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Algo de lo que nadie se ocupa

Claves para reducir la resistencia a los pesticidas

“En todos los cultivos de agroexportación hay algunas plagas que están siendo muy difíciles de controlar con los insecticidas”, afirma Javier Vásquez, responsable del Laboratorio de Toxicología de Plaguicidas de la Universidad Agraria La Molina (UNALM) y señala que hay claros indicios de resistencia a plaguicidas, problema que requiere de una investigación caso por caso, para su corroboración.

16 de Marzo 2018 Marienella Ortiz
Claves para reducir la resistencia a los pesticidas

Javier Vásquez, responsable del Laboratorio de Toxicología de Plaguicidas de la Universidad Agraria La Molina.

Primer caso: La imagen de una mandarina con una cáscara pálida, sin color, y con algunos puntitos rojos -visibles solo si uno fuerza la vista-, es la clara muestra del ataque agresivo de Panonychus citri, conocida comúnmente como arañita roja. Segundo caso: Un pimiento pequeño con dos diminutas larvas de color blanquecino, como demostración de una de las peores plagas que viene atacando las hortalizas (espárrago, pimiento, tomate y otros) y que tiene por nombre Prodiplosis longifila o mosquilla de los brotes. “Estos son apenas dos ejemplos de plagas que hoy día son difíciles de controlar con pesticidas, según algunos campos que he visitado ultimamente. Posiblemente, la resistencia esté involucrada en la pérdida de eficacia de los productos. Para afirmarlo se necesita hacer una investigación”, explica Javier Vásquez, profesor e investigador de la UNALM.

Poco es lo que se ha investigado el tema en el país, pese a que en otras partes del mundo, como EE UU, Brasil o Argentina existen comités encargados de controlar las resistencias. Sin embargo, Vásquez resalta que hay reportes de que algunos productos químicos no están funcionando muy bien en algunas zonas del país y eso se está convirtiendo en uno de los principales problemas de los programas de control de plagas, diseñados por los responsables de campo. Estos temas son muy localizados, porque ocurren en especial donde no se están aplicando bien los productos químicos.

El experto menciona que hace más de siete años su equipo de trabajo investigó la resistencia a pesticidas en poblaciones de Spodoptera frungiperda – larva del orden Lepidoptera noctuidae– en el espárrago de Trujillo. Se reportó que Lufenuron, Tebufenozide, Metoxifenozide, Spinosad, Spinetoram y Bacillus thuringiensis var. Kurstaki  no estaban funcionando en el control de la plaga. Esto solo estaba pasando en Trujillo, porque en Ica no había problema alguno.

Tabla 1. Caracterización de la resistencia a insecticidas en S. frugiperda, mediante bioensayo de inmersión de hojas.

EL ESTUDIO DE LA RESISTENCIA EN ESPÁRRAGO

Javier Vásquez  recuerda que tuvieron que colectar larvas de la plaga provenientes de Trujillo, Ica y también del campo de cultivo orgánico de la universidad. “Lo recolectado se crió en laboratorio hasta la etapa de pupa. Una vez que se tuvo la polilla se la acondicionó en unas cámaras especiales para su reproducción.  Las larvas que nacieron se llevaron a otro ambiente para hacer los ensayos toxicológicos, utilizando la técnica de inmersión de hojas recomendado por el Insecticide Resistance Action Committee (IRAC), con algunas modificaciones. Se aplica el insecticida problema y se establecen distintos rangos de dosis para ver cuántos van muriendo. El objetivo es encontrar la dosis que mata a la mitad de la población. Si tenemos 500 larvas, queremos saber cuál es la dosis que matará a 250. A eso se llama CL50 o concentración letal media, que es un dato toxicológico muy importante”, explica.

Cuando se obtiene ese indicador es necesario compararlo con una raza que sea susceptible. Por ello, se hizo el mismo procedimiento para las poblaciones recolectadas de Ica y del fundo de la UNALM. “En la universidad contábamos con un huerto orgánico. Allí había esa plaga que nunca tuvo contacto con productos químicos. Entonces, colectamos esas larvas  y se buscó la dosis que mataba la mitad de la población. Ese resultado lo comparamos con la CL50 de la población de Trujillo. La diferencia era abismal. En la UNALM se requería muy poco producto para matar la mitad de la población, mientras que para la de Trujillo la dosis era 45 veces más alta si se utilizaban Lufenuron y Spinosad. Lo mismo se hizo con la plaga de Ica y los valores fueron muy parecidos. La conclusión era que la población de Ica era susceptible y la de Trujillo tenía una resistencia muy alta”, indica. También se observó resistencia cruzada negativa entre el Spinosad y el Spinetoram, en la población de Trujillo. Por otro lado, las tres poblaciones presentaron elevada tolerancia a Bacillus thuringiensis var. Kurstaki.

La propuesta del equipo de investigación fue hacer una estrategia para que esa raza se volviese susceptible, pero a nadie le interesó, ni a los productores ni a las compañías de plaguicidas, ni al Estado. Lo que ocurrió fue que se reemplazaron los productos por otros. Además hay problemas graves para los agroexportadores porque la lista de productos permitidos se reduce cada vez más. Si antes tenían cinco productos para controlar la plaga, ahora son cuatro y, seguramente, luego solo serán dos o tres. Y si uno de ellos genera resistencia, entonces, tienen muy poco campo de acción”, comenta el investigador.

Mandarina pálida y sin color que sufrió el ataque de la conocida arañita roja de los cítricos. Si uno observa bien verá unos puntitos rojos que son los ácaros.

DE LA RESISTENCIA A LA SUSCEPTIBILIDAD

Bajar la resistencia de una población no es complicado, asegura Vásquez, pero toma tiempo. Lo primero es realizar un diagnóstico de la situación: una cosa es que una plaga sea dos veces resistente y otro que lo sea en 45 veces. Por eso, si tenemos resistencia en niveles bajos, lo mejor es dejar de aplicar el producto identificado, al menos por un periodo de tiempo. “Lo más difícil es hacer algo cuando ya llego a 45 veces  resistente. ¿Cuánto tiempo puede tomar que una plaga resistente sea susceptible? Eso puede significar que se retire 5 años un producto. Por eso, es mucho mejor detectar el problema en un inicio y retirar un  producto solo 6 meses en vez de tantos años. Eso es lo que ya se hace en Brasil, Argentina o EEUU. Este es un tema privado en que la misma industria de químicos toma la iniciativa”, refiere.

Una vez que tenemos el problema encima hay que estudiar el producto con el que se esta teniendo problemas y ver con qué otro se puede mezclar, lo que se llama potenciación. “No es cualquier mezcla, hay que hacer un muchos ensayos en laboratorio, mezclando diferentes activos con el pesticida problema  hasta que se encuentra el fenómeno de la potenciación: dos productos que generan un efecto muy letal, sobre una población resistente.  Esto puede tomar un año de investigación, siempre que se cuente con financiamiento”, refiere.

Un fruto pequeño de pimiento donde se observan 2 pequeñas larvas de color blanquecino, de la mosquilla de los brotes, de nombre científico: Prodiplosis longifila.

¿QUÉ HACER PARA RETARDAR LA RESISTENCIA?

La resistencia siempre va a ocurrir, porque es un fenómeno natural. Muchos piensan que los pesticidas en general crean resistencia, pero eso es un mito, según aclara el experto. “Lo único que hace el hombre es matar a las poblaciones susceptibles y aquellos que tienen el gen de la resistencia sobreviven. Estos se cruzan entre resistentes; entonces, esa población va aumentando en el tiempo. Si uno vuelve a aplicar un mismo producto, con un modo de acción muy similar, se genera lo que llamamos presión de selección y llega un momento en que el producto químico no funciona. Entonces, lo que hace ese agricultor es ponerle la cruz a ese producto y se cambia a otro, pero terminan generando un círculo vicioso”, explica.

Pese a lo inevitable de la resistencia, Vásquez menciona que es posible retardar el proceso, mediante algunas medidas preventivas. Desde el punto de vista químico, deja en claro que nunca se debe usar el mismo producto en dos aplicaciones sucesivamente. “Si tenemos una plaga debemos mirar la lista de todos los insecticidas autorizados para ese cultivo. Luego de ello, hay que identificar los que tienen modos de acción distintos”, apunta. Por ejemplo, hay que utilizar aquel que ataca el sistema nervioso, luego otro que impida la etapa de muda del insecto y, seguidamente, un tercero que destruya el estómago del insecto. ¿Qué pasa si realizas este procedimiento? “Si aplicamos el primer insecticida y queda un poco de la plaga: los resistentes. Entonces, pasará el tiempo, otra vez crecerá la misma plaga y es allí donde ya no usaremos el mismo producto. Tenemos que cambiarlo por otro que ataque otra parte de su fisiología. Si nuevamente sobreviven, algunos serán resistentes al segundo producto pero ya no al primero.  Si, eventualmente, la plaga sube, entonces, aplicamos el tercero con otro modo de acción. Con eso ponemos en jaque mate en todo momento a la plaga, que no tendrá la habilidad de resistencia, pues le cambiamos el modo de ataque”, explica el catedrático.

Si bien la mayoría de productores buscan un segundo producto, igualmente, suelen cometer el error de que contenga la misma molécula con un modo de actuar idéntico al primero. Eso no significa rotación de plaguicidas; por el contrario, la plaga va a desarrollar lo que se denomina resistencia cruzada. Entonces, la estrategia es rotar, pero hay muchos productores que no lo hacen, sobre todo, los pequeños y medianos.

 

El desafío también está en los pequeños productores

Un reto claro es que los productores deben desarrollar buenas práctias agrícolas en sus campos. En los valles de Carabayllo o Huaral, donde se producen las hortalizas para el mercado interno, no se tiene en cuenta la lista de los productos permitidos por el Senasa. “La información no es conocida por los pequeños productores de esos valles y si la supieran tampoco es que haya un control y vigilancia.  Según las categorías de productos, la banda roja es la más tóxica y la más barata; por lo tanto, es lo que el agricultor usará. Y lo perverso es que lo usan siempre, así que deben progresivamente elevar la dosis, lo que lo hace más tóxico”, comenta Javier Vásquez.

Una segunda recomendación: mejorar la técnica de aplicación, porque en muchos casos es deficiente y no llegan a controlar la plaga. “Si la plaga está metida al interior de la copa, se aplica un producto de contacto a través de un pulverizador. Suelen bañar el árbol pero no controlan la plaga, debido a la densidad del árbol. Para ello, se debe calibrar mejor la máquina. Emilio Gil (profesor de la Universidad Politécnica de Cataluña) demostró en su reciente visita al Perú que calibrando bien se requiere menos caldo para llegar al lugar y así reducir la plaga”, indica Vásquez.

Está demostrado que la subdosis favorece la resistencia, que se da cuando a la plaga le llega insuficiente cantidad de insecticida. “Igualmente en el campo, podemos preparar el caldo según lo que dice la etiqueta del producto, pero el problema es que aplicamos tan mal, que hay partes en la planta en que llega una subdosis y, con ello se está estimulando la plaga, haciéndola más resistente”, puntualiza.

Para no fallar, Javier Vásquez recomienda ir rotando moléculas con diferentes modos de acción, pero el plan de plagas deberá ir acompañado de un buen trabajo de calibración de máquina, para garantizar una cobertura uniforme en todas las zonas de las plantas. De lo contrario, la rotación no será suficiente. Entonces, la resistencia es un problema que no le conviene a nadie: ni a la industria de plaguicidas porque lanzar un producto nuevo  ha costado mucha inversión en investigación y desarrollo de la nueva molécula;  ni al productor porque su costo de producción comienza a subir y se vuelve menos competitivo en el mercado. Por ello, es necesario que los productores comiencen a preocuparse del tema, con la creación de comités de monitoreo como ya existen en otras partes del mundo. Ese es un camino.

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