Los impactos que podrían causar las heladas y bajas temperaturas en la vides de la zona central
Es posible encontrar diferentes estados de crecimiento dependiendo de la variedad o localidad donde se encuentran las vides, pudiendo quizás en viñedos o parronales tardíos o muy vigorosos enfrentarnos a plantas que recién estén comenzando el periodo de dormancia. Si es así, es bueno considerar que previo a la poda de invierno se realice un análisis de yemas para contabilizar, además de la fertilidad, la posible mortandad debido a estas heladas otoñales.
Por Cecilia Peppi, Carolina Salazar y Marisol Reyes
Aunque muchas veces asociamos el cambio climático a un incremento sostenido de las temperaturas, el fenómeno abarca diferentes procesos que van mucho más allá de eso, y que incluye variación en la frecuencia e intensidad de las precipitaciones y en los eventos climáticos extremos como olas de calor o incluso de frío.
Chile es un país de clima mediterráneo con estaciones marcadas, donde muchas especies frutales se desarrollan exitosamente como la vid, con buenas productividades y excelente calidad.
Los viñedos para vinificación y parronales de uva de mesa son característicos del paisaje de nuestro país, en el centro, norte y sur de Chile, mostrando postales verdes en verano, naranjos y amarillos en otoño y cafés en invierno, con la caída de las hojas. Entonces, ¿el frío que estamos experimentando, tiene efecto sobre los viñedos?
Para responder esta pregunta debemos entender que las vides son plantas leñosas caducas, adaptadas a las bajas temperaturas invernales. Tienen ciclos anuales bien definidos y marcados y podemos decir que comienzan con la apertura de sus yemas al inicio de la primavera (septiembre en Chile), cuando el tiempo mejora y se hace más cálido el ambiente. En noviembre muchas variedades ya se encuentran en floración y cuando termina el año sus frutos están en pleno crecimiento. Durante el intenso calor del verano, la fenología sigue su desarrollo, comenzando el proceso de maduración con el envero, que en algunas variedades coincide con la aparición de las primeras bayas de color rojo. Avanzado el periodo de altas temperaturas, las distintas variedades pueden comenzar a ser cosechadas, cuando la cantidad de azúcar en las bayas es óptima para su consumo fresco o para vinificar.
Al finalizar la estación las hojas comienzan el proceso de senescencia, cambiando su color a tonos amarillos y rojizos, lo que marca el inicio del periodo frío del año, las plantas ya han iniciado un proceso interesante y relevante para la tolerancia al frío denominado dormancia.
La dormancia es la fase de reposo vegetativo de la planta, y se manifiesta ralentizando el metabolismo hasta un estado basal, mediado por hormonas como el ácido abscísico. Para salir de la dormancia se deben cumplir ciertos requisitos de frío o en su defecto algún reemplazo, como por ejemplo las cianamidas, que permiten reacondicionar el metabolismo de la planta. La tolerancia a las bajas temperaturas de las vides estará determinada, entre otros factores, por cuán drásticas fueron durante el período de transición al receso, si el descenso de estas fue gradual, la planta tendrá una mejor aclimatación y podrá soportar de mejor manera el frío intenso.
Cuando la temperatura vuelve a ser favorable (primavera), la vid reactiva su crecimiento. En el campo podemos identificar el inicio de esta fase al observar como el flujo del xilema sale por los cortes de poda, en lo que se suele llamar “el lloro”.
La etapa de dormancia es muy importante para el ciclo vegetativo de las vides, ya que es necesario para su desarrollo y determinante para su tolerancia al frío. Durante el proceso se redirige la energía y nutrientes de sus hojas hacia el tronco y las raíces, siendo utilizados como almacenamiento. Es por esto que las vides no se desarrollan óptimamente en lugares donde la temperatura es cálida todo el año, como en los trópicos, donde se requieren manejos especiales para producir uvas.
Además, la vid cambia la forma exterior de sus yemas para protegerlas, cubriéndolas con una capa dura, denominada “yema de invierno”. Para resguardar aún más la planta, en los brotes, azúcares y solutos orgánicos aumentan su concentración y producen deshidratación en las células, es decir comienzan a perder agua. Esta pérdida de humedad favorece que los tejidos vegetales soporten bajas temperaturas, aunque hasta cierto umbral. Durante la dormancia, en pleno invierno, los viñedos pueden sobrellevar temperaturas hasta -10ºC sin daños en su sistema vascular, aunque el floema es más sensible y la duración e intensidad del frío son factores a considerar. En las zonas productoras de vides de nuestro país no se alcanzan temperaturas tan bajas como las antes señaladas y en general son más problemáticas las heladas primaverales, las que ocurren cuando las yemas ya están activas movilizando reservas.
Entonces, las heladas o incluso aguanieve que se han presentado no debieron afectar a la vid. Si bien en algunas localidades se reportaron temperaturas cercanas a -5 o -6ºC, la duración del frío fue acotada. A fines de mayo las cosechas ya estaban finalizadas y las plantas se encontraban ya en receso o dormancia, contando con protección fisiológica para el frío. Comúnmente, no es de esperar tampoco que las yemas hayan sufrido daños. Ahora bien, es posible encontrar diferentes estados de crecimiento dependiendo de la variedad o localidad donde se encuentran las vides, pudiendo quizás en viñedos o parronales tardíos o muy vigorosos enfrentarnos a plantas que recién estén comenzando el periodo de dormancia. Si es así, es bueno considerar que previo a la poda de invierno se realice un análisis de yemas para contabilizar, además de la fertilidad, la posible mortandad debido a estas heladas otoñales. Con estos resultados podremos enfrentarnos de mejor forma a una nueva temporada productiva de la vid.