Selva Industrial se proyecta más allá del negocio de pulpas y concentrados
La selva peruana es una gran despensa de frutos exóticos, que contienen propiedades nutricionales, beneficiosas para la salud humana. Sin embargo, muchos de ellos no llegan a los mercados internacionales, ya sea por un tema varietal o de calidad. En un escenario así, Selva Industrial está decidida a mejorar la calidad de la materia prima, a introducir nuevos frutales y abrir una nueva línea de negocio basada en el IQF.
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Desde hace más de 50 años que Selva Industrial trabaja en la producción y venta de jugos, pulpas y concentrados de frutas tropicales, abasteciendo al mercado doméstico e internacional. Hoy en día cuenta con dos plantas de proceso, una de ellas ubicada en los límites de la Selva Central y los Andes y la otra localizada en el puerto del Callao y en un futuro próximo, además de las tres líneas de productos que manejan hoy, esperan añadir una cuarta: el IQF, según adelanta Gonzalo Ezeta, gerente general de esta compañía.
Actualmente, en la planta de La Merced (Región de Junín), ubicada en la Selva Central, se dedican a procesar frutas y hortalizas locales (principalmente naranja y, en menor medida, piña, carambola, camu camu y aguaymanto), cultivadas y recolectadas en un radio de 200 km, abarcando Los Andes y la selva, producción que es comprada a agricultores locales. Asimismo, en esa planta pueden procesar ocasionalmente productos de la costa.
En total, cada campaña Selva Industrial procesa entre 6,000 y 9,000 toneladas de fruta, dependiendo de las condiciones de la campaña y también de la demanda por este tipo de productos. Debido a que la calidad y variedades de fruta que se producen en La Merced no son las adecuadas para los mercados de exportación, esa producción se destina fundamentalmente al consumidor peruano. Todo lo que se procesa en Callao es para exportación, de fruta que proviene de diferentes zonas de la costa (mango, maracuyá, carambola, aguaymanto y fresa) y también de la regiones selváticas, como Loreto y Ucayali, donde se produce el camu camu.
DESAFÍOS PRODUCTIVOS QUE ENFRENTAN EN LA SELVA
El principal reto productivo que enfrentan los productores de la selva es el manejo agronómicos de sus cultivos, según cuenta Ezeta. “Sobre todo, porque tienen una forma diferente de hacer las labores, con procedimientos tradicionales”, precisa y lo ejemplifica con la naranja, cuyas variedades que se cultivan en la selva no llegan a los grados Brix que requieren los compradores internacionales. Por ello es que el envío de estos productos resulta complicado, “sobre todo porque las variedades y también la calidad de la fruta no es a la están acostumbrados los compradores ni menos los consumidores finales”, añade.
“El gran reto es que se pueda lograr esa transformación en los manejos agronómicos de forma generalizada en esta área geográfica”, sostiene y añade que, en caso contrario, eso limitará la venta de estos productos solo en el mercado local. Algo similar ocurre con la piña, ya que en Perú se cultiva la variedad Hawaiana y antes la Samba, cuando la que más se consume en el mundo es la Golden, cuya producción no está muy extendida en el Perú. “Eso hace que no seamos competitivos en los mercados globales”, asegura.
MEJOR CALIDAD Y MAYORES RENDIMIENTOS PRODUCTIVOS
Al comprar la fruta a un número importante de pequeños productores, los profesionales de Selva Industrial deben lidiar con calidades diferentes que se producen en campo. “Una cosa es controlar, ayudar, facilitar a un solo agricultor que tiene 100 hectáreas, que a 20 agricultores que tienen 5 hectáreas o a 100 agricultores que tienen una hectárea. Entonces se vuelve un negocio bastante más complejo”, sostiene el gerente de Selva Industrial.
El negocio de las pulpas y concentrado mueve cada año unas 200,000 toneladas de fruta en el Perú, por lo que además, de trabajar en el tema de la calidad de la materia prima, es preciso mejorar los rendimientos productivos de agricultores que tienen un promedio de 2 a 3 hectáreas. Por eso es que se han hecho asesorar por técnicos de otras zonas del país, “comprobando que, si a los huertos se les maneja de forma diferente a lo que se hace hoy en día, se pueden mejorar la calidad y el rendimiento”.
PRESENCIA EN EL EXTERIOR
La producción que sí se exporta es colocada prácticamente en todos los continentes, concentrando los envíos en Europa, pero también con presencia en EE UU, Asia, Oceanía, Centro y Sudamérica. Y, si bien los precios del producto han caído en las últimas campañas, “porque hay más competencia, pero no es una realidad solo de nuestra industria, sino de otros sectores también. Nosotros, por ejemplo, competimos con importantes empresa de la costa y también del exterior”, explica.
Pulpas y concentrados de mango y maracuyá son los principales productos de la firma. Tras esos, vienen las frutas exóticas. Todos son usados por otras industrias, por ejemplo, para elaborar néctares, productos lácteos e incluso para repostería, restaurantes, hoteles y la industria de los helados.
PROYECTOS AMBICIOSOS: SIEMBRA DE MARACUYÁ Y PLANTA DE IQF
Uno de los planes a corto y mediano plazo que tienen en la empresa es la promoción y desarrollo de más cultivos frutales de la zona. Al respecto, Ezeta señala que están promoviendo fuerte la siembra de maracuyá en la Selva Central, específicamente en los alrededores de Chanchamayo (Región de Junín) y están apostando para poder incrementar el área cosechada. “Al día de hoy no sale mucho maracuyá allí, pero desde hace dos años que estamos trabajando fuertemente con varias municipalidades, ayudando a través de los viveros a tener mejor material genético”, precisa sobre un proyecto del cual hoy existen unas 100 ha cultivadas. “Esperamos se puedan sumar 200 más este año, aunque debido a la continencia del Covid-19, lo más probable es que se realice en 2021”, remarca sobre un cultivo con el que también están trabajando para mejorar los manejos agronómicos.
No es el único proyecto, ya que también esperan poner en marcha, también en 2021, una planta nueva de IQF en esa zona, que les permitirá obtener cubos o bloques pequeños de fruta congelada. Ezeta precisa que tienen la planta armada, pero aún con poca materia prima para abastecerla. “Entonces la idea es que a medida que se siga incrementado la oferta de piña Golden, que es muy apreciada internacionalmente, poderla convertir en IQF”, vislumbra el gerente.
De igual manera, refiere que se podría sumar a esta línea de negocio parte de la producción de maracuyá y tratar de complementarla con algo de palta Hass, que se cultiva en la zona de Monobamba,en la Sierra de Junín. De esa forma, buscan poder ayudar a esos agricultores de esa zona, que actualmente no encuentran muchas posibilidades de poder exportar sus paltas.
Ezeta hace hincapié que con la planta de IQF hay un potencial grande, si es que logran desarrollar esa línea de negocio, “para prender una línea IQF no puedes procesar 100 toneladas al año de fruta, tendríamos que hablar probablemente de 2,000 a 3,000 toneladas para que podamos funcionar al 100%. Solo con esta planta, nuestra producción, como empresa, crecería un 28%, que es bastante”. El directivo subraya que la meta es encaminar la línea de IQF y el proyecto de maracuyá, cambiaría la cara a la zona y a los pequeños productores. “Se trata de proyectos ambiciosos, los que van en beneficio de la comunidad”, finaliza.
Retos frente al Covid-19
- En un escenario actual, el trabajo con los agricultores no se ha detenido, ya que al tratarse de pequeños productores, el trabajo pueden solventarlo junto a sus familias. En las plantas sí ha habido repercusión. “Como se destina mucha producción para el mercado peruano, ante la coyuntura actual no hay una demanda considerable en el Perú de estos productos. Eso nos ha afectado, y a nuestros proveedores también”, explica Ezeta.
- Asimismo, comenta que el sector logístico sí ha sufrido inconvenientes, sobre todo porque necesitan enviar muestras a potenciales clientes y no han podido realizar envíos aéreos. Asimismo, el gerente general de Selva Industrial apunta que están manteniendo contacto permanente con los clientes para poder entender qué cambios tienen en sus necesidades, para poder adaptarse a esos nuevos requerimientos.