En olivos convivir con el añerismo (y manejarlo) es el mejor negocio
Las oscilaciones productivas del olivo están influenciadas por la variedad que se cultiva, la producción de la campaña anterior, los manejos agronómicos y el clima. Más que combatir esta característica, que es propia del olivar, los productores comprendieron que lo mejor es convivir con ella, tratando de aminorarla lo más posible.
El hecho de que un olivo pueda producir un año sobre 25 kg de fruta, pero al año siguiente bajar drásticamente a 10 o 15 kg, es algo que no extraña a quienes trabajan en este negocio y, si bien, por mucho tiempo los productores han tratado de combatir esa alternancia productiva, han llegado a una sana y práctica conclusión: es mejor convivir con esas oscilaciones. Luchar contra el añerismo y tratar de vencerlo no tiene sentido, señalan los expertos. Muchos productores intentaron hacerlo, pero lo dejaron de lado cuando comprendieron que esta es una característica propia de esta especie. Y esto tiene una explicación fisiológica:
“En un año de alta carga, el árbol tiene muchos frutos. Para un olivo producir aceitunas es más caro que para muchos árboles frutales, porque la oliva tiene una alta proporción de aceite y la conversión de glucosa en lípidos tiene sólo un 36% de eficiencia. Al contrario, la síntesis de sacarosa tiene un 92%. Por ello, las especies que producen energía almacenable en forma de aceite, tienen bajos niveles productivos si se los compara con otros frutales, por ejemplo, las uvas. Cuando se tienen muchos frutos, cada uno de ellos le está enviando señales hormonales a la planta, probablemente desde poco antes del endurecimiento del carozo, compitiendo con el crecimiento de ramillas que producirán la temporada siguiente. Así, a la siguiente temporada, la madera productiva es mucho menor. Es probable que esta especie requiera mantener sus reservas de energía al máximo como estrategia para subsistir en temporadas poco favorables, por lo que luego de la producción de frutos, jerárquicamente predomine la acumulación de reservas, y sólo en tercer lugar estaría como prioridad el crecimiento reproductivo de la temporada siguiente”, explica el Dr. Claudio Pastenes, profesor e investigador de la Universidad de Chile.
El marco de plantación no influye en el ‘añerismo’
A diferencia de la variedad, el marco de plantación no es determinante en la alternancia productiva de un huerto. Es decir, no porque se trate de un huerto súper intensivo será más ‘añero’ que un huerto tradicional. “Sin embargo, en un huerto súper intensivo será más complejo la predicción del añerismo, porque es un huerto que está sujeto a poda y chapoda más intensas que un huerto de menor densidad. Pero, ¿qué ocurre con un huerto tradicional? “La productividad no depende del marco de plantación, pero en un huerto de baja densidad, con varios años productivos, es lejos mucho más fácil de predecir su productividad”, responde el investigador.
VARIEDAD Y CLIMA, DOS FACTORES DECISIVOS
Esa alternancia productiva obedece fuertemente a un componente genético, y dependerá de qué variedad se haya cultivado, la que será o no capaz de sostener permanentemente un rendimiento parejo. “Está claro que hay variedades más ‘añeras’ que otras. No tengo claro si hay una diferencia entre clones, tampoco sé qué tan distantes, genéticamente, son los clones entre sí”. Así, por ejemplo, Frantoio es una variedad mucho más ‘añera’ que Arbequina. En Cataluña, España, zona productora desde donde es originaria la variedad Arbequina, investigadores del IRTA de Cataluña han identificado, por ejemplo, que una variedad como Koroneiki es mucho más alternante que la propia Arbequina o Arbosana.
El segundo factor es ambiental y, según lo que se ha estudiado en diferentes zonas del planeta, está relacionado con los procesos de inducción y diferenciación floral. “Cuando tenemos huertos de olivos en una condición climática estable, sin grandes oscilaciones de temperaturas mínimas y máximas invernales; la alternancia productiva del olivo ocurre en una menor proporción que si se trata de un olivar que está puesto en una zona productora con altas variaciones en su clima, especialmente, invernal”, explica el investigador, y precisa que la incidencia de esas oscilaciones térmicas no están del todo claras, “porque cuando se habla del clima y de cómo influyen esas oscilaciones, se está hablando de dos procesos: de la inducción y diferenciación floral”, sostiene. La inducción es una señal que se instala en las yemas indeterminadas, es decir, que puede ser vegetativa o reproductiva. Una vez que se instala esa señal interna, vendrá un proceso lento y largo, que dura hasta la siguiente temporada, desde floración en adelante. “Como se trata de un proceso relativamente duradero, integra muchos cambios térmicos, de altas y de bajas y, por lo tanto, es de difícil predicción. Aparentemente, la ocurrencia de bajas temperaturas serían un problema”, advierte el especialista.
Es decir, los huertos se comportan de manera diferente de acuerdo a las zonas en las que han sido instalados. Pero, ¿cuál es la mejor zona para el olivar? Pastenes sostiene que, independientemente de la variedad de que se trate, será aquella que tiene las estaciones marcadas y estables. “Sin embargo, la estabilidad climática es cada vez menos frecuente, y la evidencia indica que hoy estamos enfrentando un cambio climático global”, subraya el experto. Y ese cambio climático ha sido (y está siendo) debidamente documentado, comprobándose que ha habido un aumento de las temperaturas en la superficie terrestre así como en las masas de agua. Pero no es todo pues, además, se observa una disminución de las precipitaciones en periodos de baja temperatura, que son importantes para contar con riego en épocas estivales, y ha aumentado la frecuencia de anomalías climáticas, como olas de calor, heladas muy tardías o lluvias y granizos fuera de temporada, como los registrados en el mes de noviembre en Chile, remarca el especialista. Esta es una situación de la cual debieran estar más familiarizados los productores, “básicamente porque es algo que está ocurriendo con frecuencia en el olivo”, advierte Pastenes y se requiere de mayor conocimiento del impacto de estos sucesos para avanzar en modelos predictivos de rendimiento. Por último, y en relación con todo lo anterior, la disponibilidad de agua también es clave, ya que determina el crecimiento del fruto y su calibre final y la elongación de los entrenudos.
Agua, una limitante importante
Podemos hacer determinados manejos para que la oscilación productiva sea la menor posible, no obstante el problema, creo yo, es que los huertos de olivos en Chile, independiente de la región, están en situaciones límites de disponibilidad de agua. Si viene un año seco, no es fácil regar más, porque la disponibilidad de agua para riego es limitante. Por lo tanto, la frecuencia de situaciones de estrés en las plantas creo que es frecuente y eso repercute en la producción.
EN PERMANENTE COMPETENCIA
El rendimiento del olivo ocurre en ramillas de un año de edad, es decir, la ramilla que creció el año pasado es la que fructifica este año. Y cuando en esta temporada se inicia el crecimiento reproductivo de la ramilla de la temporada anterior, al mismo tiempo comienza a crecer la que tendrá la fruta el próximo año. Por lo tanto, a medida que se genera la fructificación de este año, estará compitiendo con el crecimiento de esta nueva ramilla y con sus procesos de inducción y diferenciación. “Aparentemente, lo más importante en el olivo es tener toda la capacidad de reservas al máximo. Entonces, además de llenar estos pequeños frutos, el árbol debe encargarse de almacenar todas las reservas que fue agotando al inicio de la temporada. Y eso va compitiendo con este nuevo crecimiento”, explica Pastenes.
Esa alternancia no es más que una competencia vegetativa y reproductiva. Hoy, los investigadores están tratando de resolver si la proporción del crecimiento vegetativo y el número de nudos es proporcional al crecimiento reproductivo. Para ello, en un trabajo investigativo que se ejecuta con Chileoliva, se marcaron las ramillas y se cosechó fruta de la pasada temporada. Así, hoy ya se tiene el rendimiento de la campaña pasada, experiencia que repetirá en esta temporada. “Si vemos que el delta de crecimiento vegetativo de una temporada respecto de la otra, comparado con la variación en el número de frutos de ambas temporadas, resulta en una correlación positiva y con un alto coeficiente de correlación, entonces podremos ver la forma de incorporar esta variable, por medio de percepción remota, a un modelo predictivo, en un estudio que está ejecutando la Universidad de Chile con Chileoliva (ver página 42)”, explica.
Si una temporada se presenta con mucha carga frutal en un año, lo que se advierte de inmediato es que esa carga disminuirá fuertemente al año siguiente. “Eso es algo muy común”, advierte el investigador de la Universidad de Chile. “Se trata de oscilaciones muy marcadas que, si se representan gráficamente, simulan un zigzag, sobre todo cuando se trata de datos históricos de veinte o más temporadas”, añade. El mejor ejemplo de ello es la variedad de origen italiano Frantoio, que un año entrega altísimas producciones, pero al siguiente cae bruscamente.
DIFERENCIAS PRODUCTIVAS DE HASTA UN 40%
El algunos casos, hay diferencias productivas de hasta un 40% entre una temporada y otra, aunque esas fluctuaciones suelen darse en huertos maduros. Sin embargo, en huertos ‘jóvenes’, que recién están entrando en un proceso de estabilización productiva, como es el caso de la mayoría de la superficie olivícola chilena, esa oscilación productiva no es tan evidente, según los datos que ha podido recabar Chileoliva. “Principalmente porque cuando hablamos de huertos de diez o doce años, que es la edad promedio de muchos huertos de gran superficie en Chile, hablamos de huertos relativamente jóvenes. Por una parte, recién tras la tercera temporada se realizan manejos más estables, principalmente de poda, para controlar el tamaño del árbol. Por otra, en los años sucesivos los huertos han experimentado grandes variaciones en el tipo de poda en verde”, explica Pastenes. Y este, según los especialistas, es un tema clave para controlar el añerismo, ya que a diferencia de otras especies, en el olivo no se puede hacer un raleo químico o mecánico de las flores. Para su manejo, hay campos que han diseñado estrategias distintas de poda, según cuartel, haciendo ‘topping’ una cada cuatro hileras, durante cuatro años, por ejemplo, “pero eso es algo que no se establece de la noche a la mañana, sino que se necesitan de, al menos, tres temporadas para poder establecerlo como un manejo permanente”, agrega el experto.
En esta falta de oscilaciones marcadas entre temporada y temporada, el clima también juega un papel primordial, “ya que si en un año de baja producción hay bajas temperaturas en la época de inducción o diferenciación floral, hay bastante probabilidad de que haya dos años de baja productiva. El factor ambiental es clave en las repercusiones productivas porque, si no hay nada perjudicial, climáticamente hablando, se verá expresada un alza de producción”, finaliza Pastenes.