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Un trabajo coordinado

Cambio climático y uso racional de plaguicidas

El aumento de las temperaturas, la mayor incidencia de sequías e inundaciones, entre otras consecuencias de las alteraciones del clima, nos impondrá una serie de desafíos. Entre los menos considerados, el ingreso de nuevas plagas, el incremento de los niveles de resistencia de las prexistentes y un potencial uso irracional de plaguicidas.

12 de Septiembre 2025 Dr. Gonzalo Silva Aguayo, Facultad de Agronomía, Universidad de Concepción, Chile. Dr. J.C. Rodríguez-Maciel, Programa de Fitosanidad, Colegio de Postgraduados, México.
Cambio climático y uso racional de plaguicidas

El cambio climático es, sin duda, un tema controversial. Para una parte de la población es el desafío más importante que enfrenta la humanidad, mientras que para otra parte es un fenómeno cíclico que ya se ha producido varias veces en la historia del planeta, el que alcanzará un
 equilibrio” por sí solo. Independiente de lo que se pueda pensar, las actuales condiciones climáticas han hecho que los diferentes países deban adoptar estrategias para mitigar el efecto de un clima que cada año presenta más efectos adversos para la producción agrícola.

La mayoría de los países latinoamericanos son exportadores de productos agrícolas y muchas veces, como es el caso del Perú, forma parte importante de su Producto Interno Bruto (PIB). Por tanto, el aumento de las temperaturas y CO2, sumado a las nuevas condiciones pluviométricas extremas, ponen en riesgo esta actividad, que no solo incide en la economía, sino que también tiene un importante rol social. Es decir, los
efectos adversos del cambio climático no solo afectan la productividad sino que también la forma de vida de los agricultores.

Dr. Gonzalo Silva Aguayo.
Dr. J.C. Rodríguez- Maciel.

Uno de los problemas provocados por el cambio climático es una mayor incidencia de plagas, tanto de las ya presentes como por el arribo de nuevas a los agroecosistemas. Este fenómeno puede llevar a un uso irracional de insecticidas y generar nuevas complicaciones, entre otras, un aumento de costos por aplicaciones más frecuentes, mayores riesgos de intoxicaciones de quienes manipulan los insecticidas o de los consumidores, por un potencial incremento de los residuos peligrosos en la fruta. Todo esto hace que deban trabajar de manera conjunta las diferentes organizaciones gubernamentales, de educación e investigación, así como las campesinas, para que -trabajando sinérgicamente- se desarrollen las herramientas y capacidades necesarias para superar este proceso de cambio climático aún en evolución.

Síntoma del ataque del trips de las bayas en uva de mesa.

EFECTO DEL CAMBIO CLIMÁTICO EN LA AGRICULTURA

Los países en desarrollo son más vulnerables a los efectos del cambio climático que los países desarrollados. Esto se debe, entre otras cosas, a que estos países dependen más de la agricultura, poseen menos capital para adoptar medidas de adaptación, y -en muchos casos- están más expuestos a la ocurrencia de eventos climáticos extremos. De hecho, los pequeños agricultores serán los más afectados dado su bajo acceso a tecnologías,
insumos, información y recursos monetarios para tomar medidas de adaptación (López, 2015).

Según Forero et al. (2017) los efectos del cambio climático en la agricultura pueden ser de tres tipos: directos, indirectos y socioeconómicos. Los directos son los provocados por factores como la temperatura, precipitaciones, emisiones de CO2 y otros eventos climáticos extremos que alteran la fisiología de los cultivos, afectando los rendimientos. Los indirectos corresponden a la reducción de la fertilidad de los suelos y al surgimiento de plagas, malezas, enfermedades y otros factores que afectan la productividad y la calidad. Por último, los socioeconómicos son una combinación de los anteriores. Cada vez son más comunes las zonas con alza de las temperaturas que -además- sufren de sequia extremas, con un aumento de la fruta dañada por golpe de sol, que al igual que en el caso de las inundaciones, hacen que el ecosistema ya no permita cultivar, causando no solo un problema económico, sino que también social.

En el caso del Perú, un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) (Prager et al. 2020) señala que para 2050 el cambio climático podría llevar a una disminución promedio del rendimiento de 31,7% en el arroz de secano y del 8% en el frijol de secano, en tanto que el arroz regado disminuiría un 21%; aunque el frijol bajo riego incrementaría su rendimiento en un 7%. Por su parte, el maíz bajo riego y el trigo de secano disminuirían su rendimiento en 9,4% y 5,0% respectivamente y la zona apta para el cultivo del banano disminuirá en un 40%. Sin embargo, no todo es negativo, los modelos de aptitud agroecológica para las “nuevas” condiciones climáticas de Perú, anticipan que se incrementará la productividad de yuca, papa, caña de azúcar y ñame.

Cada vez son más comunes las zonas con alza de las temperaturas que -además- sufren de sequías extremas.

EFECTOS DEL CAMBIO CLIMÁTICO EN LAS PLAGAS

Los efectos del cambio climático en las plagas pueden ser muy variados dependiendo de la zona y condiciones en que se produzcan. Según Skendžić et al. (2021), el aumento de la temperatura provocará que se incrementen las poblaciones de insectos, tanto en número de individuos como en ciclos por temporada. Igualmente, áreas consideradas como frías incrementarán sus temperaturas promedio haciéndolas habitables para insectos que antes no podían establecerse en estas por lo que es esperable que los insectos amplíen sus zonas geográficas de distribución.

Ejemplos de lo anterior para el Perú en cuanto a nuevas plagas podría ser el caso de la polilla guatemalteca de la papa (Tecia solanivora) que ya ha sido detectada en Cajamarca, Chachapoyas, La Libertad y en Lambayeque (SENASA, 2025a); en tanto que un ejemplo de plaga que puede incrementar su distribución geográfica es la mosca de la fruta, la que -a causa del cambio climático y especialmente por el fenómeno propagarse  esde Tacna hasta la región Piura (Infobae, 2025).

Por otra parte, también se incrementarán las epidemias de enfermades transmitidas por insectos, como el Huanglongbing (HLB), cuyo vector es el psílido asiático de los cítricos (Diaphorina citri) especie que actualmente no está en el Perú, pero tienen importante presencia en los países vecinos, constituyendo un riesgo permanente para la citricultura nacional (SENASA, 2025b).

En cuanto al incremento del CO2 en el ambiente, uno de los efectos más importantes es que las plantas verán alterada su relación
carbono nitrógeno lo cual implica que la cantidad de proteínas que produzcan sea menor, obligando a las plagas a consumir una mayor cantidad de tejido vegetal para obtener la cantidad de aminoácidos requerida, razón por la que deberá permanecer más tiempo en el cultivo (Skendžić et al. 2021). Por último, la reducción de la pluviometría causará que extensas áreas sufran sequías causando que las plantas se encuentren en un estrés permanente y -por tanto- más susceptibles a los ataques de insectos o ácaros plaga.

Así como aumentará la incidencia de plagas, también lo hará el número de aplicaciones de control.

INCIDENCIA DEL CAMBIO CLIMÁTICO EN EL USO INSECTICIDAS

La mayoría de los países latinoamericanos son importadores de plaguicidas por lo que dependen de proveedores extranjeros (Lagunes-Tejeda et al. 2023), haciéndolos vulnerables a problemas de suministro -como sucedió para la pandemia de Covid- en que todo el transporte, especialmente de otros países, se vio afectado provocando un aumento de costos y escasez de insumos.

De acuerdo al estudio de Reports and Data (2024), de las 10 principales empresas productoras de plaguicidas a nivel mundial son 2 de Alemania (BASF y Bayer), 3 de Japón (Sumitomo Chemical, Kumiai Chemical Industry, Nissan Chemical Industries), 1 de Suiza (Syngenta), 1 de India (UPL), 1 de Israel (Adama), 1 de China (Jiangsu Yangnong Chemical) y 1 de Australia (Nufarm).

En general, los insecticidas son el 20-25% del mercado mundial (los herbicidas constituyen el 45%) mientras que el mercado de bioplaguicidas, dato que varía según el estudio, fluctúa entre 1,8 y 5,0% del total. Sin embargo, de este porcentaje -aproximadamente el 75%- corresponde a Bacillus thuringiensis, especialmente la subsp kurstaky, el que se utiliza para el control de larvas de lepidópteros (AgriBusiness Global, 2024).

El escenario más frecuente al momento de considerar como influenciará el cambio climático en el uso de insecticidas, y de plaguicidas en general, es que, así como aumentará la incidencia de plagas, también lo hará el número de aplicaciones de control. Entre las consecuencias destaca el incremento de costos productivos, aumento de riesgos para aplicadores y consumidores, y a la contaminación de recursos naturales como suelo y agua. Igualmente, un mayor número de aplicaciones de insecticidas producirá un mayor efecto negativo sobre insectos benéficos, por ejemplo, enemigos naturales o polinizadores, lo que provocará desequilibrios ecológicos que, de no ser corregidos, harán la situación aún más compleja.

Otro escenario posible se dará en aquellos países en que la pluviometría aumentará de manera significativa y en que las constantes inundaciones provocarán la pérdida de zonas cultivables, lo que evidentemente hará que se utilicen menos plaguicidas de todo tipo. En relación con la residualidad de los insecticidas, y plaguicidas en general, se espera que en la mayoría de las zonas geográficas en que se produzcan condiciones -como alta precipitación seguida de periodos de alta temperatura- la residualidad o persistencia de estos en el ambiente sea menor. Esto ya que las condiciones del cambio climático provocarán una alta volatilización y degradación del compuesto. Lo anterior se debe a que la exposición de los plaguicidas asperjados con alta humedad relativa y altas temperaturas, más la exposición directa al sol, se degradarán más rápidamente (Delcour et al. 2015).

CAMBIO CLIMÁTICO Y LA RESISTENCIA A INSECTICIDAS

La Insecticide Resistance Action Committee (IRAC, www. irac.org) define la resistencia a los insecticidas como “un cambio heredable en la sensibilidad de una población de insectos plaga, que se refleja en repetidos fallos de un producto insecticida, utilizado correctamente, para alcanzar los niveles de control esperados”.

Desde un punto de vista genético, la resistencia es un fenómeno preadaptativo y microevolutivo, lo que implica que los organismos tolerantes ya son parte de la población, aunque en muy bajas cantidades, por lo que los insecticidas inciden en seleccionar a los tolerantes en desmedro de los susceptibles. Si se considera que por el cambio climático aumentarán las poblaciones de insectos, lo lógico es asumir que la mayor frecuencia de aplicación incrementará la presión de selección y -en consecuencia- los casos de poblaciones resistentes.

Otro aspecto es que un mayor número de insectos será capaz de sobrevivir el invierno, en aquellas regiones en que las condiciones climáticas invernales se tornen más benignas, por lo que la incidencia de las plagas ocurrirá más temprano en la temporada, siendo muy probable que la proporción de genotipos resistentes se incremente. Lo anterior se debe a que -generalmente- los genotipos resistentes son menos tolerantes a las bajas temperaturas, por lo que la mayoría de los insectos que sobreviven al invierno son susceptibles, situación que un invierno menos frio no se daría ya que también los resistentes podrán sobrevivir (Kliot and Ghanim, 2012).

En el caso de episodios de sequía, lo mas probable es que los agricultores inviertan en aprovechar al máximo el agua. En el Perú -según un estudio del BID desde 1970- los glaciares han disminuido en un 40% (Prager et al. 2020) lo que llevará a que en el futuro el agua sea un recurso mas escaso. La racionalización del agua provocará que la flora espontánea -aledaña al cultivo- disminuya o desaparezca, provocando
dos problemas principales. El primero, que especies que usualmente no infestaban el cultivo no tengan más opción que trasladarse al huerto, pudiendo llegar a causar daños de relevancia económica, ante lo que el productor podría incrementar la cantidad de aplicaciones de insecticidas.

El segundo, que la pérdida de la flora espontánea aledaña implicará la desaparición de un recurso importante. Como la población de la plaga que se mantenía en estas plantas no era tratada con insecticidas, funcionaba como un reservorio de genes de susceptibilidad, y provocaba un efecto de “dilución de la resistencia” al aparearse un sobreviviente resistente del cultivo con un ejemplar susceptible de las malezas u ornamentales aledañas (Lagunes y Villanueva, 1994).

Diaphorina citri o psílido asiático de los cítricos es una plaga que se está dispersando por todas las zonas citrícola y es el vector del Huanglongbing.

NUEVAS PLAGAS Y RESISTENCIA A INSECTICIDAS

En general, cuando un insecto coloniza una nueva área geográfica usualmente no tiene enemigos naturales, por lo que se reproduce de manera explosiva, produciendo en los cultivos daños de significancia económica. La medida más común para su control es que temporalmente se autoricen una lista de insecticidas, los que usualmente son utilizados a discreción por los agricultores, sin considerar el historial químico de la plaga en su lugar de origen. Es decir, si una especie ya es plaga en su lugar de origen, lo lógico es asumir que ha sido tratado por años o décadas con insecticidas, por lo que al llegar a un país donde no estaba reportado es un grave error utilizar los mismos insecticidas en su control. Lo ideal sería -primero- someterlo a pruebas de susceptibilidad y con base en los resultados hacer las recomendaciones de control. De lo contrario solo se estará incrementando el nivel de resistencia de la plaga.

Otra estrategia es realizar bioensayos -que se puedan implementar en campo- para definir rápidamente la susceptibilidad del insecto de modo de poder seleccionar el insecticida más eficaz. Un ejemplo útil para los citricultores del Perú es el bioensayo de Pardo-Melgarejo et al. (2023), quienes desarrollaron un test de campo que en 30 minutos entrega resultados del estatus de susceptibilidad de insecticidas de Diaphorina citri.

Finalmente, es fundamental un manejo racional de insecticidas que incluya aplicaciones en base en muestreos, umbrales de daño económico y rotaciones. Esto puede parecer poco novedoso, pero se debe señalar que las rotaciones han demostrado ser más efectivas que las mezclas de insecticidas. Además, diseñar una rotación que disminuya el riesgo de resistencia no fácil, especialmente si se utilizan los criterios IRAC. Lagunes Tejeda et al. (2023) y Rodríguez et al (2024) constituyen dos excelentes ejemplos de como se debe enfrentar esta dificultad.

MANEJO INTEGRADO DE PLAGAS (MIP)

El MIP debiera ser la base para cualquier programa de control de plagas y actualmente no se concibe un programa de MIP sin un programa de manejo de resistencia. Sin embargo, mientras menor sea el uso de plaguicidas en un agroecosistema menor será el riesgo de resistencia, intoxicaciones y residuos. Por ende, se deben utilizar de manera complementaria todas las estrategias de control disponibles, como control biológico, físico, etológico, cultural y -por supuesto- el químico, tanto con insecticidas sintéticos como naturales.

EVITAR EL USO IRRACIONAL DE PLAGUICIDAS

El cambio climático ha modificado, y lo seguirá haciendo, los agroecosistemas de todo el planeta, pero en el caso de América Latina, conformada por países eminentemente agrícolas, donde aún una buena parte de la población dedicada a este sector aún pertenece a la llamada agricultura de subsistencia su impacto será especialmente significativo. Los diferentes países presentan un desafío consistente, no solo en generar las estrategias necesarias para mitigar los problemas de incremento de temperaturas, CO2 y sequías, sino que también en desarrollar nuevas variedades que se adapten a las nuevas condiciones. Junto a esto, será clave que el ingreso de nuevas plagas o enfermedades no incida en un uso irracional de plaguicidas.

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