El temido problema de las pudriciones en poscosecha en vides
Botrytis cinerea y Penicillium spp. son los problemas más comunes observados en racimos de uva de mesa durante la poscosecha. Si bien ambos son patógenos que generan pudriciones, se expresan de diferentes formas y requieren de controles distintos. Por ende, es importante observar ciertos síntomas diferenciales en las bayas infectadas para tomar las medidas y evitar problemas comerciales en los mercados de destino.
Hay mercados donde la uva de mesa se espera con las mismas ansias con las que se esperan las cerezas. Y si la fruta llega con algún defecto, eso significará un problema comercial. Inlcuso si esta llega con alguna mínima pudrición, eso significará una inmediata disminución del precio de venta. ¿Es posible evitarlas? El Dr. José Luis Henríquez, investigador de la Universidad de Chile, sostiene que sí lo es, aunque esta es una carrera que no solo empieza en la poscosecha, sino cuando la fruta aún está en el campo. “En general, los patógenos que afectan a la uva de mesa en poscosecha vienen normalmente de la precosecha. Por lo tanto, el manejo de pudrición en poscosecha tiene que iniciarse en el campo y ahí existen algunos supuestos que mal entendemos en cuanto al control”, explica sobre un problema que puede tener distintos orígenes y que, por ende, requerirá de diferentes tratamientos.
Sin duda, la enfermedad más importante en poscosecha es la pudrición gris causada por Botrytis cinerea, pero no es la única. El moho verde o azul, originado por Penicillium spp., es un problema que comenzó a desencadenarse con fuerza a partir del año 2000, ya que antes su presencia en las cajas de uva era esporádica. La explicación más probable de su aparición hay que encontrarla en las propias exigencias de los mercados de querer bayas de un mayor tamaño, para lograrlo se recurre a reguladores de crecimiento y fertilizantes con lo que se producen pieles más débiles. A estos dos problemas se suman otros dos: Alternaria spp. y Cladosporium spp., los que normalmente aparecen en uvas que están más bien envejecidas o se encuentran en almacenamientos prolongados. A diferencia de los dos anteriores, en general, producen pudriciones más bien secas. “Penicillium ingresa exclusivamente por heridas. Y eso nos está indicando que hay un problema con la fruta. Entonces, debemos buscar el origen de esas heridas para poder solucionar el problema”, advierte el especialista y precisa que es necesario diferenciar las infecciones producidas por Botrytis con las de Penicillium. El micelio en una baya de uva de mesa infectada por Botrytis suele ser algodonoso, mientras que será más fieltroso y no tan fibroso en el caso del Penicillium. Además, en la Botrytis se puede observar que los tejidos afectados tienen una coloración pardo oscura. En cambio, las bayas que están podridas por Penicillium, tienen una coloración mucho más clara.
Botrytis y Penicillium generan pudriciones, pero tienen una forma distinta de infectar la fruta. Por ende, es necesario tomar en cuenta esas diferencias para un mejor control.
Ambos patógenos, además, generan distintos tipos de pudrición. Un síntoma de infección inicial por Botrytis es lo que se llama piel suelta en la baya, porque al hacerse una leve presión con los dedos, la piel se corre. En cambio, en el caso de Penicillium, la piel suelta es diferente. También se corre cuando uno la aprieta, pero el tejido macerado no solo luce así en su superficie, sino también en profundidad, generando una gran cantidad de jugo.
“Penicillium es un hongo que produce una maceración mayor de la fruta, por lo tanto, también produce bastante más jugo, y es un problema bastante más serio por el aspecto que adquiere. El distinguir, entonces, estos dos tipos de piel suelta es importante para poder entender qué es lo que está pasando con nuestra uva”, indica.
¿QUÉ SABEMOS DE BOTRYTIS Y LA PUDRICIÓN?
En general, este es un hongo que tiene dos periodos de mayor importancia en la fenología de la vid, que es en flor y cuando la fruta comienza a madurar, es decir, desde la pinta en adelante. “Con la maduración de la fruta volvemos a tener un periodo de alta susceptibilidad, ya que los azúcares están aumentando en la fruta y, probablemente, los compuestos inhibitorios al desarrollo del hongo comienzan también a disminuir”, señala. Sobre este punto, el Dr. Henríquez comenta que hay algunas discrepancias en literatura, con autores que dicen que es más importante el periodo de floración. “Hay quienes realizan tratamientos químicos en flor, no hacen tratamiento antes de la cosecha y no tienen ningún problema. Hay otros que dicen que la flor no es importante y que hay que hacer aplicaciones desde pinta a cosecha. Hacen eso y les va bastante bien. Y esas diferencias básicamente tienen que ver con diferencias climáticas de las zonas donde se producen las uvas de mesas”, refiere. En la zona central de Chile, ambos periodos fenológicos tienen la misma importancia. “La única diferencia es que probablemente durante la floración, el nivel de inóculo es menor, mientras que desde pinta en adelante van comenzando a producirse heridas de distinto tipo en la baya, que son colonizadas por el patógeno, y con ello se produce un incremento del inóculo en el campo”, explica el experto, agregando que este patógeno coloniza restos florales senescentes, básicamente estambres y flores no cuajadas. Por otro lado, la conidia y micelio están en forma epífita sobre las bayas. Entonces, si existen condiciones de humedad, básicamente de agua libre, a partir de los restos florales colonizados por el patógeno o de las conidias que están epífitamente sobre la baya, se puede producir infecciones en la fruta. “Entre cuaja y pinta hay un periodo de fruta inmadura con alto contenido de compuestos inhibitorios del desarrollo de los hongos. Si hay condiciones de agua libre, el patógeno puede producir infecciones que quedarían latentes y no desarrollan síntomas hasta después del inicio de la madurez. Y cuando estas infecciones latentes ocurren muy cercanas al momento de la floración, desarrollarán síntomas normalmente en poscosecha”, sostiene.
Para evitar la contaminación con patógenos, el experto menciona que se limpia la fruta en el parrón o en el packing. La idea es eliminar toda baya que venga con alguna condición de pudrición o alguna herida.
Por ello, el Dr. Henríquez indica que es importante evaluar si se tuvieron lluvias cercanas o posterior a la cuaja. “Por ejemplo, si tuvimos un año seco, no se observó Botrytis hasta el momento de la cosecha, pero tras 40 días de almacenamiento tenemos un 25% de infección en la caja. ¿Qué pasó? Que la lluvia que hubo posterior a la cuaja generó infecciones latentes, que despertaron en poscosecha y, por último, este fitopatógeno aprovechó las heridas para poder producir infecciones a pesar de que no las necesita, ya que puede producir las pudriciones directamente”, indica. Sobre esto último, señala que es una gran diferencia con Penicillium, que sí necesita las heridas para producir la infección. En un estudio antiguo, en el cual se inoculó con una suspensión de esporas de Botrytis a racimos en estado de flor, posteriormente se tomaron fotografías electrónicas para determinar dónde quedaban alojadas en la baya. Se pudo determinar que la mayor parte queda alojada en torno a la inserción de la baya con el receptáculo. Como es esperable, algunas esporas se quedan en la zona del estigma, “donde debe caer el polen para producir la polinización y donde también van a caer esporas para quedar allí adheridas, generando infecciones en la poscosecha”, señala. Por este motivo, explica que muchas veces vemos que las pudriciones en poscosecha son en la zona de inserción peduncular. Por ende, refiere que muchas veces se le asocia con una infección floral, lo cual afirma que no es exactamente así.
Otras patologías
Entre otras patologías existentes figura Cladosporium que es frecuente cuando la fruta envejece, generando una pudrición seca. “Todas las infecciones por este hongo son en el extremo estilar, o sea, allí donde tiene que caer el polen, pero también caen esporas de Cladosporium. Si bien esa baya estuvo recibiendo todas las aplicaciones de fungicida, no le hicieron nada. En la poscosecha, cuando la fruta envejece, se producen las vías para el ingreso y el desarrollo de este hongo que comienza a producir pudrición seca”, dice. En el caso de la Alternaria, pasa algo muy similar a lo anterior, con infecciones en uvas envejecidas que tienen heridas, infecciones puntuales en cierta zona de la baya y que son secas. Entonces, estas son uvas que están envejecidas o que no han tenido un almacenamiento refrigerado que les permita expresar su potencial de poscosecha. Eventualmente, también se observa la aparición del Rhizopus sp. que abundan en el suelo, en el polvo que se levanta y que pueden terminar en el racimo.
Entre otras patologías figura Rizhopus que es un patógeno que se encuentra en el suelo, por lo general.
FUNGICIDAS BIEN APLICADOS PERO…
Al respecto, menciona el caso de una foto tomada entre las 08:30 o 09:00 de la mañana de un racimo de Thomson en plena flor que tiene unas gotitas de agua, en un campo al sur de Santiago. “El racimo está completamente húmedo con agua libre, condiciones ideales para la infección. En general, pasaremos una nebulizadora aplicando nuestro producto. ¿Qué tan protegido va a quedar ese ovario o esa baya cuando se hacen aplicaciones bajo esas condiciones? Lo más probable es que sea un buen cubrimiento. La nube de aplicación va a pasar de un lado al otro del racimo, y lo más probable es que tengamos una cobertura relativamente eficiente, con la excepción de que tenemos alguna baya que están tapadas por la caliptra”, sostiene el investigador de la Universidad de Chile. Entonces, mucho del producto se quedará en la caliptra y no en la baya. Por lo tanto, dice que se necesita hacer una última aplicación cuando caiga toda la caliptra, lo que llaman el cierre de la flor, para asegurar que todas las bayas queden cubiertas. Por otro lado, el cubrimiento de las aplicaciones será malo cuando se trata de un racimo con bayas grandes, porque el fungicida quedara en el extremo estilar de la baya, mientras que la zona peduncular lo más probable es que no reciba nada o muy poco. “Es más, en la parte alta del racimo, ni siquiera aplicando con un pitón de mano, lograremos tener un buen cubrimiento”, refiere tras indicar que con lo mencionado queda prácticamente descartado que la pudrición en poscosecha sea un problema de la flor.
En un racimo demasiado grande, las aplicaciones de fungicidas no serán tan eficientes.
En la medida que el racimo va creciendo, el Dr. Henríquez reitera, que la zona peduncular queda menos expuesta a la aplicación. “La aplicación de fungicidas en la estructura de un racimo grande es bastante dispareja, bastante heterogénea y, en general, mala. Entonces, no es necesariamente la flor a la que debemos culpar sobre qué apliqué o como apliqué el fungicida, sino que después de que el racimo se “aprieta” resulta muy difícil entrar al interior”, expone. Por lo anterior, explica que existe la idea de hacer una aplicación antes de que cierren los racimos, pero desgraciadamente los fungicidas tienen una efectividad residual corta y, por lo tanto, es poco lo que realmente aportan, apunta.
LA APARICIÓN RECIENTE DEL MOHO VERDE O AZUL
Respecto al moho verde o azul producido por Penicillium, el Dr. Henríquez explica que son hongos que tienen su esporulación en conidióforos ramificados, y con las esporas formadas en una estructura denominada fiálide (como una botellita en la cual se producen las esporas, normalmente en cadena). Debido a que el conidióforo tiene forma de un pincel lleva por nombre Penicillium. En Chile, explica que existen dos especies que son P. expansum y P. chrysogenum, siendo considerada la primera como la más importante, puesto que tolera temperaturas de almacenamiento. En tanto, indica que P. chrysogenum no crece a cero 0°C, pero sí lo hace a 5°C. “Muchas veces, en viajes y también en los arribos a destino vamos a tener temperaturas superiores a 0°C donde podría probablemente este patógeno desarrollarse”, menciona, sobre un problema para el que una pequeña herida es suficiente para el ingreso del patógeno y luego vendrá la pudrición. Esto significa, entonces, que las esporas del hongo están sobre la baya. En algún momento, dice que se pensó que este patógeno generaba nidos de infección, es decir, que una baya infectada infectaba a las demás. Debido a ello, se hicieron ensayos en que una baya completamente colonizada y en esporulación se puso en contacto con otras bayas sanas para ver si se producía el efecto nido por contacto. Incluso, menciona que se puso gotitas de jugo con esporas y sin esporas y se determinó, en definitiva, que básicamente se requiere de heridas para que penetre, y que no es capaz de producir un nido. Sin embargo, en base a lo observado, refiere que el jugo de uvas podridas puede generar partiduras en la epidermis de bayas sanas, lo que puede generar a su vez nuevas infecciones. “La pudrición es blanda y, por lo tanto, los frutos van perdiendo contenido, van perdiendo líquido y comienzan a deformarse, generando cosas bastante desagradables. Y eso puede generar entonces partiduras y, por lo tanto, sí podría eventualmente ir produciéndose un traspaso de pudrición de una baya a otra baya en el racimo”, indica.
LOS MEJORES TRATAMIENTOS EN POSCOSECHA
En un trabajo de 2007 se midió la unidad formadora de colonias, básicamente el número de conidias por centímetro cuadrado de baya en uva Red Globe antes y después de la cosecha. Lo observado en poscosecha es que se mantienen los niveles de conidias de Penicillium sobre bayas y esto llevó a pensar que a lo mejor los tratamientos de poscosecha que se hacen con anhidrido sulfuroso no tendrían mucho efecto en Penicillium. Entonces, se hizo un nuevo ensayo en el packing del mismo huerto en que se tomó las muestras anteriores. Al momento de hacerse la gasificación en cámara con anhídrido sulfuroso, se tomó muestras de racimos antes de la aplicación y posterior a la aplicación, y se observó en definitiva que el número de conidias de Penicillium que aparecen tras el tratamiento son similares a las anteriores. En otras palabras, el tratamiento con sulfuroso no tendría efecto en cámaras cuyas concentraciones de SO2 fluctúa entre 210 y 250 ppm/h. Asimismo, se hizo un estudio de sensibilidad al anhídrido sulfuroso, mediante el cual se trató de simular una condición de tratamiento poscosecha en cámara de gasificación en condiciones controladas: a 20°C con una exposición total de 20 minutos y se inoculó bayas con esporas de Botrytis en seco. Entonces, se calculó posteriormente un valor de EC50, es decir, una concentración efectiva media que es capaz de matar el 50% de las conidias de Botrytis con anhidrido sulfuroso. Como resultado se determinó que 44,5 ppm de anhídrido sulfuroso serían capaces de matar el 50% de las conidias presentes en un racimo. ¿Qué pasó con Penicillium? En este caso, es necesaria una concentración mayor de un poco más de cuatro veces, de hasta 183 ppm para matar el 50% de las conidias. “Con ello, queda claro que P. expansum es bastante menos sensibles que Botrytis. Y si hablamos de P. chrysogenum, ya estamos hablando de bastantes veces más, 250 ppm la concentración de anhidrido sulfuroso en las condiciones estipuladas”. De esta manera, recalca que será necesario evaluar las condiciones del campo y de la uva de mesa cosechada para tomar las mejores decisiones que eviten la presencia de pudriciones.