Las caras de la fruticultura en La Araucanía
En una región donde muchos agricultores amenazados han optado por abandonar sus cultivos, hay quienes se resisten a dejar sus tierras y otros han invertido buscando condiciones climáticas diferentes para producir frutales de alta rentabilidad. En La Araucanía la fruticultura también asoma como una vía para mejorar la situación productiva y, por ende, económica, de la pequeña y mediana agricultura.
Donde antaño había eucaliptos, alguno que otro cultivo anual y un potrero para los animales, hoy se levanta en Traiguén un proyecto frutícola de 300 ha donde se ha inyectado tecnología e invertido recursos en producir tres cultivos de alta rentabilidad: arándanos, cerezos y manzanos; este último, produciendo solo variedades ‘club’, altamente cotizadas en los mercados internacionales.
Esta aventura sureña la iniciaron tres familias de tradición agrícola de San Fernando y Curicó, que decidieron invertir en Traiguén escapando de los efectos del cambio climático que se están dando en la zona centro, “buscando otros climas”, precisa Camilo Torrealba, gerente general de Agrícola Alto Traiguén, sobre lo que llama una ‘apuesta’ que ha ido creciendo con los años, tras comprobar que esta es una zona apta para estas tres especies, sobre todo cuando se trabaja con variedades que se adaptan bien a climas más fríos, aunque han debido lidiar con serios problemas con los cerezos.
El primer escollo que debieron superar fue dejar el terreno en las condiciones para plantar un huerto. Un tema que no fue fácil, debido a que en la zona, en el año 2012, no había maquinarias, materiales ni la experiencia para preparar un huerto frutal. Tras adecuarlo, las primeras plantaciones de las tres especies se realizaron en 2013. Hoy por hoy el manzano (60%) es el principal frutal plantado, un proyecto que se sustenta solo en variedades ‘club’ como Honey Crisp, Sweet Tango, Evelina y Ambrosia. “Debemos buscar variedades que nos den un ‘plus’, cuya oferta esté controlada para que el precio sea un poco más interesante, porque producir variedades tradicionales es complicado, por un tema de rentabilidad”, sostiene.
Los arándanos cubren un 20% de la superficie con variedades como Duke, Legacy y Aurora, mientras que el 20% restante se ha plantado con cerezos de las variedades Regina y Kordia, las que mejor se han adaptado a las condiciones climáticas del sur. Se han decidido por las tres variedades de arándanos porque así cubren un mayor periodo de cosecha. “A esas variedades les hacemos entre cuatro y cinco pasadas. Tras recoger los frutos, estos son llevados a una cámara de frío hasta que al final día los vienen a recoger para llevarlos a la exportadora”, explica Torrealba sobre un cultivo del cual esta temporada cosecharon un promedio de 6.000 kg por día.
LAS COMPLICACIONES LLEGARON CON LOS CEREZOS
“La manzana se ha dado de acuerdo a lo proyectado. Los arándanos, excepto la variedad Aurora, que nos ha costado un poco más, ya que es más complicada de manejar que las otras, también se ha ido cumpliendo con lo que habíamos planificado. Sin embargo, con los cerezos la experiencia no ha sido buena, ya que hemos tenido problemas de enfermedades y muertes de plantas. De hecho, está en estudio si vamos a seguir o no con ellos”, explica y añade que el revés que han sufrido con esta especie no ha sido por un hecho puntual, sino que ha sido una suma de factores, entre los que está el clima (heladas y granizos), las variedades, los patrones y el manejo. “Tratamos de replicar manejos que hemos hecho en la zona central, pero no ha sido fácil. Cuando vienes a la zona sur no lo puedes hacer con patrones que sean vigorosos, porque tendrás huertos forestales”, precisa sobre un proyecto frutícola compuesto por Regina y Kordia sobre Gisela 6.
Enfermedades de la madera y cáncer bacterial son los problemas que han visto en el huerto y con los que han debido lidiar, aunque la fruta que han logrado cosechar, tiene la calidad que requieren los mercados, “sobre todo porque la zona sur tiene el ‘plus’ de que se produce fruta de buena condición”, sostiene el gerente general y cuenta que las primeras muertes de plantas comenzaron en 2018 y, debido a los últimos episodios de heladas, hubo muchos dardos muertos que no brotaron. “Este proyecto no ha sido fácil para nosotros. Hemos tenido todo tipo de problemas”, sostiene y precisa que “mucho de ellos vienen por un tema con los portainjertos”. Para analizar más al detalle qué patógenos hay en la planta realizaron cortes con motosierra. “Cuando se trata de problemas internos no es fácil llegar a una conclusión de qué es lo que ha pasado. El tema es que hemos hecho una fuerte inversión en cerezos, que no nos ha dado resultado, aunque lo que sí se ha producido, es de una calidad óptima”, dice sobre una fruta que hasta ahora tenía como destino China.
Pero, tras lo ocurrido con la cereza, y de hacer un recambio productivo, ¿pondrían más manzana o más arándano? “Lo que sucede es que el arándano demandan gran cantidad de mano de obra. Entonces, debería ser una combinación de ambos, pienso. Tampoco debiera ser una sola variedad, sino varias para ir escalonando la producción”, responde el gerente general.
Además, las opciones de seguir creciendo en superficie, porque aún hay 100 ha que no han sido plantadas, están latentes, aunque “el objetivo es consolidar el proyecto actual, para luego seguir creciendo. Eso dependerá de que los árboles vayan entrando en plena producción, pero no se trata de producir por producir. Debemos producir calidad, porque bien podríamos hacer un proyecto de manzanas donde obtuviésemos 60 o 70 t/ha que sean para jugo. Al año habré quebrado. Además, debemos ver que los costos sean los que se han presupuestado y que el clima no nos ‘pegue’, porque nos han caído tremendas granizadas en tres días, donde se ha perdido la producción de 30 ha de manzanas”, relata.
Hasta antes del episodio de granizos, solo 5 ha de manzanos estaban cubiertas con mallas, pero la decisión de la empresa ha sido doblar esa superficie. “Estamos ensayando con una malla de color negro y otra blanca, con el objetivo de conocer cuál es la más ideal para nuestras condiciones”, precisa Torrealba. No es lo único que está en evaluación. También las variedades con las que trabajan, ya que, si bien el clima es más benigno que en la zona central, igualmente han visto problemas por golpe de sol. “Así, las mallas tienen el doble objetivo de protección, contra golpe de sol y granizos”, sostiene.
Con granizadas en primavera y temperaturas estivales entre los 30 y 32ºC, Traiguén tiene un clima similar al de Bolzano, en el norte de Italia, una de las principales zonas de producción de manzana en Europa, donde el 100% de los huertos de variedades ‘club’ está cubierto de mallas. Por ello es que en esta zona también son necesarias. En Agrícola Traiguén las primeras fueron instaladas hace dos años y Torrealba cuenta que el primer año no fue bueno, “porque las teníamos completamente cerradas, y la fruta perdió todas sus características”. El año pasado las abrimos y los resultados fueron mucho mejores. También debemos tener en cuenta que el año pasado fue, climáticamente hablando, diferente a este, que vino con dos a tres semanas anticipadas”, precisa y cuenta que el cierre de las mallas lo realizan cuando la flor pasa a fruto. “Si producimos en el sur debemos ponerlas, más aún cuando se trata de variedades ‘club’. Eso está claro, lo que estamos estudiando es qué tipo es el que mejor se adapta a las condiciones de Traiguén”, precisa.
INVERTIR EN LA ARAUCANÍA
Si bien hay muchos empresarios dispuestos a invertir en el sur del país, muchos de ellos solo llegan hasta la Región del Bío Bío y, otros, en cambio pasan directamente a la Región de Los Ríos. Y son pocos los que se ‘atreven’ a invertir en la Región de La Araucanía.
“La decisión pasó por un tema climático, para producir ciertas variedades de manzanas, arándanos y cerezas que no se pueden producir en la zona central. En el sur se están instalando muchos huertos de avellanos, pero nuestro foco es la fruta de exportación”, explica Torrealba.
En una de las regiones con los mayores índices de pobreza del país, el gobierno está impulsando una reconversión de los pequeños productores hacia la fruticultura. “Dentro del ámbito productivo, el Plan Impulso Araucanía, apuesta por mejorar los ingresos y calidad de vida de los agricultores de la región”, explica Carlos Fuentes, coordinador de INIA para el Plan Impulso, organismo que se inserta en este plan desarrollando un modelo de trabajo que pretende incentivar la diversificación productiva mediante el establecimiento de ‘Predios Impulso’ dónde se validen tecnologías y nuevas variedades en un trabajo de co-creación entre todos los actores de los ecosistemas productivos de las zonas con potencial hortofrutícola, en un programa que abarcará desde 2019 al 2026, dividiendo a la región en cuatro zonas edafoclimáticas con potencial hortofrutícola y de acuerdo al mapa agroclimático, en Traiguén, Angol, Loncoche y Temuco; donde se busca tener unidades de investigación y validación en todas las zonas, validar en campos de los propios agricultores, recuperar especies nativas ancestrales y trabajar con asociaciones de agricultores y comunidades en diferentes programas para mejorar las brechas tecnológicas que impiden un desarrollo exitoso de las especies establecidas e incentivar y fortalecer el trabajo asociativo de los agricultores y ayudar a mejorar la conexión con los mercados locales e internacionales.
“Un foco importante en la reconversión es tener en cuenta lo que demandan los mercados. De acuerdo a las tendencias, la idea es incorporar especies que tengan potencial agronómico en la región, pero que tengan potencial de negocio”, explica Fuentes, añadiendo que el objetivo es introducir o validar entre 12 y 14 especies. Para estos siete años de ejecución el INIA dispondrá de un presupuesto aproximado de 7.000 millones de pesos proveniente del Gobierno Regional. “En los primeros 3 años queremos llegar a 5.000 agricultores que conozcan los sistemas productivos, manejos avanzados y el modelo intensivo de manejo de huertos, y en 2026 esperamos haber llegado a 20.000”, sostiene Fuentes.
¿Qué puede aportar INIA Carillanca en temas frutícolas?
“La producción frutícola no es el fuerte en esta región, pero ya hay huertos de cerezos, arándanos, frambuesas, avellano europeo y de manzanos. Entonces, hay que hacer ensayos con coberturas. Es un tema importante para desarrollar proyectos a largo plazo. Otro tema importante, aunque no sé si el INIA lo tiene entre sus prioridades, es el de los mandos medios, ya que aquí no hay capacitación. Por ejemplo, en este sector hay una escuela agrícola, pero la futicultura no es un tema, aun cuando en los últimos siete años se han instalado proyectos frutícolas”.
Para Torrealba, la fruticultura debiera ser uno de los caminos que permita a las comunidades mapuches tener acceso a proyectos interesantes, aunque advierte que debiesen tener un buen apoyo técnico y comercial. “Alguien podría instalar un huerto precioso, pero puede ser que su fruta sea débil y no llegue bien a destino. O alguien que quiera invertir en cerezas porque la rentabilidad es la misma que se consigue en 100 ha de trigo, pero no sabe que para invertir en una hectárea de cerezos necesita US$35.000 por hectárea, sin contar la parte operativa. Entonces, eso si se lo pedimos a una comunidad va a ser imposible. Un camino que le he comentado al ministro de Agricultura es que las comunidades creen sociedades con empresas agrícolas, donde la comunidad pone la tierra y la empresa pone la inversión, el manejo y la administración. ¿En qué porcentaje? Eso no lo sé, pero podría ser interesante para ambos lados. El tema es que debe haber seguridad de que, en lo que se está invirtiendo, debe continuar, por eso es que debiera haber un respaldo y asegurar de que eso resulte”, explica.
– Y ustedes como empresa ¿han invertido en este tema?
– Sí, pero no del todo, porque hoy en día no hay una seguridad que permita que tu inversión va a perdurar en el tiempo.
– ¿Y cómo ha sido la relación que han tenido con las comunidades, porque este es un sector que está rodeado de ellas?
– Hoy tenemos 370 personas trabajando y un 70% son de origen mapuche, miembros de estas comunidades, ya que le damos preferencia a la gente del sector. Cuando creas un proyecto de esta envergadura, se generan ruidos, ya sean buenos o malos, pero siempre hemos actuado de la mejor manera con todos nuestros vecinos, sean comunidades o no. Hasta ahora no hemos tenido problemas. La gente que trabaja con nosotros es espectacular. Gracias a ellos hemos visto a estos huertos crecer. El hecho de tener estas tres especies frutales, unas más rentables que otras, es para que ellos puedan estar trabajando nueve a diez meses al año. Tratamos de alargar al máximo para que la gente tenga una estabilidad económica y laboral. Los proyectos frutícolas no lo haces solamente con el capital, lo haces con la gente. Entonces, cuando tú mejoras esa combinación, puedes tener una mejor perspectiva de que el negocio salga ganando.
SIN MIEDO A LA RECONVERSIÓN EN UNA TIERRA HOSTIL
En un campo de 146 ha que tradicionalmente estuvo dedicado a los cultivos y ganadería, Jorge Borgeaud decidió en 2005 plantar las primeras 4 ha de nogales. “Las vacas no las voy a largar. Está complicado, pero todo lo que tengo, lo tengo gracias a ellas”. Fueron los pioneros del cultivo en Ercilla, porque lo más huertos más cercanos estaban en Angol. Hoy, existen otros, pero están en Galvarino, Pua y Perquenco.
“El nogal lo pusimos porque nos dijeron que era fácil”, relata su hijo Jorge. “Pero es mucho más difícil, básicamente porque en esta zona no había conocimiento en frutales. Entonces, traíamos asesores del norte. Lo más complicado es el riego y cuando llegaba un asesor y veía nuestros árboles, nos decía ‘falta agua’, pero hacíamos calicata y el problema es que había mucha agua. Hoy me olvidé de regar. Hoy solo hacemos control foliar y estamos viendo cómo hacemos para fertilizar. Lo más probable es que sea solo fertilización de cobertera”, añade. De hecho, las 12 ha nuevas se plantaron sin riego hace dos temporadas. Hoy, en total, manejan 26 ha con cuatro variedades: Serr, Chandler, Tulare y Hayward, “lo diseñamos así para alargar el periodo de cosecha”, cuenta y precisa que la mejor temporada obtuvieron 3.000 kg/ha de nueces secas, cuya producción venden a Anakena.
“Comparado con productores del norte, aquí tenemos que hacer muchas más aplicaciones para el control de peste negra, pero también las hemos bajado de 14 a 10. Más que nada, lo que nos complicó fue el tema del riego Regábamos poco, comparado con el norte, pero igualmente era mucho”, sostiene Borgeaud.
La cosecha parte normalmente los primeros días de abril y, si los primeros años era manual, hace un par de temporadas que decidieron mecanizarla. “2018 fue un año lluvioso y hubo días que no pudimos entrar con la máquina. En la temporada 2019 sufrimos con las heladas de octubre pasado, donde perdimos 5 ha de Serr y Hayword, que no pudimos cosechar. A Chandler también le afectó y tuvimos menos fruta que el 2018”, cuenta el productor.
Fruta para diferentes mercados
La producción de manzanas de Agrícola Alto Traiguén se exporta a través de Frusan, salvo Ambrosia, que se envía a través de David del Curto. Las cerezas también son exportadas por Frusan, lo mismo que un gran porcentaje de los arándanos, salvo aquellos de la variedad Aurora, que lo realizan con Hortifrut.
Las cerezas que han logrado producir han tenido óptima calidad para exportar a China.
No es el único problema que han debido enfrentar en una zona que vive en conflicto permanente. Comuneros han llegado a su predio a robar su ganado. “Si tú tienes miedo y lo demuestras, vendrán al día siguiente y te sacarán el ganado sí o sí. Lo que hacen es asustar a la gente para que se venda su campo y se vaya. Es lo que han hecho los vecinos. La Conadi compró el campo y hace cinco años que no produce absolutamente nada”.
Sin embargo, ambos, padre e hijo, imaginan el futuro en el mismo sitio donde había llegado el padre y abuelo, seis décadas atrás. “La idea es seguir creciendo en frutales, pero diversificándonos. Siempre en frutos secos, pero incluyendo castaños o avellanos”, cuenta el agricultor y subraya que la reconversión frutícola es el camino a seguir, sobre todo en la promoción con los pequeños agricultores. “Es la solución, porque con el trigo no se gana dinero. Además, tienes el problema del conflicto mapuche. Puede sonar duro, pero cuesta mucho menos quemar un huerto de trigo que de un frutal. Esa es la parte fea de ser agricultor en esta zona”, sostiene Borgeaud hijo.
SALTO ECONÓMICO GRACIAS A LA FRAMBUESA
Precisamente ese es el camino que ha tomado José Carmelo Purrán. En su pequeño quiosco al borde de la Ruta 5 Sur, a pocos kilómetros de Collipulli, recibe a quien se pare a comprar queso, miel o tomar un refresco. Agricultor toda su vida, Purrán, se dedicaba a la producción de papa y avena, en campos que arrendaba. Pero tras postular a través de la Conadi hoy es propietario de un pequeño terreno donde cultiva frambuesas.
“La primera temporada no me resultó porque no sabía nada de frambuesas. Me entregaron una planta chiquita y lo primero que pensé es que se me iban a secar todas. Casi ocurrió eso, porque también tuve problemas con el riego. La segunda me fue mejor y en esta tercera ya estoy más contento”, explica el agricultor.
Sabiendo que agricultores como José Carmelo tienen una brecha tecnológica, el INIA Carillanca organiza reuniones una vez al mes para capacitarlos en nutrición, control de enfermedades y riego, cuenta Carlos Fuentes. “No tengo miedo a aprender, me gusta”, dice y cuenta que hoy está agrupado con otros productores en una cooperativa.
“Lo que queremos es sacar más producción y ver hasta qué punto llegará el negocio. Dicen que puede que no está muy bueno porque EE UU está comprando más fruta a los mexicanos, que cosechan como diablos. Capaz que por eso nos dejen para el último y no nos quieran pagar lo que decían que iban a pagar, que eran 850 pesos el kilo. La frambuesa tiene más rentabilidad que el trigo, que lo están pagando a 120 pesos el kilo. Así, en hectárea de trigo no se sacan ni 500.000 pesos. Aquí con 0,25 ha, a los precios que dicen que van a pagar, serían 1,6 millones de pesos. Cambia la cosa, pues”, finaliza el agricultor.