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Viveros Llahuén: El Segundo Mayor Vivero de Frutillas del Planeta

10 de Octubre 2017 Equipo Redagrícola

Viveros Llahuén, empresa fundada por Vilma Villagrán, ha sido la base varietal para el desarrollo del cultivo de la frutilla (o fresa) a nivel nacional. Hoy exporta un 40% de su producción de plantas y apunta al desarrollo de variedades diseñadas para disminuir los requerimientos de mano de obra.

A comienzos de los años 70 la ingeniera agrónoma Vilma Villagrán trabajaba en la Universidad de Chile. A la llegada de uno de los genetistas en frutilla más importantes del mundo, Royce S. Bringhurst, de la Universidad de California, le encargaron apoyarlo. Recorrieron el país buscando plantas nativas que él requería para sus cruzamientos y probando variedades norteamericanas en las condiciones nacionales. Así determinaron distintas zonas con potencial para frutilla, donde sin embargo no se producía.

Bringhurst (“un segundo padre” para Vilma), ya de regreso en EE.UU., envió las primeras plantas para formar un pequeño vivero, “no más grande que esta pieza”. Fundada oficialmente en 1972, Agrícola Llahuén –nombre de la frutilla en idioma mapuche– es desde entonces representante exclusiva de las variedades de fresa de la U. de California en Chile.

–Aparte de hacer las plantas –recuerda la profesional– yo sola tenía que venderlas y enseñar al productor. Había que entusiasmar a la gente y para eso tenía que irle bien. Yo andaba para todos lados con Dominique, mi hija menor, que entonces tenía 4 ó 5 años.

No se imaginaba en aquella época el rol que llegaría a tener la pequeña niña. En un momento el negocio creció de tal manera que Vilma Villagrán ya no pudo manejarlo sin apoyo. A mediados de los 70 se incorporó su marido, Miguel Legarraga.

Pero el gran impulso vendría con la entrada de una nueva generación a esta empresa familiar, en los 90: Jaime Maruri (yerno) como gerente general; Dominique Legarraga, la niña convertida en mujer, a cargo de finanzas; Andrea Maruri (hermana de Jaime) al mando de la producción de los viveros. Como resultado, pasaron del millón de plantas iniciales por año a alrededor de 100 millones.

El desarrollo de zonas productoras emblemáticas

Cuando Viveros Llahuén daba sus primeros pasos, despuntando la década del 70, el Ministerio de Agricultura invitó a Vilma Villagrán a explorar la introducción del cultivo entre pequeños agricultores, con el apoyo de Indap. Así empezaron, en San Pedro, cerca de Melipilla, Región Metropolitana. El avance fue paulatino pero determinante. Hubo crédito para la compra de insumos y plantas, se fueron haciendo pozos, se introdujeron las platabandas, el mulch, el riego por goteo. Actualmente es una zona frutillera emblemática.

En los 90 repitieron la experiencia para la zona de Chanco, Pelluhue, Curanipe, en la Región del Maule. Hoy “es casi un San Pedro”

–En las primeras reuniones –recuerda Miguel– llegaban puras carretas, no había ni una camioneta. Dos años después no se ve ni una carreta

–No hay dónde estacionarse –anota Vilma.

Variedades:

Viveros Llahuén: La estrella es Camarosa pero despunta Venicia

Se distinguen dos tipos de variedades: las de días cortos y las de días neutros. Las primeras tienen un período de receso; como su nombre lo indica, necesitan días cortos para inducir yemas florales. Las segundas pueden producir flores en distintas épocas, sin importar el largo del día, por lo cual son capaces de dar fruta durante casi todo el año si el clima lo permite, como ocurre por ejemplo en Brasil.

En Llahuén las principales variedades de día corto son Camarosa, Palomar y Camino Real; de día neutro, Albión, San Andreas, Monterey y Portola.

En Chile las frutillas de día corto dan fruto de octubre a noviembre y luego se detienen. Vuelven a producir desde mediados de febrero, cuando se acorta el día, hasta marzo. Lo normal es plantarlas en enero, pero en la costa se puede plantar hasta mayo.

En las variedades de día neutro la fructificación se alarga. La cosecha comienza en octubre para seguir durante todo el verano y otoño. Con microtúnel incluso puede continuar en invierno. De acuerdo a Vilma Villagrán y Miguel Legarraga, tienen gran potencial en La Serena u otras localidades más al norte.

Camarosa es el cultivar estrella, mundialmente preferido por los congeladores. Sin embargo, están apareciendo opciones de planta más pequeña, que ocupan menos espacio, con menos follaje, por tanto con mayor densidad y mayor producción por hectárea. Resultan fáciles de cosechar porque la fruta queda más descubierta, de manera que disminuye la mano de obra, el principal costo del cultivo.

Camarosa seguirá siendo demandada, estima la fundadora de Llahuén, pero pronto se introducirá comercialmente Venicia al mercado chileno, también de día corto. Indica que está siendo top en Europa y Estados Unidos; mercados en los que también entra fuerte la San Andreas, de día neutro. Otras variedades atractivas son Palomar y Albión.

–La tendencia –remarca Villagrán– va hacia plantas menos vigorosas, con menos follaje, menos cantidad de estolones, o sea flor, flor, flor.

Tecnificación de la producción de plantas

Seis meses antes de iniciar el proceso del vivero, se piden los meristemas a la Universidad de California, la cual los prepara especialmente. Se reciben en tubos de ensayo y con esos materiales generan las plantas madres. Se dejan crecer en bloques de fundación en “screen houses”, estructuras tipo invernadero que en lugar de plástico están recubiertas con mallas anti insectos, principalmente contra áfidos. Allí obtienen los hijos, los cuales pasan a otros screen houses o “bloques de incremento” donde se plantan en tierra fumigada con bromuro de metilo. Luego se pasa al vivero de Los Ángeles, región del Biobío, para efectuar la multiplicación masiva, siempre en forma vegetativa porque en frutilla no se trabaja con semilla.

Viveros Llahuén posee el segundo mayor vivero de frutillas en todo el mundo, siendo el más grande del cono sur.

El vivero requiere mucha mano de obra. Las plantas llegadas desde Huelquén son distribuidas en los terrenos de cuatro predios, donde ocupan más de 100 hectáreas de una superficie total que supera las 200. Hay que enterrar cada estolón de las guías, formando una especie de araña, a una distancia entre sí suficiente para alcanzar el grosor requerido.

Las flores son eliminadas para impedir la aparición de frutos, de manera que las energías del vegetal se concentren en la generación de estolones. El trabajo requiere un equipo estable de 150 a 160 personas, que en época de cosecha sube a unas 350.

Para disminuir las necesidades de personal, se ha incorporado maquinaria que aumenta el rendimiento en labores como las descritas (ver foto).

De acuerdo a Álvaro Gonzalez, administrador de los predios en la región del Biobío, el tiempo de la labor se reduce a la mitad.

Además la cosecha es completamente mecanizada. En el packing las plantas son separadas y seleccionadas.

–¿Cómo se reconoce una buena planta?

–La raíz tiene un color claro –especifica Vilma Villagrán–, no café oscuro ni negro, porque quiere decir que la raíz está muerta. Rojo tampoco: indica algún tipo de enfermedad. Y la corona debe tener un grosor de 0,8 mm o más. Las plantas no son parejas, porque las que nacieron primero son más gruesas, pero si tienen un grosor mayor que el indicado, está bien.

Se requiere una rotación de tres años antes de volver a poner plantas de frutilla. Para ello Llahuén utiliza sobre todo semilleros de canola, maravilla y poroto.

Eligieron los alrededores de Los Ángeles por sus suelos arenosos, lo que permite sacar las plantas del suelo con las raíces limpias y sin romperlas. Asimismo facilita que la raíz de la planta sea más pivotante y alcance mayor crecimiento.

–También influyó la disponibilidad de personal –añade Álvaro González–. Estamos muy contentos con la gente que tenemos. Llevamos años con ellos y necesitan trabajar. Hay una disponibilidad que se diferencia del norte, donde el tema es cada vez más complicado.

Exportan cerca del 40% de las plantas 

Entre un 30 y un 40% de las plantas del vivero van al exterior. Las exportaciones empezaron hace algo más de una década. Su mayor destino corresponde a Brasil, “por clima, por cantidad de gente”, puntualiza Villagrán, y por nivel de consumo, “en las calles venden frutillas en todas partes”. En ese país resulta esperable una expansión del cultivo, desde el sur al resto del territorio. No obstante la fuerte competencia Argentina y de distribuidores de variedades californianas, Llahuén ha aumentado mucho su porcentaje de participación en el mercado. La estrategia ha ido de la mano de una fuerte inversión, presencia permanente en terreno, charlas de capacitación, un representante muy activo, más la seriedad en el trabajo y en los precios. Poco a poco la marca ha logrado fortalecerse en tierras cariocas.

Todas las plantas son generadas en Chile. Se envían en camiones refrigerados a Argentina, Uruguay, Brasil, Perú, y en barco a Ecuador y Colombia. Los argentinos compran sobre todo material para hacer plantas madres. Los destinos que auguran mayor crecimiento son Perú y Brasil.

Aunque el tema sanitario es complejo, porque cada país tiene sus propias normas, sienten la confianza de tener “un vivero que es el más sano del mundo”, en palabras de Miguel Legarraga. Aprecian también como un apoyo el estricto control del SAG, que toma muestras en cada etapa del proceso. “Nunca nos han rechazado”, enfatiza el agrónomo respecto de los países de destino.

Mercado nacional “Hay temporadas en que nos quedamos sin plantas” 

Vilma Villagrán estima que en Chile falta para llegar al consumo potencial, a causa del temor al tifus y al cólera.

–Cuesta un mundo cambiar esa idea en la gente, pese a que ahora todo el cultivo se realiza en platabandas cubiertas con plástico, de manera que ni el agua ni la tierra tocan la fruta, y además se riega con agua de pozo.

Una dificultad del proceso de venta de plantas es la necesidad de definir hoy el número de plantas disponibles dentro de tres años. La proyección no depende de lo que ocurra en el mercado nacional, orientado en alrededor de un 50% a la exportación de fruta congelada hacia EE.UU., Asia y Europa.

–¿Cómo sabemos qué va a pasar en tres años más? Imposible –se lamenta Vilma Villagrán–. Los chilenos no somos más de un 2 a 2,5% del congelado en el mundo, donde California es fundamental: si baja la producción allá, es un buen año para nosotros; si se genera un superávit, es uno malo. Hay temporadas en que nos quedamos sin plantas, porque el año anterior estuvo bueno el mercado y de repente todos piden. Pero no se trata de echar a andar la maquinita. En ocasiones hemos botado hasta 17 millones de plantas, en enero, después de 7 meses de congelado. Imagínate lo que significa.

No obstante la inestabilidad de los precios de la fruta, en Llahuén tienen la política de mantener el de sus plantas, independientemente de las variaciones de la demanda.

–El precio es el precio –afirma Miguel Legarraga–, dado por nuestros costos, más una cierta utilidad. No nos aprovechamos en un año como este, por ejemplo, en que nos quedamos sin plantas. Hemos mantenido el valor muy estable, porque aumentamos nuestras producciones y bajamos nuestros costos generales.

A inicios del 2011 vendieron a $48 pesos más IVA por planta. De la cifra indicada, cerca del 20% corresponde al royalty que se paga a la Universidad de California.

Los entrevistados consideran que, para los agricultores, la última temporada tuvo un buen precio de la fruta. El valor del congelado estuvo en un dólar, contra los 50 a 60 centavos de un año normal, porque no hubo guarda a nivel internacional. Pero la cosecha en Chile no anduvo bien: en octubre se vio muy afectada por el frío de la primavera. La demanda exterior y el clima hicieron que el mercado interno tuviera menos fruta fresca.

En los últimos dos años han surgido viveros competidores en Chile, principalmente de EE.UU. y España, aunque también algunas iniciativas locales (existe un proyecto Fondef de producción de plantas de frutilla en la región del Biobío). Pero Vilma y Miguel están tranquilos, porque cuentan con la exclusividad de la Universidad de California, cuyas variedades se adaptan bien a las condiciones locales. Al contrario, estiman adecuada la presencia de distintos proveedores, sobre todo porque en años en que no son capaces de abastecer la demanda los agricultores disponen de alternativas de abastecimiento.

El factor limitante es la mano de obra

El costo de la mano de obra constituye un desafío tanto para el vivero como para los productores. El fenómeno también afecta a los países que son grandes productores, como algunos de Europa y EE.UU.

–En la cosecha se necesita 10 a 15 personas por hectárea –anota Miguel–. El negocio es bueno, pero muchos productores están bajando su superficie debido a la imposibilidad de contar con tanto personal. Algunos llegan a tener más de 1.000 personas alojándose durante tres a cuatro meses. Hasta hace dos años no había problemas, porque venía gente del sur. Ahora ha sido ocupada para arándanos y también en la reconstrucción luego del terremoto…

Una tendencia posible, opina Legarraga, es la concentración del cultivo en manos de los pequeños agricultores, quienes utilizan su propia mano de obra.

El fin del bromuro de metilo

Una amenaza para los viveros a nivel mundial

Para los viveros un riesgo adicional es la supresión del uso del bromuro de metilo, comprometida para el 2015 (este gas daña la capa de ozono). No se trata de un problema tan grave para el productor, señala el agrónomo, porque el cultivo está bajo mulch, y puede ocupar herbicidas en caso de necesidad.

–Pero los viveros no deben tener malezas y no disponen de herbicidas contra todas ellas sin matar el producto: los estolones. Incluso los viveros en California dicen que si no alargan el período de uso del bromuro, se acaban las frutillas en ese Estado. Hay algunos productos sustitutos, sin embargo ninguno tiene el espectro de control total del bromuro de metilo. Es una amenaza evidente para los viveros a nivel mundial.

Para enfrentar los problemas descritos, indica Villagrán, en Europa y EE.UU. el cultivo se está haciendo bajo plástico, con sistemas hidropónicos sobre sustratos inertes. Las plantas van en altura, de manera que el cosechador no se agacha. El riego y la fertilización se aplican automáticamente, en forma computarizada. Hay una mínima intervención humana y la mano de obra se concentra en la cosecha. Sin embargo, acota Legarraga, tiene costos altos, los cuales se financian porque la fruta se vende al consumidor final entre 3,5 y 4 dólares el kilo.

El posible fin del cultivo de segundo año

El mercado de congelado no hace diferencia por el tamaño de la fruta, de manera que en Chile conviene mantener las plantas un segundo año en producción. El rendimiento es un poco menor, pero hay un ahorro considerable en la inversión ya hecha en riego, platabandas, mulch.

Pero dicha práctica puede tener sus días contados. ¿La razón? Los cosechadores hacen el quite a los cultivos de segundo año porque la fruta es más chica y les cunde menos. Como les pagan por caja cosechada, disminuyen sus ingresos y cada vez resulta más difícil captarlos para esta labor.

Las plantas pequeñas de alta productividad, que facilitan la recolección, podrían aminorar el problema.

¡Frutillas regadas por pivote central!

En el predio Santa Elena del vivero eligieron el uso de pivotes debido a su eficiencia y a su gran cobertura, llegando a las 50 ha por unidad. De acuerdo a Álvaro González, administrador en Los Ángeles, además son de fácil operación: una persona es capaz de regar 150 ha sin inconveniente y toda la fertilización se incorpora en forma de fertilizantes solubles.

Dadas las altas temperaturas en verano, necesitan usarlos casi todos los días, preferentemente de noche para evitar la humedad diurna que puede provocar enfermedades fungosas.

Al momento de la entrevista se encontraba recién implementado un sistema de inyección a través del pivote para aplicación del programa preventivo de acaricidas, fungicidas e insecticidas. Así se evita que la maquinaria aplicadora pise las plantas, y se logra un ahorro de uso de implementos, energía y personal, junto a una mayor homogeneidad y eficacia de la aspersión. Mientras las máquinas tradicionales deben utilizarse en la noche para evitar la dispersión provocada por el viento, el uso de pivotes permite aplicar con vientos de hasta 20 km/hora sin mayores problemas, según los representantes de estos implementos.

Como el pivote realiza un movimiento circular sobre su eje, quedan espacios de potrero sin cobertura. Para regarlos, en Llahuén incorporaron minipivotes que riegan una superficie de tres hectáreas cada uno. No necesitan corriente eléctrica para moverse; son impulsados por la fuerza del agua. Un molinete riega y al mismo tiempo moviliza las ruedas.

Recuadro

Antecedentes de la frutilla en Chile

En 2009/10 llegamos a sobre 2.000 ha en Chile, calculan Villagrán y Legarraga, aunque en la última temporada bajó la superficie debido a escasez de mano de obra y al bajo precio del dólar. La mayor parte de la producción se exporta congelada, superando el consumo interno.

Un productor grande tiene 60 ha entre frutilla de primer y de segundo año. La superficie promedio de los productores abastecidos por Llahuén se estima en 20 ha.

La especie se produce comercialmente desde la Región de Coquimbo a la de Los Lagos. Los pequeños productores se concentran en zonas como San Pedro y Chanco; los frutilleros mayores, en áreas que van desde Curicó hasta Chillán, asociados a la agroindustria del congelado. La zona de San Antonio también es relevante, donde productores medianos, de 10 a 15 ha, han introducido el uso de túneles de plástico para enfrentar el problema de humedad causado por la neblina.

Para los fundadores de Llahuén, la expansión lógica del cultivo, por condiciones climáticas, debería darse hacia el norte, sin embargo las plantas de congelado se encuentran en el sur.

Señalan que en Temuco hay un impulso a cargo de los Prodesal (programas de desarrollo local, de Indap), pero deben superar el tema de la humedad debido a las altas precipitaciones, probablemente mediante el uso de túneles.

En rendimiento se debiera aspirar a 1 kg por planta. Una producción normal corresponde a 40 toneladas por hectárea y se considera vueno alcanzar 55 t/ha, pero los fundadores de Llahuén han observado producciones de 100 t/ha, o sea alrededor de 1,8 kg/planta.

La fertilización se basa en nitrógeno, fósforo y potasio. El nitrógeno se debe manejar con cuidado de no sobrefertilizar. También es muy importante el calcio, del cual depende la firmeza de la fruta. Las principales enfermedades corresponden a hongos que atacan a la raíz y a la corona, además de botrytis, asociada a la humedad cuando hay lluvias o neblinas matinales. La plaga de mayor cuidado es el trips.

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