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Diagnóstico nutricional y correcciones al suelo y foliares en cítricos

Una revisión de los conceptos básicos permite dirigir con precisión nuestras decisiones en materias de nutrición vegetal. La Dra. Claudia Bonomelli nos guía en un recorrido iluminador donde valoriza instrumentos tradicionales, como la excavación de calicatas o el análisis de suelos. Asimismo, indica las bases para un buen uso de los análisis foliares, a fin de  ir ajustando nuestro programa de fertilización.

22 de Febrero 2021 Equipo Redagrícola
Diagnóstico nutricional y correcciones al suelo y foliares en cítricos

La Dra. Claudia Bonomelli, profesora de nutrición frutal, suelo y fertilidad, de la Pontificia Universidad Católica de Chile (PUC), plantea que en la práctica las preguntas que siempre nos hacemos en esta variable de la producción agrícola se refieren a qué nutrientes considerar; si debemos subir, mantener o bajar las dosis; cuáles fertilizantes elegir; y cómo y cuándo aplicarlos. Para no perderse en la decisión, propone mantener la vista puesta en nuestro objetivo:

–Apuntamos a maximizar la productividad de los huertos, en el marco de los negocios y de la sostenibilidad, sin causar toxicidad ni provocar daño en los recursos, como el suelo. Buscamos mejorar la eficiencia del uso de los fertilizantes, utilizando la menor cantidad posible para alcanzar el potencial productivo.

La académica enfatiza la idea de cuantificar adecuadamente dicho potencial productivo, dependiente de la genética, el clima, el suelo y los factores agronómicos.

–No hay peor negocio –comenta– que, por ejemplo, tratar de sacar 60 toneladas por hectárea (t/ha) en un huerto que no da más de 40. Esto se traduce en gastar más productos, horas hombre, y recursos en general, sin que el huerto lo devuelva en producción. Entonces será importante, conocer el potencial productivo del cuartel o sector, que estará dado por limitaciones de suelo, clima, plantas, entre otros.

Claudia Bonomelli.

Luego Bonomelli nos invita a recordar algunos conceptos básicos, empezando por la “ley del mínimo” de Liebig: el rendimiento no será mayor que aquel permitido por el componente de producción que se encuentre más restrictivo. En consecuencia, resulta vital determinar cuál es el o los factores que limitan nuestra producción. Tampoco debe olvidarse que las plantas están compuestas en un 95% de carbono, oxígeno e hidrógeno, aportados por el agua y la atmósfera, y solo en un 5% por los nutrientes.

En el caso de estos últimos, su absorción o aprovechamiento por las plantas va a depender de la disponibilidad, asociada a las características físicoquímicas del suelo más el factor espacial, y de la capacidad de adquisición de la planta, vinculada principalmente al tamaño y distribución de las raíces. El suelo es la fuente más importante para la planta, y el gran reservorio. Las aplicaciones foliares son una herramienta útil, pero no permiten lograr la corrección de los macronutrientes, además de requerir fertilizantes totalmente hidrosolubles y una cuidadosa aplicación.

COMENZAR POR LO MÁS EVIDENTE: CALICATAS Y ANÁLISIS DE SUELOS

A partir de todo lo dicho, lo recomendable es comenzar el diagnóstico por el suelo. El primer instrumento corresponde a la calicata, la cual permite conocer el estado de las raíces, la profundidad efectiva del suelo, y detectar si existen problemas físicos, como pedregosidad, cambios abruptos de textura o estratas compactadas y con falta de oxígeno, por ejemplo.

–No sacamos nada con agregar muchos insumos cuando hay un problema con el oxígeno  –puntualiza la especialista–. Si las raíces no respiran, si hay mucha agua y poco aire en el espacio poroso, se producirá un rápido deterioro que no será solucionado con la adición de nutrientes.

El segundo paso corresponde al análisis químico de suelo. Universalmente se considera como una técnica fundamental para determinar el suministro de nutrientes. Hay que tomar muestras diferentes en sectores con suelos distintos, pues necesitarán manejos diversos, y trabajar sobre un promedio solo llevará a generalizar un manejo que no resultará adecuado para ningún sector en particular. Las plantas obtienen la mayor cantidad de nutrientes entre los 0 y 20 centímetros de profundidad, y la mayor actividad de las raíces ocurre donde llega el agua de riego, por lo tanto el monitoreo tiene que  concentrarse en ese estrato. Muestreos a mayor profundidad son útiles para estudios de horizontes del suelo, antes del establecimiento del huerto o para otros fines. La Dra. Bonomelli recomienda la consulta del “Manual de procedimientos de los análisis de suelos y agua con fines de riego” del INIA Perú, disponible en internet.

El programa de fertilización ha de considerar los resultados de textura, densidad aparente, humedad aprovechable, nivel de pH, contenido de materia orgánica, capacidad de intercambio catiónico (CIC), así como los nutrientes extractables.

Para hacer el programa de fertilización, se debe conocer los factores limitantes del huerto, entre ellos los de origen fitosanitario.

SABER CON QUÉ CONTAMOS TIENE IMPACTOS EN RENDIMIENTOS Y COSTOS

El análisis de suelos para fines agrícolas sirve para obtener la información de los nutrientes disponibles (más que el contenido total) o sea aquellos que la planta podría absorber. Adicionalmente, entrega antecedentes sobre la salinidad, a través de la conductividad eléctrica, porcentaje de sodio intercambiable, bicarbonatos, sulfatos, cloruros y la relación de adsorción de sodio (RAS).

El conocimiento del dato del pH que entrega el análisis resulta fundamental, pues afecta el nivel de disponibilidad de los elementos y el ambiente en que se desarrollan las raíces. A medida que aumenta o disminuye el pH, se produce la deficiencia de algunos elementos y el exceso de otros, llegando a rangos de toxicidad.

Los aspectos mencionados en el caso de los cítricos son muy importantes al hacer la elección del portainjerto, por ejemplo para seleccionar aquellos que sean resistentes o tolerantes a caliza o salinidad, si corresponde.

En el diagnóstico el análisis de agua es relevante para saber si a través del riego se está adicionando nutrientes u otros elementos que nos beneficien o resulten perjudiciales.

–Saber con qué recursos contamos –especifica la Dra. Bonomelli– tiene un impacto en los rendimientos y en los costos. Por ejemplo, si el resultado del potasio en el análisis de suelo fue bajo, adicionarlo va a tener una incidencia productiva alta; por el contrario, si el nivel estaba alto, agregar potasio no tendrá efecto en el rendimiento sino que únicamente aumentará los gastos, no solo en la compra del insumo, sino también en consumo de energía eléctrica, transporte, almacenamiento, etc.

PAUTAS DEL ANÁLISIS FOLIAR PARA QUE LOS DATOS REFLEJEN LA REALIDAD

El análisis foliar es un excelente indicador del estado de nutrición del árbol. Permite detectar e identificar una nutrición no adecuada e informa sobre cómo se está logrando la absorción de los elementos disponibles, así como la relación entre ellos. Con los datos se puede evaluar cómo está funcionando el programa de fertilización y ajustarlo si es necesario.

El logro de estos fines requiere el seguir con precisión pautas de muestreo, las cuales se han estandarizado para poder interpretar y comparar los resultados. En el caso de los cítricos la muestra debe tomarse en febrero-marzo y podría ser también en abril, dependiendo del lugar, especie y variedad. Lo más importante es muestrear cuando ya se reduce la tasa de crecimiento del brote vegetativo de fines de verano y en general coincide con el final de la fase 2 del fruto. No se debe elegir cualquier hoja, sino aquellas recientemente maduras, ubicadas en brotes sin frutos, en la tercera o cuarta posición contando desde la punta hacia la base del brote.

Existe una evolución normal del nitrógeno (N), fósforo (P) y potasio (K) a nivel foliar, donde las hojas muy nuevas mostrarán altos contenidos de dichos elementos, y su medición no será representativa; una hoja muy vieja indicará bajos niveles, que pueden ser asociados a deficiencias, igualmente no representativas.

El análisis de agua es relevante. En la imagen se aprecian las sales en la línea de goteros.

AJUSTAR LA DOSIS

Si el análisis foliar (bien muestreado) arroja una deficiencia de nitrógeno, por ejemplo, debemos revisar los siguientes aspectos:

-¿Qué dosis de N se aplicó? ¿Hubo algún factor climático que haya afectado? ¿Cómo fue el rendimiento y calidad anterior? ¿Cómo se aprecia el vigor del huerto? ¿La deficiencia se detecta en un sector o es generalizada?

Si falta vigor, se aprecian síntomas de deficiencia y la producción estuvo bajo el rendimiento potencial, entonces se debe subir la dosis.

Si la última dosis de N fue alta, el problema no se encuentra en el suministro. Por tanto hay que revisar los factores que podrían estar dificultando la absorción de nutrientes (i.e. riego, época de aplicación, aspectos fitosanitarios) y hacer calicatas para observar raíces y suelo.

Si el análisis foliar da un resultado en el rango óptimo, convendrá muy probablemente repetir la dosis de la campaña anterior.

Si el resultado es alto o excesivo, preguntarse: ¿la dosis previa fue demasiado alta? ¿Hubo cambios en el riego? ¿Pudo haber mejorado la absorción o la eficiencia del fertilizante utilizado? ¿Hemos aplicado enmiendas orgánicas?

Para disminuir el exceso habrá que reducir la dosis y evitar desbalances.

TENER EN CUENTA PARA CALCULAR LA DOSIS

¿Qué dosis debo aplicar? No hay una receta en términos de kg de N (u otro elemento) por hectárea. El cálculo debe considerar los kg de N extraídos por tonelada de fruta y lo necesario para mantener la biomasa (3 kg/t de fruta fresca). Al cálculo anterior se resta el aporte de N de la materia orgánica del suelo y por último se divide por el porcentaje de eficiencia de recuperación del fertilizante, lo que se estima de acuerdo a las condiciones del suelo, el manejo y la capacidad de absorción. Por ejemplo, con cifras puramente referenciales para efectos comparativos, en un suelo con menos de 1% de materia orgánica (suministro N cercano a cero) y distinta eficiencia de recuperación del fertilizante:

Caso 1: en un huerto con una producción de 40 t/ha, fertirrigado en dosis parcializadas, buenas condiciones edafoclimáticas y sanitarias, con una eficiencia de 75% (el máximo en el caso de N), la dosis no debiera sobrepasar los 160 kg de N/ha.

Caso 2: en un huerto con una producción de 40 t/ha, regado por surcos en un suelo con condiciones limitantes, problemas en las raíces o dificultades sanitarias, o fertilizado sin parcialización, la eficiencia podría llegar  a 50% y la dosis aumentaría a 240 kg de N/ha. Mientras más limitantes para la absorción, menor será la eficiencia y más aumentará la dosis.

Caso 3: en un huerto idéntico al caso 1, pero con una producción de 60 t/ha en lugar de 40, la dosis máxima de N sería de 240 kg/ha (60 * 3 / 0,75).

Una vez calculada la dosis, la calibración y ajustes se van realizando de acuerdo a los resultados del análisis foliar.

El potasio (K) y el fósforo (P) son móviles en la planta, como el nitrógeno, pero poco móviles en el suelo. Al igual que el N, como se señaló, su concentración en hojas va disminuyendo con el transcurso del tiempo, de manera que en el análisis foliar no se debe elegir hojas muy nuevas ni muy viejas. El análisis de suelo nos indicará el suministro de ambos. Si están bajos, se debe fertilizar hasta llegar al nivel adecuado y en lo sucesivo ir reponiendo los kg que se necesitan por tonelada de fruta. Pero si el análisis foliar muestra deficiencia, debemos revisar las raíces y los manejos, sobre todo el riego. Si los niveles están altos, no fertilizar.

Ejemplo de mantención con rango adecuado en el suelo para K y P:

40 t/ha; 80 kg K/ha * 1,2 = 100 kg K2O/ha.

60 t/ha; 120 kg K/ha * 1,2 = 150 kg K2O/ha.

40 t/ha; 8 kg P/ha * 2,3 = 18 kg P2O5/ha.

60 t/ha; 12 kg P/ha * 2,3 = 28 kg P2O5/ha.

CALCIO, MAGNESIO, AZUFRE Y BORO

El calcio se relaciona con la calidad de la fruta, porque se encuentra en la pared celular y da firmeza a los tejidos. También tiene que ver con las respuestas de la planta a cambios ambientales. Su absorción desde el suelo se efectúa por flujo de masa y requiere de la presencia de abundantes raíces nuevas; si son escasas, habrá insuficiente nutrición con Ca. Su movimiento en la planta ocurre a través del xilema, siendo la transpiración la fuerza motriz fundamental. Una vez que ingresa a un tejido, ya no se puede traslocar a otros, a diferencia del N, K y P. Aplicaciones demasiado abundantes en nitrógeno inducirán un crecimiento vegetativo que llevará el Ca hacia los tejidos verdes y no hacia la fruta, la cual quedará mal nutrida de este elemento.

Cabe mencionar la relación antagónica del Ca con el magnesio (Mg). Aunque el análisis de suelo nos muestre niveles adecuados de Mg en el suelo, el análisis foliar nos puede revelar un déficit de él, cuando hemos aplicado de manera excesiva K y Ca.

El azufre varía mucho dependiendo del tipo de suelos, de modo que saber su nivel permite una fácil corrección.

Déficits de hierro habitualmente no ocurren por su falta en el suelo, sino por una baja disponibilidad debida a la presencia de caliza. Con la alcalinidad asociada a un alto nivel de OH en el suelo se forman óxidos de hierro, insoluble. El problema se maneja a través de modificaciones del pH. Con pH más alcalino también habrá menos disponibilidad de zinc (Zn).

El boro presenta situaciones muy distintas en los diversos suelos, con déficits o excesos. En el primer caso se generarán dificultades de cuaja y de la forma de la fruta; en el segundo, puede resultar tóxico para las plantas. El agua puede afectar; por ejemplo, en valles del norte de Chile en que proviene de la alta cordillera de Los Andes, suele llevar altos contenidos de B que inciden sobre los cultivos. La fertilización con B se hace en cantidades muy pequeñas, del orden de 2 kg/ha.

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