Perú a la vanguardia en pulverizaciones terrestres
En las últimas dos décadas, la tecnología de aplicación en el agro peruano ha experimentado avances significativos, logrando reducir los volúmenes de productos fitosanitarios aplicados, minimizando el impacto ambiental y mejorando la calidad de los cultivos, según comenta el Dr. Javier Vásquez.
Hace veinte años, el Dr. Javier Vásquez, quien es investigador y profesor de la Universidad Agraria La Molina, recuerda que el panorama de la pulverización en la agricultura peruana era complejo y poco eficaz. En cultivos de cítricos, por ejemplo, se aplicaban hasta 5.000 litros de plaguicidas por hectárea en un intento desesperado de controlar plagas como el ácaro del tostado. Sin embargo, la fruta quedaba en condiciones deficientes y el exceso de químicos causaba manchas estéticas que impedían su exportación.
En aquella época, menciona que se usaban equipos obsoletos, con bombas y boquillas desgastadas, sin calibración adecuada y con técnicas de aplicación imprecisas.
La citricultura peruana llegó a enfrentar una situación crítica en la que el 70% de la producción era rechazada para exportación. Esta crisis impulsó una reevaluación de las prácticas de pulverización y propició la búsqueda de soluciones tecnológicas y operativas más avanzadas. Durante los últimos veinte años, la academia ha cumplido un rol fundamental al investigar y desarrollar nuevas técnicas de aplicación terrestre, apunta.
En especial, refiere que la Asociación de Productores de Cítricos (Procitrus) desarrolló una serie de trabajos importantes junto a la Unalm que permitieron mejorar la eficiencia de las aplicaciones, alcanzando un mejor control de las plagas, con menor contaminación ambiental y elevando la calidad de fruta.
Actualmente, comenta que los volúmenes de aplicación son mucho menores: en cítricos no superan los 2.000 litros por hectárea, en arándanos oscilan entre 600 y 800 litros, y en uva de mesa se manejan cantidades similares. Esto representa un cambio significativo hacia aplicaciones más eficientes, que maximizan la efectividad y minimizan el impacto en el medio ambiente, señala.
Reto pendiente
Uno de los retos pendientes en este sector es la deriva de plaguicidas. Hace dos décadas, la deriva significaba el escurrimiento de productos químicos al suelo, generando una acumulación no deseada de plaguicidas en el ambiente, indica el experto.
Incluso, el reto actual es controlar la exoderiva, que ocurre cuando las gotas se dispersan fuera del área de tratamiento. Esta situación es especialmente crítica en campos cercanos a poblaciones rurales y zonas de producción orgánica, ya que podría afectar a personas no involucradas en la actividad agrícola, dice.