Crisis hídrica en el norte chico obliga a agricultores a tomar medidas extremas
Si bien el norte semi árido del país se encuentra atravesando una de las sequías más crudas de los últimos 100 años, lo cierto es que la condición de déficit hídrico no es un evento anormal en la zona, sino que es parte de la historia regional desde tiempos precolombinos. Un claro ejemplo de ello es el significado etimológico de la palabra con que los Incas denominaron a la cuenca Elqui, río “esmirriado, desmembrado y delgado” lo que da cuenta de un pasado similar al presente.
Y es que la realidad geográfica de la región no permite otra cosa. Ubicada entre los paralelos 29º y 32º latitud sur, uno de los factores que influencia el clima regional corresponde a la presencia del Anticiclón del Pacífico, cuya acción bloquea la influencia de las masas de aire cargadas de humedad provenientes del sur del país, limitando así la formación de nubes que generen precipitaciones. La fluctuación de este fenómeno intercalado con un sistema de baja presión atmosférica superficial, provoca que se generen los fenómenos de El Niño (fase cálida) y de La Niña (fase fría). Esta última genera en la zona de Elqui una constante crisis hídrica, que esta temporada recién pasada llegó a índices históricos del orden del -88% sobre las precipitaciones anuales normales, y un déficit en la acumulación de nieves en la alta cordillera del orden del -77%, de acuerdo a cifras entregadas por la Dirección General de Aguas.
ELQUI TOCA EL FONDO DEL PUCLARO
Este panorama tiene en serios aprietos a la agricultura regional, la cual se ha tenido que aferrar a las últimas gotas de agua almacenadas en el embalse Puclaro, que hoy se encuentra en su mínimo histórico, apenas acumulando un 2% de su capacidad total. “En los últimos 4 años, fuimos perdiendo 50 millones de metros cúbicos cada año, y hoy día nos encontramos en el mínimo del embalse”, cuenta José Izquierdo, presidente de la Junta de Vigilancia del Río Elqui y sus Afluentes, entidad que administra el agua destinada para el desarrollo del riego de los agricultores de la provincia.
Albergando a 5.288 afiliados a lo largo de todo el valle, la Junta tiene un control sobre la cuenca desde la cordillera a la desembocadura misma del río. “A 15 km de la frontera con Argentina tenemos nuestro primer embalse que es La Laguna, con una capacidad total de 40 millones de metros cúbicos y que hoy se encuentra al 40% de su volumen. Luego aguas abajo tenemos el embalse Puclaro con capacidad para 210 millones de metros cúbicos, siendo estos dos grandes embalses los que permiten abastecer con agua de riego y para el consumo de las ciudades” explica Izquierdo.
Pero ¿Cuál fue el balance para el año 2012? “Este año que pasó técnicamente es el décimo año de sequía, no es ni el quinto ni el séptimo ni nada, porque según las definiciones técnicas, bajo un 80% de una determinada línea base se considera como año seco, lo que no quiere decir que hay una sequía absoluta, pero se cuenta con menos agua de regadío, menos nieves y menos pluviometría en general. Y hay que considerar otros factores además, como la “isoterma”, que determina a qué altura cae la nieve, la cual se ha ido elevando cada vez más- conforme aumenta la temperatura ambiente- alcanzando hoy en día los 4 mil a 4.500 metros sobre el nivel del mar. Con esto se presume que de aquí al año 2.100, ya no vamos a tener nieve en la cordillera, sino que se va a transformar esto en un sistema pluvial, por lo tanto es fundamental contar con embalses como este” explica Izquierdo, y agrega que “respecto a este año 2013, pensábamos que iba a ser un año tremendamente complicado, pero la verdad es que nos ha vuelto un poco el alma al cuerpo porque el invierno boliviano algo de agua nos ha aportado, y creemos que podremos llegar a septiembre, y a lo mejor más allá”.
Pero la realidad es que actualmente la región se encuentra atravesando una fase de transición entre el fenómeno de La Niña y El Niño, denominada fase neutra, la que pronostica para este un año una temporada con escasas precipitaciones, tanto nivales como pluviales. Es por ello que las medidas de contingencia para atajar la situación antes de que se agrave aún más son de suma urgencia. “Nosotros nos estamos anticipando a los hechos. Hemos introducido tecnología australiana de punta como las compuertas radiales automatizadas, siendo Chile el noveno país del mundo y el primero de Sudamérica en contar con esta tecnología. Esta innovación te permite ahorrar agua ya que tienes sistemas de medición en el minuto exacto en que se está produciendo el flujo, y a través de la web tienes el agua que está recibiendo tu canal en este preciso minuto. Desde este edificio manejamos nuestras compuertas hasta un rango de 200 km de distancia, y no necesitamos que una persona vaya a inspeccionar, o a cortar el flujo de los caudales” detalla Izquierdo.
Las compuertas funcionan en base a baterías recargadas por paneles fotovoltaicos, y mediante sensores instalados en las compuertas se determina el flujo de agua a través de una medición continua, resultados que son enviados de manera inmediata a través de ondas de radio, reduciendo el margen de error en la entrega de volúmenes de un 10 a un 2%.
La inversión de $219 millones, financiada en un 70% por el Estado de Chile a través de los concursos de la Ley de Fomento a la Inversión Privada en Riego, implementó las primeras doce compuertas durante 2012, beneficiando directamente a los regantes. La diferencia del 30% fue cubierta con los dividendos generados en años anteriores por la hidroeléctrica Puclaro, de propiedad de los regantes.
Los beneficiados actuales de este sistema son 1.332 propietarios de 7.431,77 acciones de agua para el riego de 8.168,56 hectáreas en esta zona, de las cuales actualmente se encuentran cultivadas 6.024,93 ha, principalmente destinadas a la producción de uva pisquera, uva de mesa, paltos, chirimoyos y hortalizas.
Otra de las medidas que ha tomado la Junta de Vigilancia del Elqui es la racionalización del agua a través del mantenimiento de los cauces artificiales de agua. “Los canales que no están revestidos, están muy bien mantenidos y con compuertas volumétricas que te entregan además la cantidad justa de agua. Además tenemos un equipo permanente de 8 personas que se sumergen en el canal y van cortando las algas que crecen con el sol en el verano, las que impiden que el agua circule de forma correcta. Si no haces esto, los de la cola no reciben nada” agrega Izquierdo.
Y es que con más de 880 km de canales distribuidos a lo largo y ancho de la provincia del Elqui, el mantenimiento es fundamental si la totalidad de la extensión todavía no se encuentra revestida. “La Comisión Nacional de Riego nos permite concursar todos los años hasta por $620 millones de pesos para el desarrollo de obras, entonces según nuestros cálculos, si el Estado a través de la Comisión nos permitiera acceder incluso a $1.000 millones por año, ¿sabes cuántos años nos demoraríamos en dejar revestidos todos los canales?, ¡128 años, es decir cuatro generaciones! Y ahora que la hidroeléctrica Puclaro no está generando nada, nuestros recursos se acabarán entre este año y el que viene, en consecuencia, este círculo virtuoso que habíamos generado se quiebra” explica Izquierdo.
En este sentido, pensar en soluciones a corto plazo se vuelve muy complejo, y es necesario empezar a barajar alternativas más ambiciosas, como la propuesta de implementar una carretera hídrica que transporte agua del sur al norte de Chile, cuya mera construcción tardaría más de 14 años y con una inversión mínima de US$1.000 millones. “En la vida uno tiene que ir tomando las medidas necesarias y hacer las cosas que correspondan, especialmente si se está en épocas críticas como la que estamos viviendo hoy. No olvidar que los mayas, un pueblo tremendamente culto, con tremendas construcciones, sufrieron 400 años de sequía y tuvieron que abandonar sus ciudades. Estas cosas no son novedades en este mundo, y tenemos esas experiencias para tomar las medidas con anticipación para no llegar a esa situación extrema” finalizó Izquierdo.
LA COMPLETA TECNIFICACIÓN DEL LIMARÍ ES EL ÚLTIMO SALVAVIDAS
La provincia del Limarí, cuyo nombre en mapudungún significa “diez ríos”, posee al igual que el Elqui un historial de déficit hídrico. Corría el año 1880, cuando a través de una Ordenanza del Consejo del Estado se distribuyen los 150 km de aguas del río Grande o Limarí, en el Departamento de Ovalle, en donde además se declara el agotamiento del cauce natural para la constitución de nuevos derechos de aprovechamiento de aguas, es decir, que desde hace más de 120 años esta cuenca de régimen nivopluvial fue declarada agotada y desde entonces no se otorgaron nuevos derechos de aprovechamientos.
Y es que a diferencia de la provincia del Elqui, que tiene cordillera alta y una cuenca auto regulada por los deshielos paulatinos que ocurren en los meses cálidos, la cordillera de la provincia del Limarí es de menor altura, lo que genera un comportamiento bastante irregular a lo largo del año. “Como son cordilleras bajas, los aumentos de temperaturas ocurren antes, y se producen deshielos violentos en algunos meses de invierno hasta noviembre, y ya en diciembre los ríos se van a pique, justo cuando la demanda de las plantas es mayor” explica José Eugenio González del Río, presidente del directorio de la Junta de Vigilancia del Río Limarí, acerca de las razones por las cuales se construyó el embalse La Paloma, el más importante de la región.
Con una capacidad para almacenar 750 millones de metros cúbicos, hoy La Paloma almacena tras la cortina apenas un 3% de su capacidad total, haciendo flaquear los ánimos y generando indudable preocupación entre los más de 3.500 usuarios del sistema, quienes en su mayoría son agricultores. Entre ellos se dividen las 14.100 acciones permanentes constituidas en la cuenca, distribuidas por los 187 canales que posee el sistema, que en una situación normal corresponderían a un máximo de 1 litro por segundo de caudal instantáneo, pero que en la actualidad apenas alcanza para repartir 0,3 litros por acción de agua.
Para resguardar esta pequeña dotación durante 2012, y gracias a fondos del Gobierno Regional, se canalizó gran parte del río Limarí. “Eso nos permitió perder menos agua, y conducirla más rápido y mejor. Encausamos 30 de un total de 60 km de río, aguas abajo del embalse, en los sectores más críticos, donde se forman totorales, o donde el agua se expande mucho y aumenta la evaporación y la superficie de infiltración” explica González.
Otra alternativa fue la implementación de geomembranas, lámina de plástico o polímero, de baja permeabilidad y flexible, capaz de adaptarse a los terrenos de manera rápida, con el cual se reviste el canal con un costo de hasta 70% más económico que el hormigón. Utilizando esta tecnología en 2012 el Gobierno Regional de Coquimbo, a través de la CNR financió con un monto de $1.000 millones el recubrimiento de más de 192 km de canal a nivel regional, de los cuales 96 correspondieron a la provincia del Limarí. “Eso nos permitió mejorar bastante la conducción, sobre todo en la zona sobre el embalse, en donde hay canales que se desarrollan en laderas con mucha pendiente sobre material en donde las infiltraciones son muy importantes. La geomembrana es mucho más eficiente que el hormigón, porque cierra el canal y no se filtra ni una gota” explica González, y agrega que “los ríos de aquí se caracterizan por fluir sobre zonas con suelos muy permeables, y otras zonas en donde son muy rocosos, entonces los que hemos estado haciendo es saltarnos los espacios permeables, tomando el agua con canales desde más arriba, y desde allí distribuimos a los demás canales”.
Pero a pesar de estas medidas, el impacto en la agricultura local es indudable. “No he escuchado a nadie todavía que haya apagado la luz y se haya ido para la casa, pero ya hay una superficie importante de paltos talados, entre 200 a 300 hectáreas, y lo mismo en cítricos y mandarinos. Con esta medida pierdes la producción un par de años, pero todavía con muy poca agua puedes mantener vivas esas plantas, ya que prácticamente eliminas el árbol dejando un tocón, y con eso bajas la superficie de transpiración del árbol lo que te permite que el árbol con muy poquita agua pueda vivir y extenderle la vida mientras llega el agua de nuevo”, explica esperanzado González respecto a la técnica de reducción foliar para evitar la pérdida excesiva de agua en tiempos de crisis. Y para una zona que concentra el 66% de la producción de palta de la región, equivalente a 4.500 hectáreas, la cifra mencionada por el presidente de la Junta no deja de ser menor.
“Si este año no llueve, va a ser súper complicado, y si el agua no nos alcanza, vamos a tener que determinar qué sector vamos a tener que eliminar. Si son cultivos anuales, en vez de sembrar 10 hectáreas sembraré 5 y me adecuaré a la disponibilidad de agua, pero si son plantaciones de riego permanente, el tema es más complicado. Frente a una realidad como esta, al productor no le quedará otra que arrendarle sus derechos de aprovechamiento de agua al vecino, a través del mercado del agua, y eso flexibilizará el sistema” propone González. Pero esta opción se complica aún más si consideramos que una acción de agua actualmente en la zona se está transando a precios que van del orden de los $3 a los $8 millones por acción. “Es mejor apretarse el cinturón ahora, y prolongar lo más que se pueda la disponibilidad de agua y esperar a ver qué diga San Isidro” finaliza González.
2013: ¿FENÓMENO DE LA NIÑA O DE EL NIÑO?
Ninguna de las dos alternativas es la correcta. De acuerdo al meteorólogo del Centro de Estudios Avanzados en Zonas Áridas, CEAZA, el presente año constituye una fase neutra, la que se caracteriza porque la Temperatura Superficial del Mar (TSM) en una región determinada del Océano Pacífico en el ecuador no presenta anomalías dentro de un umbral determinado (-0.5 °C y +0.5°C). “Cuando las anomalías que se observan no supera ninguno de estos umbrales, entonces se llama fase neutra y nos indica que el régimen pluviométrico y de temperaturas en la región, se mantendrá dentro de los parámetros normales definidos por climatología” declara Julia, y agrega que “las anomalías no deberían tener un efecto ni negativo ni positivo tanto en temperaturas como en precipitaciones”.
EN ELQUI LA FALTA DE AGUA OBLIGA EL ARRANQUE DE LOS PARRONES MENOS RENTABLES:
La uva de mesa, cultivo con mayor desarrollo dentro del Elqui, ocupa el 50% de la superficie total de la provincia destinada a la producción de frutos mayores, equivalente a 3.000 ha de cultivo de acuerdo al Informe de Exportaciones de Fruta Fresca presentado por la Sociedad Agrícola del Norte en junio de 2012. Con estas implicancias económicas como telón de fondo, poner atención a los requerimientos hídricos es primordial para el productor de este cultivo que de acuerdo al Catastro Frutícola de la Región de Coquimbo realizado por CIREN, en 2011 significó para la región una exportación de más de 173.307,7 toneladas.
Para Ítalo Schiappacasse, productor de uva de mesa y pisquera del valle de Elqui y gerente del Fundo familiar Santa Inés, en 2012 tuvo que realizar un uso más eficiente del recurso hídrico “principalmente usando el agua en parronales rentables, y los que no lo son tuve que irlos cambiando y cortando, entonces así se dejan de regar para esperar una fecha de replante” explica este productor quien trabaja desde los 17 años en el rubro. “Este año estamos pensando en lo mismo, en seguir sacando del área productiva los parrones que siguen siendo muy viejos y poco productivos. Estamos disminuyendo hectáreas, pensando en replantarlas cuando tengamos el agua, o pensar en plantarlas la próxima temporadas, pero por ahora disminuir las superficies que no son rentables” aclara.
Y es que para esta empresa familiar, cuyas plantaciones distribuidas a lo largo de todo el valle suman más de 150 hectáreas de uva, lograr una buena calidad del producto final que considere el calibre, el sabor y el color del fruto es el principal desafío que presenta el negocio. Y no es menor si se piensa que las variedades de uva que produce Schiappacasse, entre las que destacan Thompson, Flame, Superior, Red Globe, y moscatel rosada, deben llegar al mercado externo de Asia, EE.UU., y Europa central y del este.
Respecto al riego, “un parronal nuestro está gastando alrededor de 9 mil a 12 mil metros cúbicos por hectáreas por temporadas, y regamos a través de un sistema que usa cargas hidráulicas, con riegos largos dependiendo de las características del cultivo y del tipo de suelo. Son varias horas de riego, no más allá de tres veces por semana, gracias a que tenemos un estanque pequeño que escasamente alcanza para almacenar el agua por más de 15 días, como la gran mayoría del valle”, explica Schiappacasse.
Con este suministro de agua, su fundo alcanza rendimientos promedio entre todas las variedades de más de 2 mil cajas por hectáreas para exportación, es decir, alrededor de 20 toneladas por hectáreas. Pero la falta de agua unida al cambio en las temperaturas del valle, ya está afectando a los calibres de sus producciones. “El tema calibre pasó más por un efecto climático que por un tema de disponibilidad de agua. Los años secos llevan consigo temperaturas un poco más extremas, noches más frías de lo común, y temperaturas más altas en el día de lo común” agrega Schiappacasse.
Y es que este engranaje entre la disponibilidad de agua y el cambio en las temperaturas es fatal para la planta si no se llega al equilibrio óptimo.
Fisiología de la planta en tiempos de sequía
Las condiciones de aridez, altas temperaturas, alta radiación, baja humedad relativa y presencia de viento, generan una demanda atmosférica muy alta que no puede ser suplida con los actuales niveles de disponibilidad hídrica de la zona. En vides esta situación afecta al crecimiento de brotes y racimos producto de la empobrecida fotosíntesis, aunque el calibre no es el único indicador del cultivo que se ve afectado. “Durante la primavera, cuando la planta y los brotes están creciendo, se están formando las yemas que van a producir la fruta al año siguiente, proceso fisiológico que se llama inducción floral, el cual requiere de muchos carbohidratos y alimentos que son producidos por la fotosíntesis, que por falta de agua se detiene. Es decir que se afecta la producción tanto del año en el que se está en déficit hídrico, como la del año siguiente” explica Antonio Ibacache, especialista en vides del instituto de Investigaciones Agropecuarias, INIA Intihuasi.