Las claves del escalamiento comercial de las nuevas variedades de uva de mesa ‘made in Chile’
El camino para el lanzamiento de una nueva variedad de uva de mesa no se transita de la noche a la mañana. Todo lo contrario, ya que desde el laboratorio hasta su puesta a punto podría tardar 14 años, recorrido que, tras Iniagrape-one, ya han superado otras selecciones. En este tiempo, el escalamiento comercial es una etapa clave para determinar qué selección verá finalmente la luz y, por ello es que se realizan ensayos en diferentes regiones del país. La importancia del manejo de estas nuevas variedades para la búsqueda de una mejor calidad de fruta y sus análisis poscosecha son parte de la escencia del trabajo de INIA.
Fotos: Gentileza Dra. Cecilia Peppi y Dr. Bruno Defilippi.
Las uvas de mesa desarrolladas 100% en Chile son más que una realidad. Son también un trabajo continuo en el desarrollo de nuevas posibilidades para la industria nacional.
Tras el éxito que tuvo la introducción de Iniagrape-one, cuya marca comercial es Maylen®, el Programa de Mejoramiento Genético de Uva de Mesa, que el INIA ejecuta junto al Consorcio Biofrutales, continúa su trabajo para obtener nuevos genotipos, con el objetivo de ampliar las alternativas varietales con las que cuentan los productores, para dar respuesta a las necesidades de los mercados internacionales.
Tras el desarrollo de Iniagrape-one®, los investigadores del INIA han continuado el trabajo de evalaución de selecciones, entre las que destacan INIA-G2 e INIA-G3, que fueron presentadas a los productores en febrero de 2020, en un trabajo de escalamiento que no para y que espera pronto entregar la segunda variedad de uva de mesa ‘made in Chile’. Se trata de un trabajo que se está realizando entre las regiones de Atacama y O’Higgins, que determinará el comportamiento y adaptación de estas selecciones producidas en Chile a las diferentes condiciones productivas y agroclimáticas del país.
El camino que recorren estas variedades pasa por diferentes pruebas de manejo agronómico y de poscosecha, decisivas para que finalmente una selección pueda convertirse en variedad. En ese sentido, la Dra. Cecilia Peppi, investigadora del INIA, señala que este escalamiento se alimenta del Programa de Mejoramiento Genético (PMG), y que “cada temporada las selecciones más promisorias del PMG pasan a escalamiento, donde se hacen ensayos de manejo productivo”. Se trata de un trabajo dinámico, donde hoy en día se están evaluando seis selecciones, algunas recién en etapa de establecimiento y otras con cuatro temporadas de evaluación de fruta.
En ese sentido, el PMG sería un primer filtro para los genotipos que se están probando, y es donde se eligen las selecciones que muestran características más interesantes en distintos atributos, o que destacan en uno en particular. “Con ensayos de manejo agronómico buscamos optimizar todos los aspectos productivos y de calidad. Para realizar esto las selecciones que resultan interesantes se propagan. Así es como contamos con plantas en distintas zonas de producción, lo que nos permite realizar distintos manejos agronómicos para optimizar rendimiento y calidad”, comenta la investigadora.
MANEJO DE LA FRUTA
El PMG parte de un primer requisito, que es la apirenia, es decir, la ausencia de semillas. Pero no es el único atributo que se busca en una nueva variedad de uva de mesa, ya que otros son el calibre, la firmeza de bayas, racimos sueltos o que respondan a raleo, ausencia de defectos como desgrane o partidura y una alta productividad de fruta de calidad que se mantenga en postcosecha.
“Al igual que otros programas de mejoramiento, la idea es mejorar la calidad de la fruta, mejorar el rendimiento y facilitar el manejo”, destaca la Dra. Peppi. Aunque no es un camino simple, ya que desde los cruzamientos en laboratorios hasta el lanzamiento comercial de una variedad, podría haber un tiempo cercano a los 14 años, con procesos que incluyen evaluaciones detalladas que implican al menos 3 o 4 temporadas, con plantas adultas en plena producción.
Actualmente, el escalamiento cuenta con unidades de manejo en Vicuña, Calle Larga, La Pintana y San Vicente de Tagua-Tagua, con el objetivo de monitorear las selecciones en diferentes zonas y condiciones de suelo y clima y en distintos sistemas de conducción y cubiertas (mallas y plásticos), lo que modifica algunos aspectos y agrega variabilidad de condiciones.
Pese a esta diversidad de pruebas y complejidades, lo que se busca son manejos simples, que faciliten las labores de los productores. En ese sentido, la Dra. Peppi detalla que un aspecto central en el trabajo que están realizando “es el uso de reguladores de crecimiento para maximizar el tamaño de las bayas, pero también la facilidad de arreglo de racimos. Buscamos buenos raleos que permitan poca intervención manual para racimos de buen tamaño y soltura. Asimismo, las selecciones han mostrado una alta fertilidad que nos permiten podas cortas y altos rendimientos”.
La experta indica que mucho de este proceso tiene que ver con ensayo y error. “Hemos probado aplicaciones para raleo en algunas selecciones y al ver los resultados en Vicuña -nuestra unidad más temprana-, hemos eliminado la aplicación, o bien podemos aumentar o reducir una aplicación en distintas zonas productoras”. El manejo es un ‘aprendizaje’ continuo bajo distintas condiciones que cambian año a año. “El hecho de tener unidades de norte a sur, nos permite cierta flexibilidad en la misma temporada. Así como el raleo, hemos ajustado el arreglo y número de bayas por racimo, el ajuste de carga, los momentos de cosecha, el tiempo de guarda en frío, entre otros”, añade la experta.
Pero, ¿cuáles son las claves del manejo agronómico? Están en los momentos de aplicación y en las concentraciones de ácido giberélico, así como maximizar rendimientos, manteniendo calidad y condición. “Los objetivos son tener una alta producción de fruta, pero con manejos simples. Tener racimos sueltos que, si no ralean en forma natural, respondan adecuadamente a aplicaciones para raleo, y tener así racimos que con unos pocos cortes queden con suficientes bayas y bien distribuidas”, destaca la investigadora de INIA, agregando que el objetivo es que “el crecimiento de bayas se maximice con pocas aplicaciones, y que la madurez de cosecha optimice sabor y potencial de poscosecha”.
Frente a la diversidad de zonas donde ensayan los genotipos seleccionados y, si bien hay temporadas que son mejores que otras, el hecho de trabajar en diferentes regiones es una especie de ‘seguro’ ante, por ejemplo, si cae una helada o una lluvia estival o incluso si existiese algún problema de producción, entendiendo también que las diversas zonas presentarán diferencias en los potenciales productivos y en los manejos.
“Hay ajustes de manejos locales, por ejemplo, en Vicuña utilizamos cianamida, pero hasta ahora en las otras unidades de ensayo ha bastado con el frío invernal. Respecto a las variedades rojas, sabemos que la zona norte puede ser más limitante, y hemos considerado la aplicación de promotores de color, pero evaluando el color en envero hasta ahora hemos mantenido el desarrollo del color en forma natural”, describe la Dra. Peppi. Como toda actividad agronómica, señala que los manejos se adecúan a cada zona productora, y que el trabajo está en buscar esa adaptación para tener una productividad y calidad estables. Otra clave es tener ensayos en distintas zonas, ya que permite comparar las estrategias elegidas con los manejos productivos locales, y eso disminuiría el riesgo a la hora de tomar decisiones.
LAS VARIEDADES QUE SIGUEN A INIAGRAPE-ONE
Tras el lanzamiento de Iniagrape-one, el INIA ha puesto los focos en INIA-G2 e INIA-G3. La primera es una variedad que se fue desarrollando como alternativa entre variedades rojas, señalan sus creadores, destacando que ha mostrado buena crocancia de sus bayas, manejos fáciles (ralea muy bien en forma natural) pero en cuanto a calibre tiene un desafío pendiente. “Seguimos probando cómo mejorar el tamaño de bayas y algunos aspectos de poscosecha”, precisa la especialista del INIA. Por otro lado, INIA-G3 es una uva roja con sabor moscatel. “Hemos continuado los ensayos y el calibre ha alcanzado entre 18 y 19 mm. Esta variedad no compite por su tamaño, pero tiene una oportunidad importante por su experiencia de consumo, que es muy importante también. Destaca por su firmeza y ha recibido muy buenas evaluaciones sensoriales de acuerdo a los expertos”.
Pero detrás de estas innovaciones, el trabajo sigue para avanzar con nuevas variedades que, en un futuro próximo, podrían ser una real alternativa para los productores. “Estamos muy entusiasmados con una variedad blanca de media estación, firme y de buen calibre. Las evaluaciones de poscosecha también se han visto auspiciosas, no muestra desgrane ni partiduras, no tiene ningún tipo de mancha o pardeamiento. Además, el raquis se ha mantenido por 45, 60 e incluso 90 días de guarda. Es muy productiva y tiene un sabor muy agradable. Seguimos con ensayos, pero ya nos tiene muy contentos con las características que ha mostrado”, adelanta la Dra. Peppi, quien reconoce que además tienen en carpeta un par de selecciones rojas que pueden dar buenas variedades, aunque aún necesitan más temporadas de evaluación. “En general, se ve que vienen generaciones mejoradas y esperamos poder avanzar con celeridad para poder ofrecerlas a los productores”, comenta la experta.
Pero así como el trabajo continuo de ensayos lleva a selecciones como las que está desarrollando INIA, hay variedades que han quedado en el camino, así como también es posible que variedades que se podrían pensar para exportación, tomen otro destino como mercado doméstico u otros usos. ¿Qué pasa con aquellas variedades que no logran avanzar en el escalamiento? Si bien hay selecciones que se descartan como uva de mesa, sí tienen potencial para otras industrias, como la de pasas, e incluso indican que actualmente hay un ejemplo en evaluación de una selección con potencial para la agroindustria. “La idea de todo este trabajo es dar buenas alternativas a los productores y a los consumidores. Las selecciones que se han desechado han sido por distintos motivos, algunos atributos deben estar siempre, otros se pueden perdonar según el contexto. Por ejemplo, hace muchos años INIA entregó la variedad Ilusión, que por su sabor y particularmente por su época de madurez puede ser interesante para el mercado interno”, explica.
ATRIBUTOS Y CLAVES DE POSCOSECHA
Para nadie es un misterio el potencial exportador de Chile, gracias a sus condiciones climáticas y su ubicación en el hemisferio sur, y por lo mismo, se vuelve de vital importancia que los productos que se exporten puedan asegurar una buena vida de poscosecha, pensando en viajes largos hasta los mercados de destino, por ejemplo, Asia.
En ese sentido, todos los genotipos del programa, desde sus primeras etapas, se evalúan considerando la necesidad de ser comercializados en mercados distantes. “Ya en una etapa avanzada son estudiados considerando aspectos críticos en poscosecha, como distintos momentos de cosecha; tiempos de almacenamiento y envío de acuerdo a los distintos mercados; respuesta a gasificación y uso de SO2 e incluso cómo responde cada selección a bromuro de metilo en el caso de los mercados que lo exigen”, señala el Dr. Bruno Defilippi, investigador de INIA y coordinador Unidad de Postcosecha.
Además, el seguimiento de la vida de poscosecha ha podido ser estudiado gracias a la asociación de INIA con empresas exportadoras, lo que les ha permitido monitorear envíos reales a los mercados de destino, y recibir una evaluación directa de quienes reciben. Es por esto que el trabajo y desarrollo de variedades tiene siempre como objetivo encontrar aquellos atributos que le permitan encontrar una “calidad global del producto”, subraya el experto, además de la exigencia de calibre, que la fruta sea ‘viajera’, en términos de firmeza de baya, buena apariencia de raquis, y pueda mantener un sabor adecuado en término del balance azúcar y acidez, o el sabor característico en el caso de sabores especiales como el moscatel, que es lo que se busca con la selección INIA-G3.
Pero ¿qué tanto tiene que ver que una uva tenga buenos atributos con el lugar donde se desarrolla? Al parecer, es uno de los aspectos fundamentales. De hecho, la generación de cualquier atributo de calidad en uva de mesa es el resultado de la interacción entre el genotipo o variedad y el medioambiente. Justamente uno de los puntos cruciales y característicos del PMG del INIA es la evaluación de los materiales desde la región de Coquimbo hasta O´Higgins, e incluso incluyendo otras zonas en etapas avanzadas con la participación de los productores asociados, donde se consideran aspectos climáticos, como temperatura, y de manejo agronómico que son críticos en definir atributos de calidad y condición en la postcosecha de cada selección.
Algunos casos que demuestran la importancia de la ubicación, son por ejemplo, la producción de variedades rojas, donde es el efecto de la temperatura ambiente el que más impacta en el desarrollo de color. “En algunas zonas productivas, dada las altas temperaturas en periodos críticos del desarrollo de la baya, se afecta el desarrollo adecuado del color, requiriendo el uso de reguladores de crecimiento”, detalla el Dr. Defilippi, complementando que, en otros casos, hay zonas productivas que, por sus condiciones de humedad, afectan el desarrollo de partiduras en variedades sensibles. “Entonces, es un deber evaluar estas condiciones en las selecciones que pasan a una etapa avanzada dentro del programa”. De hecho, el experto señala que el clima y manejo pueden determinar la relación azúcar/acidez tal como ocurrió en la variedad Maylén de INIA, “y con un sabor muy característico”, concluye.