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Insumo clave en la industria hortofrutícola

¿Qué hay de nuevo en torno al packaging sostenible?

Un tercio del plástico que se fabrica hoy en el mundo va a parar directamente a la industria del packaging. Su adecuado uso es vital para reducir los desperdicios de alimentos, que llegan a un tercio de lo producido cada año a nivel global y que, en el caso de la fruta y la verdura, alcanzan al 45%. Esto equivale a perder 300 millones de barriles de petróleo anualmente y a desperdiciar un cuarto del agua fresca utilizada. ¿Cuál es la solución? Consumir menos y gestionar mejor los residuos, reciclándolos y evitando que contaminen el medioambiente.

24 de Septiembre 2021 Equipo Redagrícola
¿Qué hay de nuevo en torno al packaging sostenible?

Jorge Velasco Cruz

Un tercio del plástico que se produce anualmente en el mundo se destina al packaging. El problema, sin embargo, no está necesariamente en la proporción que este material ocupa, sino en el alza que ha tenido su uso en las últimas seis décadas, pasando de 15 millones de toneladas en la década del sesenta hasta 311 millones en la actualidad.

¿Qué problemas supone esto? Varios. El 99% de este volumen no es compostable ni biodegradable, lo que limita enormemente sus posibilidades de no dañar la naturaleza. Y, por otro parte, está su manejo. Cerca del 80% del plástico se bota y una buena parte termina, por ejemplo, en los océanos. Cerca de 5.25 millones de partículas plásticas, equivalentes a 270,000 toneladas, flotan actualmente en el mar.

Dr. Humberto Palza, investigador de la Universidad de Chile.

“Lo único que sabemos es que con este sistema de gestión que tenemos de los residuos plásticos y con este nivel de sobreconsumo no podemos seguir viviendo. Tenemos que hacer un gran frenazo y empezar a racionalizar todo lo que estamos usando”, reflexiona Humberto Palza, ingeniero químico con un doctorado en Materiales en la Universidad de Chile. Palza es académico del Departamento de Ingeniería Química, Biotecnología y Materiales de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de esta casa de estudios y dirige su Diplomado en Tecnologías en la Industria del Packaging, que la Universidad de Chile realiza en conjunto con el Centro de Embalajes de Chile.

Por el contrario, argumenta Palza, el packaging se ha ido posicionando como una eficaz herramienta para evitar otro de los fenómenos que están impactando en forma muy fuerte al medio ambiente: el alto desperdicio de alimentos. Cerca de un tercio de lo que produce el mundo se pierde y en frutas y verduras esta cifra llega al 45%, lo que corresponde a una huella de carbono equivalente a entre el 6% y el 10% de los gases de efecto invernadero emitidos por los humanos anualmente. Si los desechos de comida fueran un país, equivaldrían al tercer emisor de CO2 en el mundo después de China y Estados Unidos.

Al ser utilizado el packaging como una forma eficaz de evitar daños físicos, malos olores y la incidencia de polvo, temperatura luz, microorganismos y humedad sobre los alimentos, colabora en su preservación y, en definitiva, en disminuir sus pérdidas. “Los últimos años, y con mayor fuerza en estos tiempos de pandemia, el packaging se ha tornado clave para la industria alimenticia, asegurando su calidad e inocuidad, además de extender la vida útil del producto -hasta diez veces, en el caso de uva de mesa-, aspecto clave para el sector exportador de fruta fresca de Chile, que envía sus productos a las mesas de consumidores en todo el mundo”, comenta Humberto Palza.

PLÁSTICO, VIDRIO Y CARTÓN: TODO PASA POR UN TEMA DE GESTIÓN

Las imágenes que se ven de grandes islas de plástico en los océanos o de animales con elementos nocivos en sus organismos hacen ver al plástico como si fuera el ‘malo’ de la película en la sustentabilidad ambiental. ¿Pero es así?

“Claramente, con el packaging hay un tema de gestión. No hay duda de que empacar es bueno, pero la sociedad ha sido mala para hacerse cargo de los residuos. El plástico, si se hace una mala gestión, va a llegar al río o al mar. Por lo tanto, hay que generar normativas que eviten que eso suceda. Pero una vez que el plástico se suma y entra a una cadena de valor para su circularidad, creo que es la mejor solución para el problema”, comenta especialista.

Al comparar el plástico con el vidrio, este pesa menos, lo que lleva a que el transporte sea energéticamente más eficiente. Además, su fabricación también consume una menor cantidad energía y el embalaje plástico protege de mejor forma los productos alimenticios. En cambio, si el de vidrio se rompe, los deja inutilizables.

Y en relación al papel y al cartón, no hay que olvidar que estos provienen de la celulosa y de las plantaciones de bosques, monocultivos que, a la larga, también emplean mucha energía y dañan el medio ambiente. “Fabricar una bolsa de plástico consume menos agua y energía que hacer una de papel. El plástico, con todo lo malo que es, debe tener uno de los procesos de fabricación más limpios. Es muy eficiente y no bota residuos. Por eso es tan barato. Pero no es sustentable ante un mal manejo: cuando llega al mar queda ahí por 300 años o más”, explica Palza.

“Los últimos años, y con mayor fuerza en estos tiempos de pandemia, el packaging se ha tornado clave para la industria alimenticia, asegurando su calidad e inocuidad, además de extender la vida útil del producto”.

REDUCIR, REUTILIZAR, RECICLAR

Con todo, dice este académico, la industria ha internalizado que el packaging debe ser más sustentable, es decir, que ayude a lograr, de manera equilibrada, el desarrollo económico y social y la protección del medio ambiente, buscando no sobrepasar la capacidad regenerativa de la biósfera.

Para ello hay tres caminos complementarios. El primero es reducir la cantidad de material –sea vidrio, plástico u otro– que se utiliza para embalar. Ello consiste en evitar el sobre empacado y disminuir el volumen de los envases, bajando –por ejemplo–las micras de un film o el espesor de las botellas.

Idealmente, el material del empaque y su capacidad debería tener la capacidad para ser reutilizado.

El segundo radica en simplificar el packaging y evitar los envoltorios multicapas, ya que complejizan la separación de los materiales y el reciclaje. Es lo que ocurre con el tetra pack, formado por seis capas intercaladas de polietileno, cartón y aluminio. “La tendencia es ir al concepto de monomaterial. Por ejemplo, en las botellas de bebidas hay que evitar las etiquetas, porque son de un plástico diferente a la botella. Por eso es mejor que la impresión se haga directamente sobre la superficie del envase”, precisa el investigador de la Universidad de Chile.

Y el tercero tiene que ver con lo ecológico que pueda ser el material de empaque y su capacidad para ser reutilizado. En este sentido, hay dos alternativas: gestionar el embalaje para reciclarlo o llevarlo a un reactor para compostarlo.

Humberto Palza se inclina más por utilizar polímeros tradicionales y reciclarlos. “Para cada elemento que se elabora se necesita energía, ya sea para fabricar un polietileno que no es biodegradable o un material PLA que es biodegradable. Si gasto energía para producir algo que voy a ocupar un par de días para proteger un alimento y luego lo voy a hacer compost, la estoy desperdiciando. Sin embargo, cuando reciclo y vuelvo a utilizar esa materia prima en la que gasté energía, vuelve a circular y, en ese sentido, el proceso es más eficiente”, explica.

Por otra parte, si bien los polímeros compostables son de origen natural, se necesita de una gran logística basada en reactores para tratarlos. Y el que sean biodegradables no garantiza un óptimo resultado si no se le realiza un tratamiento adecuado. “Aunque algo sea biodegradable y compostable, si lo botas en la calle va a demorar igual 50 años o más en desintegrarse”, afirma Palza.

También llama a no confundirse al momento de hablar de ‘bioplásticos’, ya que –una vez fabricados– pueden tener propiedades muy similares a un polietileno tradicional. El académico añade que hoy se habla mucho del plástico sustentable, que proviene de una fuente natural y no de una fósil. “Pero eso no basta. Muchos plásticos biobasados tienen un origen sustentable, pero no solucionan el tema desde el punto de vista del desecho y lo compostable. Por ejemplo, el polietileno proveniente del maíz como residuo se demora 300 años en degradarse”, afirma.

Investigan a las algas marinas como una fuente alternativa de fibra para el usarlas en envases

Ante la creciente demanda por productos sostenibles, tanto de los consumidores como de diferentes sectores de la economía, incluido el agrícola, la firma DS Smith ha decidido investigar con algas marinas y cómo sus fibras se pueden emplear como materia prima para la fabricación de envases y embalajes. Aunque esta no es la primera experiencia de esta empresa en la utilización de algas marinas, ya que antes la habían usado como fibra alternativa a la madera.

Ahora la empresa ha asumido un nuevo reto, investigando el potencial de las algas y su contribución a la eliminación de plásticos, sustituyendo los envases que son fabricados de los derivados del petróleo; incluso están en contacto con empresas de biotecnología para explorar el uso de fibras de algas marinas en una variedad de productos de embalaje como cartones, envoltorios de papel y bandejas de cartón.

El proyecto de algas es parte de un programa de I + D de economía circular, que involucrará una inversión de más de US$135 millones, que fue anunciado a inicios de 2021. Además de las algas marinas, el trabajo con fibras naturales también incluye otros materiales naturales innovadores como paja, cáñamo, miscanthus y algodón, así como de fuentes más inusuales como la planta de taza con flores de margarita y desechos agrícolas como cáscaras de cacao o bagazo (la fibra de pulpa. sobrante después de que se procesa la caña de azúcar).

Por otra parte, se están realizando estudios para elaborar bioplásticos a partir del almidón. Esto permitiría, por ejemplo, tomar desperdicios de papas de una feria y reinsertarlos al proceso productivo, creando valor. Lo ideal, aparentemente, apuntaría a utilizar plásticos elaborados sobre la base de recursos naturales y que tengan la capacidad de ser compostables o biodegradables. En este ámbito aparecen el filamento PLA (ácido poliláctico), en base a cultivos como el maíz, y los PHA (polihidroxialcanoatos), producidos en la naturaleza por la acción de las bacterias por fermentación del azúcar o lípidos.

Aun así, ¿es factible reemplazar plásticos tradicionales por bioplásticos? La mayoría de los plásticos de base biológica se producen a partir de materias primas agrícolas. Solo en 2013 se requirieron 600,000 hectáreas para obtener 1.6 millones de toneladas de materiales de este tipo, correspondiente solo al 0.5% del total necesario.

Si para hacer un kilo de PLA se necesitan 2.65 kilogramos de maíz, para elaborar 270 millones de toneladas de plástico, reemplazando el tradicional por este biodegradable, habría que utilizar 715.5 millones de toneladas de maíz, que desplazarían a otros alimentos del suministro mundial.

“Hay que imaginarse el número de hectáreas que se tendrían que destinar para producir la cantidad de plástico que se necesita. Son cultivos que usan agua, nutrientes y fertilizantes”, apunta el doctor en Materiales. De esta manera, el aumento en el uso de la tierra para los plásticos de origen biológico podría generar competencia con la agricultura, causando pérdidas para la biodiversidad y teniendo importantes consecuencias climáticas.

Entonces, ¿cuál es la solución más adecuada? “Lo importante es consumir menos packaging y gestionar mejor los residuos. De todas formas, toda estrategia es mejor mientras no sea mantener el estatus quo actual”, finaliza Humberto Palza.

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