Un hombre sin fronteras
Cuando recorría las carreteras rumbo a Trujillo, saliendo del fundo donde trabajaba en La Libertad, le decía a su esposa que algún día el desierto que miraba por la ventanilla de su auto sería verde. Testigo en primera fila de la transformación que ha sufrido Chavimochic, primero con el espárrago, luego con la palta y, más recientemente, con el arándano, cuando Rafael Quevedo Flores recorre hoy ese valle, lo que ve es un manto verde de miles de hectáreas que día a día son manejadas con las más modernas técnicas agronómicas, que producen frutas y hortalizas de calidad, enviadas a los más exigentes mercados internacionales. Hoy tiene 83 años y, si bien ya no trabaja con la intensidad de antaño, es parte del Grupo Rocío y tiene muy claro cuál es la tendencia que debe seguir la industria agrícola: generar alianzas estratégicas con empresas de la región, en aras de conformar un solo mercado, de Latinoamérica para el mundo. Eso es lo que está haciendo, desde hace unos años, el grupo empresarial Rocío.
Nació en las alturas de La Libertad, a 3,169 metros sobre el nivel del mar, en 1935, en la provincia de Sánchez Carrión, en la ciudad de Huamachuco. La primaria la estudió en el colegio San Nicolás de Huamachuco hasta cuarto grado, cuando se mudó a Lima para continuar la escolaridad en El Colegio San Luis, de los Hermanos Maristas de Barranco. Después ingresó a la Escuela Nacional de Agricultura y Veterinaria, hoy Universidad Nacional Agraria La Molina. “Mira, ya tengo 58 años de haberme recibido”, dice Rafael Quevedo Flores, sentado en una mesa ubicada en la terraza del hotel Costa del Sol, donde se realizó la 1ª Conferencia Redagrícola Trujillo 2018, a inicios de agosto.
Rafael Quevedo Flores es el fundador del Grupo Rocío, que aglutina a diez empresas y que se ha transformado en uno de los líderes de la producción y comercio hortofrutícola del país y que, además, ha impulsado el desarrollo del riego por goteo y la producción de palta y arándanos, cultivos que han dado un nuevo aire a la industria agrícola peruana y también a la Región La Libertad. Aunque la historia había comenzado mucho antes, en 1967, con una pequeña granja avícola.
Los inicios de su carrera profesional en la industria agrícola, en la década del sesenta, lo encontraron como administrador de fundos, donde trabajaba con papa, maíz, camote y algo de espárragos; también se encontraba formalizando la primera integración avícola del país, en la provincia de Virú. En 1967, se inició como micro empresario en la crianza de aves, teniendo a su cargo la empresa Avícola El Rocío S.A.
“En 1967, empecé en realidad mi aventura como empresario. La Reforma Agraria estaba a punto de imponerse y yo había estado asesorando a un par de fundos, El Carmelo y El Socorro, pero decidí independizarme, instalando una granja avícola. Empecé con 2,000 por mes, y éramos solo tres trabajadores”, recuerda Rafael. Poco a poco la empresa avícola fue creciendo y cuando empezaron las subastas de Chavimochic, a mediados de los noventa, compraron tierras para fortalecer, no solo el área pecuaria de la empresa, sino también la agrícola. “El objetivo inicial fue encontrar un balance, tanto en el mercado interno como en el de exportación, para así tener una canasta diversificada, que nos fortaleciera, como empresa, antes de las inflaciones y catástrofes económicas en nuestro país”, precisa.
Cuando se dio inicio a la Reforma Agraria, en 1969, los primeros fundos expropiados fueron los de La Libertad. En ese momento, las empresas agrícolas más grandes, de la industria azucarera, estaban ubicadas en el valle de Chicama y, como aún no había entrado en funcionamiento la primera etapa de Chavimochic, tanto en el caso del valle de Chicama como en el de Virú, por ejemplo, se trabajaba con aguas superficiales y subterráneas. “Yo tuve la oportunidad de hacer un peritaje, que nos sirvió para constatar toda la riqueza que hay en el subsuelo. Nos dimos cuenta de que toda la parte media y baja de los valles de La Libertad es rica en agua subterránea. Hay pozos, claro que sí. La paradoja de todo esto es que los pequeños y medianos agricultores reciben agua del río de Virú en época de lluvias y en época de estiaje reciben aguas de Chavimochic. Es decir, tienen agua todo el año y han dejado de operar sus pozos, que antes de la Reforma Agraria pertenecían a grandes haciendas y que luego pasaron a formar parte de cooperativas, de empresas de propiedad social. Ante el fracaso de la reforma, se parcelaron las tierras, pero los pozos quedaron ahí, en los valles de Virú y Chao. Hoy en día, la mayoría de esos pozos no están operativos”, explica Rafael.
Algunas de las diez empresas del Grupo Rocío cuentan con pozos en funcionamiento que se utilizan también para dar suministro a las granjas avícola y de ganado vacuno.
PIONEROS EN RIEGO TECNIFICADO
El fundador del Grupo Rocío se enorgullece al decir que toda la agricultura de la empresa se desarrolla en el desierto, entre el mar y las estribaciones de Los Andes, hasta 500 metros arriba. Uno de los factores tuvo que ver con el hecho de que con la Reforma Agraria era imposible comprar tierras, todo estaba confiscado por el Estado, pero de los desiertos no se ocupaban, no les daban valor ni importancia. “En una época de lluvias muy fuertes, se averiaron los puentes y nosotros traíamos, para la cama de los pollos, viruta de Lima porque acá no había industria maderera en esa época. Al bloquearse las carreteras no tuvimos la viruta y se me ocurrió usar la arena como un secante, reemplazando a la viruta. Lo primero que hice fue ir a las dunas, formadas por la actividad eólica, y hacer primero un análisis microbiológico para saber si no estaba llevando gérmenes que podían ser patógenos. Al no encontrar nada, luego de varias pruebas, caímos en la cuenta de que estaba totalmente estéril esa arena, gracias ala radiación solar. Ese es uno de los efectos fabulosos que tenemos en estas zonas, especialmente en Chao, que no solamente ayuda para que los hongos y bacterias no puedan afectar a los animales, sino también a las plantas”, explica el empresario.
Grupo Rocío, alimentos para Perú y el mundo
El Grupo Rocío tiene alrededor de 9,000 ha repartidas en los valles de Chao, Virú y Moche. En líneas generales, solo como Tal S.A., donde hoy el Grupo Rocío es accionista al 100%, cuentan con 3,030 ha sembradas; en Avo Perú, donde Tal S.A. cuenta con el 80% de las acciones, tienen 1,918 ha sembradas. Aguacates del Perú, donde Tal S.A. cuenta con el 100% de las acciones, manejan 855 ha de palto. A estas empresas se ha añadido recientemente Hortifrut-Tal, donde Tal S.A. cuenta con el 50% de las acciones, trabajan con 716 ha plantadas de arándanos, mientras que en Inversiones Jordie también se concentran en la producción de arándanos y paltas. A todo ello hay que añadir las operaciones avícolas (El Rocío, Santa Fe y Agrícola del Norte) y ganaderas (Láctea).
Así, fue buscando agua en el subsuelo del desierto para poder desarrollar sus granjas. Cuando estuvieron operativas, Rafael cayó en la cuenta de un hecho que le llamó la atención: los trabajadores, influenciados por las culturas antiguas de la zona, venían utilizando materia orgánica como complemento nutricional de los suelos; el compost les servía para fortalecer los cultivos de papa que mantenían en unas pequeñas parcelas delante de los galpones de las aves.
Rafael no les daba mucha importancia, hasta que un día se acercó y vio unas plantas de maíz de extraordinario vigor. Dice, Quevedo Flores: “De distintas formas, entonces, empezamos a hacer ensayos; la materia orgánica antes la utilizaban como componente orgánico los agricultores de la sierra que tenían esa cultura, pero en la costa lo usaban relativamente poco. Normalmente se composta o se llega a hacer humus de lombriz, con lo cual se incorporan organismos benéficos al suelo y se protegen las raíces. Si ya habíamos hecho inversión en pozos, la siguiente etapa fue hacer agricultura. En ese entonces teníamos seis pozos en varios fundos”.
Paralelamente, en la década de los ochenta, Rafael viajó a Israel, y estuvo en un hatzerim, donde conoció la tecnología del riego tecnificado. Trabajó con ellos y, como cuenta, “aprendí mucho. Como tenía ya la cultura agronómica, no me fue difícil asimilar el tema”. Tras ello, se trajo al Perú la representación de la empresa Netafim, que tuvo hasta el año 2003. Por esos años conoció a Alon Lidai, un experto israelita en riego, que por esos años estaba establecido en Ica. “Así empezamos a desarrollar proyectos de irrigación con riego tecnificado, cuyos primeros ensayos los hicimos en nuestras tierras. En la empresa que fundé, se formaron muchos agrónomos y se comenzaron a dar cursos de riego en la UPAO. En esos años, ninguna universidad enseñaba sobre riego tecnificado. Paralelamente al desarrollo del riego tecnificado en La Libertad, también se estaba desarrollando en Ica”.
EL RIEGO, FUNDAMENTAL PARA CONSEGUIR GRANDES PRODUCCIONES EN ESPÁRRAGOS
Sabiendo que tenían el suelo, la materia orgánica y el agua necesaria, el espárrago fue el primer cultivo con el que trabajaron. “La idea fue hacer una sinergia, entre lo pecuario, lo avícola y lo agrícola”. La sinergia entre diversas actividades es una premisa de la empresa que se mantiene hasta hoy. Pero, ¿por qué específicamente deciden trabajar con espárragos? “Comenzamos con espárrago porque ya se cultivaba, destinándose a la industria conservera. Esos años, los agricultores tenían su primera cosecha tras catorce meses, obteniendo 500 kilos por hectárea, aunque los que mejor manejaban el cultivo, podían sacar hasta 1,000 kilos por hectárea en la primera cosecha. Pero cuando pusimos el primer riego tecnificado, ¿cuánto cree que obtuvimos en una cosecha? ¡Más de 5,000 kilos por hectárea! De arranque. Luego fuimos mejorando los manejos y corrigiendo errores, para llegar a producciones de 11,000 kilos por hectárea en la primera cosecha. Aquí en La Libertad podemos sacar dos cosechas por año. Eso nos fue dando ventajas competitivas y comparativas”, explica Quevedo Flores.
Al espárrago le siguieron las siembras de capsicum y alcachofa en La Libertad, pero también en la serranía de Huancayo, y después desarrollaron cultivos de palto. Estos cultivos fueron desarrollados por Tal S.A., una de las empresas del Grupo Rocío, con el objetivo de abastecer a los mercados internacionales. “Nos propusimos abastecer ese mercado, entonces tuvimos y tenemos contacto con productores y profesionales que comercializan nuestros productos. Para ello es que hemos hecho una serie de alianzas estratégicas”, sostiene el empresario.
Distinciones
Rafael Quevedo ha recibido numerosas distinciones como Empresario del Año 1992 (Cámara de Comercio de La Libertad), Destacada Gestión Empresarial (UNALM), y Premio Antenor Orrego (Universidad Privada Antenor Orrego); en el 2003, recibió la Orden a la Ingeniería de parte del Colegio de Ingenieros del Perú; en febrero del 2007, recibió la condecoración del Presidente de la República, en la Orden de Comendador, por servicios distinguidos; en junio de 2010 fue condecorado con la Medalla Ministerio de Agricultura por su desempeño en beneficio de la actividad agraria en el Perú. Ese mismo año, el 14 de septiembre, asumía como ministro de Agricultura, cargo que ocupó hasta el 13 de mayo de 2011.
PALTOS, DEL AZAR A GESTIONAR 1,000 HECTÁREAS
Rafael Quevedo es reconocido por ser uno de los pioneros en la instalación de palta Hass en el país en las tierras áridas de Chavimochic. Esta apuesta se decidió luego de una seguidilla de casualidades, según recuerda. A inicios del 2000, cuando un conjunto de lotes del proyecto de irrigación Chavimochic estaban siendo subastados, arribó al país una misión de empresarios de California y Chile para visitar la zona. Si bien él no los iba a atender, el azar jugó a su favor y terminó llevándolos a su fundo, así como a conocer los lotes del proyecto de irrigación y otras zonas de productores amigos. Entre los visitantes estaba el mayor exportador de palta de Chile, el señor Reuben Hossfi, socio de Avocados de El Rey, con quien luego estableció la empresa Avo Perú S.A., tras ese primer contacto.
Como siguiente paso, el empresario peruano junto a sus nuevos socios accedió a dos lotes subastados de Chavimochic, pero en las tratativas finales, la empresa de Hossfi prefirió utilizar solo uno de ellos para la instalación de 700 hectáreas de palta. ¿Qué hago con el otro lote?, se preguntó en ese entonces con cierto desconcierto Rafael. Fue así que en el camino decidieron asociarse con el empresario trujillano Gonzalo Ganoza para instalar 300 hectáreas paltas en el segundo lote, bajo el nombre de Hass Perú; en poco tiempo se vio gestionando 1,000 hectáreas de palta. “En ese entonces, fuimos aprendiendo en un terreno nuevo, bajo el concepto y la tecnología que empleaban nuestros socios de Avocado del Rey. Hoy día sabemos bastante más de lo que aprendimos en esa época”, reflexiona.
En la actualidad, mantiene la asociación con Avocado del Rey, aunque la empresa Tal S.A., ostenta el 80% de acciones. En el caso de Hass Perú, en el camino decidieron dividir la empresa con Ganoza y ahora cada uno opera de manera independiente.
TESTIGOS EN ‘PRIMERA FILA’ DEL CRECIMIENTO DEL ARÁNDANO
La historia del arándano en Perú está ligada a zonas costeras, donde La Libertad se alza como la que tiene mayor superficie cultivada del país. El cultivo, que se inició silenciosamente en la segunda mitad de la década del 2000 y que hoy es visto como la nueva ‘niña bonita’ de la agricultura peruana, tiene al Grupo Rocío como uno de los pioneros.
¿Cómo es que vieron la oportunidad de negocio? Rafael Quevedo responde: “La demanda por esta fruta era evidente en los mercados internacionales. Incursionar en este cultivo fue idea de mi hijo Ulises, que hoy es el CEO de la compañía. El caso es que, animado con experiencias exitosas en el espárrago y la palta, Ulises continuó viajando y tomando nota de las tendencias en los mercados. Empezamos a hablar del arándano y buscar hacer las primeras pruebas”.
En uno de sus viajes, Ulises Quevedo conoció a Ismael Fernández, un asesor chileno que había trabajado en México para una empresa chilena que tenía arándanos en Michoacán. “Ulises lo invitó a Perú y juntos recorrieron el país en busca del lugar ideal para plantar arándanos, principalmente la sierra de Huancayo, Cajamarca…”, recuerda Quevedo Flores. Sin embargo, no encontraron una zona productiva que los convenciese al 100%. “Cuando regresaron a La Libertad e Ismael se iba a despedir de nosotros, les dije ¿quieren ver arándanos?. Ellos andaban un tanto desanimados, pues no habían encontrado nada. Entonces los llevé a un vivero que tenía plantas de arándanos. Yo las había visto pero no me parecieron tan bonitas, a pesar de que estaban ya con frutos y flores. Cuando llegamos, fue Ismael el que dijo ‘este es el sitio; debemos hacer las pruebas en La Libertad’. Entonces conversamos con Ulises y decidimos empezar con 25 hectáreas de Biloxi”.
Pero se habló de la posibilidad de que la producción peruana se tope con la chilena; era algo que querían evitar. “A Ulises e Ismael les pregunté entonces en qué época querían sacar la fruta y me respondieron que de septiembre a noviembre eran los mejores meses. Les dije que mejor siembren en Chao; en Virú la humedad es más alta y yo pensaba en los hongos que podrían afectar el cultivo, también en la nubosidad y menos horas de sol. El otro lado yo lo conocía, y tiene casi 2ºC más de temperatura que Virú. Además, por tener una cordillera delante del mar, siempre hay más sol. Se plantaron 5 hectáreas en Chao y 20 hectáreas en Virú. No es que dio mal el campo de Virú, pero las producciones de Chao fueron sacando ventajas”, recuerda.
Eso fue decisivo para que decidieran crecer rápidamente en Chao, instalando 50 nuevas hectáreas, también de Biloxi, aunque decidieron incluir otras variedades que no había que licenciarlas. “Eran variedades libres, pero a la vez trajimos las primeras de Fall Creek para hacer ensayos en La Libertad”. La empresa ha continuado creciendo en este cultivo y se proyecta que esta campaña, como grupo, producirán 35,000 tn, “sin contar lo que se tiene en Olmos”, subraya. Y es que allí las plantaciones se establecieron recién en julio, con 500 hectáreas plantadas. “En la Libertad, el objetivo es llegar a las 2,000 hectáreas”, precisa Rafael. “¿Cuáles son nuestros principales mercados? Estamos en todo el mundo”, sostiene.
Rafael Quevedo Flores fue Ministro de Agricultura en el segundo gobierno de Alan García. En relación a la integración de los mercados en la región, subraya lo siguiente: “El objetivo de la Alianza del Pacifico, que fue idea del presidente Alan García, y concretada junto a los presidentes de Colombia, Chile y México, ya está dando sus frutos y permite el libre flujo de capitales entre los países suscritos, las bolsas trabajan en conjunto, se va avanzando… Eso nos ayuda muchísimo porque en Chile, Perú Colombia y México, tenemos un régimen especial de intercambio de gentes, visas, capitales y estamos yendo juntos a los mercados. Hoy, hay países que quieren ingresar a la Alianza como Canadá, Singapur, Nueva Zelanda y otros más. El Mercosur también quiere acercarse. Entonces la idea de atender al gran mercado de EE. UU. y Asia es beneficiosa para todos y nos ayuda a hacer alianzas estratégicas con compañías chilenas, como Hortifrut, por ejemplo. También se ha formado Nature Ripe Avocados, una compañía de comercialización donde los socios somos empresas peruanas, chilenas y mexicanas, con sede en Estados Unidos. Hoy, en relación a mercados y capitales ya no hay fronteras”.
Rafael Quevedo Flores tiene hoy 83 años y repite que ya se jubiló, “entre paréntesis”, pues continúa trabajando, aunque no con la misma intensidad que antes, “sería una insensatez”. Dice que las nuevas generaciones, a las que ha transmitido su experiencia, deben ahora asumir el reto. Rafael Quevedo Flores, que de chico quiso ser marino, quedó deslumbrado, años más tarde, con el fundo que tenía su abuelo materno, Isaac Flores, en las orillas del río Marañón, en la sierra de La Libertad, donde ayudó a la instalación de canales de riego. “Y mis abuelos paternos eran ganaderos”, recuerda.
Cuando trabajaba en la hacienda El Carmelo, los domingos, su día de descanso, manejaba por la carretera camino a Trujillo con su esposa, Gladys, al lado, y le decía, mirando el desierto, “algún día esto será verde”. Años más tarde lo consiguió, con esa determinación, inteligencia, sencillez y sensibilidad que caracterizan a las grandes personas, con esa personalidad que va más allá de un mero talento para los negocios. “Trabajemos por el bienestar de todos… Mi abuelo decía que generar el bienestar de los demás es generar tu bienestar. Yo creo en eso. No somos una isla”, concluye.