Tecnología para anticipar riesgos agroclimáticos
En el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés), de 2007, se despliegan algunos datos alarmantes: a partir de 1993, el nivel del mar creció en 3,1 mm en promedio al año en lugar del ritmo de 1,8 con el que venía subiendo en las dos décadas anteriores. Desde 1978 los hielos marinos árticos han bajado 2,7 % por decenio. Durante el mismo periodo, en el hemisferio norte el área cubierta de nieve disminuyó desde los 40 millones de kilómetros cuadrados a menos de 36 millones.
De acuerdo a la NASA, 2010 fue -en conjunto con 2005- el año más caluroso desde que se miden las temperaturas en forma sistemática, a partir de la década de 1880. El año pasado, en países como Pakistán las inundaciones desplazaron 20 millones de personas. Y en Rusia, Ukrania y Kazahstán sequías e incendios mataron cerca de 56 mil personas, y privaron al mercado mundial de importantes cantidades de trigo y otros alimentos. En Chile, en tanto, en las últimas temporadas la precipitación anual ha mostrado descensos importantes. En La Serena, por ejemplo, ha bajado de una media de 110 mm por temporada en 1960, a poco menos de 90 mm en la actualidad. Y en la zona de Concepción, el promedio ha descendido en unos 200 mm en el mismo lapso. “Entre 1900 y 2005, la precipitación aumentó notablemente en las partes orientales del norte de América del Sur y del Norte, Europa septentrional y Asia septentrional y central, aunque disminuyó en el Sahel, en el Mediterráneo, en el sur de África y en ciertas partes del sur de Asia. En todo el mundo, la superficie afectada por las sequías ha aumentado probablemente desde el decenio de 1970”, sostiene el último documento redactado por el IPCC.
Esto cambiará la forma en que vemos el mundo agrícola actual. En Brasil bastan un grado y 15 mm más de lluvia en promedio al año para impactar la producción de café; un aumento de tres grados, de plano la acabará. “Todo indica que la agricultura se va a desarrollar, probablemente, en un clima un poco más hostil, más variable e inestable”, sostiene Fernando Santibáñez, ingeniero agrónomo, doctor en bioclimática y profesor de la Universidad de Chile. Por eso, habrá que estar preparados. Un paso fundamental en esta dirección, es el establecimiento de una red agroclimática que permita a los agricultores comprender mejor el clima y sus cambios para anticipar los riesgos y tomar medidas. En nuestro país ya hay una que funciona. Se llama Sistema Agroclimático FDF-INIA-DMC: Agroclima.cl.
US$495 billones en pérdidas causadas por el clima
En los últimos treinta años los costos relacionados con riesgos climáticos se han disparado. Si en la década del cincuenta apenas llegaban a los 11 billones de dólares en todo el mundo y en el decenio de 1976 a 1985 habían subido a US$ 24 billones, lo que ha ocurrido después ha sido una escalada exponencial: pasó a US$ 88 billones en la siguiente década hasta los US$ 495 billones en la actualidad. Casi seis veces más.
En Chile las principales fuentes de riesgo climático son heladas, ondas de frío, sequía, granizo, viento, ondas de calor y tormentas. “Lo preocupante es que todas estas eventualidades, salvo las heladas, van a aumentar”, afirma Santibáñez. Las sequías, si bien podrían disminuir en los extremos austral y norte, es probable que se intensifiquen en la zona central. “Las cuencas debieran cambiar su estacionalidad: tener más correntía en invierno y menos en el verano. Si a eso le agregamos la competencia del agua entre la agricultura y la energía, hay grandes tareas por hacer en el mejoramiento de la gestión hídrica en Chile”, agrega este investigador.
El que los eventos climáticos se agudicen, explica Laura Meza, experta de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por sus siglas en inglés), no sólo afectará la producción de los cultivos, sino también su estabilidad, el suministro en la cadena de alimentos y el precio. Esto último ya se está presenciando. En parte por la explosión del poder adquisitivo y el aumento demográfico de los países emergentes, como también por las consecuencias del cambio climático, los valores de los alimentos han tendido al alza en los últimos años: el precio de los granos es entre 70 % y 100 % más elevado que en la década del noventa y no hay indicios de que esta tendencia se vaya a revertir.
“Como país tenemos que acostumbrarnos a vivir en este clima cambiante y en estas condiciones tan variables que hay en el agro”, apunta el subsecretario de agricultura, Alvaro Cruzat. Por eso, tanto a nivel privado como gubernamental se están tomando medidas para enfrentar un clima adverso. “Todos los organismos públicos han incorporado, dentro de sus políticas, el manejo del riesgo climático como un concepto que tiene que estar instalado en la gestión”, agrega Cruzat. En la FAO han definido diversas líneas de acción, entre las que se encuentran la adaptación al cambio climático y la mejora en la gestión de riesgo de desastres. El objetivo consiste en prevenir y actuar oportunamente. “Lo más importante es que tenemos que implementar un enfoque hacia la toma de decisiones y no sólo hacia la generación de información”, sostiene Laura Meza. Ello implica, entre otras medidas, cambiar los usos de la tierra, tener cultivos más preparados para las nuevas condiciones, consolidar una agricultura de precisión y estructurar sistemas de prevención de riesgos.
Alerta temprana de plagas y enfermedades
Las plagas, los patógenos y las malezas causan la pérdida de más del 40 % del suministro mundial de alimentos. Pero podría ser peor. Con el cambio climático, las plagas extenderían su distribución geográfica y los patógenos alcanzarían mayores tasas de reproducción. Las malezas y las plagas aumentarían su frecuencia, se adaptarían mejor y hasta podrían tener mayor cantidad de ciclos por temporada. Eso es lo que, por ejemplo, ha ocurrido con el tizón de la papa en el sur de Chile, que en los últimos años ha aumentado su agresividad.
“Es la enfermedad más importante de la papa en el mundo. Comienza como una pequeña mancha acuosa, que bajo condiciones de alta humedad empieza a producir esporulación. A medida que las condiciones son favorables, se multiplica en forma exponencial y empieza a matar a las plantas. En los últimos años también está atacando tallos, lo que hasta hace una década no se veía”, explica Ivette Acuña, ingeniera agrónoma y fitopatóloga de INIA Remehue. En la temporada 2006-2007 atacó al 90 % de los papales de la zona sur, con una severidad de daño de entre 40 % y 100 %. Sin embargo, para la temporada 2009-2010 la severidad bajó: si bien hubo casos que presentaron un daño total, hubo otros en que éste alcanzó sólo al 5 % de los cultivos. ¿La clave? La implementación de un sistema de alerta temprana, basado en las mediciones del Sistema Agroclimático FDF-INIA-DMC.
La red agrometeorológica comenzó a implementarse en 1997, cuando la Fundación para el Desarrollo Frutícola (FDF) juntó las doce estaciones que entonces poseían sus asociados y otras cinco que adquirió a través de un proyecto FDI-Corfo. “Esta red surge de la necesidad de incorporar de una manera más estructurada lo que significa construir una arquitectura de datos climáticos que nos permitan tener un piso mínimo de información para empezar a tomar mejores decisiones”, dice el subsecretario Cruzat. En 2007, con la colaboración de productores, exportadores y el Centro de Pomáceas de la Universidad de Talca, se estableció una red más abierta, basada en Internet, con 43 estaciones y más de 600 usuarios. Por esa época, FDF unió sus estaciones con otras 44 que tenía el INIA y otras tantas de la Dirección Meteorológica de Chile (DMC). En 2009 las tres instituciones presentaron un proyecto a FIA para fortalecer la red. “Teníamos más de cien estaciones, pero la mayor parte no eran automáticas. La calidad de la información era poco confiable y la cobertura era del 30 % de la superficie frutícola chilena”, relata Jaime Lavados, presidente de FDF. Gracias a ese proyecto se inauguraron 128 estaciones automáticas.
222 estaciones automáticas actualizan información cada 15 minutos
La red tiene hoy 222 estaciones automáticas que actualizan la información cada quince minutos. Es operada por FDF y cuenta con el soporte de Innova Chile, el Ministerio de Agricultura y la Asociación de Exportadores (Asoex). Alcanza una cobertura del 47 % de la superficie agrícola, y está activa en 13 de las 15 regiones del país (las excepciones son Tarapacá y Magallanes). Alcanza un nivel de servicio de 95 %, desde la perspectiva de las estaciones activas, y el portal www.agroclima.cl recibe un promedio de 900 mil visitas al mes desde once mil computadores distintos. La red cuenta con una veintena de aplicaciones y apoya no sólo la gestión de empresas productoras y exportadoras, sino también la de instituciones como el SAG con sus Sistema de Monitoreo de Plagas, que contiene una serie de funcionalidades que permiten modelar variables del sector agrícola-ganadero para mejorar el sistema de vigilancia temprana de plagas cuarentenarias.
Herramienta para el Manejo integrado de plagas
La construcción de una red agroclimática como ésta ayuda a prevenir las consecuencias adversas que produce el clima en los cultivos, como ocurrió con el tizón de la papa. “Los agricultores que usaron el sistema de alerta y que estuvieron en capacitaciones en su difusión, lograron manejar la enfermedad y las pérdidas fueron muy bajas”, comenta Ivette Acuña. La alerta advierte cuándo se libera el patógeno, lo que indica el tipo de pesticidas a aplicar y su frecuencia, de forma que se evite que el hongo llegue a la superficie. “El uso exitoso de esta herramienta es necesario para contar con un programa intensivo de capacitación en interpretación y uso eficiente de la información. La alerta temprana es una herramienta clave del Manejo integrado de plagas”, agrega la agrónoma.
La utilización de la red permite también la comprensión de elementos agrometeorológicos –temperatura, luminosidad, humedad del aire, vientos, precipitaciones- para realizar una mejor gestión de los cultivos. “Existe toda una negociación entre lo que la información agrometeorológica nos puede entregar y la gestión productiva de un huerto: la capacidad de filtrar, de analizar la secuencia nos permite ir ajustando la gestión productiva a las condiciones del clima local”, comenta el agrónomo Fernando Santibáñez. El seguimiento de las temperaturas, explica, permite hacer seguimiento de días-grado, horas de frío, estrés térmico, humedad relativa para pronosticar heladas, horas de mojamiento, evapotranspiración, consumo de agua, deshidratación y radiación solar.
La red efectúa análisis meteorológicos y presenta modelos predictivos de los estados fenológicos de las principales variedades de uva de mesa y manzano, y realiza también predicciones de plagas tales como la Polilla de la manzana. Además lanza alertas de enfermedades de origen fungoso (oídio y venturia en manzanos, oídio y botritis en vides), alerta sobre condiciones de golpe de sol en manzanos, heladas o riesgo de muerte de yemas.
La importancia de la información local
“La importancia está en los datos locales, que tienen que ser de la zona más cercana al predio donde estamos trabajando y, además, debemos relacionarlos con la fenología de nuestro cultivo”, apunta Óscar Carrasco, académico del Departamento de Producción Agrícola de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Chile. De esta manera, señala, en los cerezos “podemos manejar la fenología de la planta para estimular artificialmente la acumulación de frío”, dada la estrecha relación que existe entre este factor y el rendimiento. “Podemos forzar la caída de la hoja para adelantar la acumulación de frío, con aplicaciones postcosecha de mezclas de urea con sulfato de zinc”, agrega.
Para la empresa Copefrut el uso de la información climática también es esencial. Con 7.500 ha de pomáceas, carozos, kiwis y berries y un volumen de exportación que alcanza los nueve millones de cajas por temporada, la red les ayuda a hacer pronósticos de fecha de cosechas y enfermedades, analizar desórdenes fisiológicos y obtener información para aplicar nuevos productos en los cultivos. En Curicó, por ejemplo, donde está su mayor superficie de pomáceas, la red les permite informar a los productores si en caso de lluvia se producen las condiciones para el desarrollo de venturia.
“Tenemos que estar muy seguros, primero, en los tiempos en los cuales estamos haciendo las aplicaciones de productos que puedan afectar a las plagas y, segundo, aplicarlos cuando corresponde”, resume Luis Espíndola, ingeniero agrónomo de la compañía. Hay también varios otros factores a tener en cuenta en el control de plagas, los que se ven favorecidos por la existencia de una red de monitoreo climático: altas temperaturas provocan una mayor evaporación de los pesticidas, mucho viento aumenta la deriva y las precipitaciones acortan la duración del producto recién aplicado.
Éstas son algunos de los motivos que han incentivado a las autoridades para mejorar la red. La idea es ampliar la cobertura en la superficie agrícola (llevarla a un 85 % a nivel nacional implicaría invertir en 200 nuevas estaciones) y entregar servicios cada vez más específicos y que abarquen un público mayor, como ganaderos y productores de hortalizas.