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El impacto de Agrichile en el país:

La ola de plantaciones de avellano sigue hasta hoy

…Y aunque nadie tiene la bola de cristal para adivinar el futuro, esa ola que comenzó a recibir el impulso de la compañía italiana hace tres décadas, continuará casi con seguridad creciendo hasta el 2030 y más allá. De hecho, Agrichile, filial agrícola del grupo Ferrero, sigue invirtiendo fuerte en el país, adaptándose a las tendencias del mercado y potenciando una producción sostenible.

17 de Agosto 2023 Francisco Fabres
La ola de plantaciones de avellano sigue hasta hoy

Camillo Scocco, gerente general de Agrichile; Head of Hazelnut Company Chile, en la estructura de Ferrero.

Hasta ahora la variedad que ha dado mejor resultado agronómico y productivo es Tonda di Giffoni, que además es bastante resistente a enfermedades bacterianas.

Camilo Scocco, gerente general de Agrichile; Head of Hazelnut Company Chile, en la estructura de Ferrero.

Aunque al principio se orientó a la producción de cerezas para uno de sus productos estrellas, el chocolate relleno Mon Cheri, luego surgió la idea de aprovisionarse de avellanas frescas en el hemisferio sur, buscando la máxima calidad del producto en contraestación. A mediados de los años noventa iniciaron la importación de plantas desde Italia y compraron campos en la región del Maule, donde se establecieron los primeros huertos. Camillo Scocco, actualmente el gerente general de Agrichile, llegó por primera vez al país en el año 2000. En poco más de dos década ha sido testigo privilegiado del desarrollo del cultivo en nuestro territorio.

-¿Imaginaron en esos momentos las dimensiones que alcanzaría la especie acá?

-Ese era claramente el objetivo, que el país fuera un polo de producciones importante, y el tiempo nos ha dado la razón.

-¿Qué los motiva a seguir impulsando el cultivo, habiendo otras posibles zonas de producción en el hemisferio sur?

-Las opciones no son abundantes, el avellano no se puede cultivar en todas partes. Entre los paralelos 35 y 45 no hay mucha tierra disponible, la superficie con clima mediterráneo es poca. Chile está bendecido por tener esta condición de norte a sur en el valle central, considerando desde Santiago hasta Puerto Montt. Aquí existe una muy buena combinación entre condiciones edafoclimáticas, condiciones empresariales, interés por el cultivo, nivel técnico, disponibilidad de tierra y recursos.

Las estimaciones de curvas de crecimiento que Agrichile entrega periódicamente en su “Encuentro anual de productores de avellanas” han estado bastante cerca de la realidad. Hoy calculan algo más de 40.000 hectáreas (ha) plantadas, teniendo en cuenta un “viverismo no oficial” de productores que multiplican plantas por su cuenta. Se mantiene un crecimiento de 2.500 a 3.000 ha/año y, sin disponer de la bola de cristal para adivinar lo que ocurrirá en siete años más, recalca Scocco, la tendencia de acuerdo a esas cifras sería alcanzar fácilmente del orden de 60.000 a 65.000 ha hacia 2030, “si el interés de los productores y los diversos factores se mantienen como creemos”.

Para los huertos ya en plena producción, el entrevistado propone como razonable un rendimiento promedio en torno a 2.800 a 3.000 kilos/ha, incluyendo los años buenos, normales y malos, algo propio de la variabilidad de la agricultura. La condición es hacer las cosas bien: una adecuada plantación, prácticas culturales y buena gestión. Naturalmente, habrá condiciones de suelo, clima, genética y fenología de las plantas que en algunos sitios se traducirán en rendimientos menores mientras en otros permitirán producciones mayores.


QUEDA MUCHO POR INVESTIGAR

–¿Esos son los rendimientos que obtienen en los predios de Agrichile?

–Estamos alrededor del promedio que te estoy diciendo, con campos ubicados desde Los Niches [Curicó] a la Araucanía. El clima es el factor que no se puede controlar, por lo tanto, resulta fundamental ubicarse en un sector adecuado, sin heladas fuertes en primavera. Luego viene el suelo; si bien las limitaciones se pueden manejar con prácticas como los camellones o el encalado, entre otras, tampoco se puede exagerar porque las modificaciones pueden aumentar mucho los costos. Tercero, hay que hacer bien las prácticas culturales.

–¿Qué opinas de innovaciones en aspectos como el cultivo en alta densidad?

–En el avellano falta mucho por investigar. Bienvenidos los ensayos y los productores atrevidos a quienes les guste experimentar. Nuestros árboles más antiguos tienen 25 años, ni siquiera hemos cerrado un ciclo productivo completo, en Europa hay plantaciones de 50 años, en EE.UU. de 70 en plena producción. Estamos todavía en una fase de pruebas. Por ejemplo, el uso del riego al nivel de Chile, donde tenemos zonas como Maule con seis meses prácticamente sin lluvia, no se da en otras partes del mundo. Vamos aprendiendo cosas. La alta densidad no parece fácil: es sacrificado, implica muchas intervenciones, poda, técnica cultural, aplicación de agroquímicos. Muy intensivo, teniendo en cuenta que en Chile todavía hay mucha tierra disponible.

El uso del riego en Chile, donde muchas zonas de producción de avellano enfrentan seis meses prácticamente sin lluvia, no se da en otras partes del mundo.

–¿Cómo ves la entrada de las variedades norteamericanas de avellano?

–Nosotros compramos avellanas que cumplan determinados estándares de calidad. Algunas de las variedades no satisfacen las necesidades de la “receta Ferrero”, lo que usamos o estamos probando, pero nos hallamos abiertos a nuevas variedades que permitan sacar el mejor producto. Si el producto es un poco más bajo en cuanto a contenido de aceite o aroma, puede destinarse a otro tipo de utilización. No es un tema de Ferrero solamente, es la industria que valora ciertas características. Hoy sí compramos frutos de las variedades Yamhill y Tonda Pacífica, estamos analizando cómo se comportan desde el punto de vista industrial. Lo mismo hacemos con otras variedades que aparecen en el mercado, como la Tonda Francescana. Tenemos más experiencia con las variedades italianas y turcas, por razones históricas, aunque las turcas no han llegado acá porque no son mecanizables. Hasta ahora la variedad que ha dado mejor resultado agronómico y productivo es Tonda di Giffoni, que además es bastante resistente a enfermedades bacterianas. Nosotros nunca pusimos ‘royalty’ a las plantas de las variedades que trajimos, como la Giffoni, para no limitar el desarrollo. Ahora distintos viveros producen plantas provenientes de nuestro núcleo inicial.

Uno de las ventajas del cultivo de avellano: permite la cosecha mecanizada.

NOS ESTAMOS PREPARANDO PARA RECIBIR TODA LA FRUTA

–¿Qué espacio ocupa Agrichile como vivero hoy?

–El vivero nació para cumplir la cuarentena de los materiales genéticos importados y generar el núcleo de plantas madres. Inicialmente sirvió a nuestras plantaciones; luego empezamos a vender para responder a la demanda, porque la disponibilidad de plantas comenzó a ser el cuello de botella. Actualmente tenemos el vivero porque nos importa mantener el núcleo inicial y atender a los productores que nos piden plantas, pero no es un área principal del proyecto, que ha pasado por distintas fases. En otro momento el cuello de botella fue la limpieza/secado, motivando la instalación de infraestructura con este fin. En la actualidad hay productores que están construyendo sus plantas de proceso y nosotros los incentivamos a que lo hagan, para que nos puedan entregar la fruta, siempre con cáscara, pero limpia y seca.

El vivero de Agrichile cumplió un rol clave en las etapas iniciales de expansión del cultivo. Hoy sigue atendiendo la demanda de plantas de quienes las solicitan.

–Entiendo que invirtieron 40 millones de dólares en una nueva planta en Ñuble.

–Y más, esa era la base, sin embargo, los imprevistos aumentaron la cifra. Empieza a operar entre octubre y noviembre del presente año, vamos a tomar la cola de la temporada para probar las máquinas y testear.

–¿Cuál es el rol que cumplirá la planta?

–Es importante decir que seguimos invirtiendo en el país. Una parte de la superficie de avellanos va a entrar en producción en los próximos años y nos estamos preparando para recibir toda la fruta disponible. Por otra parte, apuntamos a optimizar los aspectos logísticos, ya que Ferrero tiene fábricas en Sudamérica y en Norteamérica. Esto no significa que dejaremos de enviar producto chileno a Europa, donde se necesita por el tema de contraestacionalidad, de frescura. Es una planta de descascarado, con un área de limpieza y secado muy tecnológica, pero puede recibir fruta ya limpia y seca.

–Anunciaron también una inversión de tres millones de dólares en gestión, ¿de qué se trata?

–Se refiere a la implementación de un nuevo sistema de gestión SAP ERP global. Hemos ya casi cerrado el ciclo con la parte agrícola y nos va a permitir un mejor control, una mayor transparencia, una disminución de los errores humanos, y un flujo de informaciones más rápido para facilitar también la vida a los productores con el pago, los resultados de entrega de la fruta, análisis y todo eso.

AGRICHILE COMO PRODUCTOR: NO LEER LA HISTORIA AL REVÉS

–¿Cuánto pueden afectar las inundaciones recientes a la producción de este año?

–Efectivamente hubo una cantidad de lluvia concentrada muy fuerte, los campos se anegaron, pero si tienen buen drenaje se liberan del agua dentro de la semana, con lo cual no deberían tener mayor problema. En campos mal preparados, sin formas de evacuar el agua, puede haber algún efecto de marchitez o estrés de la planta, pero el agua caída hasta el momento no me parece excesiva. Lo que sí se vio en situaciones localizadas fue la erosión, el daño físico provocado por aluviones o desbordes de ríos y canales.

–¿Por qué Agrichile tiene una producción propia en alrededor de 4.200 hectáreas? ¿Cuál es el objetivo, considerando que hay tantos productores con los cuales abastecerse?

–Estás leyendo la historia al revés. Cuando nosotros empezamos, para mostrar que el cultivo era posible en Chile, necesitábamos atraer la atención con una superficie importante. Poner 50 ha no habría generado interés. Nuestros campos sirvieron para motivar a los productores a plantar, primero en la región del Maule, hoy la de mayor superficie con avellanos. En 2004 fuimos a la Araucanía y allá también se generó una expansión importante de productores. La información corrió rápido por la carretera entre ambos puntos. En el área de San Gregorio y Parral nuestras unidades productivas posibilitaron buscar las técnicas para manejar suelos complicados, arcillosos, utilizando camellones grandes. Todo lo anterior hizo posible el avance de centros de producción a lo largo del país. Se agregaron después plantas de limpieza y secado en Camarico y en Santa Anita, que es un pequeño huerto orgánico. Posteriormente no realizamos más plantaciones, la ola de productores tomó fuerza y siguen plantando hoy. Nuestro foco actual está más en infraestructura.

Las plantaciones de avellano modificaron el paisaje de la agricultura en la zona centro-sur de Chile.

AGRICULTURA REGENERATIVA PARA RESPONDER AL MERCADO

–Ferrero está enfatizando el tema ambiental, ¿por qué?

–Hay un tema emisiones de CO2, de calentamiento global que no lo ve solo quien no quiere verlo. Como empresa estamos al frente con esos temas. Hacemos uso de energía verde, compramos energía ‘green’, nos abastecemos con paneles solares donde es posible, y además hay un tema ‘agri’ importante. El avellano permite ser cultivado en forma sustentable, estamos avanzando en una agricultura regenerativa, muy focalizada a la mejora del suelo, limitando al máximo el uso de productos químicos. Se trata de una tecnología que combina muy bien con el avellano. Hay aspectos técnicos que afinar, hacer desarrollo de maquinaria para aplicaciones más localizadas, por ejemplo. La tecnología bien usada ayuda al medio ambiente. Como siempre, estamos probándolo primero nosotros, para luego mostrar que se puede y presentar los resultados. Tenemos dos ensayos, en superficies grandes, entre 30 y 50 hectáreas. También el campo orgánico nos permite testear las técnicas y aplicarlas en la agricultura regenerativa de manera combinada con los sistemas convencionales, reduciendo el impacto ambiental.

–¿Una vez que tengan los resultados, cómo van a hacer para que los agricultores se sumen a estas iniciativas?

–Los productores que trabajan con nosotros firman un código de proveedores, donde se comprometen a cuidar el medioambiente, a incorporar los pilares de sustentabilidad en sus producciones, incluyendo aspectos sociales y económicos. En nuestra página web se encuentran los lineamientos generales de cultivo del avellano. A futuro los iremos profundizando porque en nuestra casa matriz se encuentra el Agri Competence Centre, que hace investigación a nivel global. Aparte de eso realizamos varias actividades con los productores, como la Red Proveedores de Corfo, un instrumento que funciona muy bien. En esas iniciativas abordamos la agricultura sustentable: gestión del agua, de la fertilidad del suelo, la mejora de la materia orgánica, la inmovilización del CO2, el manejo de los residuos de poda, las bandas florales, etc. Estamos mostrando a los empresarios que es posible, que los costos no son altos, que se producen ahorros directos e indirectos, y sobre todo que el mercado lo quiere. No se trata de una tendencia esnob impuesta por Ferrero, nosotros no obligamos a nadie, es lo que pide el mercado.

15 PERSONAS POR HECTÁREA VERSUS UNA PERSONA PARA 15 HECTÁREAS

–El avellano no es el frutal que genera mayores ingresos por hectárea, ¿por qué su atractivo?

–No se puede comparar una hectárea de avellano a una hectárea de cereza o arándano. Las diferencias parten desde el costo de la inversión y de la gestión. Una ha de arándano necesita del orden de 15 personas fijas por año, en promedio; el avellano, al revés: una persona puede encargarse de 15 hectáreas, como ocurre en Italia o en Oregón. Y el retorno está en función de la inversión. También influye el factor riesgo en fruta fresca, por ejemplo, cuando ocurren paros en puertos en medio de la temporada. El avellano corresponde a un cultivo más extensivo, necesita menos mano de obra, exige menos cuidados. En cuanto a precio, nosotros garantizamos un valor mínimo anual, es una forma de dar tranquilidad al productor. El avellano hoy representa una buena opción, no lo digo yo, lo dicen los números porque muchos productores siguen plantando.

Se han hecho fuertes inversiones para recibir y procesar una producción en aumento.

–Hay voces señalando que los márgenes se han ido reduciendo en avellano, que los costos han subido. ¿Afectará a los productores más pequeños? ¿Se irá reduciendo su número?

–Tenemos productores de 5 o 10 hectáreas. Ellos tienen oportunidad de asociarse, optimizar los costos de producción, algo normal en Italia, donde la casi totalidad de los productores de avellano se asocia a un grupo o cooperativa. Manejar superficies más grandes puede dar ventajas, efectivamente, comprar una máquina se justifica a partir de 50 ha y para tener más máquinas hablamos de múltiplos de esa cifra, hay que sacar bien las cuentas. El tema de la gestión de los costos se debe tener en cuenta, algunos costos de producción han subido, pero una gran ventaja del avellano es su buena mecanización, e incluso ya hay máquinas fabricadas en Chile para cosecha.

Más allá de la coyuntura, Scocco plantea una reflexión final:

–La agricultura no es solo ganancia económica, tiene un valor ambiental y social. Quien conoce de agronomía y de historia sabe de su importancia en el desarrollo de poblaciones, de naciones completas. Eso, siempre y cuando se haga de forma correcta, de lo contrario se generan desastres.

 

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