Los desafíos tras la veloz consolidación del Proyecto Olmos
A menos de una década de su creación, el sistema agrícola instalado en pleno desierto de Lambayeque exporta ya US$ 500 millones, demostrando que sus tierras son de las mejores para el cultivo de arándanos y paltos. No obstante, ya vislumbra los límites de su crecimiento y el reto social que implica contratar a más de 40.000 personas en el ‘peak’ de la campaña. El trabajo conjunto entre las firmas y un mayor compromiso con la comunidad son parte de las tareas que se imponen.
Por Felipe Aldunate M. y Rodrigo Pizarro Yáñez desde Olmos
Ya nada queda de lo que hasta hace pocos meses era un campo de 150 hectáreas de alfalfa. Las hileras de leguminosa fueron cosechadas, sus raíces removidas y su sistema de riego por pivote fue sustituido por uno de goteo. Desde fines de 2021, el campo que totaliza 260 hectáreas (ha) se ha ido llenado de pequeños paltos que ya podrían entregar su primera cosecha en dos años, debido a los condiciones climáticas de OImos. “La precocidad con que sale la palta en esta zona es una gran ventaja sobre otros cultivos”, dice José Lira, gerente general de Agrícola Alaya. “A los paltos que plantamos en diciembre de 2021 ya le podríamos hacer cosecha en 2023”.
Concluir la plantación de 210 ha de paltos a inicios de este abril es uno de los objetivos que la firma agrícola tiene para uno de los dos lotes de 260 ha que compró recientemente en el Sistema de Irrigación Olmos. En el otro lote de igual tamaño, sacó la caña de azúcar y, a mediados de marzo, empezó a plantar arándanos, los que se sumarán a las 100 ha que ya tiene del berry.
Redoblar la apuesta por paltos y arándanos en desmedro de otros cultivos refleja una de las principales tendencias recientes que ha protagonizado este sistema agrícola de siete años de existencia en el desértico departamento de Lambayeque, en el norte peruano. Sus 38.000 ha de terrenos arenosos y eriazos que comenzaron a licitarse en 2012 luego de lograr el trasvase de las aguas del río Huancabamba, se han transformado en uno de los más dinámicos centros productivos de la economía peruana de los últimos años. “En 2021, el proyecto exportó más US$ 500 millones, unos 120 millones de toneladas de fruta en el año”, dice José Lecaros, quien dirige la organización ProOlmos, que reúne a gran parte de las 18 empresas agrícolas que operan los 52 lotes del sistema. “Esto va a seguir creciendo porque hay campos jóvenes todavía”.
Gran parte de estas plantaciones en etapa de maduración son de paltos y arándanos. Entre enero de 2020 y enero de 2022 se sumaron 921 hectáreas de paltos al Proyecto Olmos, reflejando un aumento de casi 17% en su superficie, con lo que llegan a 6.521 ha. El crecimiento ha sido aún más sorprendente en arándanos: en el mismo período, las plantas del fruto azul adicionaron 1.422 ha al aumentar en 69% y alcanzar las 3.482 ha (ver gráfico).
El dinamismo de estos dos cultivos se diferencia del estancamiento de la caña de azúcar y los espárragos, los que apenas se movieron en el período de 24 meses. El contraste es aún mayor con la uva de mesa, que bajó en -21,4% y con el resto de los cultivos menores reunidos bajo el ítem ‘otros’ –como limones, mango y alfalfa—, los que pasaron de 2.530 ha a solo 689 en dos años, con un colapso de -73% en su superficie plantada.
De las 38.000 ha licitadas, en enero había plantadas 24.000. “Estimamos que el máximo de área sembrada puede alcanzar algo por sobre las 26.000 hectáreas. Quedan unas 1.500 a 2.000 hectáreas por plantar, lo que probablemente irá a paltos y arándanos”, pronostica Lecaros de ProOlmos.
La concentración en unos pocos cultivos liderados por la irrupción de paltos y arándanos es una de las muestras de la consolidación que ha tenido el Proyecto Olmos. “Al inicio se probaron muchos cultivos distintos; este valle de Olmos era totalmente nuevo y nadie sabía qué era lo que iba a funcionar y qué no”, dice Lecaros. “Entonces no podíamos tener la certeza de que el palto y el arándano iban a ser éxito en estos suelos, con esta agua, con este calor, con estas condiciones”
Junto con la disminución de los cultivos, se redujo el número de empresas presentes en la zona; varias de las que fallaron con sus plantaciones han tendido a vender sus lotes, los que han sido adquiridos por precios que superaron por mucho los de las licitaciones iniciales. Es el caso Agrícola Alaya, que compró los dos lotes de 260 hectáreas que operaba Inversiones Campo Noble a un precio por hectárea que triplicaba el que la misma firma pagó en 2016 cuando se sumó al sistema. “Si se considera que en la compra de estos últimos lotes había infraestructura y plantaciones, podemos decir que el precio puro del metro cuadrado de tierra en el Proyecto Olmos más que se duplicó en estos años”, dice Lira.
Si bien, actores señalan que la mayor parte de los terrenos están en manos de grandes empresas que no va a vender, algunos están atentos a algunos terrenos que podrían entrar a disponibilizarse, como las 1.500 ha que maneja Chimú/Maisa, firma que dedica la mayor parte de sus metros cuadrados a la producción avícola de pollos, la que algunas fuentes señalan que no consigue en la zona los mismos retornos que la fruta. Otra opción son los terrenos de una empresa peruana llamada AQP y cuyos lotes fueron alquilados por Beta.
No obstante, algunos jugadores entienden que es difícil alcanzar mayor volumen dentro del sistema de irrigación. “Las posibilidades de producción son muy buenas debido a la estabilidad climática, lo que se suma a una estabilidad en servicios macro como en los servicios navieros”, dice David Aymans, gerente productivo para América Latina de Hortifrut. “Si bien esto nos da una chance de poder optar a seguir creciendo, no tenemos más terreno: tenemos un campo de 500 hectáreas en Olmos y no está en el plan hoy día contar con más”.
INFRAESTRUCTURA Y LA CIUDAD FANTASMA
Las dunas de fina arena que dominan a lo largo del camino que conduce a los fundos del sistema Olmos son el mejor recuerdo de la profunda transformación que vivió este valle donde, hasta hace pocos años, no había nada verde. El proyecto de ingeniería que permitió dar vuelta un río que vertía hacia el Atlántico para que sus aguas corran hacia el Pacífico, necesitó una presa de 43 metros de altura y una red de 20 kilómetros de túneles a través de la Cordillera de Los Andes. Una inversión de US$ 580 millones que dieron vida en 2014 al proyecto hidroeléctrico y al sistema de irrigación basado en agua de alta calidad para la agricultura.
La posibilidad de cultivar en el desierto atrajo al gigante alimentario Grupo Gloria que se instaló con más de 12.000 hectáreas de caña de azúcar y que procesa en el ingenio que instaló en el mismo lugar. El resto de los cultivos son de empresas peruanas, chilenas, estadounidenses y europeas, las que además de plantar principalmente fruta, han construido caminos, reservorios de agua, pozos, packings y áreas dedicadas a ensayos.
Una estimación de ProOlmos señala que las empresas han invertido en su conjunto cerca de US$ 2.000 millones solo en el proyecto, generando una demanda de miles de trabajadores. En el momento ‘peak’ de la cosecha del arándano, las empresas del sistema requieren contar con más 40.000 personas para las labores.
No obstante, estas cifras contrastan con la infraestructura pública y los servicios con que cuenta el sistema. Los caminos de acceso son de mala calidad e inseguros, un riesgo ante el permanente tránsito de buses que trasladan trabajadores. Además, no hay hospitales cercanos, no hay bancos, cajeros automáticos, servicios previsionales ni otros servicios básicos que den soporte a la relación entre las empresas con sus recursos humanos. “Hay muchas deficiencias en la infraestructura logística y de servicios que complementen a la operación agrícola”, dice Aymans de Hortifrut, firma que tiene 403 ha de arándanos. “Esto ha tenido que ser compensado con inversión propia de las empresas, cuya gestión ha avanzado mucho más rápido que la inversión pública que se necesita para acompañar el crecimiento del proyecto”.
La evidencia más clara de este rezago es la ciudad Charles Sutton, mejor conocida como Nueva Ciudad de Olmos. Se trata de una urbe para 80.000 familias que se iba a construir junto al proyecto de irrigación para dar alojamiento y servicios a la gente que se sumaría a este polo de desarrollo. La infraestructura vial, con sus letreros, semáforos y pintura, está lista desde hace más de dos años. Sus zonas residenciales, comerciales e industrial ya están asignadas y planificadas. No obstante, una falla en el sistema de desagüe ha tenido paralizadas las obras, las que empiezan a ser cubiertas por las arenas de un desierto que busca recuperar ese territorio.
“Cada cierto tiempo viene gente del Gobierno y de las empresas a mirar, a hacer inventarios y anunciar que van a reiniciar las obras, lo cual aún no sucede”, dice Jhony Gonzalo Morales, cuya familia es la única que vive en esa ciudad abandonada. Él, su mujer, madre y hermano trabajan en lo que fue alguna vez el casino de los constructores de la ciudad, y preparan almuerzos y meriendas que luego venden a los trabajadores de los campos. Mientras hace de guía a la piedra fundacional de la ciudad, que se instaló con la presencia del entonces presidente Ollanta Humala, su pequeño rebaño de cabras se ve a lo lejos como los únicos peatones que transitan por las calles. “Muchos estamos esperando que esta ciudad tome forme y empiece a recibir a las familias de los trabajadores que quieren vivir más cerca del proyecto”, dice. De hecho la actual ciudad de Olmos, la principal residencia de quienes se emplean en los campos, está a 90 minutos en bus, lo que significa para gran parte de ellos tres horas al día en traslados.
Consultado el Ministerio de Vivienda, entidad responsable en este momento del desarrollo de la ciudad, no dio información concreta sobre el reinicio de los trabajos. Fuentes de la entidad señalaron fuera de micrófono que la pandemia y los cambios de gabinete han afectado este proyecto al que le falta un 2% de las obras para pasar a una siguiente etapa. La arquitecta Carmen Villalobos, coordinadora de la Nueva Ciudad de Olmos, no respondió a los contactos de Redagrícola para hablar sobre el tema.
LOS LÍMITES DEL AGUA
El estancamiento de la infraestructura externa difiere del dinamismo en los cultivos y la actividad agronómica con que los campos de Olmos buscan aumentar su productividad y resultados, con diversas innovaciones. La firma Plantaciones del Sol, por ejemplo, está activamente buscando producir palta orgánica, pese al predominio del manejo convencional en este fruto. “La visión de la empresa es a 2030 tener todo orgánico”, dice José Pantaleón, el jefe agronómico de este campo que tiene 500 ha de paltos y 225 de arándanos, y que espera subir de 10 a 11 millones de kilos su producción de paltos esta campaña.
Agrícola Alaya, por su parte, va a estrenar este año plantaciones de arándanos Atlas en maceta, a las que dedicarán 35 hectáreas. “Será la primera operación comercial de arándano en maceta en Olmos”, dice José Lira, apuntando con esta variedad a producciones más precoces, de mayor densidad y a un menor consumo de agua por hectárea.
La preocupación por el agua es común en los operadores de los lotes de Olmos, quienes ven que la provisión que el sistema de irrigación les hace ya no es suficiente para los cultivos y que, además, deben conseguir agua para el período de estiaje que ocurre a finales de cada año. Varios señalaron a Redagrícola que los esfuerzos por reducir el consumo en los paltos, encontraron un piso en torno a los 15.000 m3/ha/año, debido a las altas temperaturas y la composición del suelo.
Ante este escenario, gran parte de los fundos han debido invertir en grandes reservorios de agua para hacer frente a los riesgos de abastecimiento, los que llenan en los períodos de superávit. El campo Pampa Baja construyó dos reservorios que suman 325.000 m3 para sus 925 ha de palto. “En caso de que el río Huancabamba no entregue agua, podríamos seguir regando sin problemas durante 15 días”, dice Carlos Saavedra, gerente de operaciones agrícolas de Pampa Baja.
Hay otros que hicieron una apuesta mayor por asegurar el recurso hídrico. “Invertimos en dos embalses de 400.000 m3, para aprovechar el agua disponible entre mayo y julio”, dice Pantaleón, de Plantaciones del Sol. “Con los reservorios podemos sostener un corte de agua de dos meses”.
Sin embargo, es Agrícola Alaya la que más apuesta por los reservorios y que ha ido construyendo acompañando cada etapa del proyecto. En cada uno de los dos lotes recién adquiridos, la firma construirá un reservorio de 300.000 m3. Con ellos, llegará una capacidad total de 2 millones de m3 en capacidad de almacenaje de agua. “Somos un país sísmico y hay muchos riesgos que pueden afectar el abastecimiento”, dice Lira. “Debemos estar preparados para escenarios bastante pesimistas: si algo sucediera con el abastecimiento de agua, podríamos estar 30 días casi con normalidad”. No obstante, para esta firma, la falta de agua limita el crecimiento para el Proyecto. “El área que está actualmente sembrada en el proyecto es el área para la cual hay agua; si bien hay superficies disponibles, yo veo que está todo plantado dada la disponibilidad de agua”, dice Lira.
La opción de explotar pozos es extendida, aunque como medida secundaria, debido a la menor calidad de su agua y, especialmente, por la falta de estudios acerca del acuífero sobre el que se asienta el proyecto. ProOlmos tiene como uno de sus encargos conformar una junta de usuarios de agua subterránea, para llevar a cabo un estudio técnico que permita el modelamiento de ese acuífero.
Para los operadores, una solución más transversal vendría del aumento de la capacidad de la presa El Limón, que es donde se apresa las aguas del río transcordillerano. “El Estado tiene una propuesta de recrecer la presa y aumentar la capacidad de almacenamiento”, dice Lecaros, quien explica que se trataría de un proyecto de tres etapas (aumentar la presa, mover un oleoducto y construir un túnel) lo que podría costar unos US$ 350 millones.
Esta obra, señala, podría reducir las restricciones con que cuentan los actuales operadores del proyecto e incluso sentar las bases para un Olmos II.
EL DESAFÍO SOCIAL
El objetivo ahora es que la coordinación entre los asociados de ProOlmos no solo apunte al manejo fitosanitario (ver página 34). Las empresas reconocen que es necesario abordar el desafío social en torno al proyecto para que se siga consolidando en el tiempo. Una de estas iniciativas es la donación de un terreno en la antigua ciudad de Olmos para la construcción de un hospital, el que debiera concluirse hacia fines de año.
No obstante, plantean también instancias adicionales como apoyo a un instituto tecnológico en Olmos y colaboración con universidades locales, la que es casi inexistente. “No existe relación directa con las empresas agroexportadoras de Olmos”, dice Eduardo Deza León, decano de la facultad de Agronomía en la Universidad Pedro Ruiz Gallo de Chiclayo, la principal del departamento de Lambayeque. “Las empresas tienen su propios laboratorio o hacen investigación con los de Lima. Es más, nunca he ido a las tierras de Olmos”.
Eso en un contexto en que las empresas del sector han encontrado dificultades para conseguir los recursos humanos necesarios para sus crecientes demandas y que va al alza a medida que suman más hectáreas de arándanos al proyecto. La población de Olmos Pueblo, como le llaman a la ciudad original de Olmos, ya no da abasto y deben ir a ciudades más lejanas en búsqueda de trabajadores como Motupe y Mórrope, así como de las decenas de caseríos que se esparcen por el desierto lambayecano.
De hecho, la mano de obra es el principal factor de competencia entre las empresas del sector. “Todos estamos en el mismo sitio, tenemos mismo clima, la misma agua, el mismo suelo, los mismos cultivos, el mismo sistema riego y la misma maquinaria”, dice Lira, de Alaya. “Al final, lo único diferente es la gente”.
Pese a estas restricciones y desafíos, el Proyecto Olmos podría seguir estirando sus cifras en los años que vienen. Según Lecaros, los aumentos de productividad podrían llevar las exportaciones a US$ 800 millones en unos dos o tres años, las que podría alcanzar los US$ 1.000 millones si se plantan las 1.500 ha aún disponibles en diferentes campos. “Con la experiencia de estos años, tienen el manejo para seguir creciendo”, finaliza.