Oportunidad abierta: el efecto de una adecuada polinización en el negocio de arándanos
Quizás es una práctica, pero tan fundamental como otras en un huerto de arándanos. La polinización juega un rol clave en la producción de fruta de calidad. Una correcta identificación de las curvas de floración, plantación de flores específicas para las abejas, un adecuado manejo nutricional y una menor carga de agroquímicos contribuiría a una adecuada labor por parte de estos insectos. Sin embargo, para hacer el modelo sostenible se requiere de trabajos que articulen al sector apícola, apuntando al mejoramiento genético.
La producción de arándanos de calidad depende de muchos factores. De la preparación del terreno, de la poda, de la nutrición, del riego, del control de plagas y enfermedades, de los manejos de poscosecha y también de la polinización, quizás una práctica ‘casi olvidada’ al momento de tomar decisiones, pero tan fundamental como las otras para producir fruta que cumpla con los estándares exigidos por los mercados internacionales. Y es que un huerto sin insectos polinizadores, en cantidad y oportunidad, no produce fruta exportable.
El incremento de hectáreas (ha) destinadas a la producción de arándanos —en la última campaña se estimó casi 11,000 ha y el próximo año se espera superar las 14,000 ha—, demanda una expansión en el número de colmenas en el país, obligando a las agroexportadoras a reforzar el desarrollo de la apicultura, que en el Perú aún es incipiente y que enfrenta retos que van desde la limitada oferta de abejas, la competencia con la polinización de paltos, hasta el desconocimiento de una adecuada gestión de colmenas en los fundos.
“Cuando mejoras la polinización obtienes una cadena de favores, que termina derivando en arándanos de mejor aspecto y mayor calibre. En el Perú aún no se ha visto la maravilla de un cultivo bien polinizado”, advierte Juan Sebastián Barros, gerente general de APIZUR, empresa polinizadora de San José Farms que administra 4,000 colmenas en Chile. Barros además ha sido asesor en polinización de Talsa entre los años 2015 y 2019, responsable del crecimiento del plantel a 9,000 colmenas ubicadas en huertos de paltos y arándanos.
El arándano es cultivo de polinización entomófila, es decir, que necesita de insectos que trasladen el polen entre las flores. En el país la abeja melífera (Apis mellifera) es el principal agente polinizador de los cultivos y la única opción comercial de proveerse de insectos polinizadores. Se trata de un híbrido africanizado con genética scutellata que es agresivo y enjambrador, trabaja menos cuando hay temperaturas bajas y requiere de más viajes para entregar la misma cantidad de polen que entregaría un abejorro común (Bombus terrestris). Los bombus son utilizados en Chile como complemento a las abejas europeas de miel en la polinización de arándanos.
“En el caso peruano no hay oferta de bombus comercial”, remarca Barros. Para el experto, aunque sería posible la introducción de bombus en el país, una decisión de ese tipo tendría, necesariamente, que partir de una visión ecológica que considere cómo esa dinámica podría influir en las abejas locales y otras especies. Se sabe que hay algunos bombus locales, como el B. opifex o el B. funebris, y bombus como el B. atratus, que ya se produce comercialmente en Argentina, que podrían servir para polinizar.
A mediano y largo plazo, la solución a la demanda de polinización continuaría dependiendo de las colmenas de abejas africanizadas. Ante la escasez de estas — en el 2018 se advertía un déficit de 86,000 colmenas y se estimaba que en 2020 se requerirá de 336,000 colmenas de abejas para polinizar la superficie de palto y arándano del Perú, números que se han quedado atrás debido a la gran expansión de estos cultivos en los últimos tres años —, la necesidad de una adecuada gestión de colmenas y la importación de abejas europeas se vuelve más relevante. “Claramente el tema genético es uno de los principales desafíos. La abeja africanizada tiene una alta agresividad, lo cual no solo es un problema para el apicultor, sino para los trabajadores en la época de cosecha. Si no traen abejas desde afuera no va a bajar nunca la agresividad y no se va a mejorar el sistema de crianza de reinas”, explica Barros.
Para mitigar la africanización, el especialista en polinización sugiere que se importen abejas europeas, caracterizadas por ser más dóciles y por juntar más población antes de enjambrar. “De por sí, la cantidad de abejas en una colonia africanizada es menor a la de una colonia europea. Hablamos de 1,200 a 1,500 abejas africanizadas por marco, frente a 2,000 a 3,000 abejas por marco cuando se trata de genética europea”. Considerando que la demanda de polinización está concentrada en la costa peruana, su recomendación es que se realicen programas de mejoramiento genético con abejas en dicha zona. “Se podría evaluar el ingreso, durante varios años, de abejas europeas. La mitad de las abejas podrían ser reinas importadas”, comenta.
El especialista recalca que la importación de abejas europeas reinas solo será viable si se flexibiliza el protocolo establecido por el Servicio Nacional de Sanidad Agraria (Senasa). “Acá exigieron muchos días para una cuarentena cerrada. Es imposible mantener 1,000 reinas en un invernadero durante 60 días. Eventualmente podrías cumplir eso para un pequeño número de reinas, recambiando constantemente las abejas, repoblando las colmenas, porque dentro del invernadero las abejas se enferman y se mueren”, añade Barros. Explica que sería ideal que se estableciera un lugar amplio y aislado donde se puedan realizar cuarentenas abiertas de ingresos de abejas de genética europea, para así para repoblar las colmenas de la costa que brindan el servicio de polinización.
Respecto a la gestión de las colmenas, el enfoque giraría en torno a tres ejes: la nutrición, la identificación de las curvas de floración y la plantación de flores para las abejas. Pero, además, sería necesario articular al sector apícola para que pueda alinear sus objetivos —usualmente interesado en la producción de miel— con el de los fruticultores, que consideran a las abejas solo en la época de floración. Bajo la mirada del experto, se podría replicar dos modelos para hacer frente al déficit de colmenas.
Uno de estos es el que aplicó la Sociedad Agrícola Drokasa (Agrokasa), compañía que desarrolló una alianza con apicultores con el objetivo de fidelizarlos a través de un buen precio por colmena, adelantos, entrega de suministros, control de la nutrición y capacitaciones constantes. “Con este modelo se baja el riesgo para los apicultores y fruticultores y, al mismo tiempo, se amplía la oferta de colmenas”, destaca Barros, tras señalar que este modelo además permite a los apicultores desarrollar una producción de miel. El otro modelo es el llamado San José, que ha sido desarrollado en Chile y consiste en tener una subdivisión dentro del huerto que defienda las colmenas y que incentive las buenas prácticas.
UNA ADECUADA NUTRICIÓN, PARA UNA CORRECTA POLINIZACIÓN
Los apicultores deben conocer el requerimiento nutricional de las abejas, que explican el 70% de la polinización en el caso de arándanos, para que estos insectos puedan desempeñar sus funciones vitales en modelos de producción de escala. “Mantener por seis meses las colmenas en los huertos implica un trabajo arduo de nutrición y, por supuesto, de reducir la cantidad de agroquímicos porque criar abejas en medio de aplicaciones es algo imposible”, destaca Barros.
A través de harinas, pastas y jarabes se puede suplementar las carencias nutricionales de estos insectos. Sin embargo, para una correcta nutrición y para evitar daños metabólicos en las colmenas se requiere de diversos tipos de polen que segreguen las flores plantadas específicamente para las abejas. “Lo ideal es que se tenga cinco variedades de pólenes distintos entrando a la colmena. Tres ya es preocupante. Sabemos que, si le damos la mejor receta artificial y le excluimos el polen a esa colmena, al cabo de un máximo de 40 días, empieza a decrecer su capacidad de reproducir nuevas abejas. Hay que entender que la larva se alimenta de jalea real y eso se produce con el polen y las reservas corporales. Si les doy solo un suplemento artificial esa cadena se rompe por el elemento más deficitario”, explica el experto.
Barros reitera que se debe garantizar una adecuada oferta de polen a través de plantas poliníferas que tengan pólenes muy nutritivos. “Si no plantas para las abejas, no se garantiza que haya una diversidad de polen que haga que esa colmena pueda prosperar en el huerto” refiere. Explica que, por ejemplo, el maíz es un mal polen. Barros añade que en general existe resistencia para plantar flores para las abejas, debido a que se teme que estas sean hospederas de plagas que podrían afectar al cultivo del arándano. No obstante, el especialista considera que, con un adecuado filtro, se podría mitigar este riesgo.
Para desarrollar las recetas artificiales se recomienda a las empresas invertir en investigación, ya que en la industria existe poco conocimiento respecto a la nutrición de las abejas. Una empresa como Talsa, perteneciente al Grupo Rocío, ya ha invertido desde hace varios años en programas para desarrollar su propia fórmula, pero aún se requiere estabilizar más el insumo. “Hay que meterle un poco más de ciencia”, recomienda Barros, tras indicar que usualmente se usan harinas de lenteja, habas y otras legumbres dado su alto contenido proteico, algo de levadura por su contenido del complejo B, y aminoacidos esenciales puros para equilibrar las recetas artificiales. “Lo más complejo es el colesterol y las grasas”, dice. Otro aspecto que se debe considerar es que las abejas están acostumbradas a consumir polen, por lo tanto, se debe lograr micronizar las harinas que van a ser entregadas como suplemento nutricional. Se debe lograr particular de ese rango de tamaños (<200 μm).
“Si en el huerto no se planta para las abejas, no se deja apiarios con bebederos, no se suplementa y no se baja la carga de agroquímicos es difícil pensar en sostener a las colmenas con abejas. Entrará una linda colmena y en pocas semanas deberá ser reemplazada por otra. Con las malas prácticas actuales van a triplicar fácilmente el valor y la demanda de colmenas”, enfatiza el experto.
CALZAR LAS CURVAS DE FLORACIÓN CON LA OFERTA DE INSECTOS
A nivel global, en la producción de arándanos se habla usualmente de una sola curva de floración que es la que lleva 45 a 60 días después a la curva de poda. La segunda floración se denomina “remonta” y usualmente es fruta que se pierde por las heladas otoñales. En el caso peruano, se habla de dos curvas de floración: la primera ocurre entre mayo y julio y explica el 70% de la fruta que se produce, mientras que la segunda se realiza entre los meses de septiembre y noviembre.
“En Perú están recién descubriendo como son sus curvas de floración. Debido a la temperatura más homogénea y sin heladas, la insolación más alta pero con nublados, las mismas enmiendas, una diversidad de variedades y los sistemas de podas usadas, terminan produciendo un paisaje para las abejas de floraciones muy largas a nivel de huerto. Eso crea confusión para ellas”, señala Barros.
“En un huerto chileno, por ejemplo, uno tiene la opción de evaluar la fenología y de saber cuántas flores se tendrá por yema, cuantas yemas por vara y cuantas varas por planta; pero en el caso peruano hacer eso es complejo ya que tienes una planta que en seis meses va tirando ramillas nuevas, lo que trae a su vez yemas nuevas y con ellas flores”, añade.
Las características de la producción de arándanos en Perú demandan un estudio propio de las curvas individuales de las distintas floraciones, que pueda ser empalmado con las curvas de cosecha y que considere la floración natural. Conociendo los periodos de floración, el apicultor podrá definir cuántas abejas se necesitarán, cuántas visitas serán necesarias en el huerto y, además, tendrá un mejor manejo que derivará en una mayor producción. “La curva de floración nos permite saber que, por ejemplo, si no tuviste insectos para la primera flor, el proceso de floración durará 60 días, y ya no 45 días. Eso se traduce en que sacarás menos fruta”, indica Barros.
“Muchas veces los fruticultores están tan concentrados en estimar los flujos de producción y de cosecha, pero se olvidan de la cantidad de flores y de cómo se van fecundando en el tiempo. Es importante no solo la sanidad del huerto, sino saber que estoy polinizando bien. En esa parte están fallando los huertos. No se considera, por ejemplo, que si tengo una mala polinización corro el riesgo de que entre Botrytis”, subraya Barros.
PREPARACIÓN DEL HUERTO PARA CUIDAR A LAS COLMENAS
El especialista hace especial hincapié en la preparación del huerto para la llegada de los insectos. Para lograrlo de forma óptima, se recomienda definir la cantidad de colmenas por hectárea en base a las características de la planta, la densidad de la plantación, la flora competitiva y el viento; capacitar al personal en lo que respecta a visitas al huerto, una buena distribución de las colmenas en el huerto, instalar bebederos con agua potable en apiarios y bajar la carga de agroquímicos. La instalación de bebedores es importante porque así se evita que las abejas tomen agua de riego que viene, en muchos casos, mezclada con fertilizantes.
“Supongamos que estamos en un campo de 250 m de ancho y 1 km de largo. En ese caso pondrías cinco apiarios. Uno en el centro, lo ideal es cerca de un camino de buen acceso, y el resto los vas colocando en una hilera, manteniendo una distancia de 250 m. Hay que entender que la abeja requiere días para volar, lo primero que hace es vuelos de 50 m como máximo para aprender. Si en un huerto pones a todas las abejas en una esquina vas a tener muchas visitas al lado del apiario. Yo recomiendo ponerlas cada 250 m, como máximo cada 500 m”, indica Barros.
El especialista explica que los factores ambientales, la genética de la especie y las propias prácticas agronómicas pueden conllevar a reducir la población de abejas. “Entras con cajones con siete u ocho marcos, pero pasados dos meses, y tanto por condiciones ambientales, por la genética, como por las prácticas agronómicas, terminas con cajones de cuatro marcos. Así, ese cajón que se ha ido achicando no es condescendiente con el aumento de flores que tiene el huerto”, indica.
Entonces, es necesario reducir la carga de agroquímicos, o en todo caso aplicar de noche productos de baja persistencia con el objetivo de evitar matar a las abejas. “Si se puede aplicar de noche y no infringe las normas de residuos, se puede usar un producto más agresivo, pero que dure menos”, sostiene. Un reto que deben superar los productores de arándanos es conocer cuál es el efecto de los diversos ingredientes activos que se aplican en el huerto en las abejas. “Se desconoce qué efectos tiene la sinergia de un cocktail de principios activos diversos, donde además de fungicidas, puedan haber reguladores del crecimiento e incluso insecticidas sistémicos“, añade.
VARROA, EL PRINCIPAL PROBLEMA SANITARIO QUE ENFRENTA LA APICULTURA
El especialista también advierte que se debe cuidar a las abejas melíferas de la varroasis, causada por el ácaro Varroa destructor, considerado como el principal problema sanitario al que se enfrenta la apicultura a nivel mundial. “En el Perú está subcontrolada la Varroa, se necesitan mejores controles”, considera Barros. Este ácaro no sólo produce las pérdidas de las colonias, sino también reducen la producción de miel y aumentan la posibilidad de que otras enfermedades se presenten y afecten a las colmenas.
Para el control de la varroasis, Barros sugiere el uso de tiras de cartón de monoxalato (ácido oxálico con glicerina) y acaricidas sintéticos en rotación. “Considero que hay dos caminos: recurrir a productos orgánicos o productos de síntesis. Podemos usar tablillas con amitraz o podemos irnos por el lado de ácidos orgánicos. Los ácidos son mi opción preferida, se puede usar en tablitas con una opción de glicerina, o los puedes usar sublimados”, detalla. Una de las principales ventajas del monoxalato es que es inocuo para la producción apícola y tiene un costo accesible. “Cada cierta cantidad de aplicaciones de ácidos es conveniente utilizar algún sintético para descargar en profundidad”, refiere.
Si bien algunas instituciones educativas recomiendan el uso de ácido oxálico y de antibióticos, como la oxitetraciclina, las fórmulas no estarían controlando la enfermedad. “No se está solucionando el problema. Al final, la abeja termina consumiendo el antibiótico, desaparece la cría enferma, pero no la Varroa. En otras palabras, mate las bacterías que están provocando la pudrición, pero sigo conviviendo con el parásito que fue el que posibilitó la expresión de las bacterias”, indica, tras señalar que cuando hay infestación excesiva de Varroa se percibe un mal olor en la colmena porque la abeja al nacer se pudre y se confunde la enfermedad con alguna Loque. Barros agrega que es necesario parar la reinfestación por varroasis en abejas, a través del monitoreo constante de los zánganos. Explica que los zánganos tienen libre entrada a las colmenas y son por excelencia vectores que van moviendo la varroasis de forma horizontal.
Las abejas pueden convertirse en aliados estratégicos de los productores y ayudarlos a alcanzar frutos de mayor calibre y mejor textura. Para que eso sea posible, se requiere un manejo integral de las colmenas, implementando mejores prácticas y que se apoye al sector apicultor. Las oportunidades son inmensas para quienes están dispuestos a invertir.