El presente y el futuro de las cerezas que están desarrollándose en Chile
El trabajo genético para obtener las que serán las variedades de cerezas 100% chilenas está en diferentes fases y, de hecho, se anticipa que una de esas selecciones podría abrirse comercialmente hacia 2024. Pero, ¿qué es lo que están buscando ambos programas? Variedades que puedan ubicarse en los extremos de las semanas tradicionales de cosecha en Chile, que se concentran en diciembre y enero, como alternativas tempranas y tardías, para aumentar y mejorar la oferta nacional.
Por Miguel Patiño A.
El crecimiento frenético de la producción de cerezas desde principios del 2000 en nuestro país ha impulsado tanto a la academia como al sector privado a buscar nuevas alternativas para hacer frente, tanto a la demanda de los productores por plantar nuevas especies de cereza, como también de los consumidores chinos, donde va cerca del 90% de la producción nacional de este carozo.
Para reflejar el crecimiento de la cereza en el país, basta comparar las superficies que había en 2015 (cerca de 20.500, según datos de Odepa), versus las más de 50.000 que hay actualmente. Ese crecimiento productivo y, por ende, también comercial, ha motivado la búsqueda de nuevas alternativas varietales e impulsado el trabajo de dos consorcios a entregarle a los productores nacionales una cereza obtenida 100% en Chile.
Quienes han puesto sudor y lágrimas en estos desarrollos genéticos son el Consorcio Tecnológico de la Fruta, que integran la Pontificia Universidad Católica de Chile y la Asociación de Exportadores de Fruta de Chile (Asoex) y, por otro lado, trabaja el Consorcio Biofrutales, en conjunto con el INIA.
“Llegamos a un límite estratégico, de competitividad, de optimización de los retornos. Los exportadores y la Asoex se dieron cuenta que era necesario generar variedades propias, adaptadas a nuestras condiciones climáticas y a nuestras condiciones comerciales, atendiendo además a que ya existían variedades provenientes de EE UU, España, Alemania y posteriormente el arribo de italianas”, comenta la Dra. Marlene Ayala, investigadora de la PUC y directora del Programa de Mejoramiento Genético de Cerezos, del Consorcio Tecnológico de la Fruta.
“Debimos haber partido antes”, reconoce la Dra. Ayala, quien ha participado activamente en el levantamiento de este consorcio y propuso en 2006 comenzar a trabajar en variedades de cerezas desarrolladas en nuestro país, un proyecto que finalmente comenzaba en 2010, con financiamiento proveniente de Corfo y también de FIA.
En la vereda del frente, el Consorcio Biofrutales, también con apoyo de Corfo, partió en el mismo 2010, aunque quizás con una pequeña ventaja: la experiencia y el trabajo que ya venía realizando el INIA en cerezos desde hacía décadas, probando variedades en zonas tempranas al norte de la Región Metropolitana, más precisamente en Ovalle (región de Coquimbo).
De hecho, el desarrollo genético de la fruticultura en Chile comenzó formalmente en los años ochenta del siglo pasado, con la creación de un programa de mejoramiento genético de uva de mesa. En 2004, en tanto, se lanzó la primera convocatoria para la creación de Consorcios Tecnológicos Empresariales de Investigación, con el fin de vincular al sector privado, la academia y la industria, para el desarrollo de proyectos de largo plazo y alto impacto, y lograr dar respuesta a las necesidades del sector privado.
De ahí nacen estas iniciativas para el desarrollo genético de cerezo, con financiamiento d Corfo por el plazo de 10 años.
“Tenemos selecciones muy tempraneras, con buen rendimiento y buen calibre, que también tenemos que evaluar en zonas con más estrés, como menor humedad relativa, ambiental y con menos frío”.
Dra. Marlene Ayala.
PROYECTO DE 18 AÑOS
Desde los laboratorios para el trabajo de cruzamiento, propagación y generación de segregantes, con equipos multidisciplinarios, la Dra. Ayala señala que se pensó desde un principio en las necesidades de la industria, “con mucho feedback de los exportadores”. Actualmente se encuentran en un proceso activo de selección de individuos con características que les interesan, como calidad, fructificación, fecha de cosecha, tolerancia a partiduras y acumulación de frío. “Elegimos lo mejor para temprano y tardío. Y lo mejor no solo es calibre y rendimiento, sino que también sea que tenga una buena vida de poscosecha, bajo ‘pitting’, buenas características de viaje, que no haya pardeamiento o que no haya deshidratación del pedicelo”, detalla.
Además, están ya en evaluación fenotípica de individuos que ya seleccionaron y que injertaron, por lo que ya cuentan con 24 selecciones en etapa pre comercial, ya en producción, que están evaluando para rendimiento, calidad y vida de poscosecha.
De hecho, eso les permitirá, desde este año en adelante, distribuir estas selecciones en distintas zonas, en los predios de los socios del Consorcio, para evaluar su adaptación a lo largo del país.
“Tenemos selecciones muy tempraneras, con buen rendimiento y buen calibre, que también tenemos que evaluar en zonas con más estrés, como menor humedad relativa, ambiental y con menos frío”, comenta.
El foco para los desarrollos que han conseguido está en cosechas antes del 15 noviembre y hacia finales de enero, “porque en esos dos extremos está la falta de variedades y están los retornos para el productor, y además están las dos realidades de la zona más al norte de Chile y la zona más al sur de Chile”, comenta la Dra. Ayala, añadiendo que “nuestra premisa fue ir a los extremos, los dos extremos, porque lamentablemente en Chile tenemos variedades de media estación y se produce un ‘peak’ de volumen”.
El trabajo ha sido intenso temporada tras temporada, done Marlene Bauer se ha encargado de la propagación ‘in vitro’, mientras que el Dr. Juan Pablo Zoffoli ha hecho los análisis de poscosecha de un proyecto que la Dra. Ayala dice que ya están en tierra derecha y que, comercialmente, podrían estar en el mercado en 2027 con la primera variedad.
“Normalmente una variedad nueva requiere un trabajo de 18 años. He visto selecciones tan buenas que ya informé al consorcio que debemos protegerlas. No lo hemos hecho porque la idea es ir lento. Primero, por patente y protección, y segundo, porque queremos que sea totalmente seguro, porque si no liquidamos la selección. Una de las cosas más importantes es que el programa sea confiable”, comenta. Y es que, como dice, el desarrollo genético de una potencial nueva variedad de cereza es un trabajo de largo aliento, porque tiene un hábito de crecimiento y fructificación tardío, con un periodo de juvenilidad muy largo, que se demora entrar en producción y que, por sus características, se debe esperar por lo menos tres años a que dé fruto en dardos.
“Este año y el otro vamos a estar plantando con portainjertos, distribuyendo en el sur, distribuyendo en distintos huertos de los socios, y entre 2027 o 2028 podríamos tener la primera producción, ya con un paquete tecnológico”, asegura.
Pese a que el trabajo es de largo plazo, también hay presiones y prisas, porque no solo ‘compiten’ de manera local con Biofrutales, sino también con los desarrollos extranjeros que ya están llegando a Chile, en diferentes modalidades comerciales.
“Vamos acelerados, porque ya estamos injertando y hemos trabajado de forma intensa. Presión va a existir siempre, pero de esa presión lo ideal sería que -al menos-, los dos programas que comenzaron al mismo tiempo, ojalá cada uno tenga una variedad, temprana o tardía”, explica sobre un proyecto del cual hoy cuentan con 36 individuos ya plantados e injertados en Coltauco (región de O’Higgins). De esos, 24 ya están en etapa de producción, y de esos 24, “tengo diez regalones”, comenta la Dra. Ayala y precisa que de esos, cinco son selecciones tempranas, mientras que los otros son entre media estación y tardía.
Destaca que, hasta el momento, han utilizado poco input dentro del huerto; poco fertilizante, no han usado cianamida para romper receso y no han usado giberélico, con resultados de calibres que van desde 27mm hasta el 32mm, sin ningún manejo.
¿Comparaciones con alguna variedad actual? La Dra. Ayala explica que “todo lo que estamos seleccionando tiene que ser mejor que nuestro estándar industrial o comercial”, agregando que, de las selecciones más avanzadas, el mayor candidato es una selección temprana que tiene menos requisitos frío y tiene mayor calibre que Royal Dawn.
QUIZÁS PARA 2024
Desde la vereda del frente, Rodrigo Cruzat lidera el Consorcio Biofrutales, lleva varios años trabajando activamente en genética para arándanos, manzanas, uva de mesa y carozos, entre ellos la cereza.
Su trabajo desde el 2010 les permite, hoy, contar con una selección muy avanzada que, incluso, podría adelantarse a los 18 años que suelen considerarse o recomendarse desde la academia.
Este alumno aventajado sería su selección ‘21’, que es muy similar a la variedad Rainier, con características bicolor, pero con la gran ventaja de que podría viajar bien a mercados distantes como China, ya que tendría una poscosecha de por lo menos 35 días, a diferencia de Rainier, que tiene una corta vida de poscosecha.
Según detalla Cruzat, esta selección avanzada ya cuenta con simulaciones de exportación, pruebas en línea de embalaje y otros análisis de poscosecha. Además, han establecido ensayos con diferentes portainjertos distintos para poder determinar qué patrón es el mejor para esta variedad. “La selección ‘21’ podría ser más temprana que Rainier, pero el mérito no es que sea más temprana que Rainier, sino que es una fruta que es mucho más fácil de trabajar. Y podría viajar a mercados más distantes que Rainier”, describe el gerente del Consorcio.
Estos avances han hecho que se plantearan la posibilidad de, en dos o tres años, abrir la selección comercialmente. “Nosotros la podríamos lanzar en este minuto, pero todavía tenemos que tener un paquete tecnológico más robusto, para saber, por ejemplo, cuál es el portainjerto adecuado. Y de eso vamos a ver la primera expresión este año. Si sale bien y se genera mucho entusiasmo, podríamos salir al mercado el 2024”, sostiene.
El Consorcio Biofrutales, para su programa de cerezos, actualmente está trabajando sus selecciones en Buin, Rengo y Ovalle, y además de la selección 21, cuenta con las selecciones 5, 15 y 16 (las tres de coloración roja) como las más avanzadas. Todas estas selecciones, además, tendrían fecha de cosecha para la segunda mitad de noviembre en la zona central, de acuerdo a los ensayos.
Según el experto, ya han testeado sus selecciones en patrones Maxma 14, Gisela 6, Colt, y en la zona norte con Adara, que destaca por su actividad metabólica, que comienza más temprano si tiene buena temperatura, algo que no ocurre con este portainjerto en el sur.
“El negocio de la cereza necesita tener más variedades. Y es cierto que la industria siempre ha dicho que sean para antes del 15 de diciembre, pero mi impresión es que eso va a cambiar porque igual necesitamos cerezas tardías”, señala Cruzat sobre la necesidad no solo de aumentar la paleta verietal de las cerezas en Chile, sino también en extender la fecha de producción de este fruto hacia los extremos de la temporada. “Nosotros podríamos no solamente producir mucho antes, también podríamos seguir produciendo mucho después, o podríamos almacenar si conseguimos una buena poscosecha”, argumenta.
Por este mismo ímpetu de probar variedades y selecciones en zonas más tempranas, la región de Coquimbo se ha ubicado como un lugar de interés para quienes investigan y desarrollan cerezas. “Es una zona de oportunidades, pero también tiene límites. Principalmente, por temas de agua”, comenta.
De todas formas, el experto señala que, si bien el norte es interesante para la cereza, todavía hay espacio para seguir explorando con variedades tempranas en zonas más al sur como el valle del Maipo (principalmente Melipilla), Colchagua y Sagrada Familia, “sin la necesidad de irse tan lejos, con poca agua y pocos recursos. Todavía hay cosas por hacer, por eso nosotros no estamos concentrados en una genética para Atacama, sino más bien de zona central, de bajo requerimiento de frío”.
Este, precisamente ha sido uno de los principales requerimientos -y desafíos- de los productores a estos programas de mejoramiento genético, no sólo por la menor acumulación de horas frío en nuestro país respecto a otros, sino también por el cambio climático. En ese sentido, Cruzat señala que “hoy todos los programas están adaptados al cambio climático, porque se selecciona mediante clima, y si el clima cambia, cambia la selección”.