La consolidación de un proyecto agrícola familiar
La primera cosecha comercial de avellanas orgánicas producidas en la precordillera de la Región del Maule salió de acuerdo a lo pronosticado al iniciar el proyecto. El gran espaldarazo a esta iniciativa la dio el propio CEO del grupo Ferrero, quien visitó un huerto que destaca por su respeto al medio ambiente y la flora nativa.
Por Rodrigo Pizarro Yáñez / Fotos Ricardo Moreno Beas
“Todo esfuerzo vale la pena”, dice el ingeniero agrónomo, Ismael Fernández. “Estamos parados en un terreno que, cuando lo diseñamos, no sabíamos con certeza qué iba a pasar”. Sin embargo, todo pasó para bien y quizás la mejor forma de dar un reconocimiento a este proyecto familiar, respetuoso con el medio ambiente, es que el propio CEO de Ferrero, Eric Schlesinger, visitara el campo para conocer a los agricultores pioneros de un campo de avellano europeo orgánico, ubicado en la precordillera de la Región del Maule.
Ese fue el mejor espaldarazo a este proyecto construido por Ismael y su esposa Soledad Simeone, que ya está consolidándose con la primera cosecha comercial de una fruta certificada como orgánica. Producir de forma biológica también a abierto los propios ojos de AgriChile, el brazo agrícola de Ferrero en nuestro país. “Durante la visita del CEO de Ferrero a nuestro campo, nos anunciaron que AgriChile ya inició las primeras 90 hectáreas (ha) de avellanos orgánicos. Eso quiere decir que esta forma de producción limpia y sustentable también es de interés para esta empresa. Si ello viene acompañado de una diferenciación del precio de la fruta, será la mejor noticia para agricultores como nosotros”, cuenta Fernández, sobre un producto que hoy tiene el mismo precio que la fruta convencional.
En esta primera cosecha comercial obtuvieron un rendimiento promedio de casi 900 kg/ ha en las primeras 40 ha que entraron en producción, que incluyeron las variedades Tonda di Giffoni, Yamhill y Jefferson. “Esta primera cosecha se ajustó a lo que habíamos proyectado cuando iniciamos este proyecto”, cuenta el agrónomo. El resto del campo plantado recién entrará a su primera cosecha comercial en la próxima temporada (2023). Durante la campaña recién pasada no tuvieron presencia de plagas ni enfermedades que afectaran económicamente al cultivo y cuando los árboles iniciaron su proceso de dormancia invernal, cortaron los riego para evitar sobre saturación del suelo y evitar pudrición radicular.
La cosecha mecanizada se inició a mediados de marzo y concluyó a fines de abril. Gran parte de esta labor la realizaron con una máquina cosechera automotriz piloteada por la propia Soledad. “La máquina es muy buena, pero sí requiere que la parte de preparación de suelo sea perfecta”, advierte la agricultora. Y es que, si el terreno presenta algunas imperfecciones, la cosechadora no trabajará de igual forma que si el suelo está en perfectas condiciones.
“Ahora bien, en un campo nuevo, diseñado recientemente como este, no es fácil tener las entrehileras a la perfección. El año pasado, hicimos una mejora en los caminos, pero este año tendremos que volver a hacerlo”, cuenta Fernández, sobre unos trabajos que deben realizarse con precisión y en una fecha determinada. “En invierno solo podemos hacerlo en determinados periodos y lo ideal es hacer esto en primavera”, cuenta, sobre unas labores que incluyen un fuerte trabajo del suelo, de rodillado, de humedad y de compactación. “Si la época no es la adecuada, será una pérdida de tiempo y dinero”, apunta. Otro tema que deben controlar es el pasto de la entre hilera, que este año lo dejaron crecer y solo lo cortaron antes de cosecha. “Eso no fue bueno para la cosechadora. De cara a la próxima temporada, debemos cortarlo cada cierto tiempo”, sostiene Soledad Simeone, sobre la real importancia e influencia de la preparación del suelo para una óptima cosecha mecanizada, sobre todo en ciertos sectores del huerto que son más complicados.
El proyecto de este matrimonio marcha de acuerdo a lo esperado, e incluso en invierno cuando los avellanos están en receso invernal, el trabajo continúa bajo invernaderos, con una pequeña y súper intensiva producción de pimiento morrón, producción que venden a mayoristas que atienden a supermercados en Santiago, como una alternativa a los pimientos que llegan desde Arica. El camino trazado está claro y esperan seguirlo, siendo siempre respetuosos con el medio ambiente. “Con este proyecto de avellanos orgánicos, nos hemos dado cuenta que es posible generar economía cuidando el medio ambiente y estamos muy orgullosos de eso”, finaliza Fernández.