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Dos productores de la región del Maule cuentan su experiencia sobre los altos y bajos del kiwi

La fortaleza de huertos antiguos de kiwi a las nuevas exigencias del mercado

Productivamente hablando, un huerto viejo de kiwis no tiene nada que envidiarle a un huerto moderno. Claro está, que se han ido ajustando los manejos y añadiendo tecnología que, en muchos casos han permitido producciones récord, sin descuidar la característica más importante: fruta de calidad, un tema que ha impulsado el Comité del Kiwi y que ha permitido a los productores a cumplir con exigentes requerimientos internacionales.

04 de Agosto 2021 Miguel Patiño
La fortaleza de huertos antiguos de kiwi a las nuevas exigencias del mercado

El kiwi se ha ido posicionando lentamente en un negocio cada vez más atractivo para productores, aunque eso no esconde que ha sido un camino complejo para llegar nuevamente a este punto. Luego de que Chile llegara a tener más de 13.000 hectáreas (ha) plantadas con este fruto, tras un ‘boom’ en los años 80’, enfermedades como PSA y problemas de calidad terminaron repercutiendo en una mala imagen de la fruta tanto en Chile como internacionalmente. Hasta 2020, la superficie plantada alcanzaba las 7.862 ha, de acuerdo a datos del Comité del Kiwi (CDK), mientras que para este 2021 el gremio espera que se arranquen unas 350 ha de huertos antiguos, para sumar 300 ha de huertos modernos, volviendo a reducir la superficie, aunque desde 2022 en adelante esperan que se comiencen a sumar sostenidamente 500 hectáreas por año, mientras se comienzan a sumar nuevos actores al negocio.

Jaime Berenguer (73) tiene 34 años de experiencia en plantaciones de kiwi.

Todo este proceso de altos y bajos con esta fruta lo han vivido dos experimentados productores en la región del Maule, Jaime Berenguer y Roberto Hiribarren. El primero de ellos cuenta con 38.5 ha en su fundo Ampurdan, en la zona de Romeral. Comenzó cultivando kiwis hace 34 años, y como buen pionero, ha debido aprender de sus propias caídas, aunque hoy puede disfrutar del buen momento que pasa la fruta, luego de que en 2020 cosechara en torno a 75 t/ha, un récord para sus registros, con retornos cercanos a US$1/kg. Por otro lado, Hiribarren cuenta con 17,5 ha ubicadas en Yerbas Buenas, empezando en 1989 y desde 1998 cuenta con un vivero (Vivero La Flor). Actualmente, junto a una agrupación en esta zona de Linares, producen cerca de 2.000 toneladas, con retornos cercanos a US$0,90/kg.

Ambos vienen de una época donde producir kiwi era sinónimo de grandes rentabilidades. Prueba de ello es que esos primeros años lograban retornos de hasta US$3/kg. Hoy son testigos privilegiados de este renacer del negocio y cómo la forma de trabajar con el kiwi en Chile ha cambiado  radicalmente.

Vista aérea del huerto de Jaime Berenguer. El productor cuenta con un peculiar sistema productivo donde reparte el terreno con 12 trabajadores, que compiten entre ellos.

LA CALIDAD ES LO QUE MARCA LA DIFERENCIA

El huerto de Jaime Berenguer tiene características especiales, ya que está repartido para 12 personas, o ‘trateros’ como los denomina, donde compiten entre ellos en áreas que van entre las 2,5 hasta las 4 ha. Todos ellos son personas de confianza del productor, a quienes a ha capacitado durante todos estos años. “Yo los he ido involucrando ta tnto, que hoy en día son parte del éxito de haber empezado a crecer en producción y a tener el huerto como está hoy”, señala Berenguer, agregando que cada persona a cargo de un sector se ha ido especializando y muchas veces compiten con ellos mismos para ver cómo superarse. “Aquí hay un cuento: trabajas en equipo y multiplicas los resultados”, recalca sobre un sistema de trabajo donde involucra a todos los trabajadores para que sean partícipes de los resultados y las decisiones, poniendo el foco en la capacitación y confianza en sus trabajadores.

Toda esta experiencia ganada y esta forma diferente a lo tradicional de administrar su huerto, le ha permitido ver en carne propia la evolución del kiwi en Chile, con ensayo y error, con momentos buenos como el actual, o momentos muy malos como cuando reconoce que parte de su fruta iba a dar a alimento para animales. Pero resalta que gran parte de la calidad alcanzada con el kiwi que se está exportando actualmente es también por el trabajo que ha realizado el Comité del Kiwi, que los está orientando en objetivos comunes, aunque critica que los problemas de calidad que se han presentado, y que han persistido en una menor medida, “son, en parte, culpa de unas pocas exportadoras que ven una ventana y exportan temprano, y no saben nada que detrás de esto hay un daño para el productor y para Chile. Yo soy uno de los que cosecha más tarde, en mayo”, añadiendo que, “tenemos que cuidar la imagen de Chile, cosa que cuando el consumidor afuera vaya a comprar, vea que el kiwi es chileno”.

Roberto Hiribarren (86), comenzó su plantación de kiwi en 1989, y comenzó un vivero en 1998.

Respecto a las medidas del comité, que ha impulsado un Programa de Aseguramiento de Madurez (PAM), con estándares mínimos de materia seca (16%) y sólidos solubles (6,2%), Berenguer señala que ha visto en primera persona cómo se ha buscado respetar estas medidas, como, por ejemplo, con tomas de muestras. Roberto Hiribarren en tanto señala que, “el Comité del Kiwi ha hecho una labor muy importante, tal vez la más importante, porque antes para aprovechar mejor precio, los productores anticipaban sus cosechas y no salía un kiwi en buenas condiciones, y eso desprestigió el kiwi chileno. Pero esto lo ajustó el comité y ahora nadie está saliendo con el kiwi que no esté en buenas condiciones”.

De hecho, Berenguer es muy crítico en señalar que en las décadas pasadas la fruta chilena llegaba a destino “en una calidad muy inferior a la actual”, precisamente al no haber controles de calidad o lineamientos comunes como hoy los entrega el Comité, y se producía todo lo que produjera la planta, donde lo que más destacaba era una fruta desabrida con una columela dura, a diferencia de hoy donde apunta a que se ha mejorado mucho en madurez y sabor.

Kiwis cargados cubren superficie aérea en la entre hilera de fundo Ampurdan de Jaime Berenguer, donde ha logrado producciones de 75 t/ha.

NO IMPORTA LA EDAD DEL HUERTO

Pero, ¿puede un huerto antiguo de kiwis producir fruta con los exigentes estándares actuales? De acuerdo a Jaime Berenguer, no hay diferencias entre aquellos huertos de más de 30 años y los actuales, sino más bien en los cuidados que estos requieren. “He tenido varios errores y los he tratado de ir superando. La única diferencia serían los cuidados que le has dado a la planta para atrás. Es decir, la salida que tenga la planta, que no tenga estrés en toda la temporada la fruta y el conocimiento del huerto. Los huertos antiguos son productivos, en los 35 años que cumplirá ahora el mío, tuve una buena producción”, destacando el récord personal que alcanzó con 75 t/ha, reconociendo además que hay un gran esfuerzo detrás de estas cifras, que van desde pagarle muy bien a sus trabajadores o inversión en 43 pulverizaciones en la temporada, 47 colmenas/ha, 930 unidades de potasio/ha, y hormona de crecimiento, todo para obtener “la mejor fruta que uno pueda”.

“Las 43 pulverizaciones fueron para mantener el huerto lo mejor posible en términos fitosanitarios, porque el huerto, como tiene 34 años, lógicamente han ido acentuándose en algunas enfermedades como PSA, hongo de madera, entre otras, entonces mucho de esto es preventivo, aunque exagerando también, eso lo tengo claro”. Detalla que apoya con pulverizaciones foliares, y con potasio, algas y calcio, para darle más energía y vigor a la fruta y a la planta. Debido a la productividad, Berenguer apuesta por abonar con potasio, y no con nitrógeno, donde es enfático en señalar que hace 10 años que trabaja con cero nitrógeno. “No escatimar en gastos ha sido parte del éxito de conseguir producciones y calibres, y que la fruta se comporte lo mejor posible en la guarda, para tener una fruta adecuada a las exigencias de los mercados destinatarios”.

En la temporada anterior a la pasada, tuvo una producción de 65t/ha, mucho del crecimiento hasta las 75t/ha que alcanzó tiene que ver con la inversión que ha realizado, con énfasis en que la fruta tenga mejores defensas, a pesar de los años, como en el caso del potasio, que comenta lo ayuda en alguna medida a rejuvenecer su huerto. “Espero para la temporada 2021-2022 contar con los cargadores necesarios para obtener de nuevo una buena producción, pero para eso hay muchos factores, como la fertilidad, polinización, clima y que la fruta no se estrese. A la fecha tengo 20 mil cargadores por hectárea, 17,5 yemas por cargador, que me da un total de 350 mil yemas por hectárea, y con eso estoy igual que el año pasado, pero hay mucho aún por jugarse”, detalla Berenguer, que cuenta con acabadas estadísticas del día a día de su huerto.

Sistema de conducción en parrón para kiwi, en huerto de Roberto Hiribarren.

En esa misma línea, Roberto Hiribarren señala que las plantas antiguas no tienen mayor diferencia, “algunos dicen que plantas nuevas son mejores, pero la verdad la experiencia en Chile tuvo un costo muy alto, porque en un momento se empezó a decir que había que producir kiwis amarillos, y aquí resulto más susceptible a la PSA y prácticamente ya no quedan. Después, también otros variedades tampoco resultaron”, comenta el productor, que remarca que en distintas etapas de plantación de su huerta, las antiguas producen tanto como las nuevas plantas.

En cuanto a la calidad que alcanza su producción, Hiribarren afirma que en huertos antiguos no solo se puede aspirar, sino que concretamente se llega a las calidades deseadas. “Yo tengo ocho sectores distintos, tres que son los más antiguos y producen tanto como los nuevos y la calidad es igual. Es muy importante el manejo y el control de enfermedades, para los que vayan a empezar en este negocio, que se asesoren bien”.

Otro aspecto clave a la hora de producir kiwis de calidad es la polinización. Tal como en otros frutales, la puesta de colmenas en los huertos es parte de lo esencial, aunque no siempre fue así. Jaime Berenguer, que ha estado casi desde los inicios del Kiwi en Chile, señala que hizo todas las polinizaciones habidas y por haber, con aplicaciones de polen, con máquinas, extracciones, pero finalmente su veredicto son las abejas, comentando que pasó de 20 colmenas/ha a 47 colmenas/ha. Roberto Hiribarren también ha tenido puesto el sombrero del ensayo y error, y también aplicó polen manualmente, pero se decantó también en que lo más importante son las abejas, no solo traer abejas, sino que estén en buenas condiciones, añadiendo que 22 colmenas/ha es una buena cifra, con una buena calidad de abejas y bien distribuidas, principalmente en los extremos del huerto y que tengan sol, aprovechando además la distribución tipo ‘parrilla’ del huerto, donde los insectos van por abajo y trabajan bien, de acuerdo al productor.

Hiribarren junto con Antonio Jara, gerente y “mano” derecha del productor.

‘TAN RENTABLE COMO EL CEREZO’

A medida que el negocio ha mejorado en el país, debido a factores coyunturales, como la caída en la producción de Europa, específicamente Italia, así como la mayor demanda de este fruto, principalmente de nuevos mercados como la India, pero también por efectos colaterales de la pandemia, que han concientizado a la población respecto a una alimentación saludable, donde el kiwi destaca por su valor nutricional (alto contenido de vitamina C), se ha incrementado también el apetito por personas y empresas dispuesta a ingresar a este negocio. En ese sentido, Roberto Hiribarren comenta que una de las ventajas del kiwi, actualmente, es su rentabilidad. “Yo creo que después de los cerezos, para esta zona, es lo más rentable, e incluso tan rentable como el cerezo”.

Altas producciones en el Campo La Flor, gentileza de Roberto Hiribarren.

Ante este escenario de ingreso de nuevos actores al mercado, Hiribarren comenta que trabaja en conjunto con otros nueve productores con los que formado como Grupo de Transferencia de Tecnología (GTT), con quienes lleva treinta años reuniéndose periódicamente en Linares, y no han querido agrandar el grupo porque tiene una coordinación colectiva respecto a una buena calidad de fruta, homogénea, y eso les ha permitido comercializar todos juntos la fruta que producen.

Jaime Berenguer, por otro lado, cree que no hay que quedarse solo en las nuevas oportunidades que otorga un mercado como India, sino que hay que pensar en un consumo mantenido. “Hoy día la pandemia del coronavirus ha hecho aprender a comer kiwi gracias a la vitamina C”.

Pese a esto, Berenguer solo se proyecta a 4 años más, “con suerte”, apunta. Esa mirada más bien pesimista tiene que ver con que el buen momento que pasa el kiwi implicará el ingreso de 400 o 500 hectáreas anuales de grupos económicos, “y muchos de ellos ya no van a poner más cerezas, van a poner kiwis, entonces yo lo veo como un negocio en cinco años más y de ahí para adelante será muy inestable”. En su opinión, la agresividad con las que entrarán nuevas empresas y grupos al negocio “van a hacer de que de aquí a 4 a 5 años esto pase a no ser un negocio tan tentativo como estos días”.

Este tránsito o diversificación desde la cereza, una de las producciones más rentables de Chile en los últimos años, hacia el kiwi, es para Berenguer algo que se ve muy cerca, debido a una situación que desnudó la pandemia en la producción de este carozo: la falta de mano de obra.

¿Cómo convivir con la PSA?

Una de las amenazas siempre latentes con las que los productores de kiwi tuvieron que aprender a convivir es el manejo de PSA o bacteriosis del kiwi. Luego de que en décadas pasadas esta enfermedad implicaba arrancas e incluso quemas de huertos completos. Jaime Berenguer señala al respecto que al principio no se sabía nada, y ante ese desconocimiento, los productores simplemente hacían todo lo que los asesores u otros productores les decían. Una de las estrategias que ha aplicado Berenguer y con la que ha tenido éxito son los mugrones, innovación que probó luego de que hace dos o tres años atrás tuviera su huerto complicado con la enfermedad.

“Los hago en mis plantas y funciona extraordinario. Si una planta está complicada y sale un brote de abajo, lo hago igual y endosan, entonces a los cuatro años tengo una planta arriba y a los cuatro años se le podan lo que viene al lado de la planta. En el mugrón tienes que sacar un brote de la planta grande, enterrarlo y colgarlo para que quede la planta, es un éxito tremendo”, detalla el agricultor. Esta técnica la traspasó desde su experiencia con viñas, y la aplica desde hace 15 años y la ha ido especializando cada temporada, sumado a otros tratamientos y complementos, como enraizantes, compost, desinfección del suelo antes de hacer el mugrón, acción que además le ha servido para renovar su huerto y solucionando problemas de espacios donde no hay plantas.

Por otro lado, Roberto Hiribarren también señala que tuvo problemas con PSA, y describe el impacto de la enfermedad con cifras simples: normalmente produce entre 40 y 50 t/ha, pero hubo una campaña donde solo produjo 9 t/ha, que fue precisamente cuando fue afectado por la enfermedad, año donde indica que perdió mucho dinero. Pese a esto, comenta que aplica las normas que hay al respecto y los productos que había que aplicar, y hoy puede convivir con la bacteriosis que, como otras enfermedades, solo se puede controlar, nunca erradicar. “Ahí estuvo el error del SAG cuando trató de evitar que se produjeran plantas por una que salió mal de mil. Te quemaban todo el vivero cuando en realidad esta enfermedad no se va a erradicar nunca, hay que manejarse con ella y ahora lo entendió así y liberó esa restricción”, comenta, destacando que, al llevar tanto tiempo en el negocio, han cometido errores que han podido enmendar gracias a la experiencia de los años, y por lo mismo, resalta un caso conocido, con unos de sus asociados, que no le había ido bien precisamente por PSA y quería terminar con el huerto. “Le recomendamos que siguiera porque su huerto podía levantarse. El kiwi es un poco “carne de perro”, resiliente, pero hay que cuidarlo muy bien. Esa persona finalmente lo levantó y volvió a ser un buen productor”.

“Para mí, el problema más grande que tiene la fruticultura es la mano de obra, por suerte el kiwi se cosecha en una época en que hay poca competencia de otras cosechas, pero las cerezas es diferente. Piensa la cantidad de hectáreas de cerezas que se han plantado, y ya no va a venir gente desde el sur a cosechar porque para el sur también hay, aunque son distintas variedades, pero yo lo veo complicado con la mano de obra”, señala Berenguer. Esta dificultad de emplear gente durante la pandemia, que ya ha sido alertado por otros gremios, se pueden incrementar con cosechas cortas, según señalan los productores, como por ejemplo pasa con algunas variedades de cereza, haciendo menos atractivo el trabajo para quienes buscan empleo en tiempos donde el Covid-19 aún incide en la toma de decisiones.

Independiente de esto, para Berenguer sigue siendo fundamental contar con gente especializada y comprometida, apuntando a que más que nunca se necesita pagar buenos sueldos acordes a eficiencia y especialización de los trabajadores. “La mano de obra va a ser un problema clave, tremendamente importante y no se le ha tomado el peso, ése es para mí el cuello de botella de la agricultura en Chile. Siempre hay que tener gente especializada, porque con gente no especializada los resultados son mediocres”. Y no necesariamente tiene que ver con gente profesional, sino que entrenada, según sostiene. “De la gente que está conmigo, muchos han trabajado una vida conmigo. Yo creo en que a la gente hay que enseñarle y darle una oportunidad”.

Frente al futuro, Roberto Hiribarren espera que el kiwi mantenga los niveles que se aprecian hoy, particularmente porque ha “subido demasiado el nivel de exigencia”, por lo que de mantenerse cree que sería positivo para la industria si se proyecta durante varios años, porque ve por donde podría haber en el corto plazo una explosión de producción de kiwi. “No todos los países tienen las condiciones climáticas para mantener un huerto, y a eso se suma que Europa, particularmente Italia, tienen muchos problemas de mano de obra”, señala Hiribarren. En ese sentido, destaca que esa es otra ventaja del kiwi, que demanda como todo mano de obra, pero no tanto como los cerezos.

Hiribarren destaca que, tal como los curicanos fueron los que partieron con las plantas del kiwi, fueron los pioneros en Chile a fines de los años 70, también fueron los primeros en abandonarlos porque tuvieron problemas con la PSA, con el riego, con heladas y, como describe, prefirieron embarcarse con el cerezo. Y hoy, luego de haber abandonado el kiwi hace algunos años, muchos que arrancaron sus árboles buscarían volver al negocio, que hoy tiene como costo de producción una cifra estandarizada en unos 30 centavos de dólar por kilo, lo que llevado a ventas de entre 80 o 90 centavos de dólar, o incluso un dólar por kilo, entrega buenos márgenes. “Yo tengo fe de que el kiwi va a remontar firme y va seguir siendo por muchos años un muy buen cultivo”, recalca el agricultor.

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