“Los que no se embarquen en patentadas quedarán fuera”
Ubicada en Sullana, Piura, Agrícola San José cuenta con 740 ha de uva de mesa. De esas, 39 ha corresponden a variedades licenciadas. Todo hace presumir que esa superficie se incrementará de forma rápida, sobre todo para reemplazar a aquellas variedades que han demostrado ser más susceptibles a ciertos episodios climáticos como el pasado Fenómeno El Niño. El techo productivo de Agrícola San José se cerrará hasta llegar a las 1,000 ha, con el objetivo de que el 50% de ellas sean variedades nuevas. Este proceso de crecimiento y renovación tomará cuatro años e implicará arrancar las variedades que hoy presentan problemas de productividad, como Thompson, Superior y un porcentaje de Red Globe.
Han pasado 35 años desde que Francisco Moraga empezó a trabajar en la industria de la uva, en su país natal, Chile. Eran otros tiempos para el negocio de este cultivo porque los productores chilenos ganaban el dinero que querían. “Era tan bueno el negocio, que se podían cometer todos los errores del mundo e igual era rentable”, subraya. Se aprendió a punta de errores. Sin embargo, con los años el panorama se puso mucho más complejo. Por eso es que cuando Francisco piensa en los años en que se alejó de la uva de mesa, para trabajar en la industria del banano o la manzana, recuerda que fueron sus años más felices.
En esta empresa con sede en Sullana, Piura, el negocio de la uva de mesa se inició en 2011, de una forma bastante particular. En ese entonces, un 55% de la superficie del campo estaba ocupada por variedades ‘seedless’ y un 45% por Red Globe. Esto era algo atípico para la época, pues, según Moraga, “casi todo era Red Globe”. Hoy, San José cuenta con 740 ha de uva de mesa, de las cuales 39 ha son de variedades nuevas o licenciadas, es decir, el 5% del área total. “Esto nos ha permitido, desde hace tres años, investigar el comportamiento de estas variedades, en relación a nuestro suelo, clima y temperatura”, explica. Y las variedades que ha instalado San José en su campo básicamente pertenecen al programa de International FruitGenetics (IFG), como Sweet Globe, Sugar Crisp, Sweet Celebration, Sweet Joy y Sweet Sapphire, y también hay plantada la chilena Iniagrape-one. Cada una de estas variedades se ha venido trabajando, en el transcurso de estos últimos tres años, en extensiones que van de las 2 ha hasta las 5 ha.
La decisión de crecer en superficie de variedades nuevas se tomó tras “este año desastroso que nos ha impactado”, confirma Moraga sobre una situación que también ha golpeado al resto de la industria. “Hemos tomado una decisión: tenemos que empezar, en forma rápida, a cambiar nuestras variedades, especialmente las que son más susceptibles a los fenómenos climáticos como El Niño, y que se van a producción cero cuando eso sucede. Con estas nuevas alternativas podemos hacer una proyección más certera, sin la volatilidad productiva que tienen las variedades actuales. Además, de esta forma estamos atendiendo los requerimientos de nuestros clientes, que nos piden estas nuevas variedades”, explica el gerente general.
1,000 HA: MÁS DE EL 50% DE PATENTADAS
El plan estratégico que ha trazado Agrícola San José es crecer hasta llegar a las 1,000 ha plantadas, y que el 50% de esa superficie sea de variedades nuevas. Este proceso de crecimiento y renovación tomará cuatro años e implicará arrancar las variedades que hoy presentan problemas de productividad, como Thompson, Superior y también un porcentaje de Red Globe, para reemplazarlas por variedades licenciadas. Las 260 ha que faltan para llegar a las 1,000 ha, serán solo de nuevas variedades.
“De esta manera, tendremos un escenario donde el 50% será de variedades nuevas y el otro 50% de variedades tradicionales. De este gran contexto, un 15% será de Red Globe, y el 85% restante será de variedades ‘seedless’. De ellas, la mitad será de variedades rojas y la otra mitad será de variedades blancas, mientras un 5% será para variedades negras, porque siempre es importante tener variedades negras sin semilla”, precisa.
Miguel Nizama Ipanaqué es el encargado del manejo de las variedades nuevas en Agrícola San José y cuenta que las variedades se comportan distinto dependiendo del lugar en el que están. “No es igual la Sweet Celebration que se produce en Piura que la de Ica, por ejemplo. Hay ventajas y desventajas en ambos lados. Hay un plan de manejo para cada variedad, dependiendo de la zona en que se encuentren, que tiene que ver con su comportamiento en relación a las aplicaciones, la fertilización y el riego”.
Así, por ejemplo, con Sweet Celebration, que es una roja sin semilla y que en San José manejan hoy una superficie de 2.7 ha, se consiguen calibres similares a Red Globe (28 o 30 mm). Otra de las variedades que manejan es Sugar Crisp, una variedad que presenta un color verde oscuro muy atractivo. Además es muy fértil y las lluvias del año pasado no afectaron su fertilidad. Según cuenta Nizama, en todos los brotes se obtienen racimos y luego de un análisis de yemas, se concluyó que la fertilidad osciló entre un 85% y 90%. Los calibres que se obtienen son buenos y es una buena viajera.
La Sweet Globe es también una verde sin semilla con un sabor muy agradable y no necesita de mano de obra para ralear. Esa es una característica que han podido comprobar en los dos años que vienen trabajando con esta variedad en San José. “Esta es una gran ventaja, no solo por el ahorro de mano de obra, sino porque cuando se manipula mucho el racimo, la baya a veces no crece. Su desventaja es que, como el raquis es fino, tiende a deshidratarse un poco, en ocasiones”, precisa.
MEJOR ARRANCAR QUE EMPEZAR DE CERO
Francisco Moraga es consciente de que este proceso de crecimiento de superficie de nuevas variedades, que tomará cuatro años, es bastante audaz. Pero, según confirma, es en los momentos de crisis donde hay que emprender este tipo de acciones.
–¿Fue, entonces, a raíz del Fenómeno El Niño del año pasado que tomaron esta decisión?
–La decisión venía de antes, pero El Niño empuja y apura, porque no queremos que vuelva a pasar lo que pasó con la Superior, que tuvimos muchas hectáreas que produjeron cero. La prueba fue en este complicado 2017. Las variedades licenciadas tuvieron una producción normal. Las nuevas variedades blancas sin semilla estuvieron en 3,600 cajas/ha, mientras que la Superior produjo cero, aun cuando ambas fueron podadas en la misma fecha. La diferencia es muy marcada; las nuevas variedades se han comportado muy bien, a pesar de las lluvias.
–¿Crees que otras empresas grandes están haciendo o pensando lo mismo que ustedes?
–Es lo que hay que hacer. Creo que todos los grandes deben estar en esto. Las ganas las tenemos todos, lo que cuesta es contar con los recursos. Es complejo. Lo primero que voy a hacer es arrancar, y poner una variedad licenciada, en vez de plantar variedades nuevas de cero. Cuando arranco y pongo una variedad nueva, aprovecho el sistema de riego y la estructura, entonces mi inversión inicial es menor. Es mejor arrancar, pero en ese caso hay que considerar que va a haber un tiempo en que no vamos a producir y nuestras ventas disminuirán. Entonces, es una ecuación un poco compleja, pero haciendo el análisis, lo mejor es hacer cambios que te aseguren una mayor productividad.
POCOS CUPOS PARA PERÚ
El selecto grupo de nuevas variedades está en manos de pocos programas de mejoramiento genético. Los que tienen presencia en el país son Sunworld, International FruitGenetics (IFG) y Special New Fruit Licencing (SNFL Group), aunque también hay otros como ITUM (España) y Biofrutales (Chile). Moraga cuenta que básicamente hay dos genetistas importantes en EE UU y que uno de ellos es el reconocido científico de Sunworld, el Dr. David Cain. “Estos genetistas, ensayan y ensayan, tratando, además, de formar gente que pueda seguir su trabajo, incluso en España. El negocio es extraordinariamente rentable”, señala Moraga.
Los genetistas de estas empresas se dedican a llevar a cabo mutaciones de diferentes variedades para obtener una nueva variedad que tenga las características que buscan actualmente los productores de uva en el mundo: productividad, crocancia, raleo natural y poca mano de obra. “En una segunda etapa, lo que buscamos son sabores especiales, diferentes, como el que ofrece, por ejemplo, Cotton Candy. Hay una tercera etapa de interés, y esta tiene que ver con variedades resistentes a los hongos, que resistan el oidium y mildiú, por ejemplo”, explica.
Pensando en las necesidades de los protagonistas de la industria de la uva es que los genetistas trabajan. Pero Moraga advierte que Perú se están cumpliendo los cupos destinados para las agroexportadoras del país y que, en muchos casos, no quieren tener más de veinte clientes, por ejemplo. “No quieren que su uva se masifique; temen, además que les roben, que produzcan sus uvas patentadas sin su autorización; incluso hacen un seguimiento de las exportaciones de sus clientes con GPS, y verifican si lo que exportan corresponde a su productividad; también hacen pruebas genéticas a las frutas que llegan a destino y si descubre que alguna empresa ha exportado una variedad sin haber pagado licencia, la meten en serios problemas”, explica.
Un negocio de US$12 millones
El negocio de los programas de mejoramiento genético llega a unos US$30 millones. “Si una caja se vende a US$30 FOB, el 5% significa US$1.5 por caja. Si el Perú tiene una tendencia de exportar unos 40 millones de cajas al año y las variedades licenciadas podrían estar significando el 20%, estamos hablando de 20 millones de cajas por $US1.5, ¡son US$12 millones al año que se llevan en ganancias! Además tienes que pagar un ‘fee’ (cuota) por planta… Y estas nuevas variedades no solo se venden en Perú, sino también en Chile, Sudáfrica, Europa, EEUU… Aunque a las empresas estadounidenses les ponen condiciones mucho más favorables”, dice Moraga.
LAS FAVORITAS: CRIMSON Y SWEET CELEBRATION
–¿Cuál es la diferencia de precios entre una planta normal y una patentada?
– No más de un dólar. Una planta tradicional vale US$2.30, mientras que una licenciada tiene un costo de US$3.30. La densidad de plantación de una nueva variedad puede llegar a unas 1,800 plantas/ha. ¡Son US$1800 por ha! Pero además hay que pagar un ‘fee’, adicional al valor de la planta. Pero el problema no es solo el dinero, sino que te quieran vender, que te quieran hacer socio en esta aventura de las variedades nuevas. Porque si eres un productor pequeño, que tiene poca proyección de crecimiento, que no tiene un buen packing, que no va a poder hacer bien el desarrollo de la plantación, que no va a cosechar bien, no la van a vender porque les va a resultar un desprestigio. Así que hoy se están concentrando en las empresas grandes.
–Estamos frente a una suerte de club vip
–Exactamente. Es bien siniestro el sistema porque el mercado te empuja a hacer estas inversiones. Yo no espero tener mayores precios con estas variedades nuevas. Lo que va a ocurrir a futuro no es que tendrán un precio más alto, sino que los precios de las tradicionales se van a caer, porque nadie las va a querer. Y yo para poder vender mis tradicionales voy a tener que ofrecer estas licenciadas. Eso es lo que a mí, en particular, me preocupa a futuro. Por eso es que uno no tiene opciones, sino que está obligado a este tipo de inversiones y estos cambios indeseados. Piensa que tenemos una Superior que no deben de tener más de tres años y que hay que arrancar sin una amortización de la inversión. Tenemos que arrancar e invertir de nuevo.
–Y eso va a doler un poco…
–Duele mucho y cuesta mucho hacerlo. Es una decisión bastante riesgosa porque si el camino es inadecuado…
–Entonces, ¿es indefectible que empresas que no se embarquen en nuevas variedades van a quedar fuera?
–Eso es un hecho.
–¿Crees que es más fácil trabajar con nuevas variedades en Ica que en Piura, por cuestiones de clima, suelo, porque tienen más años en uva?
–Yo creo que ellos partieron antes, pero aquí se está trabajando muy agresivamente. En los ensayos que nosotros venimos haciendo, vemos que con las nuevas variedades se obtienen productividades iguales e incluso más altas que en Ica. Se comportan bien, aunque no todas se han adaptado de la mejor manera, pero las que lo han hecho, funcionan bastante bien, con producciones altas. Yo diría que tenemos empresas en Piura que están bastante avanzadas en este tema, como Ecosac o Camposol, que va a pasos agigantados, con 400 ha que podrían ocuparse con nuevas variedades en su totalidad… Sí, son desafíos grandes.
–¿Hay alguna variedad de las tradicionales sin semilla que va a sobrevivir o despuntar más que el resto?
–Yo creo que la Crimson, que debe estar entre las 2,500 cajas/ ha, quizá más cerca a las 2,000, frente a las 3,500 cajas/ha que debería ofrecer la Red Globe, en un año normal y con un buen manejo. Pensar en 3,000 cajas/ha en relación a algunas variedades nuevas, es viable. Hay unas variedades que tienen un sabor muy particular, y que presentan racimos muy chiquititos, o que dejan mucho racimo, creo que ahí las expectativas de volumen serán de 2,500 o 2,800 cajas/ha, pero siempre serán mejores que las convencionales.
–¿Y dentro de las nuevas variedades hay alguna que destacarías?
–A nosotros nos gusta, en variedades rojas, la Sweet Celebration, pero ya no se puede plantar en Perú porque las hectáreas que se asignaron a Perú están copadas. Se habla de que podrían incrementar el área de Sweet Celebration en Perú, pero lo cierto es que hoy día, el que quiera plantar esa variedad, no va a poder.