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Entrevista

Renato Ripa: pasión por la entomología

Hablar con Renato Ripa es como ser llevado de la mano por un viaje de descubrimiento al alucinante mundo de la entomología. Investigador durante toda su vida profesional, galardonado con el premio Carlos Porter del Colegio de Ingenieros Agrónomos, Investigador Emérito del Instituto de Investigaciones Agropecuarias, INIA, socio del Centro de Entomología Aplicada BIOCEA. Artífice del control de plagas como el burrito de la vid, la mosca en Isla de Pascua, la avispa chaqueta amarilla, termitas de la madera, entre otras; responsable del ingreso de más de veinte enemigos naturales e impulsor del manejo integrado de plagas, participante en numerosas innovaciones en proceso de patentamiento. Para los que aman la economía: su aporte al país por concepto de disminución de pérdidas de exportaciones se valora en millones de dólares al año.

21 de Enero 2019 Equipo Redagrícola
Renato Ripa: pasión por la entomología

Es 1948. Un hombre aficionado a la naturaleza ve cómo juega su hijo de cuatro años. El hombre es checo, inmigrante en Chile, al igual que su mujer, alemana. Habla con el niño en alemán y le muestra cómo se mueve un insecto, un bicho. El chiquito observa maravillado la flexibilidad de las articulaciones de las patas. Esto es muy ingenioso, admira, con su pensamiento de niño.

Hoy, el destacado ingeniero agrónomo, Ph.D. en entomología de la Universidad de Londres, Renato Ripa, habla sobre esos primeros recuerdos. “Todos tenemos un Darwin en potencia en nuestra mente. Basta que una persona lo saque de adentro”.

Desde entonces, este entomólogo se ha caracterizado por tener una mirada diferente, y jugarse entero por ella. Fue así como, terminado el colegio, decidió irse a estudiar a la Escuela Agrícola Panamericana, en Zamorano, Honduras (hoy Universidad Zamorano).

–Era muy famosa y lo sigue siendo –explica–. Casi todos los profesores venían de Estados Unidos, con máster o doctorado en su área. La patrocinaba la United Fruit Company y tenía un convenio con la International Harvester, contábamos con sus modelos nuevos de maquinaria y equipos. Las clases eran top. También hacían programas de capacitación a agricultores de la zona donde se ubica. Como muchos productores eran analfabetos, inventaban sistemas especiales, con naipes, por ejemplo. Una carta tenía la plaga y otra el controlador biológico, una chinita, ponte tú, y un áfido. Ellos debían asociarlas, podían aprender jugando.

Terminada su formación, recibió una oferta para trabajar en Brasil, pero prefirió volver a Chile a continuar estudiando, porque acá el título “no era muy reconocido”. Como vivía en Viña, se contactó con la Facultad de Agronomía de la Universidad Católica de Valparaíso. Dio un examen de más de 4 horas con distintos profesores. “Me pasearon por muchos temas”. Finalmente, lo dejaron en tercer año. Era el límite que habían previsto. “Usted perfectamente podría partir en cuarto”, se sinceraron después…

Egresado, hizo su tesis en la “Subestación La Cruz” del INIA, fundada en 1937 como “Insectario” y que hoy es el Centro Regional de Investigación de la Región de Valparaíso. Ya titulado, lo contrataron. “Y de ahí no me moví en 39 años”, comenta.

MONITOREO: QUE VEAN QUÉ HERMOSAS SON LAS FORMAS DE VIDA

–¿Cuál fue tu primer éxito destacado como investigador?

–Una de las cosas que siempre me ha ayudado enormemente es la pasión que uno siente por un determinado trabajo, por un oficio. Eso te mueve y te asombras de lo que estás estudiando y te ayuda a que se te quede en la mente. Lo ocupas cuando se da la oportunidad, por ejemplo asesorando o enseñando, y sabes los detalles íntimos que hacen que una cosa sea diferente de otra, que se puede ocupar un sistema distinto. Puedes transmitir la pasión a otra persona cuando hablas, que vean qué hermosas son las formas de vida o el tremendo impacto de los enemigos naturales sobre las poblaciones de las plagas. Nosotros hemos dado una enormidad de cursos de monitoreo. Para muchas personas ha sido el primer curso que toman, y les entregamos personalmente, con un abrazo, los certificados. Desde ahora en adelante vamos a ser amigos, les digo, pueden preguntarnos las dudas, acá están nuestros teléfonos. La gente llama o manda WhatsApp y pregunta…

–No estoy muy seguro de que estés respondiendo la pregunta.

–Yo creo que no, pero eso es un éxito para mí, el poder comunicarme con la gente. Muchos de nosotros que hemos terminado la universidad recibimos un beneficio de la humanidad y también de Chile, por supuesto. Por lo tanto tenemos una tremenda responsabilidad de transmitir lo que aprendimos para entregar una mejor calidad de vida a los demás.

Renato Ripa relata que en sus comienzos Sergio Rojas, quien dirigía La Cruz, le encomendó estudiar la taxonomía de gusanos cortadores. La investigación era tan libre como escasa de recursos. “Te daban la mitad de un bloc de notas, de papel café; la mitad de una goma de borrar. Las camionetas no tenían miles, sino millones de kilómetros”, recuerda, semiserio. Afortunadamente la situación comenzó a cambiar.

–Los proyectos más grandes empezaron gracias al empuje de mi colega Enrique Zúñiga. Consiguió fondos con FAO para el control biológico de los pulgones de los cereales, que en ese momento, a comienzos de los 70, eran un desastre gigante. Logró un gran éxito, introdujo enemigos naturales de distintas partes del mundo, Hippodamia convergens y parasitoides. Los pulgones ya no son un problema, gracias a eso. Lo apoyó Leo Caltagirone, quien también trabajó en La Cruz, hizo su doctorado en la Universidad de California, donde finalmente lo contrataron y llegó a ser profesor emérito. De hecho, Leo estaba en Irán, en un sabático, para llegar a los lugares de donde son originarias las plantas del trigo, antes de que se cultivara. Ahí estaban los enemigos naturales asociados a los pulgones de este cereal. Allá los fue a buscar ¡en burro! Después tuvo que salir del país, cuando el Sha de Irán empezó a tener problemas, antes de ser derrocado.

Cientos de miles de cajas de uva de mesa de exportación eran rechazadas cada año, antes de que Renato Ripa diera con la fórmula para impedir el paso de Naupactus xanthographus al follaje.

¡JEFE, ESTE PUEDE SER EL MÉTODO DE CONTROL!

–Un gran aporte tuyo fue el control del burrito de la vid, Naupactus xanthographus, cuya presencia significaba la devolución de cientos de miles de cajas de uva de mesa exportadas cada año.

–Los rechazos que se producían eran gigantescos. Una vez que se empezó a utilizar la barrera bajaron a un décimo de lo que había antes.

–Se perdían millones de dólares al año.

–Así es. Se aplicaban grandes cantidades de DDT sobre el suelo en la base del tronco, como una franja, pero solo duraba un par de meses; algunos lo mezclaban con azufre y otros con talco. Bueno, bastaba que las personas pisaran esa área y los burros subían por la huella que se había dejado.

–Fueron varios años de investigación antes de proponer la solución de usar una banda plástica en el tronco, ¿no?

–No se conocían detalles del ciclo de vida del burro. Tuvimos que hacer cientos y cientos de hoyos en huertos de vides para determinar el número de larvas, su tamaño, cuándo estaban en el suelo, las pupas, los adultos… Porque tú no ves lo que pasa bajo el suelo. Resulta que este insecto tiene dos ciclos, uno de 12 meses y otro que demora 18 meses. Me costó muchísimo desentrañar esto y cuando lo logré, después de años intentando entenderlo, sentí una felicidad muy grande.

–Lo otro que te quería explicar –continúa–: en la vida hay muchas casualidades, cosas que salen de chiripa. Siguiendo una idea de Enrique Zúñiga, puse un termómetro en el suelo para saber cuándo emergen los burritos. Bueno, se los robaban, tuvimos que hacer una jaula con candado. Necesitábamos conocer el momento preciso en que emergían. Los burros tienen la capacidad de ver dónde hay un tronco, caminar hacia él y subir. Usé botellas desechables para forrar el tronco y les hacía unos hoyitos por donde el insecto podía entrar. ¡Resultó una trampa espectacular! Pero debía asegurarme de que murieran adentro, para que no pudieran arrancar. Empecé a preparar mezclas de insecticidas en el laboratorio, y la segunda o tercera fórmula resultó súper activa. Corrimos a probarla al campo con Roberto Díaz, técnico que trabajaba en La Cruz. Volvimos al día siguiente a ver qué había pasado. Estaban todos los burros muertos dentro de la trampa. Yo lo pensé, y él lo pensó, que podía ser un método de control, pero Roberto fue más rápido y me dijo “¡jefe, este puede ser el método de control!” Le di la mano, porque tenía la misma idea. Preparamos más cantidad y pusimos la barrera en varias parras. Al otro día vimos todos los burros muertos abajo, en el suelo. También el administrador del campo donde estábamos vino a mirar. Parece que él contó lo que había pasado, y era tal la desesperación de la gente en esa zona de Los Andes y San Felipe, que empezó a meterse gente al predio para saber cómo lo habíamos hecho. En ese momento, en la década de los 80, el valor de la uva era alto, un muy buen negocio, pero el insecto les comía las raíces, bajaba la producción, y por otro lado no podían exportar.

Al poco tiempo el Instituto de Investigaciones Agropecuarias firmó un contrato con una empresa que se encargó de producir y comercializar la “banda INIA” con la pasta insecticida.

–¿Hubo un antes y un después en la relación con las empresas químicas luego de ese desarrollo?

–Es probable, muy probable. El INIA La Cruz siempre fue considerado un centro de control biológico, entonces las empresas agroquímicas e incluso los agricultores no lo valoraban mucho. Llegué a escuchar colegas comentando que nosotros estábamos haciendo tonteras… pero hay una palabra chilena para decir eso. Me daba pena, porque tenían una visión totalmente química, no tomaban en cuenta la parte biológica. Ahora, y también antes, eso ha ido cambiando. Lo que pasa es que, por supuesto, cuando uno sale de la universidad no es conocido en el medio. Hay que forjarse un camino, un nombre, subir una escala, sufrir cada peldaño. Luego la cosa empieza a funcionar.

AHORA NO ANDO CON UNA RAMA DE EUCALIPTUS PARA ESPANTAR LAS MOSCAS

–Otro peldaño fue el control de moscas en Isla de Pascua.

–Resultó súper bueno también. Ahí participó el Dr. Richard Patterson, que vino de Florida, EE.UU., y me mostró toda esa tecnología. De hecho, cuando el INIA me designó para ir a Isla de Pascua a trabajar con él, pensé: qué asco trabajar con moscas. Es de las pocas cosas que he dicho que no me gustan, aunque después cambié de opinión… Incluso tuve una crianza de moscas en mi casa para entregar parásitos que me pedían.

–¿El problema estaba relacionado con la basura?

–No tenía nada que ver. ¡Hay tanta cosa que la gente se imagina! Lo mismo que la bolsa con agua para espantarlas… Un mito urbano. En realidad estaban asociadas a la abundancia de ganado en la isla, no de caballos, sino bovinos. Por ser rumiantes, los vacunos tienen una flora intestinal gigante, en cambio la comida pasa rápidamente por el estómago del equino. La mosca necesita una materia muy digerida, donde haya muchos microorganismos para que sus larvas se alimenten de esa proteína. Estos detalles tan finos son vitales, tienes que saberlos o el control no funciona, porque no entiendes la mitad de la película. También encuentras muchísimas moscas en las fecas de los potrillos que se están amamantando, porque ahí encuentran proteína. En Isla de Pascua levantabas una bosta de vaca y encontrabas 40, 50, ¡mil! larvas de mosca.

–¿Controlaron con la introducción de un parasitoide?

–Una avispa y un escarabajo estafilínido (Creophilus erythrocephalus) que come larvas y adultos. Tiene la cabeza roja, erythro significa rojo. Asimismo hubo gran efecto de escarabajos estercoleros, que entierran las fecas. Los egipcios de la antigüedad los adoraban por el trabajo que hacían.

–¿Las moscas dejaron de ser un problema?

–Una vez le pregunté a un pascuense que iba a caballo: “oiga, usted que es de acá, ¿qué cree, han bajado las moscas o no?”. “Míreme”, contestó. No entendí: “¿Y cuál es la diferencia?”. “Ahora no ando con una rama de eucalipto para espantar las moscas que me siguen a caballo”, me dijo.

–¿Eso te llevó a investigaciones con insectos urbanos, como las termitas?

–Sí, ahora en BIOCEA estamos trabajando fuerte en el desarrollo de un cebo para termitas, también contamos con un cebo para hormigas que queremos registrar y comercializar en Chile y EE.UU.

Cebo para el control de la chaqueta amarilla, Vespula germanica.

UNA EMPRESA DE INVESTIGACIÓN CON NUEVE AÑOS DE ÉXITO

BIOCEA es un centro entomológico que echó a andar junto a otros ex investigadores de INIA La Cruz, orientado a brindar soluciones tecnológicas sustentables a problemas en el área de la entomología agrícola, urbana, pecuaria y forestal.

–¿Es muy distinto trabajar como empresa privada, respecto del INIA?

–Creo que hay mucha diferencia. Por el hecho de ser una pequeña empresa nos sentamos y decidimos en 5 minutos lo que vamos a hacer. La simpleza tiene elegancia. Resulta que en Chile tenemos una gran cantidad de reglamentos porque todos desconfían. Eso tiene un costo gigante. Las instituciones estatales donde se hace investigación en Chile requieren de mucho tema administrativo, lo que para el investigador nato es un drama. Cuando la misión consiste en buscar algo que mejore la calidad de vida de los seres humanos y que genere beneficios económicos para Chile, la frase de los encargados de la administración debería ser: “yo me voy a preocupar por que se solucionen sus problemas”.

–¿Cómo ha sido la experiencia de hacer proyectos de investigación fuera de una organización pública?

–Hemos contado con un importante aporte del Estado. Cada desafío que emprendemos está respaldado por un proyecto que ha sido sometido a instituciones como FIA o Corfo. BIOCEA está sumamente agradecido. El formato de proyecto tiene enormes ventajas. Una de ellas es que debes realizar un estudio previo del estado del arte, o sea todos los antecedentes conocidos del tema. Una segunda ventaja es que los recursos están asociados a cada actividad, y es muy bueno saber si hay o no hay presupuesto para tal o cual acción. Tercero, todo el proceso queda planificado, tanto en recursos como en tiempo. Imagínate la belleza de ese esquema. Cuarto, tienes que hacer un informe, lo que te obliga a pensar en los resultados que has obtenido, explicarlos, y analizar también lo que todavía falta. Y por último te exige que los resultados de la investigación sean una necesidad del mercado. Encuentro una bendición que en el país existan estos sistemas, aunque sé que en esto pienso muy distinto a mucha gente.

–Se critica, por ejemplo, que los proyectos son de corto plazo y no permiten hacer investigación a largo plazo, en profundidad.

–Tienen falencias, es cierto, pero también hay que mostrar sus virtudes. Me gustaría que los formularios de postulación fueran más acotados, hay cosas que uno tiene que repetir varias veces en la presentación: una prueba a la paciencia. Hacer un proyecto en forma extremadamente rápida, son dos meses completos. Bien hecho, pueden ser 6 meses, porque uno tiene que hablar con investigadores de otras partes del mundo, encargar una búsqueda del estado del arte con una empresa externa, porque ellos tienen acceso a las patentes del mundo, etc. Hay que invertir. Personalmente estoy contento con la posibilidad de que existan fondos, porque eso te ordena muchísimo.

–¿Y es buen negocio, como emprendimiento?

–Los proyectos en sí, no son un negocio, financian una parte del emprendimiento, lo que significa una muy buena oportunidad para investigar. Los resultados de los proyectos, es decir la “innovación”, pueden llegar a ser un buen negocio, pero es un camino largo y complejo, en especial en la relación con la industria.

 

LA FAMILIA

No solo sus padres han sido determinantes en su desarrollo profesional. Renato Ripa pide una mención especial para toda su familia:

“Les agradezco enormemente el apoyo que me han dado durante todos estos años, especialmente a mi esposa Vicky, en los cuales no he podido estar siempre presente, ya que he dedicado gran parte de mi tiempo a esta profesión”.

¿POR QUÉ NO COPIAR A LAS HORMIGAS?

–¿Cómo es la relación con el INIA, las universidades, la empresa privada?

–En el fondo BIOCEA es como un spin-off del INIA, estamos continuamente hablando con los colegas del Instituto, tenemos una muy buena amistad con ellos. En cuando a la empresa privada, BIOCEA durante su existencia ha hecho trabajos con el 90% de las agroquímicas del país.

–¿Cuál es tu visión sobre los organismos genéticamente modificados?

–Yo creo que recién se está visualizando, quizá, todas las posibilidades que hay, especialmente con los nuevos desarrollos fuera del país en cuanto a genética y la parte molecular. Antes era muy difícil hacer esos cambios, la inserción de genes; hoy con la tecnología CRISPR, la herramienta de edición de genoma más popular debido a su simplicidad, versatilidad y alta eficiencia, es muchísimo más sencillo, más económico.

–¿No te da un poco de susto?

–El mundo lo va a usar, no saco nada con asustarme, así es que dejo este tema a los especialistas.

–También hay grandes avances en el uso de productos no químicos de control. ¿Cómo ves eso?

–Están creciendo a tasas mucho mayores que los fitosanitarios tradicionales. Y están todas las exigencias de límites máximos de residuos cada vez más difíciles de cumplir, de las cadenas de supermercados, por sobre todo. La industria química se está adaptando, buscando socios que tengan disponibles este tipo de productos. El tema de la sustentabilidad se está imponiendo rápidamente, lo que es, en el fondo, lo que predicaba unos 20 o 30 años atrás. Hace poco hubo un congreso organizado por UC Davis Chile respecto de los bioinsumos. Me impresionó la cantidad de gente que asistió, eso te demuestra que hay gran interés.

–¿Cuál es tu insecto favorito?

–Los insectos sociales tienen muchos mecanismos tremendamente interesantes de entender. Las hormigas, por ejemplo, depositan más o menos feromonas en el suelo de acuerdo al tamaño de la fuente de alimento. Y el número de hormigas que se dirige a ella depende de la feromona depositada. Si es una fuente de alimento grande, van a llegar muchas hormigas; si empieza a disminuir, las hormigas vuelven con el canal alimenticio vacío y por lo tanto no depositan kairomonas. Hay una autorregulación brillante. Yo siempre bromeo y digo por qué no copiar a las hormigas para el Transantiago.


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