Adaptación de variedades de producción temprana a zonas edafoclimáticas frías
Los efectos del cambio climático traen alteraciones que continúan modificando las condiciones agroecológicas y edáficas de las zonas vitivinícolas tradicionales, y particularmente aquellas zonas bordes de producción, tanto en el norte como en el sur de Chile. Temperatura y disponibilidad de agua, factores cruciales para la producción vitícola, se están viendo alteradas, también las respuestas productivas y de calidad, producto de la acción del cambio climático.
Desde el año 2010, entre las regiones de Coquimbo y La Araucanía, han experimentado un déficit de precipitaciones cercano al 30%. Esta ‘Megasequía’ ha permanecido desde entonces en forma ininterrumpida, ocurriendo en la década más cálida de los últimos 100 años (Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia, 2015). Prueba de lo anterior, dan cuenta registros históricos de precipitación acumulada, obtenidos desde la estación meteorológica de INIA Carillanca, ubicada en Vilcún, cuya información muestra que en la última década, se ha producido una disminución del 17,5% de las precipitaciones, respecto al promedio histórico de los últimos 50 años (Ver gráfico 1).
Por su parte, Santibáñez (2017), para las regiones del Biobío y La Araucanía, señalan que en las últimas décadas las temperaturas medias han aumentado cerca de un grado en las regiones interiores del país, mientras que han disminuido en las zonas costeras. Entre las amenazas de riesgo climático, se encuentra no solo el aumento de la frecuencia de eventos climáticos extremos, sino que, en igual medida, la magnitud de ellos. Según Santibáñez (2017), temperaturas extremas, granizo, ondas de calor y frío, heladas polares han dado igualmente señales adversas para la agricultura en el país. Información histórica de temperaturas registradas en INIA Carillanca, señala que durante el último decenio (2011-2019) se ha registrado un aumento en la frecuencia y magnitud de temperaturas máximas en verano (Ver cuadro 1).
ROL DE INIA PARA RESGUARDAR LA SUSTENTABILIDAD DE LA VITICULTURA NACIONAL
Los antecedentes antes mencionados, representan una seria amenaza para el desarrollo del sector vitícola nacional. No obstante, ello, representan al mismo tiempo un desafío y oportunidad para INIA, cuya misión es el desarrollo y validación de propuestas tecnológicas que permitan resolver y/o mitigar dichos efectos del clima sobre los cultivos y la producción de alimentos. En este contexto, desde el año 2017, el INIA está desarrollando a nivel nacional, una serie de proyectos de investigación en vides, cuyo propósito central es resguardar la sustentabilidad de la viticultura nacional frente a los nuevos escenarios que impone el cambio climático. Así, investigadores del INIA están generando información agroclimática relevante sobre el efecto del cambio climático en vides, estudiando el comportamiento de diferentes variedades y su interacción con diferentes portainjertos, bajo regímenes térmicos e hídricos, previstos por el fenómeno climático indicado. En La Araucanía, el proyecto pretende evaluar la influencia que tiene el uso de portainjertos sobre variedades existentes y nuevas variedades, en aspectos relacionados con la precocidad en la cosecha, rendimiento y el potencial enológico de estas combinaciones bajo condiciones de clima templado frío y costero en un contexto de cambio climático, con el fin de ampliar la zona de producción y con ello contribuir a la diversificación frutícola de la zona sur de chile. El proyecto tiene el objetivo de dar continuidad y establecer una comparación en el tiempo, de una importante línea de investigación en vides, iniciada por el investigador de INIA Carillanca, Dr. Juan Luis Rouanet, lamentablemente ya fallecido. En ese trabajo se desarrolló un modelo predictivo entre la variable regresora acumulación de temperatura, grados días acumulados en base 10°C (GDC10), y la variable de respuesta avance fenológico, de cada variedad a través de cada una de las localidades. El modelo predictivo de Vitis vinífera L. mostró un alto grado de asociación entre la escala fenológica observada y los GDC10, indicando que este modelo propuesto puede ser una herramienta útil para estimar las etapas de desarrollo de la vid, y puede ser considerado como base de la descripción del avance del desarrollo de las variedades de vid en el secano interior de La Araucanía. Además, estableció que, dentro de las seis variedades evaluadas, la cepa Merlot fue la menos precoz, es decir, en general presentó el estado de madurez (89) más tardío respecto al resto de las variedades. Por su parte, las variedades Chardonnay y Pinot Noir fueron aquellas que mostraron el estado de madurez más temprano que el resto de las variedades. Estos resultados, obtenidos hace unos 15 años, dan cuenta del estado actual de la configuración de variedades en una región, donde hay 105 hectáreas de vides (Gráficos 2 y 3), donde Chardonnay (33,3 ha) y Sauvignon Blanc (5,73 ha) son las cepas blancas con mayor superficie, y en cepas tintas la principal es Pinot Noir (59,4 ha).
Hoy, Traiguén concentra la mayor superficie establecida en la región, seguida por las comunas de Purén, Victoria y Los Sauces. Desde 2005 se ha observado en la provincia de Cautín, específicamente Perquenco, un aumento de la superficie total y en 2020 hay nuevos huertos en Carahue, Cunco, Teodoro Schmidt y Villarrica. Así, la región ha mostrado tener un gran potencial en la elaboración de vinos de alta calidad, particularmente aquellos producidos en los valles del Malleco y de Cautín, donde se ha realzado la elaboración de vinos de alto valor, caracterizados por una acidez muy particular y toques frutales intensos, caracteres que le otorgan una gran frescura, siendo estos vinos únicos y diferentes a lo tradicionalmente ofertado por la viticultura chilena (Agrupación Viñas de Malleco, 2010). A pesar de esta valiosa ventaja comparativa, el cultivo de vides en La Araucanía es aún incipiente, si se compara al desarrollo de industrias como berries, cerezos y el avellano europeo, que han duplicado las plantaciones en los últimos años. Las causas hay que buscarlas en modelo de negocio propio de la industria del vino, y sin duda algunas limitantes climáticas propias de la especie, como es su alta vulnerabilidad a eventos de heladas, temperaturas del aire < 0°C, cuya ocurrencia temprana en el periodo de brotación, y en la etapa de formación de fruto determinan fulminantemente el éxito o fracaso de una campaña vitícola (Gráfico 4). Por otra parte, la caída pluviométrica durante la época de cosecha, marzo a mayo, tiene suma importancia sobre la calidad de la uva por daño mecánico y el contagio de enfermedades.
VARIEDADES Y PORTAINJERTOS EN LA REGIÓN
Chardonnay y Sauvignon Blanc son las variedades blancas con mayor superficie en la región. En este sentido Chardonnay se caracteriza por ser una variedad vigorosa, con una brotación precoz, que requiere una acumulación térmica menor a 1.370 grados día para completar su ciclo. Por otro lugar es extremadamente sensible a oídio (Erysiphe necator) y altamente sensible al botrytis (Botrytis cinérea), sobre todo en situaciones de cosechas muy tardías y alto vigor, las cuales se presentan en el sur del país. En cambio, Sauvignon Blanc es de brotación media y con una acumulación térmica comprendidas entre 1.370 y 1.920 grados día, donde su productividad es más elevada. Es sensible a botrytis y pudrición ácida. Pinot Noir por otra parte, la cepa tinta predominante en la región, se caracteriza por ser precoz de vigor medio, de baja productividad y requiere una acumulación térmica comprendida entre 1.100 y 1.200 grados días. Es sensible a botrytis y medianamente sensible a oídio. Estas variedades poseen un elevado potencial de acumulación de azúcar. La precocidad de brotación en estas variedades, tiene por consecuencia que los brotes quedan expuestos a las heladas tempranas de primavera. Una característica importante en este sentido, es la brotación de yemas secundarias como es el caso de Sauvignon Blanc, que le permite tolerar de mejor manera estos eventos al principio de la temporada.