La visión del innovador peruano más global, que llevó la robótica y la IA al agro
Jorge Heraud fusionó su amor por el campo y la tecnología en proyectos que han dado como resultado, entre otros, máquinas automatizadas que reducen el uso de herbicidas en los campos y, con ello, el riesgo de toxicidad en el medio ambiente. Con un enfoque visionario, primero desde Blue River Technology y después desde John Deere, hasta sus colaboraciones con ‘startups’, continúa desarrollando, pensando e imaginando cómo hacer de la agricultura una industria más productiva y sostenible.
Durante su adolescencia y primeros años de juventud, Jorge Heraud recuerda que sus veranos transcurrieron entre el campo agrícola de su abuelo en Pacasmayo (La Libertad), recogiendo tomates con sus primos, y el tiempo restante lo dedicaba a ayudar a su padre que lleva su mismo nombre y es su mayor inspiración, en la automatización de ciertos procesos industriales. Uno de esos proyectos, lo recuerda con especial cariño, fue la automatización de un molino. Este desafío no solo fortaleció el vínculo entre ambos, sino que encendió en él la chispa por la tecnología y la innovación con una mirada siempre puesta en el agro.
Como su padre, él también estudió la carrera de Ingeniería Electrónica en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) y luego, al igual que su mentor, hizo una maestría de ingeniería en la Stanford University (EE.UU.). “Mi padre siempre fue una gran influencia. Y, por otro lado, mi abuelo era un agricultor en el norte. Generalmente, iba a ayudarle en los veranos con mis primos a Pacasmayo, en época de recoger tomates. El resto del verano me la pasaba con mi papá ayudándolo en su compañía de automatización, más que todo de procesos industriales. Esa mezcla de automatización y agricultura es algo que ha estado conmigo desde siempre”, recuerda.
Ya en la época universitaria es que ayuda a su papa durante todo el proceso de automatización de un molino, disfrutando por vez primera la satisfacción de lograr una solución nueva y creativa. “Recuerdo que mi papa estaba tratando de automatizar un molino. Entonces, hicimos un proceso muy automático, muy eficiente con el uso de orugas, válvulas y balanzas electrónicas para mezclar distintos materiales en un gran molino. Siempre me quedó la idea de por qué no hacíamos más automatización en la agricultura. Eran dos realidades que veía: por un lado, la labor manual, y por otro lado, la automatizada”, comenta.
LOS PRIMEROS DESARROLLOS DE GPS EN AGRICULTURA
Tras terminar la carrera, se ganó a mediados de los 90 una beca para seguir una maestría en ingeniería electrónica en Stanford University. Al culminar se presentó a varias compañías en EE UU y fue, entonces, cuando decide ser parte de la empresa Trimble Navigation, que venía explorando soluciones basadas en el uso de los equipos de GPS. “Me llamó mucho la atención que venían desarrollando el guiado de tractores por GPS. En ese entonces, era innovador el uso del sistema. La compañía Trimble fue pionera en ese sentido”, destaca.
En esta empresa, estuvo cerca de 15 años, tiempo en el cual pasó de ser gerente de ingeniería para convertirse en gerente y director de desarrollo de negocio. “Tuve a mi cargo un grupo grande de personas, de cerca de 100 trabajadores. Pudimos trabajar en distintos productos para la agricultura. También me metí mucho en la agricultura de precisión y estuve en la parte de adquisiciones de nuevas empresas. Llegamos a comprar cuatro compañías que hacían nueva tecnología”, cuenta.
Jorge Heraud destaca que le encantaba la agricultura y la tecnología y sus aportes en esta nueva etapa le generaron satisfacciones propias y a la firma. “Fui el gerente para el desarrollo de un producto de guiado automático de tractores. Fue un producto en el que nos fue muy bien y ahora es utilizado en decenas de miles de tractores en todo el mundo”, recuerda. En total, logró el desarrollo de 20 innovadores productos automatizados para la preservación de cultivos, productos de control de riego y otras más. En sus últimos años, comenzó a desempeñarse en labores administrativas dentro de la empresa. Debido a ello, en 2010, regresó a la Universidad de Stanford para realizar un programa de MBA.
“Una de las cosas que me interesaba mucho era el mundo de los emprendedores. Empecé a pensar que existía una oportunidad para crear una nueva compañía. Como mencioné, había ayudado a adquirir cuatro startups en Trimble y conocido a sus innovadores y sus historias. Me parecía fascinante el proceso de emprender. Así que, mientras hacía el MBA en Stanford, no dejaba de pensar en cuál sería la próxima tecnología interesante para el mundo, pero siempre ligada a ofrecer soluciones para la agricultura”.
“LA IA ES LO QUE BUSCABA”
Esta inquietud fue el germen para que, en 2011, cofundara junto con Lee Redden la empresa Blue River Technology, que posteriormente sería adquirida en 2017 por la multinacional John Deere. Pero antes de crear la empresa y su posterior venta, Heraud explica que tomó una clase sobre inteligencia artificial, con uno de sus pioneros, Andrew Ng. “Por ese entonces, estaba tratando de pensar en alguna buena idea de innovación, invertí horas conversando con muchas personas. Por eso, no solo lleve clases de administración, sino de ingeniería y una de las clases fue sobre ‘machine learning’. En 2010 era algo muy nuevo. Ahora todo el mundo habla del IA, pero en 2010 casi nadie, solo unos cuantos. Al estar con uno de los pioneros de la IA, me dije ¡‘esto es’! ¡Esto es lo que buscaba! ¡La Inteligencia artificial¡ Supe que esto iba a ser inmenso, que iba a usarse para muchas cosas. Claro que yo pensé en el agro, porque esa era el área en la que estaba metido y me gustaba”, relata.
En su propio proceso de innovación, Heraud resalta que primero buscó la tecnología y luego la manera de aplicarla en la agricultura. “Este es un proceso muy común en la innovación, el pensar qué vendrá en los siguientes años. El visionar lo que viene”, explica. Tanto Heraud como el cofundador de la empresa, Lee Reden, asumieron riegos muy grandes a la hora de fundar Blue River Technology que nació el 2011. Heraud dejó su trabajo estable en Trimble Navigation a la espera de su segundo hijo, mientras su socio Lee dejó de lado su beca de doctorado en robótica.
Situados en Silicon Valley, en California, la empresa nació con el desarrollo de un prototipo de pulverizador automatizado que utilizara IA para aplicar los herbicidas de una manera más eficiente, sin necesidad de aplicaciones al 100% del campo. Ese primer prototipo se destinó a la eliminación de plántulas de lechuga no deseadas. Luego desarrollaron la tecnología See & Spray que permite a las máquinas identificar con IA una variedad más amplia de plantas, tanto cultivos como malezas, y tomar decisiones de manejo de cultivos en el momento. Actualmente, esa tecnología se utiliza para el control de malezas en los principales cultivos de EE UU.
Finalmente, tras la compra de John Deere, ese prototipo se convirtió en una máquina fumigadora autopropulsada que tiene unos brazos inmensos de una longitud de lado a lado de 40 metros, sobre las cuales se montan cámaras que permiten detectar dónde está la mala hierba. “En la actualidad, esa máquina va a velocidades de hasta 22 km/h. Además de la cámara, se usan unos procesadores gráficos muy rápidos para determinar si lo observado en la cámara es planta, tierra o malahierba. Cuando detecta la mala hierba, prende los atomizadores y echa el herbicida. Entonces, esto es muy distinto a la aplicación convencional en que se aplica en 100% del campo. En cambio, con esta máquina, va aprendiendo y apagando las boquillas para aplicar solamente donde está la mala hierba”, destaca.
El grado de precisión que lograron con esta maquinaria que se viene utilizando, sobre todo, en campos de agricultura extensiva (maíz, trigo, soja) es de una efectividad del 98% y 99%. “La mala hierba que puede matar son del tamaño de incluso una uña del dedo meñique. Si se nos escapa es porque esa hierba muy pequeñita está metida debajo de la planta, por tanto ya no son visualmente observables”, indica.
En John Deere, al igual que lo hizo en Trimble Navigation, pudo liderar desarrollos innovadores y asumir la responsabilidad de adquirir startups con propuestas tecnológicas interesantes. Estuvo siete años en John Deere como su vicepresidente de automatización y autonomía, desde donde pudo impulsar la productividad, rentabilidad y sostenibilidad en la agricultura. En marzo de este año, decidió dejar la compañía para regresar a sus raíces de la innovación de la mano de ‘startups’ que han captado su interés y en cuyos directorios participa activamente. Una de estas es la británica Rootwave, que ha desarrollado un sistema innovador de deshierbe autónomo que utiliza electricidad en lugar de IA.
-Puedes contarnos el proceso de desarrollo de la maquinaria de aplicación de herbicida automatizada con el uso de IA, que fue la idea inicial de Blue River Technology.
-El primer prototipo que desarrollamos nos tomó alrededor de un año. La máquina se movía como a 1km/h solamente, pero fuimos mejorándola poco a poco. Así son los prototipos: uno comienza a trabajar y luego continúa ajustándolos y perfeccionándolos. Actualmente, el modelo comercial más avanzado de See and Spray se desplaza a 22 km/h, con un 98% y 99% de precisión y ahorro de hasta el 80% de herbicidas. Este modelo final lo logramos después de entre ocho y diez años de trabajo.
-Fue un trabajo bastante arduo.
-Sí. Este trabajo fue resultado no solo de mi talento y del equipo que logramos formar en Blue River Technology, sino también del apoyo de los ingenieros de John Deere, tras la adquisición. Ellos se encargaron de estabilizar los brazos de las fumigadoras, y de mejorar las boquillas. Nosotros continuamos trabajando la parte de las cámaras, el procesamiento de imágenes y el uso de IA. Así, juntos logramos desarrollar esta máquina fumigadora, que ha tenido muy buenos resultados a nivel comercial. Este año se han vendido más de mil máquinas.
-En los años que estuvieron solos, entre el 2012 al 2017, imagino que fue un proceso incansable.
– Si, pero muy divertido. Teníamos más planes que tiempo para hacer la máquina más grande y más rápida. Fue un trabajo fuerte y lleno de innovación. Para eso, contábamos con un buen equipo. Todos los avances que valen la pena no los hace una sola persona, sino un equipo de gente inteligente, motivada y hábil, con los conocimientos necesarios para cada desarrollo. Cuando miro atrás, fue algo muy divertido, pero de esa diversión tipo 2. La diversión tipo 1 es cuando ves algo que te hace reír mucho de inmediato. La diversión tipo 2 es cuando en el momento es un montón de trabajo, pero con el tiempo dices: ‘La pasé bastante bien’, como el ir a la universidad, por ejemplo. Al final fue mucha innovación y mucho cariño.
-¿Cómo piensa un innovador?
-Siempre hay que pensar en lo que va a ser importante, no solo hoy, sino dentro de tres o cinco años. ¿Cómo evolucionarán ciertas tecnologías? Es como los buenos jugadores de fútbol, que no corren detrás de la pelota, sino que corren hacia donde no están los otros, hacia donde se
la van a poder pasar. Uno debe imaginar hacia dónde se moverán las cosas; en este caso, cómo avanzará la tecnología. En el sector agrícola, el uso del glifosato cada vez tenía más problemas. Me di cuenta de eso: era un químico muy controversial. En 2010, todos lo usaban, pero la gente empezaba a ponerse nerviosa porque las malas hierbas a veces no morían. Era necesario imaginar una forma de reducir su uso, y por eso consideré la inteligencia artificial como una solución. Ese es el rol del soñador y del innovador como punto de partida. La diferencia es que el innovador
no solo sueña… el innovador hace los sueños realidad.
-Tras la compra de Blue River, se queda varios años en diferentes puestos en John Deere.
-Sí, me quedé. La empresa que nos adquirió, John Deere nos convirtió en su subsidiaria. Esto significó que seguía siendo el jefe de la empresa que fundé, aunque después de cuatro años, cuando el producto ya funcionaba, empecé a trabajar en otras áreas también. En John Deere me preguntaban qué otras tecnologías se podían hacer con inteligencia artificial en la agricultura. Entonces, desarrollamos los tractores autónomos. En tanto, hubo oportunidad de comprar otras compañías de las que me hicieron responsable. En John Deere, terminé ocupando el puesto de vicepresidente de automatización y autonomía. La meta era clara: desarrollar máquinas capaces de funcionar sin un operador humano en el tractor, lo que se logró en la tarea de la labranza. Al final terminé desarrollando 8 proyectos distintos.
-Ahora que no sigue en la misma posición en John Deere, ¿qué nuevos proyectos viene realizando?
-Actualmente, soy miembro del directorio de seis compañías y estoy ayudándolas a innovar en agro y también en construcción. Estuve siete años muy contento en John Deere después de la adquisición. Debo reconocer que tenía un puesto muy interesante, pero me gusta más la parte de innovación y en la startups en las que estoy hay mucha innovación.
-¿Cuáles son las soluciones que vienen desarrollando estas ‘startups’?
-Se vienen cosas muy interesantes. Después de los tractores autónomos, vendrá un mayor uso de la IA. Los brazos robóticos o mecanizados con IA todavía no se están utilizando en el campo abierto, pero eso viene pronto. No hay ninguna razón por la cual no lleguen al campo. Por ahora, se han comenzado a utilizar en viveros. Estoy ayudando en el desarrollo de esta tecnología para el recojo de tomates en vivero, lo cual me da mucha satisfacción, porque me recuerda hace 40 años cuando yo los recogía manualmente en el fundo de mi abuelo. Esto es muy satisfactorio considerando que en muchos países no tienen suficiente mano de obra. Estos modelos robóticos no son tan rápidos como nos gustaría, pero igual mi máquina fumigadora comenzó moviéndose a un kilómetro por hora y, luego, llegó a 22 km/h. La innovación toma su tiempo, pero con este tipo de desarrollo, se puede ayudar a la agricultura a ser más eficiente y sostenible.