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Darío Núñez, gerente general de Uvica

“Si no nos enfocamos en los costos de producción no vamos a ir a ningún lado, por más que las nuevas variedades nos ayuden”

Darío Núñez conoce al dedillo todas las áreas del negocio de la uva de mesa, desde la producción hasta la comercialización. Este empresario arequipeño afincado en Ica sostiene que la sostenibilidad del negocio pasa por ser eficientes en todas las labores de campo, desde el raleo, pasando por la poda y hasta la cosecha. Para maximizar la productividad de la mano de obra, sugiere que se brinden pautas sencillas de seguir y se implemente tecnología que contribuya al monitoreo. Advierte además que, como industria, se debiera poner foco en la disparidad de costos por una misma labor en plena campaña.

11 de Diciembre 2020 Equipo Redagrícola
“Si no nos enfocamos en los costos de producción no vamos a ir a ningún lado, por más que las nuevas variedades nos ayuden”

Miriam Romainville Izaguirre

La industria de uva de mesa del Perú — que en la campaña 2019-2020 exportó 364,846 toneladas por US$924 millones, lo que representó un crecimiento interanual de 8% en valor, según Fresh Fruit Perú— continúa en la búsqueda de una fórmula que les permita reducir sus costos productivos y, al mismo tiempo, mantener la calidad de la fruta en destino. En este proceso, que se presume será de largo aliento, se requiere realizar ajustes en todas las etapas.

“Es momento de enfocarnos en los costos de producción”, afirma Darío Núñez, empresario arequipeño afincado en Ica hace ya quince años, productor y exportador de uva de mesa, ex propietario de Challampa y hoy gerente general de Uvica, una empresa que produce uva de mesa en Villacurí y paltas y granadas en Nasca. Conoce a la perfección el negocio uvero, por ello es que no duda en afirmar que, “debemos considerar que en dos años se estima que llegaremos a los 80 millones de cajas, también que nuestras ventanas comerciales son cada vez menores. Eso puede ser un grave problema. Si no nos enfocamos en los costos de producción no vamos a ir a ningún lado, por más que las nuevas variedades nos ayuden”, agrega el ingeniero agrónomo.

Darío Núñez, gerente general de Uvica.

En el último quinquenio, la industria de la uva de mesa, principalmente en Ica y Piura, ha decidido realizar un recambio varietal, en la búsqueda de una mayor productividad y precios más atractivos, arrancando variedades que producían 2,500 cajas/ha para plantar otras, con las que ‘fácilmente’ se puede llegar a las 4,500 cajas/ha. “El año pasado exportamos 55 variedades de uva de mesa, de las cuales 48 fueron nuevas y 7 fueron tradicionales”, subraya el empresario.

La preferencia por las variedades nuevas de uva de mesa se refleja cada año en el crecimiento de la superficie de estas. Solo en la campaña 2019/20, se contabilizaron 11,746 ha de variedades tradicionales —principalmente Red Globe, Crimson, Flame y Sugraone— y 8,608 ha variedades licenciadas. En los últimos cuatro años, la superficie de variedades licenciadas se ha expandido un 417%. “Ya tenemos a las variedades rojas sin semillas y blancas sin semilla emergiendo y ganándole terreno a la Red Globe”, destaca Núñez. “Creo que en la campaña 2020-2021 superaremos el 50% de variedades nuevas”, pronostica.

Sin embargo, Núñez advierte que las nuevas variedades traen consigo diversos retos, sobre todo vinculados al manejo de la producción. Uno de los principales desafíos es la identificación del límite máximo de productividad de las plantas, evitando al mismo tiempo que se presenten problemas de bayas blandas y raquis débiles. “Tenemos que ver hasta dónde podemos cargar a la planta, empezar a conocer los límites de estas”, menciona. No es el único desafío que preocupa al gerente de Uvica, el otro es que las nuevas variedades no siempre logran alcanzar el nivel de grados Brix que persiguen los ‘breeders’. “Es algo que muy pocos logran. Según las pruebas que hemos hecho, cuando llegamos a tener el Brix la fruta se metía en una cadena de frío y duraba cinco días”, dice.

Debido a que cada año se lanzan al mercado nuevas variedades de uva de mesa, el tiempo del que dispone el productor para adquirir el ‘know how’ necesario es limitado. “Todos los años se lanzan nuevas variedades, lo que no nos deja enfocarnos en las variedades que eran ‘nuevas’ hasta el año pasado. Me gustaría que esta industria no se convierta en una industria del IPhone”, explica. Y continúa, “está en manos de nosotros como industria decir: ‘paremos un poco la mano y organicémonos. No tengamos tantas variedades. Tenemos que ir paso a paso”.

Cuadro 1. Evolución de áreas de producción (en %)

Núñez recalca que las características propias de cada variedad han traído consigo nuevos desafíos para el sector. “Sé el trabajo inmenso que hay detrás. Si antes teníamos 7 problemas, ahora tenemos 55 y en los próximos años podremos tener más de 70. Cada variedad es diferente y a cada una hay que agarrarle el truco”, manifiesta, sobre un negocio que está basado en variedades, pero que no son conocidas por el consumidor final. ”No conozco ninguna industria que esté abocada a tener tantos nombres. Imaginemos al comprador final que está en Europa, EE UU, no creo que vea qué variedad es la que consume. Desde mi punto de vista estamos sobredimensionados”, reitera y pronostica que a futuro el consumidor identificará a las variedades nuevas por su color más que por su nombre. “Al final nos van a conocer como uva negra, uva blanca y uva roja. Lastimosamente por ahí va el tema. No creo que nos diferencien por nombres”, señala y grafica diciendo que un supermercado como Costco, agrupa a todas las variedades verdes que compra como ‘Green Grapes’. “Ya no nos diferencian. Lo mismo está pasando con las variedades rojas. La diferenciación que hasta hace dos años nos daba tener variedades nuevas está terminando debido a que hemos inundado el mercado”, manifiesta.

BUENOS CALIBRES. Variedad Sweet Celebration, en una foto tomada a mediados de noviembre.

SER EFICIENTES EN LOS COSTOS

“No estamos viendo el entorno que estamos creando”, reflexiona Núñez. La dispareja oferta de jornales que existe en labores como el raleo, la cosecha y la poda, llega muchas veces a superar los costos proyectados por las agroexportadoras. “En un año atípico como este, con pandemia de por medio, teníamos el temor de no conseguir la cantidad de mano de obra requerida. Decidimos que el costo de la poda sería de S/0.80 por planta. Nos sorprendió que las ‘service’ ofrecieran poda por S/2.50 por planta, y no solo eso, sino pago al toque. Esos temas le hacen mucho daño a la industria”, refiere, estimando que el costo de la poda representa aproximadamente el 3% del costo total de producción. Otro claro ejemplo es el raleo, esta temporada se escuchó raleos desde 7 centavos hasta 25 centavos por racimo. Si esto se lleva a un global teniendo 32 racimos por planta y teniendo 1,900 plantas/ha, la diferencia es enorme, en un caso podría ser US$1,216 y en otro US$4,351. “Imaginémonos la diferencia en 100 hectáreas, eso es mucho dinero”, advierte.

Para el empresario es fundamental incorporar el concepto de eficacia en las labores de campo. Pero ¿cómo ser eficaz? Por ejemplo, Núñez explica que en el fundo no realizan la actividad de penduleo, que consiste en bajar los brotes y racimos, con una cantidad proporcionada de personas. “Nos gastábamos entre 25 a 30 jornales por hectárea”, refiere. No obstante, la misma actividad actualmente es realizada por apenas cuatro personas, solo con usar un alambre que facilite el penduleo. “Estamos hablando de eficiencia, cosas que se pueden hacer y que no hacemos”, explica.  Otra forma de ganar eficiencia en los costos de producción es a través de pautas sencillas que se brinden a los trabajadores. “Las pautas que damos nosotros son simples, por ejemplo, solo ocho racimos por cuarteto de planta. Damos pautas muy básicas para que la gente entienda, genere dinero y podamos tener costos de producción bajos”, sostiene.

EN CAMPO. “Tenemos que ver hasta dónde podemos cargar a la planta, empezar a conocer los límites de las nuevas variedades”, sostiene Darío Núñez.

Núñez recuerda que allá por el 2014 se le instruía al podador, podar 8 yemas en un cargador vigoroso, 6 yemas en un cargador normal, 4 yemas en un cargador débil y 2 yemas la cascarita. “Teníamos al podador contando. Eso hacía que al final podara entre 20 a 25 plantas. Nunca habríamos llegado a tener eficiencia con pautas difíciles de cumplir. Por esa razón, hace dos años atrás decidimos que la poda se realizaría por detrás del hilo de alambre. Automáticamente, el mismo podador empezó a hacer 100 plantas”, manifiesta Núñez.

Debido a la pandemia, las empresas se han visto en la necesidad de incorporar protocolos de bioseguridad, lo que ha aumentado el costo destinado a aspectos como transporte del personal. “El año pasado mi costo en transporte era de S/5.70 por persona, este año subió a S/13.10. Transporte era considerado un ítem, dentro de varios u otros. Sin embargo, ahora ha pasado a ser un costo sumamente importante de US$1,700/ha”, explica.

Para Núñez otra opción de generar ahorros dentro de la compañía es en temporada baja, no trabajando los sábados y siendo eficaz en la producción diaria. “El solo hecho de no ir a trabajar un día, equivale a un ahorro brutal, no solo para nosotros, sino que además le damos calidad de vida a los trabajadores”, indica.

Un factor externo que el empresario cree que se debería revisar son los costos derivados de las inspecciones por parte de recibidores de EE UU o Europa. “El costo de la inspección por contenedor oscila entre US$160 a US$225. El año pasado en EE UU se inspeccionó 120 contenedores. Este es un tema que debería evaluarse. Hay varios puntos donde la industria podría poner un pare”, expresa. Núñez sugiere que se realicen inspecciones focalizadas, es decir, en contenedores que podrían presentar algún problema. Esto tomando en cuenta que la industria de uva de mesa ha presentado caídas en sus precios. “Ya no es un negocio de US$30, US$25; es un negocio de US$20, US$18, inclusive de US$12”, subraya.

De otro lado, Núñez sostiene que la incorporación de tecnología podría impactar positivamente en la reducción de costos. Particularmente es prometedora la tecnología que se apoya en software para un mejor monitoreo del campo y también de los trabajadores. “Hace tiempo estamos trabajando con un software de control de personal. Con las nuevas tecnologías podemos ver el día a día, cómo va caminando el negocio. Las tecnologías sí ayudan a controlar un tema de producción”, sostiene.

La industria de uva de mesa peruana continúa buscando formas de ser más eficientes en sus costos de producción, teniendo como referencia a mercados como EE UU, donde se trabaja con 140 a 160 jornales por ha en el caso de la uva de mesa roja. Si bien muchos de los factores dependen exclusivamente de los agroexportadores, otros desafíos requieren de un consenso de la industria para proteger el atractivo que aún tienen las nuevas variedades y lograr costos competitivos.

 

Red Globe, aún con espacio comercial

Pese a la expansión de las nuevas variedades, Núñez continúa observando oportunidades comerciales en la Red Globe. “Es una uva viajera”, sostiene, tras indicar que otras uvas de mesa sin semillas no tienen esa característica que sí tiene Red Globe. Núñez considera que la Red Globe es la única variedad tradicional que no va a desaparecer en corto tiempo. “Es una fruta que viaja a Asia, tiene ese plus todavía. Considero que los precios van a ir mejorando, pero igual creo que tenemos que ver los costos de producción. Si antes gastábamos US$26,000, ahora debemos reducir el gasto a US$18,000”, manifiesta.

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