Estrategias para el control de mancha marrón provocada por Cladosporium
Las mandarinas producidas en Perú, sobre todo aquellas cultivadas en los valles más húmedos de la costa, han comenzado a registrar una serie de ataques fúngicos. Uno de estos hongos, Cladosporium, se expresa con una mancha marrón en la piel de la fruta. Este problema ha generado un importante porcentaje de descarte en los valles del norte chico, Cañete y Chincha. El investigador y asesor, Luis Álvarez, hace unas precisiones sobre las posibles estrategias de control para combatir esta enfermedad.
Marienella Ortiz
Aunque se la relaciona más con el ataque de Alternaria en el mundo citrícola, la mancha marrón que se observa desde hace un par de campañas en mandarinas cultivadas en los valles del norte chico, Cañete y Chincha, es ocasionada por otro patógeno de nombre Cladosporium. Luis Álvarez, asesor e investigador de la Universidad Nacional San Luis Gonzaga de Ica, comenta que ha observado un mayor ataque en Chincha, donde la enfermedad ha ocasionado hasta un 20% de pérdida de fruta que ya no iría a los mercados de exportación. Por tal motivo, según comenta, desde la campaña 2019/20 se está tomando más en serio esta enfermedad, diseñándose una serie de medidas sanitarias a fin de evitar la infección y propagación, con el objetivo de evitar mayores pérdidas por descarte de fruta.
La mancha marrón por Alternaria no afecta a W.Murcott
Conocida como Brown Spot, originada por la Alternaria alternata pv. citri, emite una toxina que origina todo el síntoma de la mancha marrón. Las esporas de la Alternaria emiten una toxina que transita por los haces vasculares de la hoja, produciendo un desbalance en el cultivo: necrosis en hojas y manchado de fruta en cualquier estado de desarrollo. Es una enfermedad cosmética que hace perder a la fruta todo valor de exportación. Uno de los genes de gran susceptibilidad a la toxina de Alternaria está presente en el mandarino Dancy. El problema es que este parental se ha cruzado con diferentes cítricos. Por ejemplo, el mandarino Dancy con el pomelo produce el híbrido tangelo. Entonces, los híbridos también son susceptibles a la Alternaria. Otro híbrido muy conocido en el mundo es la mandarina Fortuna, producida principalmente en España, también es susceptible a esta enfermedad. Pero este es un problema que no afecta a W. Murcott, especie de mayor presencia entre los cultivos peruanos.
“La enfermedad se ha presentado en los últimos tres años en los cítricos que están en formación. Es un hongo que ocasiona daños en la epidermis de la fruta y se le llama coloquialmente mancha marrón. No es la típica ‘mancha marrón’ que conocemos en los textos ocasionada por la Alternaria. Esta enfermedad tiene una sintomatología muy peculiar: un tipo de pulverulencia blanquecina en el fruto, para luego tornar la epidermis de la fruta en marrón”, explica.
Tal como ocurre con la enfermedad de la mancha grasienta, las mandarinas que más se afectan con la mancha marrón son aquellas de cosecha tardía, como W. Murcott. En cambio, las satsumas no han registrado mayor afectación.
El Cladosporium es un hongo bastante común, muy presente en el ambiente, que muestra sus síntomas con rapidez en la mandarina, desde que se observan los frutos en crecimiento. La especie que se asocia a esta enfermedad es Cladosporium perangustum. A diferencia de lo que ocurre con alternaria, no se observa infección en las hojas. Como se trata de un hongo saprofito también vive aparentemente en tejidos senescentes, tanto en el árbol como en la hojarasca, e incluso es posible que las esporas se trasladen con la ayuda del viento.
La infección se produce justo después del cuajado. Debido a ello es que el daño se puede observar en pleno verano. Desde que la espora penetra hasta que te ocasiona el primer daño o percibes los primeros síntomas pasarán más o menos 10 o12 días. De hecho, Álvarez comenta que los primeros síntomas se pueden observar a partir de la quincena de enero y, con mayor nitidez, en febrero.
Lo primero que se observa en el fruto en desarrollo, aún pequeño, es una especie de mancha blanca en la epidermis, un síntoma que confunde a los productores. “Muchos piensan que se trata de Oidium”, sostiene.
“En el caso del ataque por Cladosporium, el hongo en sí no es blanco, lo que pasa es que el patógeno infecta los espacios entre la epidermis y el fruto. Entonces, al momento de levantarse la epidermis, se ve como una pulverulencia blanca. Internamente, están las estructuras del hongo, que van avanzando. Una vez que ya se produjo el daño, el fruto sigue creciendo. Incluso se podría limpiar esa mancha blanca, pero ya el daño está hecho. Con el correr del tiempo, esa mancha blanca caerá y la fruta quedará marrón”, explica.
La destrucción de todas las células epidermales comienza con algunas manchas marrones, pero luego, cuando el fruto ha terminado de crecer, el cambio de color es muy marcado. En algunos fundos, las perdidas alcanzaron el 20% la campaña pasada. Una de las características del Cladosporium es que “no deja crecer la fruta y no permite que vire el color, pues el desarrollo de pigmentos se ve inhibido. Es una fruta que no madura y obviamente, no se puede exportar”, precisa el especialista.
LA MEJOR SOLUCIÓN ES LA PREVENTIVA
En general, una fruta infectada será difícil de salvar al menos que esté muy pequeña. Hasta el momento, lo que está funcionando mejor son las medidas preventivas, comenta Álvarez. “La mandarina es el cultivo en el que se han restringuido más fungicidas. Basta ver la página del Senasa, para darse cuenta de que hay pocas alternativas de moléculas contra enfermedades fúngicas”, explica.
Si la fruta es cosechada entre mayo-junio, por un tema de carencia de productos no se pueden aplicar químicos desde febrero o inicios de marzo. Por eso, se están utilizando algunos productos de manera preventiva, como son los aceites y los cobres. Igualmente, se está haciendo aplicaciones de Trichoderma a la hojarasca y al follaje; aunque, el experto remarca que su efectividad aún no está comprobada.
La medida que más éxito está obteniendo es la aplicación de aceites, que se debe realizar cada 20 días entre enero y febrero, cuando ya el fruto ha cuajado. “Si se aplica cuando el fruto está demasiado pequeño se podría originar estrés y caída de fruta”, subraya y precisa que la aplicación de aceites permite formar una barrera física o película encima del fruto, que ocasiona un efecto deshidratador en el micelio del hongo e impide, de alguna manera, que se puedan producir más infecciones.
Una vez que la temperatura empieza a bajar, normalmente a finales de abril, hay menos probabilidad de que se produzca infección porque el fruto ya está formado. Sin embargo, aquella fruta que sí recibió la infección no tiene ninguna posibilidad de revertir los síntomas.
Además, y como parte de las medidas sanitarias, se están aplicando algunos fungicidas en enero. Y, también, se está utilizando el cobre, pero su efecto está en estudio. “En principio, el cobre parece que puede ayudar, pero en campos que se han estado haciendo aplicaciones frecuentes, también registraron el problema. Al parecer, lo que se debe ajustar son los intervalos de aplicación. Se trata de un producto que es muy utilizado en los campos”, explica el experto.
EL NECESARIO TRABAJO CULTURAL
Un aspecto que no debiesen descuidar son las prácticas culturales. En campos que han tenido daños importantes en campañas anteriores, es necesario realizar podas severas, de tal manera que el aire pueda discurrir entre las ramas y secar las láminas de agua que aceleran el proceso de migración de esporas. Si bien significa una disminución temporal de la producción, es una medida que resulta efectiva para el control sanitario.
Adicionalmente, recalca que las aplicaciones en un árbol muy coposo no son muy eficaces, aunque se cuente con un producto eficaz. “Como este es un hongo que está en el suelo y en el ambiente, las condiciones de la infección son desencadenadas por la humedad”, precisa.
Además de la poda, otro camino que están utilizando los huertos es un mejor diseño de estos, sobre todo en lo relacionado a su ubicación respeto de la dirección del viento. Por ello es que de Cañete a Chincha, se pueden observar hileras orientadas de este a oeste, mirando al mar. Mientras que aquellos huertos orientados de norte a sur tienen mayores problemas porque el cultivo no se ventila bien. Asimismo, y según lo observado la pasada campaña, hubo una mayor incidencia de la enfermedad en aquellas zonas más cercanas a los cercos, debido a que el aire no circula adecuadamente.