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Dr. Juan Carlos Cabrera, entomólogo e investigador de la UPAO

“La ignorancia en el manejo de las plagas es lo que nos ha conducido a problemas fuertes”

El control de plagas es una lucha constante, día a día. Bien lo saben los productores hortofrutíocolas en La Libertad, y también un equipo de investigadores de la UPAO, que se han debido enfrentar a un sinnúmero de plagas y están pendientes a lo que pueda ocurrir con la aparición de nuevas, sobre todo, tras la instalación de cultivos emergentes como el arándano.

11 de Septiembre 2018 Equipo Redagrícola
“La ignorancia en el manejo de las plagas es lo que nos ha conducido a problemas fuertes”

Gabriel Gargurevich Pazos

Las plantas vulnerables y aquellas que están en riesgo de desaparición fueron las que empezó a estudiar junto a su equipo. Aún no han publicado sus nombres científicos, pero adelanta que se les llama ‘plantas de flores compuestas’ y son del grupo de la asteráceas, como el girasol. ¿El objetivo? Poder utilizarlas como fuentes de inhibidores. Quién está detrás de este trabajo es el Dr. Juan Carlos Cabrera, investigador líder de la Universidad Privada Antenor Orrego (UPAO), jefe del Laboratorio de Entomología y coordinador de la maestría de Ciencias Agrarias de esa casa de estudios. Actualmente, Cabrera y su equipo están centrados en determinar la eficacia de inhibidores de proteasas obtenidos de plantas endémicas del Perú, para controlar a las diferentes especies de chanchitos blancos en vid y arándanos, en el norte del Perú, aunque anteriormente ha trabajado con espárragos, paltos y alcachofas, combatiendo sus diferentes plagas.

No es un desconocido para las principales empresas agroindustriales del Perú, las cuales lo llaman para ‘apagar incendios’, según cuenta. “Es como ir al médico solo cuando te sientes mal. Pero también se debería ir al médico cuando uno se siente bien, para prevenir”, sostiene.

La importancia de una plaga como el chanchito blanco es clave para el presente y futuro de la industria de la uva de mesa peruana. El trabajo consistió primero en identificar siete plantas que contienen inhibidores de proteasas, es decir, las enzimas que pueden degradar las proteínas que están en el alimento de, en este caso, insectos. “En estas siete plantas hemos encontrado 41 inhibidores diferentes. El trabajo cada vez va afinándose más, porque de esos 41 inhibidores, hemos caracterizado a cinco en el laboratorio y, el mejor de esos cinco, es el que irá al campo. Pero no vamos a enfocarnos en sembrar estas plantas que contienen los inhibidores, ya que la multiplicación de los inhibidores la haremos en el laboratorio”, explica el especialista de la UPAO.

Lo que hará el grupo de investigadores es transformar un microorganismo para que, puesto en condiciones artificiales, multiplique esa proteína. Actualmente, están esperando el resultado de la primera secuencia de esta proteína para transformarla y hacer las pruebas necesarias.

El Dr. Cabrera advierte que uno de los principales problemas que existen en los campos de las empresas es que no hay una correcta identificación de las especies de chanchito blanco (en la foto). Foto: Roy Vergara Mostacero.

–¿Han identificado ya un inhibidor efectivo? ¿Mata al chanchito?

–A nivel de laboratorio, sí. Pero para difundir la noticia, debemos tener la certeza de que se trata de una herramienta que está al alcance de los empresarios y de los agricultores. El objetivo es proporcionarles esa sustancia de manera sostenible.

–¿Qué camino están siguiendo para conseguirlo?

–Existen microorganismos que podemos multiplicar en laboratorio. Trabajamos con bacterias que las transformamos para que puedan producir una enzima. Otro enfoque es trabajar con virus. Lo estamos haciendo porque los virus pueden producir una sustancia cuando los alteramos. Entonces, en vez de multiplicar un virus que puede causar una enfermedad, lo que hacemos es multiplicar un virus que multiplica a una proteína. La tecnología para ello la tenemos. De lo que se trata es de conseguir la multiplicación del inhibidor que nosotros necesitamos.

TRAS EL TRABAJO DE LABORATORIO, EL SIGUIENTE PASO ES LA PATENTE

La gran mayoría de los inhibidores que los investigadores están estudiando son nuevos y se les debe asignar un código para que puedan identificar esa misma proteína y luego se pueda utilizar para los fines que cada investigador decida. “Eso pasa porque no necesariamente un inhibidor tendrá un uso agrícola. En la medicina, por ejemplo, están muy interesados en utilizar inhibidores de proteasas para combatir enfermedades como el VIH, la diabetes o el cáncer. Cuando nosotros terminemos esta investigación, lo primero que vamos a hacer es protegerla con una patente, pues va a tener un alto valor de comercialización”, explica Cabrera.

1. Pupas y larvas de Frankliniella occidentalis (trips). 2. Estados de desarrollo de trips Frankliniella occidentalis (larvas, pupas y adultos). 3. Hembra adulta de Bemicia tabaci en cebolla. Foto: Óscar Vargas.

Estudiar las feromonas es otra de las líneas de investigación que trabaja el Dr. Cabrera en el Laboratorio de Proteómica, Enzimas y Metabolitos Activos para combatir al chanchito blanco. Advierte que uno de los principales problemas que existen en los campos de las empresas es que no hay una correcta identificación de las especies de chanchito blanco. Y saber cuál es exactamente la especie de plaga que ataca el campo es fundamental. Por ello es que están trabajando en un enfoque molecular.

Así, utilizando las técnicas moleculares han identificado cada una de las especies de chanchito blanco que se encuentran en las principales zonas de producción de uva de mesa en Piura. “No se puede generalizar y decir que lo que sucede en Piura, en cuanto al chanchito blanco, se va a replicar en Chiclayo o Ica, por ejemplo”, advierte. “Nosotros podemos ayudar a los productores de esas zonas productoras, pero primero deben darnos las muestras. Nosotros nos podemos guiarlos con una solución que funciona para Piura, salvo que se trate de la misma especie de chanchito. Solo en  esa caso la tecnología a aplicar será la misma”, continúa.

Se trata de una plaga importante. Eso nadie lo discute, ya que se alimentan de diferentes plantas. “Casi todas las plantas ornamentales que tenemos en Trujillo están afectadas por chanchitos blancos. Hace algunos años eran muy comunes en los jardines y parques e incluso hicieron desaparecer a una planta que se llama ‘farolito chino’. Llegó un punto en que los encargados de sanidad no sabían qué hacer con el chanchito en Trujillo. En mango también está presente. De hecho, hay una especie que se movió desde el mango hacia diferentes cultivos y zonas y ha alcanzado unos niveles de intensidad que, cuando llega, los productores no saben qué hacer”, explica el experto.

PRODUCTORES DE ARÁNDANOS NO SIENTEN PREOCUPACIÓN POR EL CHANCHITO BLANCO

En arándanos también hay chanchito blanco, aunque hay algunos fundos aquí en Trujillo que aún no tienen. “No hay una preocupación real por parte de los productores. Pero los que sí tienen chanchito en sus campos no tienen herramientas para poder controlarlo, pues se presenta en el momento en que hay que cosecharlo, es decir, en una época en la cual no se pueden usar agroquímicos. El control biológico clásico no funciona porque estos insectos tienen una cera que los protege. Entonces, cuando un insecto benéfico quiere alimentarse del chanchito, no puede porque está protegido por esta cera”, explica.

Las queresas son un dolor de cabeza para los productores de palto. “Una vez que llega al fruto de una palta Hass, un fruto muy rugoso, por cierto, no hay forma de sacar a la queresa”, advierte el Dr. Cabrera.

Los investigadores también están experimentando con el uso de feromonas. Así, una vez que se ha identificado la especie, utilizan la feromona de esa especie para impregnar unos dispensadores. “Deben estar a una altura de 1.5 metros, en el caso de la uva de mesa, porque a esa altura es donde se concentra la mayor población de chanchito en ese cultivo. El radio de acción de esta trampa es de, aproximadamente, unos diez metros, y nos es útil porque así sabemos qué es lo que está pasando en el campo, no para matar al insecto, sino solo para monitorearlo, porque ese insecto que capturamos nos entrega información”, sostiene.

En este caso, se trata de tomar muestras con fines investigativos. Lo que los especialistas quieren es saber en qué momento están alcanzando con la feromona a los adultos, porque muchos de los químicos con los que se trabaja en la actualidad, no son efectivos en los adultos. “La trampa de feromonas sirve para saber cuándo se empieza a elevar la cantidad de adultos. Ahí es cuando debemos entrar con los inhibidores”, precisa Cabrera. Es toda una estrategia. Cuando la especie está expuesta y todavía no está el fruto, estamos trabajando con los controladores biológicos clásicos, como los hongos anatomopatológicos. El problema de los insecticidas es que muchos insectos se han vuelto resistentes a los ellos y, por ello es que debemos desarrollar otras herramientas”.

El trabajo de Cabrera y su equipo está en el desarrollo de la feromona. No de la trampa. Explica: “ A los productores no les estamos imponiendo nuestra forma de trabajar. Trabajamos con un modelo de trampa, por ejemplo, pero si el agricultor está más familiarizado con otro tipo de trampa y funciona, que lo adapte porque eso está bien. En este caso, el conocimiento es la feromona, no la trampa. Nuestra intención como universidad no es venderles ni feromonas, ni trampas; sino lo que queremos es que nos ayuden a encontrar esas soluciones. Y el desconocimiento es el peor enemigo que tenemos. Es decir, la ignorancia en el manejo de las plagas es lo que nos ha conducido a problemas fuertes en todos los aspectos”.

 

Apuesta por jóvenes profesionales

Para el Dr. Cabrera, la lucha contra plagas es un asunto complicado en La Libertad. “Si bien las empresas grandes están bien organizadas, es decir,  tienen un departamento de investigación, un área de sanidad y equipos adecuados; pero, a veces, por bajar costos no escuchan a su parte técnica. Hay muchos productos químicos chinos, de dudosa calidad y, si no hay calidad en los productos que se van a aplicar, no hay manejo de plaga”, sostiene el experto de la UPAO.

–¿Se descontrola la plaga?

–Sí. Y el problema sucede porque lo que se genera en un campo, afecta también al vecino. En los cultivos de periodos más largos (espárrago, alcachofa, palto e incluso arándano), sí es posible establecer medidas a largo plazo, pero hay que elevar un poquito más los conocimientos. En resumen, si la investigación quiere resolver problemas reales tiene que estar inmersa en la realidad del campo. Toda la infraestructura que tenemos en el laboratorio de la universidad no sirve de nada, si no resuelve un problema real de campo, y viceversa. En muchos campos desconocen la potencialidad que tenemos. Nuestro laboratorio está creciendo, y yo estoy apostando por los jóvenes; en vez de contratar gente con mucha experiencia, quiero gente que se forme aquí y que no le cueste nada ir al campo y regresar al laboratorio, con la misma facilidad.

OTRAS PLAGAS, OTRAS ESPECIES VEGETALES

Hoy están trabajando con uva de mesa y arándano, pero en el pasado lo han hecho con otras especies. Una de ellas es el espárrago, donde la plaga más importante que afecta a este cultivo en La Libertad es Prodiplosis. Para combatirla, han trabajado de manera similar a como lo están haciendo contra el chanchito blanco, es decir, desarrollado atrayentes (trampas de feromonas), controladores biológicos e insecticidas muy selectivos, en el marco de un estratégico manejo cultural.

Cuando el equipo del Laboratorio de la UPAO dirigido por el entomólogo resuelve un problema en una empresa, sin embargo, surge otro. Por ello, dice Cabrera, un agroexportador debe trabajar en la permanente innovación, no solo por las resistencias que las plagas puedan presentar ante los químicos y controladores biológicos, sino por la aparición de otras plagas, “porque uno soluciona un problema, pero les deja el espacio a otras plagas; y las medidas para una plaga no van a ser efectivas para otra”.

Contra Spodoptera frugiperda también ha lidiado el equipo del Dr. Cabrera. A esta plaga se le llama “cogollero” u “oruga militar tardía” y ataca a diversos cultivos, como el maíz. “El año pasado, esta plaga estuvo presente en África y causó destrozos, no tenían cómo detenerla. Pero nosotros hemos encontrado una solución que incluso podría funcionar allá (África)”, dice el especialista y detalla que esa solución se basa en la aplicación de un virus que le causa la muerte instantánea a S. frugiperda. “Ese virus, proveniente de la poliedrosis nuclear. Es decir, aislamos a la larvas de S. frugiperda que encontramos en el campo y obtuvimos el virus de las mismas, antes que desaparezcan de las larvas. Es decir, este virus lo encontramos dentro de la mismas larvas”.

El trabajo con trips lo llevan realizando desde hace más de una década. “Lo hicimos porque son transmisores de virus y, cuando los virus llegaban a la planta, ya no había forma de recuperarla. Entonces, hemos trabajado en la manera de bajar las poblaciones de trips y en bloquear los virus”, apunta. Sin embargo, en el último tiempo, los trips, sin trasmitir virus, han comenzado a ser importantes en la uva de mesa, mandarina, espárrago y ají. En este último cultivo desarrollaron un proceso de identificación y, tras ello, una estrategia de control biológico basado en trampas de colores, usando también extractos de plantas que sí se pueden usar en plena faena de cosecha.

Dr. Juan Carlos Cabrera. Investigador Líder de la UPAO. Especialista en entomología.

En palto, los trabajos han estado enfocados en las queresas. “El gran problema es que no es fácil identificar a una queresa, que son como pequeñas escamas que cuando se presentan en las hojas o en las ramas, no hay problema. Incluso, si hay muchas queresas en hojas o en ramas, uno puede podar y eliminarlas. El problema surge cuando van hacia el fruto. Si lo atacan, como el fruto es muy rugoso, no hay forma sacarlas. Pero depende de las especies de queresa; hay especies que son más grandes y cuando les pasan escobillas salen. Las más peligrosas son las pequeñas”, explica.

Como asesor en una empresa de la zona, vio como los trabajadores de esta limpiaban la fruta usando una escobilla. “Escobillaban más fuerte cuando veían las queresas de tamaño pequeño”, afirma. Pero eso causaba heridas en la fruta, que se manifestaban cuando llegaba al mercado de destino. La solución no estaba en empezar el tratamiento en la época de cosecha, sino antes. “Les hemos enseñado a evaluar, a monitorear esta plaga. Prácticas tan sencillas como el lavado, funcionan para la queresa. Es decir, no es necesario aplicar químicos si nosotros sabemos qué debemos hacer. El problema es cuando no lo manejan bien, porque generalmente los equipos de aplicación tienen un alcance de hasta dos metros, y eso siempre será un problema, sobre todo en árboles que miden hasta siete metros. Hay que saber manejar bien la altura de copa. Uno quiere sacar frutos de esa parte de arriba, pero desde el punto de vista sanitario es lo más arriesgado que puede haber. El tamaño de la planta debe ser lo más manejable posible para hacer podas, lavados e identificar queresas. También apelamos a lo clásico, propagando avispas que podrían parasitar a estas queresas. Nuestra recomendación es que esto se haga solo cuando las queresas están en hojas o ramas, pero no cuando están en el fruto”.


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