Viña Aresti despliega la riqueza del valle de Curicó
A través del proyecto Trisquel Series, Viña Aresti está desarrollando una iniciativa que busca expresar distintas cepas tintas y blancas en terroirs del Valle de Curicó que van, literalmente, desde la cordillera al mar. Gracias a un intenso trabajo de investigación de clima, suelo y agua, ha elaborado –hasta el momento– cinco vinos diferentes: un Merlot de altura, un Semillón del centro del valle, un Cabernet Sauvignon obtenido de parras francas de casi 70 años, y un Malbec y un Chardonnay con alta influencia costera.
El trisquel es un símbolo casi tan antiguo como la humanidad: muestra, en la mayoría de los casos, tres espirales, tres piernas humanas o tres líneas dobladas desde el centro. Lo emplearon, a su manera, los vikingos, los celtas, los primeros cristianos y los habitantes del Tíbet y Japón, entre varios otros. Muchos lo utilizaron para representar las tres fuerzas principales del universo –tierra, agua y fuego– y desde hace algunos años la Viña Aresti (miembro del Grupo ACW) tomó este emblema para mostrar el trabajo de tres generaciones en la producción vinífera y cómo los elementos de clima, suelo y agua se combinan y equilibran para producir vinos diferenciados.
Fue así como en 2011 lanzó la línea Trisquel, un vino Premium (Gran Reserva) elaborado a partir de micro lotes seleccionados desde distintos valles. De esta manera, surgieron un ensamblaje (Cabernet Sauvignon, Syrah y Petit Verdot), un Syrah del Valle del Maipo, un Sauvignon Blanc del Valle de Leyda, un Gewürztraminer y un Carmenere del Valle de Curicó.
Tomando este nombre, pero aventurándose en un nuevo proyecto eno-agrícola, en 2015 (cosecha 2014) Viña Aresti comenzó a producir Trisquel Series, una propuesta integrada –hasta ahora– por distintas variedades distribuidas a lo largo del Valle de Curicó, a través de una transecta que va desde la cordillera al mar, con el fin de dar a conocer todo el potencial de esta zona del país. “La idea es que quien bebe los Trisquel Series pueda probar el Valle de Curicó completo”, afirma Jon Usabiaga, gerente técnico enológico de Viña Aresti.
El objetivo consiste en mostrar cómo diferentes altitudes, suelos, aguas y los cambios de clima pueden influir en las uvas seleccionadas. ¿Qué pasa con el vino si, por ejemplo, en la parte más alta del valle las parras se enfrentan a precipitaciones que alcanzan los 140 milímetros en junio, con temperaturas que llegan a 30 ºC en enero y descienden hasta los 0 ºC en julio? ¿O qué sucede en la zona costera con lluvias que rozan los 100 milímetros en el mes peak y temperaturas extremas que apenas sobrepasan los 20 ºC y no alcanzan a llegar a 0 ºC en la mínima?
Para responder a preguntas como estas se realizó un trabajo con calicatas, análisis de agua, estudios de suelos, temperatura y precipitaciones en 6 viñedos diferentes, que hasta ahora han tenido como resultado cinco productos: Altitud 1245, Origen, Parras Fundadoras, Curicó Costa y Vichuquén Costa.
“Se trata de vinos innovadores y únicos originados en la alta cordillera de Los Andes, que exponen la diversidad del suelo en el corazón del valle, hasta llegar a una pequeña meseta litoral a nivel del mar donde se experimenta la influencia del Océano Pacífico. Es un proyecto innovador, por el concepto de abarcar en profundidad una zona del país en particular”, describe Usabiaga, quien ha encabezado este proyecto junto con el gerente agrícola, Marcelo Lorca, y la geóloga Pamela Castillo, entre otros colaboradores.
Una de las ideas de Trisquel Series es mostrar la esencia del trío formado entre clima, suelo y agua. Por ello, Viña Aresti realiza intervenciones mínimas en el proceso productivo. “Queremos que el foco sea el vino y, por lo tanto, que este no se encuentre muy maquillado”, explica el enólogo.
De esta manera, durante la guarda –que oscila alrededor de los 6 meses– una parte del mosto se lleva a cubas de acero inoxidable y otra pequeña fracción de cada mezcla se guarda en barricas de roble francés, en ocasiones con varios usos, para que el impacto de la madera sea limitado y se aprecien sus sabores y aromas esenciales.
VIÑA ARESTI: TRADICIÓN E INNOVACIÓN
Trisquel Series va en línea con la impronta que Viña Aresti ha ido desarrollando en los últimos años: una mezcla entre el respeto por las raíces y el origen –el Valle de Curicó–, pero con foco en la innovación e investigación. La viña fue fundada en 1951 por Vicente Aresti Astica, cuando adquirió el Fundo Bellavista en la zona de Molina.
“En algún minuto nos fuimos a otros valles de Chile para poder explorar otros terroirs. Sabíamos que debíamos buscar la calidad. Sin embargo, desde que las hijas del fundador asumieron la dirección de la empresa, Aresti se ha ido enfocando en el Valle de Curicó”, recuerda Usabiaga, que se incorporó a Viña Aresti en 2005.
Tras la muerte de Vicente Aresti en diciembre de 2012, sus hijas Begoña y Ana María se hicieron cargo de la viña, con la sustentabilidad y la innovación como puntas de lanza que impulsa su permanente crecimiento. Hoy cuenta con cuatro fundos propios, con casi 350 hectáreas plantadas con viñedos de un total de 1.150, además del aporte de productores externos con quienes establece contratos de mediano y largo plazo.
A todo lo anterior se suma una bodega de 5.000 m2 con capacidad para almacenar 9 millones de litros, una sala climatizada con capacidad para almacenar 1.000 barricas y una línea de embotellado para 3.000 botellas por hora. De esta manera, Aresti procesa 6 millones de kilos de producción propia y embotella un total de 8 millones de litros al año, los que comercializa en más de 40 destinos.
MERLOT DE ALTURA, FRESCO Y CON MUCHA FRUTA
Además de la vinificación, lo que cobra especial relevancia en cada uno de los Trisquel Series son las variedades de uva y el terroir. Uno de los vinos que ha resultado de esta experiencia es Altitud 1245, un Merlot de altura –fresco y con mucha fruta– que proviene de un predio de 4 hectáreas ubicado en la localidad de Monte Oscuro, a 1.245 metros sobre el nivel del mar, en un suelo con trumao de origen volcánico que provee cierta condición de ser dry farm o secano. Es un viñedo plantado en alta densidad hace 12 años, todo trasladado a lomo de mula al lugar de plantación.
Se encuentra inserto en un bloque de bosque nativo con condiciones de gran amplitud térmica, alta radiación solar en verano y un invierno con bajas temperaturas y nieve. Por ello, no es de extrañar que la producción sea menor a 12 toneladas por hectárea. “Muchas notas del vino vienen del ambiente en el que se encuentra inserto el viñedo. Se siente algo de boldo y un toque a algunas malezas que hay en el entorno”, apunta Jon Usabiaga.
Las parras se regaron los dos primeros años con sistema por goteo, para pasar a ser ‘de rulo’ posteriormente. En tanto, el proceso de poda se realiza en septiembre para que las parras broten lo más tarde posible. A su vez, se efectúan deshojes por el lado Este (que enfrenta un sol menos agresivo, por lo que no quema la fruta), con el objetivo de promover la aireación de los racimos, y solo se aplica un poco de azufre para combatir el oidio (Erysiphe necator).
Si bien no hay forma de contrarrestar las heladas, el clima les brinda a las parras ciertas condiciones productivas especiales. “La ventana de madurez comienza tarde y termina temprano. Tiene, al menos, un mes de retraso. Va desde noviembre a marzo-abril. Entonces, empieza retrasada y, de alguna manera, alcanza a producir como el resto del valle. Pensamos que, como la intensidad lumínica arriba es mayor y la temperatura es más baja, la planta trabaja a tiempo completo. La parra se bloquea en términos químicos y enzimáticos a partir de los 25 ºC y, en la medida en que sea más grande el estrés, más días se demora en reponer. Sin embargo, acá lo que sucede es que a la planta le llega sol, fabrica azúcar y biocomponentes como antocianos y fenoles, pero el bloqueo no le llega, debido a que enfrenta una temperatura relativamente baja todo el tiempo”, explica Usabiaga.
“El efecto que tienen estas condiciones en el vino –continúa el enólogo– es poco usual. En un ambiente al que la parra no está habituada, igualmente se produce un vino más concentrado, de elevada graduación alcohólica (14º) y de altísima calidad”.
EL RESCATE DE LA CEPA SEMILLÓN: TRADICIÓN 2.0
Trisquel Series Origen rescata la cepa Semillón, variedad que surgió en Burdeos y que produce vinos balanceados, secos y frescos. Era la uva blanca más plantada en Chile –alcanzó a tener 30.000 hectáreas– hasta la década del ochenta, ya que se utilizaba para mesa y vino. “Fue una variedad muy plantada en Curicó y, por eso, queríamos rescatarla y mostrar sus características y potencialidad”, dice el gerente técnico enológico de Viña Aresti.
En este caso, el vino Origen proviene de un lote de 5 hectáreas en el fundo La Reserva (uno de los cuatro fundos de Aresti), ubicado al centro del valle, a una altura de 300 metros sobre el nivel del mar. Para su cultivo, la viña busca emplear la menor cantidad posible de fitosanitarios, aplica solo un poco de azufre y utiliza riegos semanales y cortos por goteo en un suelo franco limoso. De esta manera se obtienen alrededor de 12 toneladas de uva por hectárea, cosechados en forma manual.
Por medio de todo este proceso se pretende, en definitiva, lograr una buena condición de la fruta, con una piel funcional para los efectos de la fermentación alcohólica y que no provoque defectos, de manera que el vino sea el reflejo de una buena uva. “Al no ser aromática, en nuestro caso la trabajamos para obtener un vino fresco, de alrededor de 13º, y que en la boca sea un elemento gravitante. En ese sentido, una fracción de este vino está fermentado sobre orujo, como se hace con el tinto. Eso le da a la mezcla una potencia distinta. Por eso, hablamos de un vino gastronómico, muy bueno para acompañar comidas, ya que tiene bastante textura”, apunta Usabiaga.
También desde el centro del Valle de Curicó surge Trisquel Series Parras Fundadoras, que corresponde a un Cabernet Sauvignon producido a partir de los viñedos más antiguos de la viña, plantados en alta densidad en una superficie de 10 hectáreas a comienzos de la década del 50 en el Fundo Micaela, a un nivel de 250 a 300 metros sobre el nivel del mar (m.s.n.m.). “Es un vino muy balanceado, con ricos y elegantes taninos. Es un muy buen representante del Cabernet Sauvignon de Curicó”, dice el enólogo de Viña Aresti.
Las viñas están plantadas en espaldera, aunque para ser trabajadas con caballos. La cercanía de las hileras impide realizar una cosecha mecanizada, por lo que debe hacerse a mano. Se riegan por tendido solo una vez por temporada, hilera por medio debido a la presencia de una napa freática alta.
El principal cuidado con estas parras está en protegerlas de las enfermedades de la madera. En el tiempo de la poda especialmente, se tiene la precaución de cubrir las heridas para prolongar la vida útil de las plantas. Además, se busca no cargarlas demasiado para no exigirlas, alcanzando producciones de 2 kilos por planta (que se cosechan durante la segunda quincena de abril), con un marco de plantación que supera las 5.555 plantas por hectárea.
CARACTERÍSTICAS DE LOS CUATRO PREDIOS
Bellavista
Con 81 hectáreas de superficie, tiene 59 hectáreas plantadas con Cabernet Sauvignon, Carmenere, Malbec, Merlot, Syrah, Cabernet Franc, Sauvignon Blanc, Chardonnay y Gewürztraminer. Fue el primer predio adquirido por el fundador de Viña Aresti a comienzos de la década del cincuenta y que, luego de ser expropiado, fue recomprado en la década del setenta. Alberga la casa patronal, las oficinas, bodega y planta de embotellado.
La Reserva
Tiene 852 hectáreas, de las cuales 145 están plantadas con cepas Syrah, Merlot, Cabernet Sauvignon, Malbec, Garnacha, Petit Verdot, Duriff, Chardonnay, Gewürztraminer, Sauvignon Blanc, Riesling, Viognier y Semillón. El predio está inserto en un programa de apoyo a la biodiversidad, por lo cual cuenta con una laguna con circuitos de avistamiento de aves nativas, estudios de preservación de abejas nativas y un criadero de ciervos.
Peñaflor
Con 175 hectáreas, de las cuales 60 tienen viñedos, cuenta con Gewürztraminer, Cabernet Sauvignon, Carmenere y Merlot. Es el terreno más cercano de Aresti a la Cordillera de los Andes y, por lo tanto, cuenta con un clima más frío y propicio para cultivar uvas blancas y tintos de perfil fresco.
Micaela
Es el único predio de Viña Aresti ubicado al norte del Río Claro. Tiene 61 hectáreas en producción (de un total de 75), especialmente de uvas tintas. Posee el cuartel más antiguo de Cabernet Sauvignon de la viña, plantado en 1951. Otras cepas que tiene plantadas corresponden a Carmenere, Merlot, Syrah, Pinot Noir, Chardonnay y Gewürztraminer.
VINOS COSTEROS CON DESAFÍOS FITOSANITARIOS
Más abajo en el valle se destaca el vino Malbec Curicó Costa, elaborado en la comuna de Licantén, a 26 kilómetros del mar en línea recta. Está desarrollado a partir de un lote de 2 hectáreas de lomajes con suelo granítico con arcilla, ubicado junto al Río Mataquito, en un sector bajo de la Cordillera de la Costa y con una alta influencia marítima. Se cosecha –a razón de 12 toneladas por hectárea en promedio– durante la primera quincena de abril.
Uno de los mayores desafíos para obtener una producción de calidad en este sitio está relacionado con los problemas sanitarios. “Normalmente, hay neblinas que duran hasta bien entrada la mañana. Es una situación húmeda y propensa a un ataque de hongos como la botritis (Botrytis cinerea). Aspectos tales como la condición de la uva son gravitantes. Para eso, se deben mantener un buen deshoje de modo de que el aire circule. Si hay racimos pegados se debe manejarlos de tal manera que no se topen, para no fomentar condiciones que favorezcan la retención de humedad. Las características de los vinos tintos vienen del hollejo. En consecuencia, en la medida en que se mantenga una piel sana se va a obtener un vino de mejor calidad”, explica Usabiaga.
Su cosecha 2017 –lanzada al año siguiente– fue la última en sumarse el portfolio de Trisquel Series. “Es muy extraño para la zona que aquí se planten solo uvas tintas. Buscamos un Malbec frutal, aromático, con alcoholes bajos, fresco y fácil de tomar, para lo que ayudan mucho las condiciones del terroir”, afirma el enólogo.
Acercándose a la costa, a 3 kilómetros del Lago Vichuquén y a unos 13 kilómetros del océano, se produce el Chardonnay Vichuquén Costa en un predio externo de 5 hectáreas. El terreno es el lecho de un estero, suelo granítico con mucho cuarzo y en condición de secano, sin riego. Todos estos factores llevan a obtener vinos concentrados y aromáticos. “Tratando de ser fieles en cuanto a mostrar las cualidades de la uva, este Chardonnay no es muy pesado, sino que es más bien fresco, con un alcohol cerca de los 13º y con una inclusión muy sutil de madera”, describe Jon Usabiaga.
PARRAS A 500 METROS DEL MAR
El proyecto Trisquel Series tendrá varias sorpresas para el futuro. La primera llegará en pocos años a partir de un nuevo terroir de 2 hectáreas en Iloca, sobre una planicie litoral, de origen marino, ubicada a menos de 500 metros de la playa, donde se está plantando Sauvignon Blanc y Pinot Noir.
Es una apuesta innovadora, ya que es muy difícil encontrar un viñedo tan próximo al océano, sin ninguna barrera entre ambos. “Pensamos que podemos lograr vinos intensos como los Sauvignon Blanc de Leyda. Creo que el riesgo más grande va a ser el viento más que la temperatura. Es probable que haya riesgo también de botritis”, dice Usabiaga.
A su vez, en Potrero Grande, un campo de 29 hectáreas a 700 m.s.n.m., se están probando Malbec y Pinot Noir para ver cómo se adaptan estas cepas a las condiciones de suelo y clima, con el fin de obtener nuevos vinos en el futuro. “Es un sector intramontano, con mucha sombra y fresco. En este contexto, el Malbec es de una ventana de maduración corta y el Pinot Noir es de clima frío, por lo que ambos tienen sentido en un ambiente como este”, finaliza el enólogo de Viña Aresti. De esta manera, el Trisquel del Valle de Curicó estará completo, desplegando las bondades del Valle de Curicó como ninguna viña lo había hecho antes.