Viticultura 2.0: reorganizando manejos en base a información
Frente a los grandes cambios que se enfrentan hoy, el asesor Rodrigo Sapiaín, M.S., director de AIN Consultores, invitó, durante la última Conferencia Redagrícola Santiago 2020, a dar una nueva mirada a las formas tradicionales de manejo. En este artículo retoma el tema e indica que esas formas sustentaron el éxito de Chile como país productor y exportador, pero no son normas inmutables y deben adaptarse a una realidad emergente. La clave en cuatro palabras: gestión de la información.
¿Qué ha pasado en el camino? Ya no tenemos solo Thompson, Crimson, Red Globe, Flame; se dispone de más de 100 variedades. A esa grandísima paleta de cultivares, plantea, se suma la el avance de los portainjertos, cuyo aporte ha sido vital en el replante, y al menos cinco de ellos se utilizan ya de manera corriente.
También se modificaron las zonas productivas. Pocos imaginaron, en su momento, que se iba a producir masivamente uva de mesa en climas tropicales como los de Piura en el norte de Perú.
Asimismo, han surgido nuevos sistemas de conducción; por ejemplo, en el manejo habitual se formaba una variedad como Thompson con 4 brazos. Era lo que funcionaba, dado que se requería poner gran cantidad de cargadores y yemas, pero hoy todo eso ha variado.
Lamentablemente algunas de las novedades no han sido favorables: la modificación del clima, la sequía, los mayores costos, e incluso el factor Covid (además de sus lamentables implicancias en la vida de las personas) obligan a revisar tanto la gestión de la gente en los campos como el producto mismo.
Por otra parte, la fuerte competencia ha llevado a que los productores pequeños y medianos vayan desapareciendo. Esto también ha afectado nuestra labor, antes en una jornada de asesoría podíamos recorrer bien un predio de 30 o 50 hectáreas; hoy, con predios de 300 o 500 hectáreas, nuestra capacidad de “leer” el campo se ve limitada. Es ahí donde la asesoría “tradicional” puede ser insuficiente y debemos buscar herramientas de apoyo.
Incidencia de los grados días sobre la fenología de uva de mesa variedad Allison en Chile y Perú.
Para abordar los desafíos desde el punto de vista técnico, el especialista define tres grandes áreas que afectan a las plantas y su potencial:
– La planta; variedad, portainjerto.
– El medio; condiciones edafoclimáticas.
– El manejo agronómico.
La clave está en conocer las dos primeras, y nuestra labor es ir ajustando la tercera en base a las anteriores.
DEBEMOS DETERMINAR EL “ESTATUS CERO” DE LAS VARIEDADES
En el ámbito de las variedades, lo primero, indica, es conocer el “estatus cero”, vale decir el comportamiento de la variedad en cada condición edafoclimática con un manejo mínimo.
Solo después de saber cuál es este “estatus cero”, debiera entrar el manejo agronómico a corregir o modelar el potencial de la planta. Muchas veces llegamos con nuestra “receta” antes de tener el “diagnóstico”.
Lo más importante es trabajar con información más que con “intuición”. Idealmente se debe tener información de distintas fuentes para que los datos resulten confiables. Lo anterior implica un trabajo colaborativo, pues la evaluación a nivel de un solo predio muy probablemente no dará resultados representativos. A juicio de Sapiaín, debieran participar los institutos de investigación, universidades, empresas obtentoras, productores, exportadoras y organizaciones como Uvanova.
Por otra parte, señala, hemos funcionado bajo el dogma de que mientras más compleja y sofisticada la pauta, el resultado será mejor. Tal vez ello nace del manejo requerido en variedades como Thompson Seedless. Pero hoy, cuando existe la gran diversidad de variedades, portainjertos, suelos, clima, etc., se hace muy difícil sostener prácticas específicas complejas. “Para mí, en la actualidad, el manejo ideal es el más simple. Tenemos que pasar del ‘mientras más mejor’, al ‘menos es más’: la única manera de lograr un manejo de mayor eficiencia y sustentabilidad en el tiempo. Mi foco apunta a simplificar, minimizar el uso de recursos y maximizar productividad. Viticultura minimalista”.
Gran parte de las nuevas variedades fueron seleccionadas para obtener buena calidad y productividad con menos intervención, menos labores. A pesar de eso, tendemos a intervenir mucho, y con peores resultados.
Por ejemplo, la fotografía 4 muestra un huerto de Autumn Crisp en Perú con calibre 25 mm sin aplicación de giberélico. “Si nos damos cuenta de que el tamaño de baya es suficiente, lo lógico es no aplicar nada. Si tenemos una variedad que toma color bien, no apliquemos para toma de color productos que en muchos casos tienen efectos secundarios detrimentales. Si ralea bien, no necesitamos hacer arreglos de racimo tipo Thompson ya que quedaremos con fruta rala. Todo lo dicho parece obvio, pero se trata de uno de los principios que más cuesta transmitir a los productores”.
Aun cuanto declara no ser experto en portainjertos, Sapiaín hace notar que en su elección resulta determinante la adecuación a las condiciones edafoclimáticas del campo. “No tiene sentido que, en una misma zona, con las mismas condiciones de suelo y clima, tengamos cinco portainjertos distintos. Si seguimos con la lógica de simplificar el manejo, lo ideal seria tener una raíz para distintas variedades. Esto nos permitiría controlar de mejor forma el riego y la nutrición”.
En particular le llama la atención que, siendo Xiphinema index el principal nematodo para uva de mesa en Chile, la mayor parte de los huertos se encuentre sobre patrón Paulsen, de mayor sensibilidad a dicho patógeno, sobre todo en condiciones de replante.
La mayoría de los portainjertos tiene un vigor más alto comparado con plantas francas. También son muy eficientes en la absorción de nutrientes, sobre todo nitrógeno, por lo que la fertilización en suelos fértiles corresponde a uno de los puntos críticos para mantener huertos equilibrados.
Por otra parte, remarca que no corresponde hablar de portainjertos distintos para variedades blancas y de color.
MEDIO AMBIENTE Y CLIMA: SI TIENE LA INFORMACIÓN ÚSELA; SI NO, CONSÍGALA
“Con toda la información climática disponible actualmente, resulta increíble que no sea usada para hacer proyecciones”. Más allá de modelos predictivos, el asesor aconseja sacar provecho de cosas tan simples como la acumulación de los días grado.
Etapas fenológicas de la variedad Allison en Piura, Perú, y Paine, Chile, en relación a la acumulación de días grado. Datos de una temporada. DG: días grado.
“En general, el pronóstico basado en los días grado resulta bastante preciso en el caso de la uva de mesa. He comprobado que una misma variedad en Perú y Chile tienen igual requerimiento de acumulación de días grado para alcanzar los 17ºBrix”.
El cuadro 1 y la figura 1 muestran la evolución de los estados fenológicos de la variedad Allison en Paine, región Metropolitana de Chile, y en Piura, costa norte de Perú, midiendo a partir de un estado común e idéntica fecha, el 1º de agosto. Allí se aprecia que las uvas llegan al mismo punto de desarrollo en la temporada cuando se ha acumulado cierta cantidad de días grado, y que las fechas van difiriendo producto de la suma más acelerada en Perú. En el caso estudiado, mientras en Piura la cosecha se realizó el 19 de noviembre, en Paine se hizo el 9 de marzo, en ambas situaciones con 1.700 días grado, lo cual confirma el valor predictivo de esta herramienta para lugares geográficos muy distintos.
“En este caso, más que caracterizar los dos lugares mencionados, me interesa destacar el hecho de conocer los requerimientos específicos de Allison para alcanzar la floración, pinta y cosecha. Deberíamos contar con ese antecedente para cada una de las variedades. Por ejemplo, Thompson Seedless necesita aproximadamente 1.400 días grado a cosecha. El año pasado, en que en Chile hubo una acumulación mucho mayor de lo normal, pudimos haber definido a priori que se produciría un adelanto de la cosecha en dos semanas”.
“Si no tiene una estación meteorológica, cómprela. Si la tiene, úsela –recomienda Sapiaín–. ¿Cómo? Principalmente registrando datos históricos y haciendo los pronósticos en la temporada en curso. Una alternativa es contratar servicios, como Meteoblue o Agrimed, entre otros, en los que además se pueden adquirir bases históricas como fundamento para los pronósticos”.
MANEJO AGRONÓMICO Y POTENCIAL PRODUCTIVO DE LA UVA DE MESA
El objetivo de todos los programas asociados al uso de recursos (riego, nutrición, fitosanidad, etc.) es producir más con menos. “La única manera de mantenernos en el negocio se basa en ser eficientes”, indica el especialista.
Pero sin información no se puede hacer gestión; por lo tanto, deben medirse los parámetros que después se quieren controlar. Y uno muy fundamental corresponde al potencial productivo.
Existen grandes discusiones sobre este aspecto. Se dice muchas veces, por ejemplo, que tal o cual variedad no puede producir más de 3.000 cajas, porque su calidad comienza a disminuir. “Puede ser así, pero nuestra obligación consiste en determinar su máxima productividad, en forma sustentable, o sea sin que ello signifique afectar las reservas en perjuicio de la producción del año siguiente”.
¿De qué depende la máxima productividad? En primer lugar, de la capacidad fotosintética del huerto, relacionada con el equilibrio nutricional, el estatus sanitario y el vigor de las plantas. En segundo término, de las reservas: gran parte del éxito se origina en lo realizado la temporada anterior. “En Chile se suele achacar los problemas de brotación a las heladas; en Perú se culpa a las enfermedades de la madera. Creo yo y lo he conversado con expertos, que el problema se genera principalmente por déficit de reservas”. El tercer gran factor corresponde a la carga.
Rodrigo Sapiaín menciona que, de acuerdo a un trabajo de Víctor García de Cortázar, académico de la Universidad de Chile, si de pinta a cosecha el índice de área foliar es 4, en 10.000 m2 (1 hectárea) hay 40.000 m2 de hojas, las cuales son capaces de producir el azúcar necesaria para generar 40 toneladas de uva de mesa.
“Al revisar lo que ocurre con nuestras variedades clásicas –reflexiona el asesor– nos damos cuenta de que en general todas producen la misma cantidad de fruta. El valor de 40 t/ha con un 60% de racimos exportables se encuentra alrededor de la cifra de 2.900 cajas de 8,2 kg, lo cual corresponde al número de una Flame o una Thompson. Y, si lo pensamos bien, las variedades más exitosas no lo son por producir un volumen bruto de muchos más kg, sino probablemente porque entregan un porcentaje exportable más alto”.
Potencial productivo de 40 toneladas por hectárea traducido a rendimiento exportable por variedad.
CÓMO UTILIZAR LOS DATOS PARA DETERMINAR LA CANTIDAD DE RACIMOS Y BAYAS
A partir de estos números, ¿cuántos racimos se deben dejar por hectárea? Depende del tamaño y forma del racimo. “Una de las desventajas que tenemos en el norte del Perú es que, con racimos de 400 gramos, necesitamos 100.000 racimos para llegar al potencial de 40 t/ha. Por supuesto la eficiencia es menor cuando tienes que arreglar 100.000 racimos que con 40.000 o 50.000 racimos como ocurre en Chile.
En el cuadro 3 está la cantidad de racimos para lograr 40 toneladas para distintos tipos de racimo.
Peso y cantidad de racimos para un potencial bruto de 40 t/ha.
“Pasamos ahora a la pregunta que nos hacemos todos los años para el arreglo de racimos: ¿cuántas bayas dejar?”
A menudo se habla de que las bayas estuvieron más livianas o más pesadas, menos o más densas en un año u otro… Los datos muestran que el porcentaje de materia seca varía de 16 a 20%, el resto es agua, de densidad 1, y que la densidad de la baya madura se sitúa aproximadamente en 1,08 g/cm3, con mínima variación. Por consiguiente, el peso de la baya deriva fundamentalmente de su volumen, asociado al calibre y la forma. En bayas del mismo calibre, una de forma alargada pesará más que una ovalada y esta más que una redonda.
Peso referencial (gramos) de bayas según su forma y calibre.
Tomando los datos del cuadro 4, si consideramos una variedad ovalada con un calibre medio objetivo en el rango de 21 a 23 mm, para llegar a 40 t/ha necesitaríamos de unas 4.200.000 a 5.100.000 bayas/ha. “Esto no es una receta –advierte el especialista– ya que la cifra puede diferir según la variedad, las condiciones de producción, etc.”
Número de bayas por hectárea con uva ovalada de calibre 21-23 mm para una producción potencial de 40 t/ha.
El cuadro 6 muestra un ejemplo de este tipo de cifras llevadas a la práctica para el caso de Allison en Chile y Perú. Como se desprende de dicha tabla, no corresponde hacer recomendaciones de un mismo número fijo de racimos y bayas por racimo para una variedad en zonas productivas de características tan diferentes.
Bayas por racimo, peso de racimo y número de racimos por hectárea para una variedad ovalada de 22 mm con un potencial productivo de 40 t/ha, en Chile y Perú.
“¿Cuál es el mejor arreglo de racimos? El más fácil y que no se apriete, pensando en una buena postcosecha. La foto 5 muestra un agricultor feliz el año pasado con la variedad Sweet Favors, porque el arreglo de racimos fue: ninguno. Siempre la mejor labor es la que no se necesitó hacer”.
OBJETIVOS CLAROS PARA TOMAR DECISIONES EN TECNOLOGÍA
De acuerdo a todo lo señalado, la tecnología que necesitamos corresponde a aquella que nos permita levantar y gestionar la información, analizar los datos, eliminar la subjetividad y darnos alertas para poder reaccionar adecuadamente.
Ya existe disponibilidad de diversos instrumentos: sensores, drones, imágenes, big data, robótica e inteligencia artificial. Sin embargo, no debe perderse el foco. Ocurrió con los drones, que muchos compraron sin saber muy bien para qué y ahora se encuentran olvidados en algún ropero.
“Creo que los drones se han subutilizado, actualmente estoy usando imágenes multiespectrales tomadas con ellos para hacer mapeos de vigor y también de capacidad fotosintética de las plantas. El ‘mirar’ los huertos desde otra perspectiva ha sido revelador. Muchas veces las ramas no nos dejan ver el bosque. El nivel de detalle que estamos alcanzando con estas imágenes nos permite contar plantas, incluso frutos”.
A nivel incipiente todavía, existen desarrollos, como el de la empresa australiana Bigwise Agronomy, que posibilitan, a través de inteligencia artificial, contar cargadores, yemas, racimos, bayas por racimo, etc.
El otro gran objetivo con la tecnología es hacer un uso más eficiente de los recursos, en especial si pensamos en el más importante: el agua. “Es sorprendente que no tengamos un sistema de monitoreo en cada campo, basado en información meteorológica y sensores de humedad. El costo resulta marginal cuando lo comparamos con la eficiencia en el uso del agua”.
¿Cuál es la idea? “El objetivo no es llenarnos de datos sino simplificar nuestras labores al tiempo que aumentamos productividad, calidad y sustentabilidad”.