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El rol de la agricultura en la seguridad alimentaria del futuro

Los efectos del cambio climático irán en aumento con el correr de los años, planteando diversos desafíos para la agricultura: deberá alimentar a 9.000 millones de personas a mediados de siglo, con menos recursos hídricos y territorios más vulnerables. Reflexiones de Jorge Meza, Oficial Forestal Principal de la Oficina de FAO para América Latina y el Caribe, realizadas en el 12th World Processing Tomato Congress en Santiago.

04 de Abril 2017 Equipo Redagrícola
El rol de la agricultura en la seguridad alimentaria del futuro

Por Jorge Velasco Cruz

 

El Cambio Climático está ocurriendo ahora, aquí y en todas partes. Grandes sequías en Estados Unidos y en el sur de Canadá, hundimientos y deslizamientos de tierra en lugares tan distantes como México y Chile, una baja en el suministro de agua por el derretimiento de los glaciares en los países andinos, sedimentación de embalses en el nordeste de Brasil por efecto de la erosión, enormes inundaciones en Bangladesh, ríos completamente secos, daños a los ecosistemas marinos en Oceanía… y la lista puede seguir casi en forma indefinida.

Lo peor, sin embargo, está por venir. Ya entre las décadas del 60 y la del 2000 la temperatura promedio de la atmósfera aumentó 0,4 grados y se espera que siga al alza. “En una aproximación a lo que eventualmente sería el incremento de la temperatura entre 2035 y 2065, considerando los datos disponibles entre 1980 y 2010, se ve que en las zonas tropicales y subtropicales habría un aumento, pero podría llegar de 4 a 5 y más grados en las zonas templadas y cercanas a los polos”, señala Jorge Meza, Oficial Forestal Principal de la Oficina de FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación  y la Agricultura) para América Latina y el Caribe.

sequedad

 

 

El alza de las temperaturas llevará al derretimiento de los polos y al elevamiento del nivel del mar. Cambiará el ciclo de las lluvias, con un incremento en las zonas templadas y próximas a los polos pero con una disminución en zonas temperadas, provocando principalmente sequías, baja disponibilidad de agua en el subsuelo y degradación del terreno. Es probable que haya más cantidad de pestes y en más lugares, que afectarán en forma directa a bosques, praderas y cultivos.  Todo lo cual implica un desafío en la seguridad alimentaria del futuro

“El cambio climático es uno de los principales desafíos de nuestro tiempo y añade considerable estrés a nuestras sociedades y al medio ambiente. Desde los cambios en las pautas climáticas, que amenazan la producción de alimentos, hasta la elevación del nivel del mar, que aumenta el riesgo de inundaciones catastróficas, las repercusiones del cambio climático son de carácter mundial y tienen lugar a una escala sin precedentes”, señala la el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.

Una de las consecuencias de este fenómeno redundará en que la producción de alimentos sea cada vez más compleja y que, por lo tanto, la seguridad alimentaria se vea comprometida.

 

PILARES BÁSICOS PARA LA SEGURIDAD ALIMENTARIA DEL FUTURO

De acuerdo con la FAO, la seguridad alimentaria es la “situación que se da cuando todas las personas tienen, en todo momento, acceso físico, social y económico a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias en cuanto a los alimentos, a fin de llevar una vida activa y sana”.

La seguridad alimentaria se sostiene sobre cuatro pilares: disponibilidad, acceso físico y económico, estabilidad y utilización. Mientras el primero de ellos habla de la existencia de alimentos en cantidad suficiente, el segundo versa sobre la accesibilidad real y económica de las personas hacia los alimentos (sea como productores o compradores). A su vez, la estabilidad se refiere a un suministro constante y la utilización, a que los seres humanos se alimenten en forma nutritiva.

En las últimas dos décadas, la seguridad alimentaria a nivel global ha mejorado, aunque no en los rangos que los distintos organismos se han planteado. En la Cumbre Mundial sobre la Alimentación en Roma, en 1996, se puso como meta erradicar el hambre en todos los países, con el objetivo inmediato de reducir el número de personas desnutridas a la mitad de su nivel no más tarde del año 2015. En tanto, entre los objetivos del Desarrollo del Milenio de la ONU planteados el 2000, se intensificó la meta –considerando que la población aumentó 1.500 millones en 20 años- y se buscó reducir a la mitad la proporción de habitantes que padecen hambre para 2015.

En todo el mundo, si a inicios de 1990 había alrededor de 18,6% de la población en situación de hambre (1.010 millones de personas), al 2015 éstas llegaban a 10,9% (795 millones). En tanto, en las naciones en desarrollo se cayó del 23,3% a 12,9%, con un fuerte descenso en América Latina y el Caribe, que pasó de 14,7% (66 millones de habitantes) a 5,5% (34,3 millones). Así las cosas, en 2015 alrededor del 35% de las personas en situación de hambre estaba en Asia Meridional y cerca del 30%, en África Subsariana.

“Hubo una caída sustancial, pero no suficiente como para cumplir a nivel global la meta de la Cumbre Mundial de la Alimentación y la meta del Desarrollo del Milenio en relación al hambre”, sostiene Jorge Meza, citando las cifras entregadas por el reporte “Estado de la inseguridad alimentaria en el mundo 2015”, de la FAO.

Para la mejora en los indicadores, afirma el representante de la organización internacional, hay dos factores fundamentales: el aumento del PIB y la productividad de la mano de obra agrícola, especialmente de la pequeña agricultura y familiar. El 90% de las 570 millones de explotaciones agrícolas a nivel global corresponden a la agricultura familiar (AF), la que se da cuenta del 80% de la producción. En tanto, de la AF, el 84% tiene menos de 2 hectáreas, lo que corresponde al 12% de la superficie agrícola a nivel global.

 

IMPACTO DEL CAMBIO CLIMÁTICO EN LA AGRICULTURA

El mayor efecto del cambio climático en la seguridad alimentaria del futuro, estará enfocado en la disponibilidad y estabilidad de los alimentos. “La producción agrícola se verá afectada a través de una modificación en los precios de los productos y de los insumos para la producción agrícola, debido al incremento en la demanda en la cantidad y calidad de la producción, lo que impactará a mercados y tendrá consecuencias en ingresos y precios de los alimentos, afectando los medios de vida en los centros urbanos, redundando en la modificación de la seguridad alimentaria y nutricional”, explica Jorge Meza.

                    Vista aérea de riego por pivotes.

Diversos estudios muestran cifras alarmantes. Un aumento en 2ªC de la temperatura en Brasil, podría generar una reducción de los ingresos agrícolas de entre 5% y 11%, y el alza de esos mismos 2ºC en Argentina, 20% al 50% de bajas en los ingresos. En México, a su vez, una subida de 2,3 a 5,1ºC podría repercutir en descenso de entre 42,6% y 54,1%. Sin embargo, podría haber algunos efectos positivos: entre 2,5 y 5ºC más podría significar un alza de entre 0,74% y 1,48% para Chile, mientras que un aumento de 2ºC en América del Sur llevaría a una mejora en los ingresos entre 0,18% y 1,48%, aunque también hay proyecciones que en el caso de Sudamérica vaticinan hasta 53% de pérdidas al haber un aumento de 5ºC de temperatura.

Por otra parte, a nivel global la producción calórica del maíz, la soya, el trigo y el arroz podría verse afectada en zonas de latitudes más bajas, con incrementos en sectores de latitudes más altas, próximas a las zonas temperadas y polares. “El trigo se verá más afectado en zonas de latitud baja. Un incremento de 5 grados podría elevar las pérdidas en las latitudes más bajas hasta el 50% de la producción. Y aun con medidas de adaptación, las pérdidas serían de alrededor del 30%. Para el trigo en zonas de mediana y alta latitud las pérdidas serían menores. Con acciones de adaptación se evitaría tener pérdidas, pero sin adaptación llegarían a 20%, asociadas a un incremento de la temperatura media de alrededor de 5ºC… Por ejemplo, en Centro América, si no hay medidas de adaptación se podría perder hasta el 25% de la producción de granos básicos”, explica el Oficial Forestal Principal de la Oficina de FAO  para América Latina y el Caribe.

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A estas consecuencias hay que sumarles al alza de fenómenos como huracanes, inundaciones y aluviones, que producen catástrofes y reducen tierras cultivables, empobreciendo a la población, con consecuencias como inestabilidad alimentaria, migraciones y, eventualmente, problemas políticos.

“El cambio climático es una amenaza creciente e incierta, cuyo efecto no conocemos con precisión. No obstante, hay un emergente consenso científico en que habrá un impacto negativo en la producción calórica en las bajas latitudes. Va a ser variable en las medias latitudes y eventualmente positiva en las altas latitudes. Va a haber efecto negativo en la cantidad y contenido nutricional de los cultivos. Se intensificará la escasez de agua en las zonas que actualmente son áridas, y habrá daños que afectarán la producción en zonas costeras”, comenta Jorge Meza.

 

RECURSO HÍDRICO Y SEGURIDAD ALIMENTARIA DEL FUTURO

Las estadísticas de las últimas décadas muestran que la cantidad de terreno cultivado por persona ha ido bajando. Si a inicios de la década del sesenta había 0,45 hectáreas de cultivo por habitante, esta cifra bajó a menos de 0,25 en 2008, lo que se debe principalmente al aumento de la población. Sin embargo, en este caso menos es más: con un incremento neto del 12% de la tierra cultivada (de 1.368 millones en 1961 a 1.527 millones de hectáreas en 2009), se logró aumentar en 3 veces la producción agrícola mundial.

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Pero para el año 2050 se estima que habrá 9.000 millones de personas en todo el mundo y se necesitará un 60% más de alimentos, y en algunos lugares específicos esta cifra llegará al 100%. Por eso los países de ingresos medios y bajos están viendo al riego y a la gestión del agua como un mecanismo efectivo para enfrentar al alza poblacional y el cambio climático con miras a garantizar la seguridad alimentaria. Sin embargo, todavía falta mucho: si bien en casi 40 años las superficies bajo riego aumentaron en 117%, éstas todavía representan el 20% del área cultivable mundial.

 

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 Existe una relación directa entre pobreza y tipo de agricultura. “La agricultura de secano es el sistema predominante a nivel global, no obstante, podemos ver que la mayoría de la población en situación de pobreza se encuentra en aquellas zonas donde se practica agricultura de secano. De ahí podemos ver la interrelación entre el clima, el tipo de agricultura y la situación de pobreza. Mientras continuemos teniendo una agricultura que puede ser afectada sustancialmente por el clima, va a ser muy difícil que mejoremos la situación de pobreza de las  poblaciones que viven en esos lugares”, comenta Jorge Meza.

 

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Por eso, agrega el experto, si bien existe una tendencia global hacia la implementación de la agricultura de precisión, esta debe sobrepasar las grandes y medianas empresas para extenderse a las pequeñas y a la agricultura familiar campesina, responsable del 80% de los alimentos que se producen. “Nuestra seguridad alimentaria está condicionada a que podamos transferir tecnología a los pequeños agricultores… Debemos considerar que hay países de nuestra región en que alrededor del 90% de la alimentación urbana proviene de la agricultura familiar. Hay que hacer inversiones importantes para generar una reducción de la vulnerabilidad”, afirma Meza.

La gestión del agua se torna en un elemento esencial para adaptar la agricultura al cambio climático. Por ello, sostienen en la FAO, es importante evaluar los efectos del cambio climático para desarrollar estrategias que permitan adaptarse. Esto implica conocer bien la cantidad de recursos hídricos con los que cuentan los diversos países y regiones, como también evaluar la infraestructura disponible para la distribución y almacenamiento del agua.

“El gran reto es tener una oferta sostenible que haga frente a una demanda elevada de alimentos, que está relacionada a ciertas tendencias como el crecimiento demográfico, la urbanización y el crecimiento económico. Para tener esta oferta sostenible es importante abordar los desafíos del cambio climático, escasez de recursos hídricos y de suelo”, concluye Jorge Meza.

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