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Patología está presente entre las regiones de Coquimbo y O'Higgins

Oídio en mandarino W. Murcott en Chile

No han pasado todavía cinco años desde los primeros indicios de la presencia de esta enfermedad en Chile, y ya se ha extendido desde la 4ª a la 6ª Región. Julio Cornejo da cuenta de la investigación que, conjuntamente con el profesor Bernardo Latorre y Karina Elfar, permitió determinar el agente causal, Podosphaera pannosa: una sorpresa para el mundo científico. Su rápida expansión geográfica resulta preocupante por los efectos que puede provocar, sobre todo en el calibre de los frutos. Adicionalmente durante la entrevista, Redagrícola le consultó sobre el uso que se está dando al fosfito de potasio y al oxicloruro de cobre.

24 de Septiembre 2019 Equipo Redagrícola
Oídio en mandarino W. Murcott en Chile

Las cifras oficiales indican que alrededor del 60% de la superficie de mandarinos (incluyendo clementinos) corresponden a W. Murcott. Aunque estas fuentes por lo general van un poco a la zaga de lo que está ocurriendo con los cultivos “en auge”, como es el caso, sí indican que habría aproximadamente 5.000 ha de dicha variedad, la más rentable y más plantada entre los cítricos, y tal vez el frutal que está generando mayor utilidad por hectárea luego de los cerezos. De este modo contextualiza el asesor de Agroconsultores Julio Cornejo, ingeniero agrónomo, M.Sc., la importancia de la detección de oídio como nueva enfermedad en dicho cultivar.

Fotos 1 y 2. Síntomas en brotes nuevos.

–En primavera de 2017, en un huerto de El Paico, Región Metropolitana, detectamos una patología que hasta entonces no habíamos visto en W. Murcott. Comenzamos a buscar antecedentes y nos llegó la información de que también estaba presente en Pan de Azúcar, Región de Coquimbo. Cuando fui a ver lo que ocurría en esa zona, verifiqué que se había propagado en abundancia. Esa misma primavera lo detecté además en Vicuña.

Fue así que Cornejo inició un estudio para caracterizar la sintomatología, la prevalencia y la etiología o causas asociadas al problema. Todo indicaba que podía tratarse de oídio, pero los únicos antecedentes bibliográficos de dicho hongo en cítricos se hallaban en el Sudeste Asiático y algún reporte como enfermedad secundaria, sin importancia económica, en Norte y Centroamérica. No estaba descrito para Chile.

–Era muy importante determinar a qué nos enfrentábamos, por lo cual empezamos a trabajar en el Laboratorio de Fitopatología de la Facultad de Agronomía de la Pontificia Universidad Católica de Chile, con el apoyo del profesor Bernardo Latorre y su equipo. Debíamos hacer la caracterización sintomatológica, evaluación de la prevalencia y caracterización morfológica y molecular del agente causal, así como realizar las pruebas de patogenicidad.

 

CUANDO SE CONOCIÓ EL AGENTE CAUSAL, PARECÍA IMPOSIBLE

Esa misma primavera de 2017 efectuaron pruebas moleculares para su identificación. Para sorpresa de todos, según indica el entrevistado, se trataba del hongo .

–Yo no lo creí, pensé que era imposible. Como se colecta micelio in vivo, porque el oídio es un patógeno obligado que no se cultiva in vitro, debimos esperar un año para tener más material con el fin de efectuar nuevamente el análisis molecular, ahora en Macrogen, Corea.

–¿Por qué te pareció imposible?

–Porque es el oídio que afecta a durazneros y rosas, nada que ver con los cítricos. No existía ningún antecedente mundial de esto. Y comprobar que había una adaptación del patógeno a una especie de producción tan masiva como W. Murcott podía tener ribetes graves.

Las nuevas pruebas moleculares dieron el mismo resultado: Podosphaera pannosa. Luego realizamos en Chile las pruebas de patogenicidad, las cuales confirmaron que ese hongo era el que provocaba los síntomas y efectivamente era el causante de oídio en mandarino W. Murcott. La información se publicó en la revista Plant Disease el 15 de mayo de 2019, por primera vez en el mundo.

–Nos aceptaron publicar el first report solo después de pedirnos nuevas pruebas morfológicas y moleculares, usando otros partidores, para doblemente asegurarse de la correcta identificación del patógeno.

 UNA PROPAGACIÓN VERTIGINOSA A NIVEL GEOGRÁFICO

Al año siguiente de su primera detección, el oídio se encontró diseminado en toda la zona de La Serena, aguas abajo del embalse Puclaro. Además estaba en Limarí, desde el embalse La Paloma hacia el oeste; también en Mallarauco, alrededor de Melipilla, y hasta Litueche en la Región de O’Higgins.

Foto 3. Síntomas en fruto recién cuajado.

–La velocidad de propagación ha sido vertiginosa. ¿Dónde aún no está presente? En las áreas cálidas de las zonas productoras citrícolas, por ejemplo en El Palqui, Región de Coquimbo; Cabildo en la Región de Valparaíso, y en El Huique, en la Región de O’Higgins. Personalmente creo que es asunto de tiempo, porque la expansión ha sido impresionante.

–¿Qué daños provoca?

–Lo más importante es que afecta los brotes de primavera, reduciendo el potencial de crecimiento de la fruta, obteniéndose fruto con poco calibre.

En Chile, señala Cornejo, tenemos una acumulación térmica escasa en términos de grados-día, lo cual se traduce en una pobre fase 1 de división celular en la formación del fruto, que va de septiembre a mediados de diciembre y que determina el potencial de calibre de la mandarina. En particular W. Murcott corresponde a un híbrido cuyo centro de origen se encuentra en Marruecos, África, donde se acumulan sobre 2.500 grados-día, contra 1.300 en nuestro país, 1.500 en el mejor de los casos, lo que nos obliga a trabajar para tener un buen calibre.

Foto 4. Russet en fruto producto del ataque del patógeno.

Si a una condición climática que dificulta la obtención de esta característica se suma un hongo que afecta las hojas nuevas que acompañan la flor y por lo tanto reduce su tasa fotosintética, se disminuye la disponibilidad de carbohidratos para el fruto justo en el momento de la división celular, explica el asesor. Hay que tener presente que el mercado está pidiendo calibre grande: hace dos temporadas el calibre 6 fue eliminado de las exportaciones y el calibre 5 se ha restringido a un 5% de la fruta. Los próximos desafíos, por ejemplo China, también exigen calibres grandes.

Además de afectar el calibre, en casos graves, puede generar micelio sobre frutos recién cuajados (foto 3), apareciendo posteriormente un russet que los deja fuera de comercialización (foto 4).

–¿Cuál será el impacto económico?

–Desconocemos la real magnitud por ahora. Lo estamos cuantificando– puntualiza Cornejo.

Cuadro 1. Prevalencia medida en noviembre-diciembre de 2017.

SITUACIÓN COMPLEJA: EL MOMENTO DE CONTROL COINCIDE CON LA COSECHA

Al revisar la prevalencia (cuadro 1), se observa que en Vicuña en un huerto con orientación norte-sur, tanto la cara este como la oeste de los árboles presentan un 25% de brotes dañados. En Pan de Azúcar, también en orientación norte-sur, el porcentaje de daño es superior por la condición más húmeda, del orden de 33% y 35% en las caras oeste y este, respectivamente. Sin embargo, en El Paico, con orientación este-oeste, la cara sur presenta un 95,3% de brotes dañados y la cara norte, más seca, un 16,5%. Esto está indicando, comenta Cornejo, que el patógeno prefiere una condición más húmeda y sombría.

–En cuanto al comportamiento de la enfermedad –complementa–, hemos observado que los síntomas de oídio aparecen a inicios de la brotación de primavera y declinan hacia fines de octubre, cuando las temperaturas se incrementan. Esto nos lleva a determinar que el control debería iniciarse a comienzos de brotación, lo cual en muchos casos coincide con fruta sin cosechar en los árboles. ¿Pero cómo hacerlo si la fruta está a punto de salir a los mercados, sin sobrepasar los límites de residuos? Hemos comenzado, en conjunto con el Laboratorio de Patología Frutal de la Facultad de Agronomía de la PUC, y con el apoyo de las más importantes empresas agroquímicas presentes en el país, una investigación para determinar la etiología del hongo y evaluar las opciones de control con diversos productos: químicos, biológicos y orgánicos. Una respuesta sólida de estrategia de control solo se podrá dar en 2 o tres años más.


DESPEJANDO DUDAS SOBRE EL USO DE FOSFITO DE POTASIO

Para entender la situación actual del uso de fosfito de potasio en cítricos, hay que hacer un poco de historia sobre cuál ha sido su evolución, afirma el asesor Julio Cornejo. A fines de la década de los 80 se comenzó a utilizar la mezcla artesanal de ácido fosforoso con hidróxido de potasio como inyección para el control de Phythophtora en palto. También se buscaba desarrollar su utilización en aplicaciones foliares en cítricos para el control de gomosis y pudrición parda (Phytophtora citrophtora). Pero como no resultaba fácil controlar el pH, se producían daños en los árboles. Al aparecer el fosfito de potasio formulado, se redujeron estos problemas, masificándose su uso.

Julio Cornejo.

La gran ventaja que llevó al éxito del fosfito de potasio para el control de pudrición parda en cítricos, es la activación de SAR (sigla en inglés de “resistencia sistémica adquirida”) en las plantas, lo que daba un tiempo de protección más prolongado en comparación al oxicloruro de cobre, que se lava con las lluvias.

–El oxicloruro de cobre protege los frutos hasta unos 50 a 60 mm de precipitación acumulada –comenta el ingeniero agrónomo, M.Sc.– y después hay que aplicar nuevamente, ya que el producto se lava con esta precipitación. Entonces el fosfito de potasio aparece como una mejor solución, ya que garantiza 3 a 4 semanas de protección contra pudrición parda. Bajo este escenario las aplicaciones de cobre empezaron a disminuir.

Algunas marcas de fosfitos se posicionaron fuertemente, apunta el profesional, sin embargo comenzaron a llegar muchos productos distintos y no todos los fosfitos de potasio tenían la misma calidad. Los había muy buenos, pero también otros de inferior calidad, lo cual empezó a crear algunos problemas en cítricos.

Inicialmente se tenía poco claro que el fosfito de potasio genera toxicidad luego de una aplicación de oxicloruro de cobre, y que por lo tanto no debía usarse en esta secuencia.

–Por otra parte –prosigue Cornejo–, ya en tiempos más recientes se incrementa la intensidad de patologías de postcosecha como Penicillium y Botrytis. Esta última enfermedad tiene una apariencia muy similar a pudrición parda, de modo que una mirada no experta puede confundir ambas sintomatologías. Como resultado de todo lo anterior se produce una reacción pendular, se vuelve a pensar en los cobres como una opción de control más amplio y surge una cierta inseguridad sobre la eficacia de los fosfitos. Hay evaluaciones de fitopatólogos (encargadas por las empresas), que indican que los fosfitos funcionan bien. A mí juicio, falta una investigación concluyente que aborde el tema en su complejidad con ensayos de varios años.

¿CUÁNDO CONVIENE USAR FOSFITO DE POTASIO Y CUÁNDO OXICLORURO DE COBRE?

–¿Qué hacer, en la práctica?

–En los programas que yo recomiendo se efectúan aplicaciones tempranas de fosfitos de potasio, previas a la cosecha de exportación. Por ejemplo, en una fruta que se cosecha a mediados de mayo, aplico en los primeros días de ese mes, para proteger hasta inicios de junio. Si mi cosecha termina en el periodo indicado, es posible que el proceso se acabe sin nuevas aplicaciones. En variedades más tardías, posiblemente se haga una segunda aplicación de fosfito y en adelante seguirán otras de cobre hasta salir con toda la cosecha. Una vez iniciado el ciclo de los cobres no se debe utilizar nuevamente fosfito porque el riesgo de fitotoxicidad es alto.

–¿Se puede decir que la base es el fosfito?

–A ver… El control de pudrición parda parte con fosfito. Una vez que se acaba su efecto, dependiendo de la localidad, de la condición climática y de otros factores, a veces continúo con fosfito. Por ejemplo, en laderas el mojamiento de los árboles es difícil, de modo que la protección de 3 a 4 semanas de los fosfitos y la posibilidad de aplicar con volúmenes bajos, de 500 a 1.000 L/ha, “facilitan la vida”. Los cobres, dado que actúan por contacto, exigen cubrir profusamente todos los frutos; en pendientes pronunciadas resulta complejo repetir esas aplicaciones en temporadas lluviosas. No obstante, si luego de una o dos aplicaciones de fosfito me empiezan a aparecer algunos frutos con pudrición parda en el huerto, inmediatamente tengo que aplicar oxicloruro de cobre, de efecto más frontal, dirigiéndome a los frutos, a la parte baja del árbol y al suelo. Con el bajo nivel de precipitaciones en los últimos años en la zona citrícola ha bastado una sola aplicación de cobre en la generalidad de los casos.

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