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Protagonista de la industria de las flores:

Graciela Arias de Guáqueta: Testigo de un pasado incierto y de un presente consolidado

Violeta de los Alpes y crisantemos fueron dos de las especies que iniciaron el negocio de las flores en Colombia hace 60 años. La familia Guáqueta Arias fue una de las precursoras de un negocio que hoy vende US$2.000 millones. La historia la cuenta una mujer que vivió todo el proceso y que aún, sigue inmersa en el mundo de las flores, Graciela Arias de Guáqueta.

02 de Marzo 2023 Equipo Redagrícola
Graciela Arias de Guáqueta: Testigo de un pasado incierto y de un presente consolidado

Ximena González V. Fotos Familia Guáqueta

Detrás de la sonrisa contagiosa y de la ‘memoria fotográfica’ que aún conserva intacta Graciela Arias de Guáqueta, se tejen un sin número de historias. Historias con las que logra reconstruir su paso por la floricultura, y el crecimiento de un sector que tras más de 60 años no le ha dejado más que satisfacciones y gratos momentos. El camino recorrido dice, siempre fue más llevadero de la mano de su esposo, Ernesto Guáqueta, uno de los primeros tres cultivadores de flores en Colombia y miembro fundador de Asocolflores.

Mientras lo trae a su memoria, Graciela dice que siempre fue su mano derecha y el apoyo que su esposo necesitó mientras se embarcaba en esta ‘aventura’ llamada floricultura.

Sin embargo, su vida nunca tuvo relación alguna con las flores. “Ernesto trabajaba como gerente en una empresa de automotores y años más tarde se encaminó por el negocio frutícola”, recuerda, sobre los años en que su marido cultivaba fresas, uchuvas y curubas en un lote que habían comprado en el municipio de Sibaté, vereda la Chacua. En esas tierras nació Frutera del Muña” con el firme objetivo de exportar fruta, intento que no prosperó, pues se encontraron con una dificultad no menor: EE UU había rechazado los envíos de curuba, señalando que contenía cobre. “En realidad la vida nos fue llevando a donde debíamos estar, fueron oportunidades que se nos presentaron y que aprovechamos”.

Recuerda Graciela que un conocido que cultivaba plantas de Violeta de los Alpes y crisantemos. Les propuso que se asociaran para explotar este negocio de flores.  “En ese momento yo pensaba ¡no vamos a poder!, pero él sí pudo, incluso llegamos a ser el mayor productor de plantas de pote”. En ese entonces cultivaban dos variedades de crisantemos que no necesitaban de luz adicional para lograr buen largo de tallo. Sin embargo, años más tarde, estas variedades se destruyeron, por la posibilidad de que hospedaran con Roya Blanca y se afectaran las exportaciones.

Tras ese intento, iniciaron el cultivo de pompón de la variedad Iceberg, que producía una excelente flor, color y textura, pero un pedúnculo muy corto. Al poco tiempo lo reemplazaron por la variedad Polaris. pero en su cultivo esta daba unos tallos demasiado delgados, y fue ahí que decidieron concentrarse con las variedades Daysi, Pinocchios y otras de crisantemo estándar.

“Desde ese momento mi esposo se dedicó 100% a las flores, incluso pasamos de ser Frutera del Muña a Jardines del Muña, y en hicimos los primeros envíos a EE UU”, cuenta Graciela y de inmediato recuerda su primer viaje a ese país. Se encargaba de traducirle a su esposo y con una cámara fotográfica, una libreta de apuntes y un metro metálico tomaban al detalle, medidas y distancias requeridas en cada cultivo. Ernesto pronto se dio cuenta que la atención al detalle y al proceso era, y es, central al éxito en floricultura.

Sus viajes fueron claves para aprender de esta industria. Aquel que hicieron en 1964, según cuenta Graciela, visitaron Florida y Chicago y repartieron flores en Nueva York con Peter Ulrich (con quien inició años más tarde “Flores Esmeralda” en asocio con Héctor de Bedout). También conocieron a Joe Matos, de Caribe Wholesale Florist en Puerto Rico,, quien se convertiría en uno de los clientes más importantes de Jardines del Muña.

Y es que aquí, cabe el adagio popular ‘vale más tener amigos que dinero’. “Todos los colegas que conocimos en nuestros viajes fueron gentiles y generosos con nosotros que éramos unos principiantes. Creo que, además, nunca se imaginaron el monstruo que iba a terminar siendo Colombia en la floricultura” dice Graciela.

Ernesto Guáqueta y Graciela Arias, pioneros en el cultivo de flores en Colombia.

Sus primeros envíos de crisantemos fueron a Miami, Nueva York y Tampa. Graciela recuerda lo difícil que resultaba en ese entonces obtener los cupos para poder exportar crisantemos, claveles y rosas. Incluso llega a decir “cada vez que se ‘coronaba’ un embarque era una dicha”. Y es que según recuerda, la logística en ese momento era de lo más difícil. “Conseguir un cupo era tener una aventura. Había que dormir en el aeropuerto porque si no, nos retiraban las cajas de nuestras flores, ya éramos varios exportadores y hasta nos sacábamos las cajas los unos a los otros para lograr el cupo”, dice sobe el principal inconveniente comerciales al inicio.

Ya en los años 70 nace Colcarga Internacional Ltda., de la que Ernesto Guáqueta también fue socio fundador, y que marcó un hito clave para disminuir el conflicto entre los exportadores por los cupos de carga de exportación.

UN PERÍODO DE TRANSICIÓN: EL PASO A UNA NUEVA GENERACIÓN

Pese al auge que va teniendo la floricultura en el país y ya con todo un conocimiento adquirido sobre el sector, las dificultades financieras llevan a que Jardines del Muña cese operaciones. Sin embargo, Ernesto sigue trabajando e inicia Guáqueta Trading, que representa casas de semillas para la floricultura. “Dejamos de ser exportadores y nos convertimos en importadores de semillas”, dice Graciela. Hoy, Guaqueta Trading era una empresa dedicada a la distribución de material vegetal ornamental, semillas, plántulas y bulbos. Entre el material que se importa en esos años destacan girasoles, campánulas, lisianthus, aster matsumoto, bocas de dragón, ptilotus matilda y otro sin número de materiales.

Sin embargo, en el 2001, los problemas de salud llevaron a Ernesto a retirarse de la empresa y puso a uno de sus siete hijos en una encrucijada. O tomaba el negocio o había que cerrarlo. Así, una nueva generación empezaba a hacer parte del mundo de las flores, su hijo Juan Alejandro Guáqueta, actual gerente de Guaqueta Trading y presidente de la junta de Asocolflores. Su padre lo continúo guiando.

La ley de la vida llevó a la familia Guáqueta a perder en el 2004 a ese hombre justo y honesto que por muchos años dedicó su vida a las flores. Incluso, en su lecho de muerte según cuenta su familia, su último pensamiento fueron las flores y aquella mujer que lo sostuvo hasta el final y como dice Graciela le apoyó todas sus locuras. “Estando en la UCI papá me dice: qué vamos a hacer con tu mamá y qué vamos a hacer con Sakata”, resalta Juan Alejandro, sobre esta firma japonesa que es la principal proveedora de genética de Guáqueta Trading.

El legado de esta familia floricultora continúa hoy latente. Hasta sus últimos días, Ernesto aconsejó y orientó los aspectos estratégicos de la familia en cuanto al trabajo de promoción y cultivo de material vegetal de diversificación.

HACE 50 AÑOS: UN CAMINO DE VARIEDADES

En los invernaderos de la familia Guáqueta sobresalían dos variedades de crisantemo que no requerían luz para lograr un buen tallo y como ya se mencionó, años más tarde se destruyeron por la posible afectación de roya blanca. “Eran variedades de una cabeza muy grande y tallos muy pesados”.

Todo ha ido cambiando y mejorando. Cuenta Graciela que, por ejemplo, del lisianthus había una variedad llamada Mariachi. Tenía buenos puntos florales, buenos pétalos, pero las de hoy, se han hibridado para tener más puntos florales mucho más arriba y pétalos más fuertes. “Las variedades se han ido mejorando buscando mejor  colocación de flor, mejor vida de florero y mayor capacidad de viaje. Además, han adquirido mayor tolerancia a enfermedades y en algunos casos se ha logrado resistencia”, resalta su hijo.

Y en línea con esto, Graciela, argumenta que las variedades iniciales eran muy bonitas, pero que hoy en día podrían considerarse muy básicas. Dice que, por ejemplo, los crisantemos eran flores enormes. “Ernesto estaba orgullosísimo, eran las que yo llevaba para el mercado nacional a las florerías, pero luego, para poder exportar debimos hacer el cambio para obtener flores más pequeñas con tallos más delgados”.

Además, madre e hijo, señalan que hubo muchos vacíos en tecnificación. Dicen que de las tecnologías que hay actualmente, las de poscosecha y cadena de frío hubiesen sido claves. “Hoy en día podemos mantener la temperatura todo el tiempo y es algo normal, en ese entonces era revolucionario”.

Pese a los altos y bajos, y a las falencias que pudo haber en este sector, en ese entonces, aún incipiente, Graciela dice que todo fue un aprendizaje continuo. Pasaron de no saber nada de horticultura a convertirse en pioneros en un sector que hoy saca la cara por el país. La lectura de libros y la ‘hermandad’, como señala Graciela, con los diferentes productores alrededor del mundo los capacitaron y les enseñaron todo lo que ella y su familia saben de flores.

“Si hoy me preguntan cómo veo la evolución de la floricultura tras 50 años, puedo decir que estoy feliz de saber cómo hemos crecido. Estoy satisfecha de ver que una cosa pequeñita que enviábamos muchas veces en consignación a Miami, hoy es un monstruo en Colombia”, menciona orgullosa esta mujer que hoy, a sus casi 90 años sigue suspirando cuando recuerda sus inicios, sus primeros cultivos y a Ernesto, ese hombre que la encarriló en ‘esta aventura’ llamada floricultura, agroindustria que hoy  hace envíos por unos US$2.000 millones.

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