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Mandarina W. Murcott es la más afectada

Estrategias para el control de mancha grasienta en mandarina

Desde hace unas cuatro campañas que se ha incrementado el porcentaje de mandarinas, en especial, de la W. Murcott, con presencia de mancha grasienta. El investigador y profesor de la Universidad Nacional San Luis Gonzaga, Luis Álvarez Bernaola, comparte algunos hallazgos sobre la investigación que realiza al patógeno que origina la enfermedad y que podrían ayudar en su control.

05 de Diciembre 2019 Equipo Redagrícola
Estrategias para el control de mancha grasienta  en mandarina

Marienella Ortiz

En las últimas campañas, un creciente porcentaje de la producción de mandarinas ha registrado manchando de piel y eso ha originado una disminución de los volúmenes de exportación. Uno de los problemas identificados es la enfermedad de la mancha grasienta, debido a la presencia de Mycosphaerella, patógeno fúngico que afecta hojas y frutos de los cítricos, especialmente, de las mandarinas.

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Luis Álvarez Bernaola, investigador y profesor de la Universidad Nacional San Luis Gonzaga, investiga desde hace dos años al patógeno que origina la enfermedad, para determinar la dinámica estacional de liberación de esporas que ocasiona la mancha grasienta. Los ensayos los realiza en Chincha, zona que ha sido elegida por registrar humedad elevada, condición que incentivaría el ataque de esta enfermedad.

Igualmente, el investigador comenta que zonas como Cañete o Huaral padecen del ataque del patógeno desde hace ya unas cuatro campañas atrás. En tanto, en zonas como Ica o como Piura –se cultiva más el limón- no se observa la enfermedad. “Cuando hay años en que la humedad relativa se eleva, el problema se incrementa. Hay otros años que son secos y la enfermedad no está tan presente. Lo que sí se observa es que cada año se va ampliando el espectro, porque hay zonas donde, por ejemplo, el problema no existía y ya este año se les presentó”, menciona.

Álvarez explica que Mycosphaerella citri es uno de los patógenos más estudiados en EE UU, por ocasionar la enfermedad denominada mancha grasienta, pero que en Perú se desconoce si los síntomas que se observan en hojas y frutos en plantaciones de cítricos corresponderían a esta especie. Su correcta identificación y conocimiento de sus hábitos de vida podría ayudar en su mejor control. “En EE UU se conoce que las infecciones se producen a partir de su fase sexual (Mycosphaerella) cuyas estructuras sexuales (pseudotecios) maduran en las hojas infectadas que se caen. En la campaña siguiente se comienzan a liberar esporas que afectarían hojas y eventualmente también la fruta”, refiere.

Entonces, al hongo se le trata de aislar de las hojas caídas de la campaña anterior. Este patógeno ingresa por estomas en las hojas. Álvarez dice que es fácil de detectar porque es la única enfermedad que origina un tipo de lesiones en el envés de las hojas.

UN FACTOR VITAL ES EL INCREMENTO DE LA TEMPERATURA

Entonces, para que ese patógeno produzca este año las infecciones, debe haber permanecido en las hojas caídas de la campaña anterior. Pero hay otro factor que suma al desarrollo de la “mancha grasienta” y es el incremento de las temperaturas que ocurren en los meses cálidos a partir de noviembre. “Allí es cuando se produce la liberación de esporas y empieza la infección de las hojas. Estas se caerán y al año siguiente serán infectivas, siguiendo un ciclo”, explica.

Foliar. Esta es la única enfermedad que origina un tipo de lesiones en el envés de las hojas.

Debido a este tema de temporalidad, las mandarinas que más se afectan son las tardías, como la W. Murcott, es decir que tienen una mayor incidencia de manchado en fruta. Por eso, las que salen antes, como la Satsuma, no han registrado mayor afectación.

El que afecte hojas no tendría mayor complicación. Sin embargo, lo que pasa es que el inóculo secundario del patógeno afecta la fruta: el hongo intenta ingresar, pero la cáscara, tras realizar una acción de defensa, impide su penetración y, en ese proceso, se daña la piel. En conclusión, cuando el fruto está verde y se dan las infecciones, no será visible el daño, pero una vez que se produce la maduración, las células dañadas no viran de color y se verán manchas oscuras. Esto hace perder la calidad de la fruta y que se eleve el porcentaje del descarte.

Luis Álvarez, investigador y profesor de la Universidad Nacional San Luis Gonzaga.

El investigador comenta que actualmente se encuentra investigando el periodo en que se realiza la liberación de las esporas del patógeno. “Se está cogiendo hojas caídas para ver en qué momento se produce la liberación de las esporas. También se monitorea en campo para ver en qué momento se activan. Este año continuamos con la investigación”, señala.

Otro aspecto que está pendiente de constatación es si en Perú el patógeno genera la fase sexual, como sí se producen en el hemisferio norte, en donde también es posible aislar su fase asexual: Stenella citri – grisea.

Aunque no se ha abordado un estudio epidemiológico importante, comenta que si se sabe que en los meses de calor se produce la liberación de esporas y, por lo tanto, la infección en las hojas; entonces, lo que ha quedado establecido es que es necesario hacer aplicaciones en ese momento para evitar las infecciones tanto en las hoja como en fruta. Aún faltaría determinar es cuánto se prolonga una vez que comienzan las infecciones, según Álvarez.

En los campos se viene ensayando con aplicaciones de microorganismos, como Bacillus subtilis y especies de Trichoderma en la hojarasca. También se está aplicando urea, para beneficiar a las bacterias autóctonas y hacer que la hojarasca comience a destruirse más rápido y con ello se reduzca la posibilidad de presencia de esporas. “En campo se aplica urea cada 15 o 20 días. Es positivo su resultado aunque no existe un estudio específico sobre su eficacia. Esta estrategia se utiliza para otros hongos en cítricos que producen lesiones en hojas”, menciona Igualmente, se hacen aplicaciones a la fruta antes que se produzca el viraje de color.

La poda y el trabajo cultural reducirán enfermedad

Si bien los productores de mandarinas están utilizando programas de fungicidas pesados para combatir la mancha grasienta, el investigador Horacio Berrios señala que esto debe ir acompañado de un plan de podas que reduzca la incidencia de la enfermedad. “La poda permitirá una buena ventilación de los campos, que no sean huertos emboscados. Eso reduciría la incidencia del problema”, apunta.
Este trabajo cultural debe contar con dos podas, una de producción y una nueva en verano que te permita llegar a la maduración de la fruta con una planta ventilada, recomienda.
Como parte de sus asesorías, comenta que en esta campaña observó algunos campos que se mancharon casi en su totalidad. “Lo ideal es que el 60 a 80% de nuestra producción sea exportable, pero algunos campos no superaron ni el 20% por este problema”, apunta. Agrega que esta enfermedad nos va a seguir acompañando, por tanto, los campos que tengan una mejor respuesta, que hayan hecho programas de fungicidas más estructurados, van a estar en mejor condición de sobrellevar el problema.

En tanto, las aplicaciones de químicos se realizan al follaje más en los meses próximos al verano como medida preventiva. Los químicos, microorganismos y la urea son parte de un plan de manejo integrado. Los químicos en mandarinas son muy limitados debido a restricciones en los mercados de destino; por tanto, es necesario una serie de medidas conjuntas.

INVESTIGACIÓN SOBRE EFICACIAS Y ANALISIS MOLECULAR

En esta campaña, Luis Álvarez comenta que evaluará eficacia de fungicidas compatibles y también seguirá investigando la dinámica de las infecciones y su relación con el incremento de temperatura.

Como parte de esta investigación, detalla que cuenta con algunos aislamientos del patógeno y está haciendo una colección para más adelante llevarlos a un análisis molecular y así establecer la identificación del patógeno. Simultáneamente, establecer hasta qué época del año se producen las infecciones, pues ya se sabe que comienzan cuando se eleva la temperatura.

“Además nos está faltando comprobar si es el mismo patógeno o no que Mycosphaerella citri. Este tipo de patógeno produce síntomas muy similares, pero por el tiempo de infección puede ser algo diferente, un tema que está aún en evaluación.”, señala.

“De aquí a unos meses más debemos tener algo más concreto sobre la identidad a nivel de especie del patógeno. La secuencia molecular se puede comparar con otras muestras que están disponibles en el GeneBank. Se puede comparar los aislados peruanos con otros de otras partes, de EEUU o Centroamérica; ver si es lo mismo”, refiere el investigador.

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