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Manejo Integrado de Plagas: TAREA DE TODA LA SOCIEDAD POR UN AMBIENTE SIN CONTAMINACIÓN

28 de Febrero 2017 Equipo Redagrícola

Carlos Quiroz E. Ing. Agrónomo MSc., PhD. INIA Intihuasi

El Manejo Integrado de Plagas es un término acuñado en California, EEUU, en la década de 1950. Este concepto surgió como una necesidad de incorporar consideraciones ambientales y de seguridad para la salud de las personas en el control de plagas, basado hasta ese entonces casi exclusivamente en aplicaciones de insecticidas.

Con la aparición de los primeros insecticidas organosintéticos, a fines de la década del 30, se pensó que las plagas producidas por insectos eran cosa del pasado. Pero las primeras evidencias de efectos adversos se encuentran en los años 40, principalmente presencia de estas sustancias en el suelo, cultivos y cadenas tróficas.

De ahí que las primeras “correcciones” se abocaron al uso excesivo de estos productos aplicados por los agricultores, quienes los usaban sin considerar si los insectos plagas estaban o no presentes en sus cultivos. Inicialmente se habló de “control supervisado de insectos”, y fue sólo en la década del 50 que se incorporó el término “Control Integrado”, que consideraba control químico y biológico. En esa misma década se incorporaron otras tácticas de control de plagas, apareciendo por primera vez el término Manejo Integrado de Plagas (MIP), definido como “una estrategia que considera todos los métodos de control disponibles a fin de reducir las poblaciones de plagas a niveles económica y ecológicamente tolerables, minimizando los efectos adversos en la salud de las personas y en el ambiente.

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MIP EN EL MUNDO DESARROLLADO

A partir de 1972, dados los efectos adversos de los insecticidas en especies animales silvestres, la persistencia de estas sustancias en el suelo y la aparición de resistencia de plagas a ciertos insecticidas, en EEUU el MIP se convirtió en política nacional a través de la Ley Federal de Control Ambiental de Plaguicidas, y la Coordinación de las Agencias Federales y el Departamento de Agricultura, ordenada por el gobierno de Richard Nixon.

En la década del 90, el Departamento de Agricultura de EEUU (USDA), la Agencia de Protección Ambiental (EPA) y la Administración de Alimentos y Drogas (FDA) fijaron como meta para el año 2000 poner en práctica, bajo el concepto de MIP, al 75% de la superficie cultivada del país. El USDA efectuó entonces una implementación de MIP a nivel predial, a través del Programa PAMS, cuya sigla en inglés significaba: Prevenir el ingreso de plagas a nivel predial, Evitar daño al cultivo, Monitorear los niveles poblacionales e intensidad de ataque, y Suprimir las plagas del cultivo cuando fuera necesario, normalmente con control químico.

La meta fijada para el año 2000 sólo significó en la práctica una implementación parcial de herramientas del MIP, pues no implicó una reducción del uso de plaguicidas, por lo que se le denominó la ilusión del MIP o Manejo Integrado de Plaguicidas. De ahí que el año 2000, el USDA creó centros de MIP en varios Estados. Se estima que en la actualidad, el MIP se practica en 4 – 8% de la superficie agrícola de EEUU y, para continuar su incremento, existen programas de MIP como herramienta de incentivo a la calidad ambiental y productiva, mediante el uso decontrol biológico, de biopesticidas, de medidas de manejo cultural, aplicaciones basadas en criterios biológicos determinados mediante monitoreo o datos meteorológicos, y procesos productivos que estimulen la conservación de reservorios ambientales. Con estas medidas, el uso global de plaguicidas disminuyó a una tasa de 0,6% anual en producción agrícola entre 1980 y 2007.

En la Unión Europea, por otra parte, a partir del 1 de enero de 2014 existe la obligatoriedad de incorporar las técnicas de MIP en todos los campos. 21 países de la Unión a través de 32 organizaciones se coordinan para priorizar los requerimientos de investigación en el desarrollo de MIP (Iniciativa denominada C-IPM), que considera alianzas de la industria con la investigación.

A nivel predial, la Unión Europea tiene programas de incentivo al uso de herramientas de MIP similares a las de EEUU. A partir de 2015, los Consultores en MIP requerirán de licencia renovable en función de cursos de actualización e independencia de la industria agroquímica.

Por su parte, el uso de bioplaguicidas en Europa es una herramienta de creciente demanda. De hecho, en octubre de este año se llevará a cabo la 7° versión de la Conferencia Internacional sobre Bioplaguicidas, que es un evento de presentaciones y discusión de la investigación en bioplaguicidas, biotecnología y sus aplicaciones. Entre los diferentes temas destaca la influencia de estas sustancias en salud humana, en el manejo de vectores y enfermedades que transmiten, su uso adecuado, su importancia en agricultura, los beneficios de su uso en MIP y agricultura orgánica, el desarrollo y uso de semioquímicos (feromonas), los efectos de nematodos entomoparásitos, bacterias entomopatogénicas, virus, hongos y otros agentes de control, la química, toxicología y modo de acción de bioplaguicidas, entre otros aspectos, todos tendientes a mejorar la eficiencia de estos productos y la seguridad de su uso en programas de MIP.

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MANEJO FITOSANITARIO EN CHILE

Gran parte del manejo de plagas y enfermedades en la agricultura chilena se basa en el uso de plaguicidas. Hay poco uso de monitoreo y, cuando se hace, en pocas ocasiones se utiliza como criterio de acción basado en la presión real de plagas en los cultivos. Es así como ha habido un aumento del uso de plaguicidas, desde 5.577 toneladas en 1984, a 52.983 toneladas en 2010. Este incremento se ha debido principalmente al aumento de las exportaciones y a la necesidad de cumplir con demandas de fitosanidad en cuanto a ausencia de plagas, y a protocolos de acuerdos comerciales, cuyas exigencias en algunos casos establecen la “obligatoriedad” de declaración de aplicación de insecticidas, solicitando incluso registros y declaraciones de tratamientos calendarizados realizados para el control de plagas, independientemente, por ejemplo, del establecimiento de trampas de captura para determinar curvas de vuelo y umbrales de control de plagas de lepidópteros. Es así como el 70% de los plaguicidas se usa en el sector exportador.

Un ejemplo de lo anterior es el manzano, en que las aplicaciones promedio para el control de artrópodos son de casi 6, y para el control de enfermedades es de 7, habiendo huertos con más de 15 aplicaciones en la temporada.

En la actualidad, el foco del MIP no son sólo las plagas de artrópodos. A nivel mundial es considerado un concepto amplio, que incluye hongos, bacterias, virus, malezas y vida silvestre. El foco actual se relaciona no tan solo con la calidad sanitaria del cultivo, sino que también con su entorno. De ahí que una definición moderna de MIP es la de uso coordinado de la información de las plagas y el ambiente y de los métodos de control disponibles, a fin de prevenir niveles de daño inaceptables mediante la aplicación de las medidas más seguras y económicas.

Las herramientas del MIP son variadas, incluyendo modelos predictivos, datos de condiciones ambientales, medidas legales, resistencia genética, monitoreo, criterios de acción con base biológica, uso de feromonas y trampas, resistencia genética, manejo agronómico de los cultivos, biocontrol y uso eficiente de plaguicidas. El MIP es una caja de herramientas que debe considerar todo el sistema productivo y su entorno; es la médula de un manejo integrado del cultivo que, a su vez, es la celda básica del manejo predial. Son estos los elementos que se constituyen para tener una agricultura sustentable.

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No obstante, una mezcla de herramientas no necesariamente es MIP. Para serlo, estas herramientas deben ser complementarias y perfectamente compatibles, por lo que su combinación requiere de un alto conocimiento ecológico para incrementar la capacidad de pronóstico y éxito en las medidas de manejo. Importante es, por tanto, saber cómo una medida afecta a las otras, no solo en el cultivo, sino que también en el entorno.

MIP EN CHILE: ¿RETÓRICA? ¿ILUSIÓN?

De lo antes expuesto se explican las dificultades que tiene la implementación del MIP. Se requiere estar familiarizado con la plaga, sus hábitos, su dinámica poblacional, el efecto de sus enemigos naturales, un sistema de estimación de sus poblaciones (monitoreo) sencillo y confiable, un sistema de pronóstico operativo, y criterios de acción más prácticos que académicos, como ocurre en la actualidad con muchas recomendaciones de umbrales y niveles de daño económico.

También se requiere tener un buen conocimiento de las herramientas de control, tales como el uso de las variedades más resistentes y tolerantes, el uso de semioquímicos u otras trampas, bioplaguicidas o los plaguicidas de mayor selectividad y efectividad. Esto es especialmente válido en el manejo de enfermedades o malezas, puesto que no ha habido un desarrollo importante del conocimiento de las bases ecológicas de la relación plaga – planta – antagonistas.

La contracara del MIP son los plaguicidas, los cuales son fáciles de usar, controlan rápido, no requieren comprensión de la biología ni la ecología de las plantas, presentan un mínimo riesgo de que se advierta error en la decisión de control (aplicar cuando no es necesario), implica menos trabajo, incluye “seguro para dormir tranquilo” y son seguros si se usa el plaguicida adecuado, en el momento adecuado y de la forma adecuada. Así es como en Chile la cantidad de plaguicidas utilizados ha ido aumentando, siendo actualmente de 10,7 kg por hectárea de suelo arable, muy por encima del promedio de los países de la OCDE, que es de 2,1 kg por hectárea de suelo arable.

Se dice que el MIP, en la práctica, es un concepto “ilusorio”, invocado por investigadores y extensionistas, pero poco utilizado por productores. Y es que existen brechas por desconocimiento del comportamiento de plagas por parte de los agricultores, quienes usan poco herramientas tales como monitoreo, o criterios de aplicación basados en la presión que ejercen las plagas en el cultivo. También hay un desconocimiento de alternativas al uso de plaguicidas, o del uso adecuado de los plaguicidas, y falta una visión integradora del manejo del cultivo, ya que todo está interconectado y la aplicación de una medida de manejo va a influir en otras medidas.

También existen brechas en investigación. Para tener un conocimiento acabado de las plagas y su relación con el cultivo y el ambiente, se requiere generar datos sostenidamente en el tiempo, a través de varias temporadas, que permitan hacer pronósticos más confiables, especialmente en una época donde el cambio climático es una realidad. Información de dinámica poblacional de los organismos plaga, asociados a las condiciones ambientales y su relación con los cultivos, es lo que permite generar criterios de estimación de umbrales y niveles de daño económico prácticos y confiables. Al mismo tiempo la búsqueda de alternativas al uso de plaguicidas requiere también de estudios permanentes, como asimismo del mejoramiento de las tecnologías de aplicación de plaguicidas y de estimación del impacto de las plagas y su manejo en el cultivo y su entorno.

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Pero existen presiones del medio para el establecimiento de programas de MIP, como ha sido el clamor creciente por la producción de alimentos sanos y de calidad, el cuidado del medio ambiente en los procesos productivos, y de la salud de las personas, desde productores a consumidores. De aquí la permanente revisión de medidas de seguridad, a través de protocolos que certifican la calidad de la producción y sus procesos. Hay una permanente evaluación de los plaguicidas ya presentes en el mercado para asegurar nuevos estándares o regulaciones, lo que implica la salida o condicionamiento del uso de ciertas sustancias o la disminución de los límites máximos de sus residuos.

La industria agroquímica también debe adaptarse a estos cambios, por lo que en la actualidad la tendencia es a fortalecer sus divisiones de productos biológicos como ingredientes activos de plaguicidas. El mercado de estos productos crece 10% al año en la actualidad, por encima del crecimiento de plaguicidas sintéticos.

Otros aspectos favorables para el desarrollo del MIP han sido el uso de trampas para monitoreo para varias especies plagas, especialmente lepidópteros, el registro de poblaciones mediante monitoreo y su aplicación como criterio de control, un uso más cuidadoso de plaguicidas dada la creciente demanda por disminuir el riesgo de su utilización, el desarrollo de modelos de predicción del comportamiento de plagas en base a condiciones ambientales, y del riesgo de ocurrencia de efectos detrimentales.

EL FUTURO, ¿UN PROGRAMA NACIONAL DE MIP?

La implementación del MIP requiere de un acabado conocimiento de agroecosistemas complejos, para lo cual debe haber una base de investigación fuerte y constante, un programa de difusión en inocuidad alimentaria, protección ambiental y protección fitosanitaria que también sea fuerte y permanente.

Para esto se requiere la participación de muchos actores y, al igual que en los países desarrollados, debe pensarse en establecer un Programa Nacional de Manejo Integrado de Plagas.

El MIP no es sólo tema de investigadores, extensionistas y productores. Un rol importante lo juegan la agroindustria química, las empresas productoras de control biológico, los distribuidores de insumos, los distribuidores de alimentos, las organizaciones de productores, los consumidores, legisladores y autoridades ministeriales.

La implementación de un programa nacional de MIP requiere de una voluntad política, que se haga cargo de la inocuidad alimentaria y de la sustentabilidad productiva y ambiental. Hay enormes vacíos legislativos relacionados, por ejemplo, con la obligatoriedad de acreditación de aplicadores de plaguicidas, de distribuidores de estos insumos, de consultores, de maquinaria y equipos de aplicación, etc. También es importante el control de calidad de procesos, como es el caso de empresas productoras de enemigos naturales o entomopatógenos, o la obligatoriedad de que toda aplicación de control fitosanitario quede registrada ante la autoridad competente.

El establecimiento debidamente reglamentado de un programa de determinación de residuos de plaguicidas en alimentos de consumo interno, especialmente aquellos de mayor uso en alimentación infantil, es un imperativo para asegurar la salud de una sociedad.

Desde la perspectiva del Ministerio de Agricultura, deben patrocinarse proyectos de investigación y de difusión de tecnologías que incorporen las herramientas del MIP, siendo especialmente importante el patrocinio de programas de incentivos de la calidad ambiental y productiva. Así como existe un programa de incentivo a la recuperación de suelos degradados, ¿por qué no incorporar, dentro de esta misma línea de incentivo a programas de conservación, los programas de producción sustentable? La meta sería incentivar la adopción de MIP como herramienta de conservación y protección, donde los agricultores participarían en programas de conservación, a través de la incorporación de herramientas de MIP en sus sistemas productivos. Y por otra parte, el Ministerio de Agricultura, debiera, además, auspiciar la coordinación interministerial, con los Ministerios de Salud y de Medioambiente.

En resumen, se requiere la incorporación del MIP como política de los sistemas de producción, considerando que es un tema transversal por su finalidad de proteger la salud humana y conservar el medio ambiente. El MIP es tarea de toda la sociedad.

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