Luis Espíndola, por ejemplo, “Biología, Ecología y Control de Escama de San José en Chile” marcó un paso importante para el conocimiento de esa plaga en frutales, para así contar con herramientas que permitieran combatirla y poder exportar fruta a muchos mercados. “Este libro marcó mi ruta en el área de entomología frutal como estudiante de agronomía”, asegura Cristián Arancibia. También su libro sobre insectos y ácaros cuarentenarios ha sido una fuente de consulta permanente para los profesionales ligados a la fruticultura de exportación.
“LLORO A UN PROFESOR, COMPAÑERO DE ACADEMIA, DE TRABAJO Y AMIGO”
El 23 de marzo de 2018, el profesor Roberto González falleció luego de complicaciones producto de un accidente vascular, dejando a su esposa Otilia Díaz y sus hijos María Verónica, Mauricio y Roberto.
Para Antonio Lorca, quien en la actualidad es jefe técnico de la zona de Teno de la empresa Unifrutti, su principal legado es el fuerte compromiso ético y académico que tuvo para formar a nuevas generaciones de profesionales, los que le han permitido a Chile afrontar los desafíos de abrirse al mundo como una potencia agroalimentaria.
También están sus libros y escritos como una sólida fuente de conocimiento. “Sus publicaciones académicas sirvieron para transmitir su conocimiento en plagas claves para la fruticultura como la arañita roja (Brevipalpus chilensis), la biología de Margarodes de la vid, el aporte en el conocimiento de varias especies de polillas, el burrito de la vid, el tiempo dedicado a la biología de los chanchitos blancos en fruticultura y la Escama de San José en frutales”, recapitula Arnaldo Rodríguez.
Al momento de fallecer, estaba preparando una nueva edición actualizada con la incorporación de ocho nuevas plagas, de “Insectos y ácaros de importancia agrícola y cuarentenaria en Chile” (1989). Pocas semanas antes había tenido la última conversación con Pedro Calandra, director de la Biblioteca Rector Ruy Barbosa de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad de Chile. “Me comentó que necesitaba de mi ayuda con su nuevo libro y que, en cuanto saliera de la clínica, nos pondríamos a trabajar. A pesar de su estado de salud, tenía claro su compromiso con su país”, recuerda.
“En lo personal, lloro a un profesor, compañero de Academia, de trabajo y amigo”, dijo en su funeral el profesor Edmundo Acevedo. Es que su huella ha calado hondo en el mundo de la agricultura chilena. “Solo tengo palabras de agradecimiento para quien fue un enorme profesional de la entomología y una extraordinaria persona, que dejó muy en alto el nombre de Chile en todo el mundo: el Profesor Roberto González”, afirma Yerko Calquín en una declaración a lo que Karina Buzzetti agrega unas últimas palabras: “Ha sido un honor participar en su legado, difundiendo y rescatando su obra, pues su huella en el sector frutícola y en la formación de tantas décadas de profesionales será imperecedera e inigualable”.