“Los consumidores están pidiendo a gritos nuevas soluciones adaptadas a nuevos estilos de vida”
Nuevos alimentos, nuevas tecnologías, nuevos gustos, nuevos consumidores… Redagrícola conversó en Barcelona con Marius Robles, CEO de Reimagine Food, sobre el futuro de esta industria, adelantando la que será su próxima charla en la 3ª Conferencia Redagrícola. Allí hablará sobre ‘El futuro de la alimentación: 25 conceptos, startups y tecnologías que van a cambiar cómo observamos la comida’.
Marius Robles puede pasar horas enumerando cientos o miles de sartups vinculadas a la industria alimentaria, puede hablar durante otras tantas sobre las nuevas App que aparecen día a día vinculadas al negocio de los alimentos y puede pasar un buen rato disertando sobre cómo la tecnología es una buena aliada de este sector. Lo suyo es el futuro de la alimentación y lo deja bien claro cuando dice que “el futuro no sólo pasa por crear nuevos alimentos, sino, por ejemplo, en cómo interpretar los actos del consumidor cuando está comprando”. Hay más ejemplos. Eso está claro. Lo suyo es reimaginar la alimentación, por ello fundó hace un par de años Reimagine Food, una especie de centro de innovación de la alimentación del futuro, pero también una aceleradora de startups que se agrupan bajo el concepto de ‘food tech’. Lo hace desde Barcelona, España, pero pronto abrirá oficinas en Singapur y San Francisco, dos importantes polos tecnológicos.
Pese a la corta historia de la compañía, han sido años movidos. “Intensos” es la palabra que él usa, porque se ha paseado por varios países presentando su idea de negocio, “trabajando directamente con la industria ofreciéndoles soluciones, ideas o locuras”, cuenta.
– ¿Cómo ha reaccionado la industria a estas soluciones, ideas o locuras que ustedes ofrecen?
– Hace un año, durante un congreso especializado en el canal Horeca, al acabar la sesión, la directora de una compañía a la que le habíamos propuesto entrar en el accionariado de Reimagine Food, me dijo ‘todo lo que estás explicando me da mucho miedo, pero sé que debo estar dentro’. Ese ha sido un discurso bastante común y tenemos la suerte de contar con clientes que están muy inquietos con el futuro. Estamos hablando de que en los próximos diez años habrá un enorme cambio porque los consumidores están pidiendo a gritos nuevas soluciones adaptadas a nuevos estilos de vida, a una mayor interacción con la comida. Habrá cambios porque cada año que pasa tenemos tecnología más barata, como big data, inteligencia artificial o simplemente el teléfono celular, que lo miramos 170 veces al día, que nos permiten entrar en una conexión tecnológica con estos sectores tan maduros. Eso, más toda una reflexión del lado de la sostenibilidad y el desperdicio alimentario hace que no sólo aparezcan nuevas categorías de productos, sino nuevos modelos de negocio, por la propia irrupción de la economía colaborativa que se ha introducido en nuestras vidas. Por lo tanto, el concepto ‘uberización’ está llegando a la industria alimentaria.
– Pero todavía está en pañales.
– Sí, pero más que en pañales, yo prefiero decir que sólo estamos viendo la punta del iceberg y que pronto podremos ver mucho más. No estamos siendo conscientes de cómo se replantearán los modelos de negocios. Por ejemplo, el de los supermercados, ya que un modelo de negocio de 14.000 m2 y 42.000 productos es insostenible. Y lo es porque la mayoría de esos productos no llegan al consumidor y estamos aumentando el desperdicio, además de que poca gente quiere ‘invertir’ dos horas de su vida en un supermercado o si lo quieres invertir es porque quieres tener una experiencia mucho más eficaz que si lo haces de forma ‘on line’, porque a golpe de ‘click’ es mucho más fácil. Además, el 80% de lo que compramos es una compra programada y premeditada. El otro 20% nos dejamos llevar por promociones puntuales. Por lo tanto, creo que el concepto de supermercado cambiará.
LOS ‘MILENIALS’ TIENEN UN MENOR APEGO A LAS MARCAS
– ¿De qué forma cambiará?
– En muchos casos, eliminando intermediarios. Hay bastantes iniciativas en la que el productor local distribuye al consumidor directamente. Imagina la posibilidad de que se generen producciones agrícolas en base a la demanda explícita. En segundo lugar, es que hay un gasto tremendo en la distribución de los alimentos. Y tercero, la personalización de la alimentación, en todos los sentidos, porque los ‘milenials’ tienen un menor acercamiento y un menor amor hacia las marcas. Por lo tanto buscan productos que les satisfagan, que cumplan con criterios de trazabilidad, de origen y productos que emocionen.
– Y que tengan un componente de sabor.
– Obviamente. No hay que olvidar el sabor. Pero será una compra más personalizada y lo mejor es que tenemos que la tecnología que nos puede dar esa facilidad.
– ¿La industria alimentaria está pendiente de los ‘milenials’?
– La industria dice con la boca pequeña que sí lo está. Nosotros hemos sugerido a la gran distribución que se centren en ellos, no sólo que hagan campañas, sino secciones específicas para ellos, para la llamada ‘Generación Z’, que tienen la capacidad de influir en sus padres para que compren lo que ellos quieren. Ellos han nacido nativos digitalmente hablando, por lo tanto, su filosofía de metro cuadrado es una interpretación muy diferente de la que podemos tener tú o yo. Nos consta de que sí están trabajando, pensando en este nuevo consumidor porque vemos que en base a una receta que se elija puedes comprar los productos que necesitas para hacerla o en base a lo que has comprado en el supermercado, y a través del ticket de compra, puedan darnos recomendaciones de qué recetas podemos preparar. Eso también va acompañado de nuevos sistemas de pago, porque el hecho de que tengas que ir con billetes o tu tarjeta de crédito, pronto quedará en el pasado.
– ¿Eso ocurre hoy en día?
– Claro, por ejemplo, hace unos días hemos visto como en Finlandia se lanzaba el primer supermercado sin empleados. Eso ya es un extremo. Pero te pones a pensar qué trabajadores dan valor, por eso es que ya vemos muchos supermercados con pantallas digitales para que puedas interactuar en la consulta de productos e incluso la aparición de App donde puedas consultar la alineación de los productos que compras con tu ADN.
– ¿Y qué quieren los ‘milenials’?
– Están muy alineados con la sostenibilidad del producto, que le produzca placer de forma inmediata, que cumpla unos criterios de nutrientes porque son muy exigentes en cuanto a eso y, obviamente, que le vaya sorprendiendo constantemente.
REIMAGINANDO LA ALIMENTACIÓN
– ¿Reimaginar la industria de los alimentos es complicado?
-Hay que separar. Porque reimaginar el qué, por ejemplo, una fresa, una zanahoria, una manzana o un producto envasado, es diferente a imaginar el cómo. Está la parte más exagerada que son los ‘food replacement’, que es la alimentación sustituta de la comida. Una segunda categoría son los alimentos, que si bien no son GMO, se intentan sustituir. Por ejemplo, aquí hablamos de la primera hamburguesa in vitro. Y la tercera categoría son los súper alimentos o nuevas proteínas como las algas, los insectos, la soja y la quínoa. Hay que recalcar que el cliente buscará naturalidad, orientado a la longevidad, porque no hay que olvidar que vamos a vivir más años, por lo cual debemos estar preocupados de los años que queremos vivir. Además, está disponible alta tecnología para que esto se pueda llevar a cabo.
– Pero si el consumidor quiere naturalidad, ¿es un contrasentido que se estén buscando ingredientes que reemplacen el gusto original?
– Hay dos vertientes. La naturalidad será un bien más preciado porque será menos existente, pero por otra parte se necesitará de nuevos productos para abastecer y que estén alineados con todos los componentes nutricionales que necesita la persona. Habrá dos polos: se buscará la naturalidad, pero a la vez se necesita de nuevas soluciones para sustituir el huevo o la carne, por ejemplo. Hay emprendedores muy inquietos e innovadores detrás de startups que están buscando alimentos que imiten el gesto de otros.
SÍ A LA TRANSPARENCIA
– Algo que está sonando fuerte en la industria es el reconocmiento de imágenes.
– Sí y vendrá con mucha fuerza, sobre todo con la aparición de nuevos ‘gadgets’. Una startup italiana lanzó un espectrómetro que cuesta sólo 300 euros y que da un poder inmenso al consumidor, porque puede medir la calidad de lo que va a consumir, su estado de conservación, la información nutricional e incluso el nivel de pesticidas o metales que pueda tener una fruta. Eso otorgará un poder de transparencia brutal para los consumidores.
– Pero, en el caso de una fruta que viene de Chile o Perú, por ejemplo, antes de llegar al consumidor pasa por estrictos controles de LMR. En este caso, ¿no hay una especie de paranoia en los consumidores?
– Es que la seguridad alimentaria empezará a preocupar cada vez más. Ya preocupa en círculos cerrados. Es una paranoia por conocer. Google acaba de patentar un sistema que con una foto podemos detectar cuántas calorías tiene el plato que nos estamos comiendo, alineado con el concepto de salud. Esa es una vertiente donde saldrá mucha tecnología para conocer qué pasa con una fruta o verdura, porque hay ciertos aspectos que no son transparentes.
– ¿Obsesión, salud o placer?
– Quien te dice que si entras a un restaurante y éste detecta tus preferencias gastronómicas, porque ha accedido a la información de la pulsera que llevas en tu muñeca, siempre con el consentimiento previo, que te indica cuántas calorías necesitas quemar, identifique tus gustos, identifique cuántas calorías necesitas ingerir e incluso si tienes alguna intolerancia. E inmediatamente el restaurante te prepara un plato alineado con tu necesidad. Iremos profundizando estos temas en un horizonte de cinco años y con el reconocimiento de imágenes eso será más rápido y factible.
– ¿Crees que habrá una burbuja tecnológica ligada a los alimentos?
– Claro, porque hay muchas iniciativas en que la tecnología no suma sino que resta, sobre todo de App vinculadas a la cocina, que tienen gran cantidad de usuarios pero poco modelo de negocio por detrás. Pero sí que habrá un valor exponencial. La tecnología debe dar sentido, si es que aporta una experiencia real al consumidor, si le mejora el gusto, si le ayuda a descubrir nuevos espacios donde comerla, o ayuda a conservar mejor ese alimento, por lo tanto, ayuda al productor local, que puede llevar un control exhaustivo de su cosecha. Habrá avances, pero también detractores, porque hay interés de que ciertas cosas se mantengan tal como las conocemos hoy en día, pero eso no debiese ser así.
– Y vemos empresas como Google que se interesan en la industria agroalimentaria.
– La alimentación es sexy y de primera necesidad. Esos son suficientes argumentos. Además, va generando cada vez más dinero y la combinación alimentación y tecnología está llegando a extremos únicos y la agricultura se verá afectada positivamente. Desde Mitsubishi hasta Google se están vinculando. Diviso un horizonte de producciones personalizadas. A Google le interesa. Bill Gates compró Impossible Foods por US$108 millones y dos semanas antes Google les había ofrecido US$300 millones. Google se está introduciendo mucho en el sector de la alimentación. Hoy Google permite tener un chat con algunos de los restauradores de restaurantes y permite en el mismo navegador, sin entrar en la web del restaurante, ver los platos de ese restaurante, con lo cual su interés es el tema de las búsquedas. Pero también es una compañía que se ha diversificado mucho y en pocos meses podremos ver a Google en un proyecto de desperdicio alimentario y agricultura de precisión.
– ¿Cómo ves el desarrollo del e-commerce en la alimentación?
– Con buenas perspectivas. Aquí en España, Correos está haciendo un proyecto piloto para que agricultores realicen envíos directamente al consumidor, sin intermediarios. Eso es un salto. El agricultor puede ganar porque parte de su producción puede estar previamente comprada, será dirigida a alguien particular y podrá conocer quién es su consumidor. En un producto fresco hay algún nivel de respeto, pero se está avanzando. Por ejemplo, tenemos un proyecto, aún en fase de desarrollo, que permitirá comprar el pescado en el momento en que está siendo capturado. Aquí volvemos a hablar de transparencia y de compra diferente. El futuro va también por el lado de etiquetas inteligentes, que permitan una interacción en tiempo real para que podamos ver qué está pasando con un producto en un periodo de tiempo concreto.