La variabilidad climática y el estrés en el cultivo de aguacate
El aguacate ha demostrado su plasticidad para adaptarse a diferentes climas, pero es un cultivo que se ha visto afectado e influenciado por la variabilidad climática, especialmente durante eventos como El Niño o La Niña, que han dejado diferentes consecuencias en los huertos.
Drenajes individuales en el cultivo.
Hablar del estrés en la agricultura y sus impactos son temas que ha estado muy de moda en los últimos meses. Sin embargo, poco se habla de sus orígenes y, sobre todo, del qué hacer para mitigarlo.
El estrés en las plantas se puede definir como cualquier condición que afecta negativamente su crecimiento, desarrollo, productividad o supervivencia. Puede ser de origen biótico (relacionado con organismos vivos) o abiótico (relacionado por ejemplo con factores climáticos). Investigaciones recientes muestran que el estrés de origen abiótico tiene un efecto en la productividad en los cultivos de al menos el 30%, donde se incluyen las condiciones ambientales adversas como sequía, temperaturas extremas (frío o calor), alta radiación solar, viento fuerte o inundaciones. Estos factores abióticos pueden causar desequilibrios en el balance hídrico de la planta, daño a las membranas celulares, alteraciones en el metabolismo fotosintético, entre otros efectos.
Las plantas responden al estrés abiótico activando mecanismos como la síntesis de osmolitos, producción de antioxidantes, regulación hormonal y ajustes morfológicos.
¿CÓMO SE OBSERVA EL ESTRÉS EN LAS PLANTAS?
El estrés en las plantas se observa en cambios en el rito del proceso fenológico, tales como desorden en el crecimiento, adelanto o retraso en la floración, defoliación, susceptibilidad a plagas y enfermedades. El impacto inmediato es una baja en la producción al tener frutos de menor tamaño y sin la calidad requerida por el mercado.
Uno de los principales moduladores del clima global se ubica en la región ecuatorial del Océano Pacífico, el llamado Fenómeno El Niño. Para entenderlo, primero hay que visualizar el océano como un enorme sistema de circulación de agua y aire. Normalmente, los vientos alisios soplan de este a oeste, empujando las aguas cálidas de la superficie hacia la región occidental del Pacífico, cerca de Asia y Australia. Durante un año típico, estas aguas cálidas en el oeste del Pacífico provocan lluvias abundantes y climas húmedos en esa región. Sin embargo, aproximadamente cada dos a siete años, los vientos alisios se debilitan o incluso cambian de dirección, lo que altera drásticamente este patrón. Cuando esto sucede, las aguas cálidas del oeste del Pacífico se desplazan hacia el este, hacia las costas de América del Sur.
Las aguas más cálidas forman la fase El Niño, mientras que la fase La Niña corresponden a aguas más frías de lo normal, finalmente la temperatura superficial del mar promedio se denomina fase Neutro. Para el hemisferio norte del continente americano y Centroamérica, de manera general se puede describir los siguientes efectos en el clima continental: la probabilidad de ocurrencia de las diferentes fases se ha calculado desde 1950 hasta junio de 2024. Existe una alta variabilidad interanual entre fases. El 95% de los años presentó un cambio de fase, es decir, solamente en 11 años persistió la misma fase (siete de los cuales fueron La Niña, tres Neutro y 1 El Niño). De los 882 meses estudiados, el 42.8% han sido fase Neutro y 37.3% fase La Niña y el restante 19.9% El Niño.
La ocurrencia de la fase El Niño ha cambiado en los últimos 74 años, el incremento se ha duplicado, mientras que la fase La Niña ha disminuido. Históricamente la fase El Niño ha representado menos del 16% de la variabilidad decadal (antes de los 70s). Desde los 80s se observa un incremento en la ocurrencia de la fase El Niño (mayor al 20%).
AGUACATES, INFLUENCIADOS POR LA VARIABILIDAD CLIMÁTICA
Por su parte, el cultivo de aguacate se ve directamente influenciado por esta variabilidad climática, especialmente durante eventos como El Niño/La Niña. Aunque se ha demostrado la plasticidad del cultivo para adaptarse a diferentes climas, no es así cuando se enfrenta a una variabilidad climática extrema. Sobre todo, cuando no se le proveen al cultivo de las herramientas para mitigar el efecto de estas variaciones climáticas.
En la fase La Niña la combinación de exceso de agua y mal drenaje en las fincas de aguacate, causa pudrición de raíces. Lo que reduce la disponibilidad de oxígeno en el suelo, afectando la absorción de nutrientes. En tanto que las heladas afectan flores, hojas y ramas jóvenes, afectando la producción de flores y frutos, esto reduce rendimiento significativamente. Mientras que en la fase El Niño las sequías prolongadas estresan a los árboles de aguacate, reduciendo su crecimiento y afectando la calidad y cantidad de brotes, flores, hojas y frutos. Las altas temperaturas dañan la floración, el cuajado y hasta el crecimiento de frutos, disminuyendo el rendimiento y la calidad de la cosecha.
Por lo anterior, una de las claves para evitar que la variabilidad climática nos sorprenda es estar preparados. El estar informados y la acción con medidas preventivas coadyuva a minimizar los efectos adversos del clima. Existen herramientas que nos permiten mantener en constante observación hasta con ocho meses de anticipación los factores que inciden directamente en la variabilidad climática, como las fases del fenómeno de El Niño como los comunicados mensuales de la NOAA que predice la incidencia de las fases.
ESTRÉS AMBIENTAL, UN GRAN RETO
El cultivo de aguacate enfrenta desafíos, entre ellos el estrés ambiental. Las fluctuaciones en el clima como la sequía expresada como estrés hídrico o temperaturas extremas, por ejemplo, puede afectar la floración, el crecimiento y desarrollo del fruto.
Para mitigar estos problemas, se han desarrollado y utilizado diversos bioestimulantes y biorreguladores. Estos compuestos coadyuvan al mejor desempeño del cultivo, siempre y cuando sean empleados con un enfoque preventivo. Las hormonas vegetales, como el ácido giberélico y las auxinas, juegan un papel crucial en la regulación del crecimiento y la floración. El ácido giberélico, por ejemplo, es conocido por promover el alargamiento de los brotes y la floración en condiciones desfavorables. Aplicar ácido giberélico al inicio de la floración puede ayudar a sincronizar y mejorar el cuaje del aguacate, especialmente en periodos de estrés.
Los ácidos húmicos, derivados de la descomposición de materia orgánica, son excelentes para mejorar la estructura del suelo y aumentar la disponibilidad de nutrientes. Estos compuestos ayudan a las plantas a superar el estrés ambiental al mejorar la capacidad del suelo para retener agua y nutrientes. En el cultivo del aguacate, la aplicación de ácidos húmicos puede resultar en un crecimiento más exuberante y una mayor resistencia a condiciones adversas. Las algas marinas son otra fuente rica de bioestimulantes naturales. Contienen una variedad de nutrientes y compuestos bioactivos que estimulan el crecimiento de las plantas y ayudan a mejorar su resistencia al estrés. Los extractos de algas pueden incrementar la capacidad de las plantas para manejar sequías y temperaturas extremas, promoviendo el desarrollo vegetativo del aguacate.
Los aminoácidos son los bloques constructores de las proteínas y juegan un papel vital en la respuesta de las plantas al estrés. Aplicaciones foliares de aminoácidos pueden mejorar la resistencia del cultivo a condiciones adversas, promoviendo un desarrollo equilibrado y una mejor floración. Además, los aminoácidos estimulan el crecimiento durante periodos críticos. Los biorreguladores, como el paclobutrazol y el uniconazole, son conocidos por su capacidad para regular el crecimiento de las plantas. Estos compuestos inhiben la producción de giberelinas, lo que resulta en una reducción del alargamiento de los brotes y un incremento en la producción de flores. Para el aguacate, estos reguladores pueden ser útiles para controlar el crecimiento vegetativo excesivo y asegurar una floración más eficiente.
¿CUÁNDO APLICARLOS?
Para maximizar los beneficios de estos bioestimulantes y biorreguladores en el cultivo del aguacate, es importante aplicarlos en momentos clave del ciclo de crecimiento. Las hormonas vegetales y los biorreguladores deben ser aplicados en prefloración y durante la floración, mientras que los ácidos húmicos y los extractos de algas pueden ser usados regularmente durante el período de crecimiento y desarrollo del fruto para fortalecer la planta y mejorar la resistencia al estrés. Los aminoácidos, por otro lado, son más efectivos cuando se aplican durante y después de eventos estresantes para apoyar la recuperación de la planta.
El uso estratégico de bioestimulantes y biorreguladores puede tener un impacto significativo en la productividad del cultivo, ayudando a enfrentar y superar los desafíos ambientales. Implementar estas prácticas puede resultar en una floración más eficiente y una mejor calidad de los frutos, asegurando un cultivo exitoso y sostenible.
Por otro lado, las diferentes técnicas de poda (rejuvenecimiento, control de altura, formación o aclareo), coadyuvan de manera significativa a disminuir el efecto estresante causado por la variabilidad climática. Siempre y cuando estas herramientas se empleen de manera preventiva ya que su efecto no es inmediato y requieren de tiempo para que la planta perciba y metabolice los estímulos de manera positiva. De lo contrario, el efecto de estas herramientas se ve disminuido al ser aplicadas de manera tardía, aquí es donde el productor se enfrenta a un doble efecto adverso (el del clima y el costo de una herramienta con bajo impacto).
En conclusión, la variabilidad climática representa un desafío para los productores de aguacate debido al impacto inmediato y persistente. Sin embargo, tomando las medidas adecuadas de adaptación es posible reducir los efectos negativos en la productividad, rendimiento o calidad de la fruta. Enfrentar estos desafíos bajo un enfoque de agricultura climáticamente inteligente podremos fortalecer la industria aguacatera y así garantizar la sostenibilidad. Sistemas de riego, drenaje, tecnología contra las heladas o eficientes planes de manejo fitosanitario y nutrición minimizan los impactos adversos de un clima en constante cambio.