Un potencial de 1.400 MW por explotar en los sistemas de riego
Las llamadas leyes eléctricas cortas 1 y 2, de 2004, viabilizaron pequeños proyectos de generación hidroeléctrica que antes no eran factibles y se calcula que existe un potencial de 1.400 MW por explotar en los sistemas de riego. Hoy son varias las organizaciones de regantes que están generando electricidad y con ella dinero para mejorar su infraestructura de riego. Por ejemplo, en 30 años de proyecto, la Asociación Canal Maule espera recibir más de US$17 millones por su central Lircay.
En la Región del Maule, la con mayor potencial en Chile para el desarrollo de minicentrales de generación eléctrica (las menores a 20 MW), conocimos los casos de la Asociación Canal de Maule y sus centrales Lircay (20 MW), Mariposas (6 MW) y Providencia (12,7 MW). En tanto que en la región del Biobio el proyecto de la Central Diuto (3,3 MW), de la Asociación Canal del Laja. Esas centrales son la prueba de que los proyectos de generación eléctrica a pequeña escala son viables y potencialmente, un magnífico negocio para los regantes y sus organizaciones. Por otra parte, existen varias alternativas de financiamiento privado y líneas de fomento de Corfo, especialmente orientados al negocio de las pequeñas centrales de generación.
Sin embargo, si bien la hidrogeneración a pequeña escala ha sido potenciada mediante leyes y otros mecanismos, como así mismo otras energías renovables no convencionales (ERNC), aún quedan obstáculos para el definitivo despegue de la industria. La primera dificultad radica en que mientras más pequeña es la central más cara se hace la capacidad instalada, pudiendo situarse el costo por megawatt en cerca de US$3 millones. Otro problema a superar es el alto costo de las líneas de transmisión para llegar con la energía hasta el Sistema Interconectado Central (SIC). Aspecto que así mismo es más incidente mientra más pequeña es la fuente de generación.
Cambio de paradigma y oportunidades para las OUA
Gracias al desarrollo de estas pequeñas centrales se está cambiando el enfoque tradicional de uso del agua en la agricultura chilena, pasando de su aplicación exclusiva en riego a un enfoque más integral y multipropósito. Lo que resulta más interesante es que este uso integral se puede conseguir sin descuidar el riego –en oportunidad y cantidad- de los cultivos. Generando ‘de pasada’ importantes recursos que permitirían a las organizaciones mejorar su infraestructura de riego.
El agua que conducen los canales o que contienen los embalses de riego representa, según los estudios, un potencial de generación de 1.400 MW, potencial que en la actualidad se desperdicia. Un buen ejemplo de los beneficios que pueden obtener las organizaciones de regantes gracias a la generación eléctrica, sin entorpecer las actividades agrícolas de riego, es el caso de la operación de la central La Florida y otras (25 MW en total), pertenecientes a la Asociación del Canal de Maipo (Canal San Carlos). Estas le permiten a esa entidad financiar el 100% de los costos de operación y mantenimiento de la infraestructura de riego que administra y, además, repartir utilidades a los regantes miembros de esa organización de usuarios. Como veremos, ya es una realidad que la electricidad generada usando los derechos de agua de los regantes puede ser vendida al Sistema Integrado Central (SIC) incrementando los recursos de las organizaciones.
Ganan los regantes / Ganan el país
Tenemos entonces, por un lado, a los regantes -también consumidores de electricidad- aportando energía limpia a la diversificación de la matriz energética del país, pero por otro, obteniendo interesantes beneficios económicos; ingresos que pueden destinarse al mejoramiento de los canales. Pero además disminuyen los costos de operación y mantenimiento de los sistemas de riego y mejora la calidad del agua, ya que la central debe eliminar la mayor parte de las partículas en suspensión antes de que el líquido pase por las turbinas.
Desde el punto de vista financiero, al ser energías limpias, las pequeñas centrales también se pueden rentabilizar a través de la venta de bonos de carbono en el mercado internacional de estos instrumentos (ver recuadro). Según Pedro Matthei, presidente de APEMEC (Asociación de Pequeñas y Medianas Centrales Hidroeléctricas), estos bonos pueden representar la diferencia entre que un proyecto pequeño se realice o no. “Los bonos de carbono representan entre 1 y 2% de la TIR (Tasa interna de retorno). Lo que es muy significativo. Por ejemplo, si se tiene un proyecto con una TIR del 10% significa que se está en el límite o que no puede conseguir financiamiento ya que el mercado en Chile está exigiendo una TIR del 12%. Entonces la venta de bonos de carbono lo hace viable y si está en un 11 o 12% le mejora bastante la rentabilidad y la seguridad, y facilita levantar financiamiento”, afirma Matthei.
Canalistas en el negocio de la hidrogeneración
La Asociación Canal Maule (ACM) distribuye derechos de aprovechamiento de aguas por un caudal de hasta 53,07 m3/s. Durante la temporada de riego se reparte el caudal disponible en proporciones del 41,92% para el canal Maule Norte Alto y 58,08% para el canal Maule Norte Bajo. El canal Maule hoy riega entre 50 y 60.000 ha (de potenciales 70.000) y a lo largo de su trazado, en sitios hoy bien identificados, los canales de la asociación presentan características atractivas para desarrollar la generación hidroeléctrica sin perjudicar el riego. En la actualidad la ACM tiene centrales en operación y proyectadas por un total de 38,7 MW.
Para Wilibaldo Bravo, gerente general de la ACM, la energía hidráulica presenta varias ventajas. “Es económica, con bajo costo de operación, larga vida útil, elevada fiabilidad de operación, costos reducidos de mantenimiento y en Chile es una tecnología madura. Así mismo aporta autonomía con respecto a la evolución de los precios de la energía y puede solucionar las dificultades de interconexión de lugares aislados. Por otro lado, la pequeña generación hidráulica conserva al medio ambiente pues no deja residuos, no consume combustibles costosos y no requiere de grandes intervenciones en el medio natural”.
La ACM desarrolla tres proyectos de generación, la central Lircay que está en pleno funcionamiento, la central Mariposas que ya está construida y que fue probada en diciembre (2010) y la central Providencia que se comenzó a construir en mayo de 2011. La potencia de generación de las tres centrales en conjunto supera los 38 MW.
Bravo nos entrega algunas ‘claves del éxito’ en el desarrollo de sus proyectos. “Tanto nuestro socio estratégico (Hidromaule S. A.) como nosotros tuvimos que estudiar y entender el negocio del otro. Hoy ellos saben que primero está el riego y nosotros estamos conscientes de que nuestro socio está haciendo una alta inversión y que esa inversión debe ser rentable. Ese aprendizaje no es fácil pero a medida que va pasando el tiempo los problemas se van solucionando”.
Un aspecto en que se debe tener mucho cuidado, según Bravo, es que “cuando la organización le platea la idea a los regantes no solo se debe ser convincente sino que además se debe conocer bien todos los detalles. Si se cae en un error de cualquier tipo el proyecto puede quedar en nada. Además la inquietud de los regantes va a ser permanente ya que nos estamos metiendo en una actividad diferente a la agrícola”.
La central hidroeléctrica Diuto es un proyecto de la Asociación de Canalistas del Laja en la Región del Biobio. Esta asociación de regantes tiene derechos de agua en el río Laja por 56,40 m3/s y 12,18 m3/s de otros cauces, debido a que utilizan algunos esteros para conducir agua. Estos derechos se reparten entre 1.970 agricultores que riegan 55.000 ha a través de una red de 1.000 km de canales. Héctor Sanhueza, gerente de la Asociación de Canalistas del Laja (ACL), explica por qué y cómo se convirtieron en generadores de energía.
Según Sanhueza lo primero que hizo el directorio de la ACL fue levantar información sobre los posibles puntos de generación en la red de canales. “Si bien la red es muy extensa, no tiene mucho potencial dado que su trayecto se desarrolla principalmente en el valle, donde no presenta grandes caídas. Se estudiaron los caudales, los desniveles, la cercanía de líneas de transmisión y, lo más importante, la compatibilidad de la generación con el riego, cuestión que para nosotros es inclaudicable, ya que el proyecto es factible siempre y cuando sea 100% compatible con el riego”, afirmó el gerente del Laja.
Ambos representantes de los regantes coinciden en la importancia de que los estatutos de las organizaciones de usuarios contemplen la posibilidad de utilizar el agua con fines diferentes al riego. “La Asociación de Canalistas del Laja pudo construir una central hidroeléctrica porque sus estatutos originales, de 1916, ya contemplan la posibilidad de utilizar la fuerza motriz del agua de los canales. Y así mismo entregó al directorio la facultad de percibir ingresos provenientes del aprovechamiento de la fuerza motriz del agua de riego”, explicó Héctor Sanhueza
Para Wilibaldo Bravo ese aspecto también es clave (“nuestro caballito de batalla”, dijo), ya que permitió a la ACM entrar al negocio de hidrogeneración. En los estatutos de la ACM, artículo tercero, se autoriza “la asociación con otras organizaciones para desarrollar proyectos que permitan aprovechar las fuerzas motrices y obtener todas las ventajas que resulten de estos trabajos a favor de los fines de la asociación”. “Este, dice Bravo, es el concepto que nos permitió desarrollar las centrales ya que todo lo que estamos haciendo hoy día estaba dentro de los estatutos de la Asociación (que datan de 1917)”. Por esto Bravo recomienda a las organizaciones de regantes que aún no tengan estatutos que consideren incorporar conceptos como el mencionado en su constitución.
Un modelo de negocio distinto para cada caso
Central Diuto en Laja:
Según Sanhueza, luego de levantar la información, el paso siguiente fue definir el modelo de negocio o, dicho de otro modo, de qué forma quería la asociación participar del negocio. “Se decidió establecer un convenio de exclusividad temporal, período de tiempo en el que el inversionista desarrolla el proyecto técnico económico para posteriormente decidir si se continua de la misma forma. Fue una alternativa a que la propia asociación desarrollara el proyecto técnico. Había recursos disponibles, por ejemplo algunas líneas de financiamiento de Corfo, pero se decidió no hacerlo porque lo que hubiéramos podido avanzar en el proyecto técnico, si bien habría aportado elementos para la negociación, habría aportado muy poco para la concreción del proyecto final”.
El modelo de negocio se dividió en tres etapas consecutivas. La primera consiste en una participación sobre los ingresos netos. “Un porcentaje de lo que genera el proyecto, señaló Sanhueza, queda para la Asociación y es sobre los ingresos porque de esta forma obviábamos el gran problema de definir una participación sobre utilidades, ya que estas últimas son variables que se pueden manejar según conveniencias tributarias o económicas. La segunda etapa es de coadministración. Es decir, la ACL participa del resultado y al igual que en la anterior tenemos que aprender del negocio para poder participar de la administración. En la tercera etapa, en tanto, se decidió que el 100% de la propiedad fuera de la Asociación”.
Sanhueza explicó que eligieron ese modelo debido a que tienen un potencial de generación limitado, por lo que asumieron que no habría muchos inversionistas interesados. “La duración de la primera etapa está relacionada con las bondades del proyecto. En un proyecto más grande esa etapa podría ser más corta pero como nuestro proyecto es más bien pequeño esa etapa debe ser más larga. En la segunda etapa deberemos aprender a manejar el negocio para llegar a la tercera etapa en que enfrentamos el desafío mayor”.
Según Héctor Sanhueza, la lógica de la decisión apunta a que las asociaciones de canalistas son manejadas por directorios ad honorem y transitorios. Por esto, “no les pareció adecuado que un directorio circunstancial resolviera para siempre la forma en que se manejaría el potencial, por lo que resolvieron dejar abierta la opción de que en otro momento, otro directorio en otras circunstancias o con otra visión, pudiera cambiar la decisión y, por ejemplo, resolver quedarse con el 100% del negocio”, señaló el gerente.
Los regantes del Laja finalmente encontraron inversionistas interesados, la empresa española Explotaciones Energéticas, de forma que lograron materializar el proyecto de la central Diuto, la que con un caudal de 20 m3/s y una caída de 19,8 m genera una potencia de 3,3 MW. La central tiene la capacidad de generar prácticamente los 365 días del año, 24 horas al día, salvo por mantenimiento o por algún imprevisto.
Central Lircay en Maule:El proyecto de la central hidroeléctrica Lircay, por su parte, es producto de un acuerdo entre la empresa Hidromaule S.A. y la Asociación Canal Maule. El caudal máximo disponible para generar es de 27,73 m3/s y el desnivel existente entre el canal y el río es aproximadamente de 107 m.
En el gráfico se aprecian los caudales medios a los que tiene derecho en el río Maule la ACM. Se observa que hay un período de verano (octubre, noviembre, diciembre, enero, febrero), otro de transición (septiembre y marzo) y uno de invierno (abril, mayo, junio, julio, agosto). En el modelo de negocio de la central Lircay se definió un valor para los tres períodos en base a caudales considerados seguros.
El precio del contrato se definió en función del caudal medio en el aforador. En la tabla de abajo aparecen los ingresos que percibirá la ACM en base a las estadísticas hidrológicas y las fórmulas de cálculo del convenio firmado entre Hidromaule S. A. y la ACM.
Promedio anual: US$ 446.263
Máximo: US$ 465.823
Mínimo: US$ 379.746
En valores actuales, al final de los 30 años del convenio, los regantes calculan que habrán recibido un total promedio de US$ 17.850.532, con un máximo de US$ 18.632.939 y un mínimo de US$ 15.189.848.
Los precios se fijaron en función al caudal otorgado. “No nos basamos en el concepto de uso de agua sino que en el concepto de energía potencial. No arrendamos agua sino que arrendamos energía potencial. Gracias a eso no libramos de una serie de problemas”, dijo Bravo. Se estima que la generación anual de la central Lircay será de 120 GWh lo que, de acuerdo con Bravo, es suficiente para cubrir el consumo eléctrico de la ciudad de Curicó.
Algunas dificultades para generar en los canales de riego
Uno de los problemas del negocio de la generación hidroeléctrica a pequeña escala es el alto costo de la inversión inicial (costo de los estudios, compatibilidad de equipos e instalaciones), lo que en la mayor parte de los casos obliga a que las OUA se asocien con inversionistas. En promedio el valor de instalar la capacidad para generar 1 MW supera los US$1,5 millones y en la medida en que las centrales son más pequeñas el costo por megawatt instalado se aproxima a los US$3 millones.
Otros inconvenientes que encarecen los proyectos en Chile son que aún las empresas proveedoras de equipos de hidrogeneración no han percibido el futuro aumento de la demanda minihidro, razón por la que no manejan stocks de componentes en el país. Junto a los anterior, la alta heterogeneidad de los proyectos (alturas, caudales y variabilidad de los mismos, tipo de energía, lugares de instalación, obras civiles) obliga a ampliar la oferta de equipos, dificultando generar economías de escala.
Explica Pedro Matthei que “en el sector minihidro no existe el producto o la solución estándar, a diferencia de –por ejemplo- las torres eólicas. Cada proyecto minihidro se hace a la medida de las condiciones topográficas e hidrológicas de cada sector. Por ejemplo, si tienes un canal de riego de 2 m3 y tiene 6 m de caída va a tener que diseñar una turbina especial para esas condiciones. Afortunadamente hay algunas caídas que se repiten bastante por lo que las fábricas de turbinas tienen ciertos modelos que a veces coinciden, lo que es una gran suerte porque se ahorra mucha plata”.
Otro aspecto es que la oferta procede de orígenes muy disímiles y a precios muy variados, lo que hace necesario enfrentar procesos de certificación de equipos para dar garantías a los compradores. Además, a nivel profesional, en Chile no existen consultores especializados en este rango de generación hidroeléctrica y también se requeriría de un proceso de certificación y registro de los mismos, como una forma de minimizar riesgos de errores en el diseño.
Por esto Corfo hoy trabaja para mejorar la oferta local de capacidades profesionales y además desarrollar una industria auxiliar que permita atender localmente una parte de la demanda de partes, piezas y equipos, de modo de superar los inconvenientes señalados.
Cómo fomentar la pequeña generación de pasada
Entre las ideas para fomentar la pequeña generación hidroeléctrica se menciona la conveniencia de desarrollar proyectos demostrativos de microcentrales, así como instrumentos de fomento más amplios para financiar estudios, por ejemplo mediante alianzas con Corfo, organismo que dispone de algunas líneas de financiamiento que apuntan en ese sentido. Otra idea es propiciar el interés de la agricultura de contrato (agroindustrias) y los cluster agrícolas para proveer de energía a la agroindustria local. Es decir venta directa a clientes libres.
También existe un cierto apoyo a través de la Ley de Fomento al Riego ya que permite concursar proyectos de riego tecnificado en los cuales se incluya la inversión en generación hidroeléctrica destinada al consumo energético del proyecto de riego.
Desde el punto de vista legal, uno de los factores importantes para el éxito de la generación eléctrica a pequeña escala es la regularización o perfeccionamiento de los títulos de derechos de aprovechamiento de aguas, así como la formalización y legalización de las propias organizaciones de usuarios. Es importante fortalecer las OUA para mejorar su gestión y promover modelos de negocio atractivos para ellas y los inversionistas.
La tendencia mundial apunta al manejo integrado de cuencas y al enfoque multiuso del agua. Lo que implica la coexistencia armónica entre el uso principal del agua de las organizaciones de regantes, como es el riego, y la generación de energía a distintos niveles, cuando se utiliza un insumo que en la actualidad se pierde, como es la fuerza motriz del agua. De paso, si se logra reducir el costo de la energía, se podrá continuar el proceso de tecnificación y modernización para hacer de la agricultura chilena una actividad cada vez más competitiva. El costo energético para los agricultores aumenta año a año y, dependiendo del tipo de cultivo, éstos podrían empinarse hasta representar un 30% de la matriz de costos de un agricultor.
La generación a pequeña escala puede contribuir grandemente a la sustentabilidad ambiental de la agricultura así como al desarrollo social de las áreas rurales aisladas. La integración del componente energético puede cambiar el enfoque y el rol del recurso hídrico en la agricultura chilena.