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La compactación del duelo en sistemas agrícolas: ¿prevenir o curar?

17 de Marzo 2017 Equipo Redagrícola

captura_de_pantalla_2015-10-20_a_las_9.58.25Oscar Seguel, Ing. Agr., Dr., Departamento de Ingeniería y Suelos, Facultad de Ciencias Agronómicas, Universidad de Chile

La presión sobre el recurso suelo

Chile posee una baja proporción de suelos con aptitud agrícola, tanto así que la superficie arable no supera el 7% del territorio nacional (CIREN, 2010). Frente a la necesidad de producir alimentos y mantener el estatus de potencia agroalimentaria, se recurre a suelos con limitaciones para incorporarlos a los sistemas productivos, desencadenando procesos de degradación (Figura 1). Entre otras situaciones, el cambio de uso de suelo desde sistemas con vegetación nativa genera pérdidas de Carbono orgánico, compactación, sellos superficiales y erosión hídrica (Casanova et al., 2013).

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La nueva superficie incorporada a la producción agrícola no siempre posee condiciones adecuadas para el desarrollo de los cultivos; por lo general presentan subsuelos arcillosos, con bajo desarrollo pedológico y susceptibles de compactación (Figura 2).

A partir de la Figura 2 se puede comprender que la actividad agrícola inevitablemente genera procesos de densificación, los que disminuyen la funcionalidad y productividad del suelo. Esto se genera por un sellamiento y pérdida de poros gruesos, encargados de los flujos de agua al interior del suelo, lo cual ocurre a profundidades variables según el sistema productivo: bajo la zona de aradura en sistemas de labranza convencional, entre los 5 y 15 cm en sistemas de labranza cero y en superficie en praderas con pastoreo directo (Kayser et al., 2013).

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Para el caso de sistemas de producción frutal, la densificación en el camellón se concentra desde la superficie, por efecto del pisoteo humano durante las labores de poda y cosecha principalmente, y en la entre hilera se proyecta en profundidad, debido a la transmisión de cargas externas generadas por el paso de maquinaria agrícola. Como solución, en forma habitual se recurre a labores mecánicas, como el subsolado, el cual resulta efectivo sólo si se realiza en condiciones adecuadas de humedad; sin embargo, el estado de compactación también refleja un estado de degradación estructural, por lo que la labor mecánica será de poca duración si no se complementa con la incorporación de una enmienda orgánica.

¿Prevención o remediación?

Las condiciones físicas del suelo para la óptima producción agrícola, deben asegurar una adecuada proporción de poros que aseguren el equilibrio de agua y aire, la transmisión de calor y una baja resistencia mecánica. La compactación o sobre consolidación del suelo implica la pérdida de poros gruesos, con aumento de la resistencia mecánica, por lo que al regar se generarán condiciones de anoxia (baja aireación) y suelos más fríos. En un huerto frutal, el que se hagan evidentes las limitaciones al enraizamiento y al flujo de agua como consecuencia de la compactación dentro de los primeros seis años de proyecto, debe alertar a los profesionales encargados del manejo, pues si bien la densificación es inevitable como consecuencia del tránsito superficial, sus efectos se pueden minimizar y o retrasar con medidas fáciles de implementar dentro de los manejos habituales de la temporada (Figura 3).

La Figura 3 deja en evidencia que cualquier manejo que incluya una enmienda orgánica ayuda a prevenir la densificación de un camellón recién construido. De no tomarse estas medidas preventivas, basta un pequeño asentamiento (el que se produce por los riegos sucesivos en suelos de baja estabilidad estructural) para bajar la porosidad gruesa por debajo del nivel crítico del 15% recomendado para paltos. El resultado final es una menor capacidad de renovación del oxígeno hacia el sistema radical, evidenciado por el bajo flujo de aire en el testigo (T1) de la Figura 3, lo que no ocurre con el resto de los tratamientos, en cuyo caso los aportes de materia orgánica permiten mantener una mejor aireación del suelo.

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Por otra parte, no basta una única propiedad diagnóstica, ya que por ejemplo los manejos de la Figura 3 presentaron una baja resistencia mecánica, incluido el testigo, debido a que el camellón llevaba poco tiempo desde su construcción; sin embargo, tal como se señaló, el asentamiento natural del camellón posee una potencial pérdida de funcionalidad física si no se realizan los manejos preventivos.

Para camellones antiguos y altamente compactados (Figura 4, izquierda), el aporte de enmiendas orgánicas también genera una mejora en las condiciones físicas del suelo.

La Figura 4 (izquierda) responde al manejo de una temporada, trayendo como resultado el doble de crecimiento del brote del palto respecto al tratamiento con ácido sulfúrico (Seguel et al., 2013). Se considera que valores >2MPa son restrictivos para el enraizamiento (Taylor y Brar, 1991), pero debido a la facilidad de incorporación del ácido húmico a través del riego se generaron valores menores a 2MPa hasta los 50 cm de profundidad, manteniéndose estables en el tiempo. Por otra parte, las enmiendas sólidas presentan la dificultad de su incorporación al perfil de suelo (Baginsky et al., 2010), por lo que su efecto se concentra en superficie, tal como se muestra en la Figura 4 (derecha) para un suelo no alterado por la construcción de camellones.

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Cuando la susceptibilidad a la compactación se ve favorecida por la baja estabilidad del suelo, parte de la solución pasa por favorecer su estructuración. Es necesario tener presente que la primera y más óptima estrategia de estructuración de un suelo pasa por la adición de materia orgánica, que genera uniones estables frente a la humectación por lluvia y riego. Como alternativas a las enmiendas orgánicas, se pueden usar enmiendas químicas, pero es necesario tener presente que su acción es la de un cementante químico, por lo que puede aumentar la resistencia mecánica, como se muestra en la Figura 5. Valores mayores a 40 N generan restricciones a la germinación de especies como poroto, por lo que las enmiendas orgánicas, al favorecer la friabilización y estabilidad al agua de los suelos, son la mejor opción, ya que mejoran la funcionalidad del suelo de manera integral.

Mantener un suelo vivo, la clave de la solución

Teniendo presente la importancia del recurso suelo, el cual es un factor silencioso dentro del sistema productivo agrícola, la primera medida para evitar los efectos negativos de la compactación es la prevención. Como la agricultura moderna requiere de una alta intensidad del uso de los recursos para ser eficiente, es inevitable generar procesos de deterioro estructural, ya que se deben realizar labores en condiciones de suelo húmedo.

Ya sea que se quiera prevenir o se requiera remediar un problema de compactación, la solución pasa por medidas complementarias, donde la acción conjunta de varios manejos genera una sinergia en el resultado final. Reconociendo la efectividad de las labores de soltura mecánica a través del uso de cinceles y subsoladores, su uso será poco eficiente y su efecto desaparecerá rápidamente si no se complementa con la incorporación de los rastrojos de cultivos anteriores, o la aplicación de una enmienda orgánica que asegure la estabilidad estructural.

Considerando que las enmiendas sólidas que se aplican en altos volúmenes (estiércol, compost) son difíciles de incorporar en el perfil una vez que ya está establecido el huerto frutal, las enmiendas húmicas resultan ser una alternativa efectiva para prevenir y remediar la compactación, ya que se aplican vía riego, con una buena incorporación en profundidad, y poseen un efecto comprobado en el mejoramiento de las propiedades físicas, aún con bajas dosis.

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